El mandil
Alfredo Corvalán
El rito de la investidura comprende, en primer término, uno de los símbolos más característicos de la masonería: el mandil de piel de cordero.
Este símbolo representa para todos los masones un fuerte sentido de comunión espiritual con nuestros hermanos. Al recibirlo, lo imprimimos en nuestra memoria como el primer presente que la Orden nos entrega, es el primer símbolo sobre el que recibimos una enseñanza y la primera evidencia tangible para el iniciado de que ha sido admitido en la masonería simbólica.
Nunca será suficiente el avance que tengamos en el camino iniciático como para poder relegar, dentro de la masonería simbólica, el mandil a un segundo plano. Cambiando, quizás, algunas de sus formas y ornamentos será siempre parte imprescindible de nuestra vestimenta ritual, sin la cual no se puede ingresar al templo.
El mandil, en su versión original, era una piel, colgada de la cintura, con la cual se quería proteger los órganos vitales de los albañiles y constructores que lo portaban, de potenciales daños en la ejecución de sus trabajos.
Desde el principio de las civilizaciones, muchos pueblos usaron el mandil como símbolo místico. Entre los israelitas, por ejemplo, se encuentra el cíngulo o ceñidor formando parte de la vestidura del sacerdocio. En Persia, los mithas investían al candidato a ser iniciado con un mandil blanco. La secta judía de los esenios vestía a sus novicios con un manto blanco.
El mandil debe ser básicamente de color blanco. Color que en todos los tiempos ha representado la inocencia y la pureza. En cuanto al material, debe ser de piel de cordero. Sabido es que el cordero se ha considerado en todas las épocas como emblema de la inocencia, particularmente en las iglesias cristianas y judías.
En los antiguos rituales de iniciación se le decía al neófito cuando se le entregaba el mandil: “Por la piel del cordero os recordamos la pureza de la vida y la rectitud de vuestra conducta, que son tan esencialmente necesarias para poder ser admitido en la logia celestial superior, donde el Supremo Arquitecto del Universo preside toda la eternidad”.
El mandil, en su versión original, era una piel, con la cual se quería representar, por ello y por su forma, la túnica de piel o cuerpo físico que recibimos del alma y sin la cual no podemos entrar a trabajar en el taller de la vida para construir nuestro templo. Además, el mandil tiene, como sabemos, la forma de un sobre. La solapa superior es triangular, simbolizando, como el compás, nuestro espíritu que es trino. La parte inferior es rectangular y simboliza, como la escuadra, lo material, o sea, nuestra naturaleza inferior.
Puede que traiga confusión a la mente de algunos hermanos el hecho de que por un lado se diga que el hombre es de naturaleza triple, como reflejo de su trinidad espiritual, simbolizado por el triangulo que forma la escuadra, mientras que por otro lado se diga que el hombre está representado por un rectángulo, dado a su naturaleza cuádruplo. La confusión se debe a que muchos desconocen que el cuerpo físico es doble, siendo su doble el cuerpo vital o entérico.
Cuando hablamos de la manifestación del hombre como personalidad, decimos que ésta es triple; vale decir: mental, emocional y física. Pero cuando hablamos de su constitución, decimos que es cuádruplo, compuesta por cuatro vehículos de expresión: el mental, el emocional, el vital o eterizo y el físico denso (manifestándose estos dos últimos como uno solo).
Admitiendo que el mandil representa, en su parte inferior y rectangular, la cuádruple naturaleza del hombre, es decir, su ser inferior, cabe la pregunta ¿por qué la forma de un rectángulo y no de un cuadrado? Aquí tocamos uno de los misterios más profundos de la creación. La realidad que expresa esta figura rectangular del mandil debe eliminar cualquier sentido de separación de la mente de quien pueda captarla.
El rectángulo del mandil representa más que el hombre individual. Si representara al hombre solo, tendría, naturalmente, que ser cuadrado. Pero no hay tal cosa como “el hombre solo”. El cuadrado se extiende para incluir a los demás hermanos de la logia, cuyos “cuadrados”, a su vez, se extienden, como el suyo para incluirlo a él. Él es inseparable del cuerpo de los hermanos. Lo que hace imposible esa separación es el cuerpo vital o etérico (de éter), el vehículo que une todas las cosas porque las interpenetra y conduce sus energías. Es el que da vida a las células y órganos del cuerpo físico.
Todos los seres, todas las cosas, comparten el mismo cuerpo. Esta simple figura del rectángulo (o cuadrado extendido), representado por la parte inferior del mandil, lo dice todo. Todos nos extendemos a través de nuestro cuerpo etérico hasta interpenetrar al de los demás. El salirse de sí mismo es, pues, lo natural. Más que hermanos somos uno. Es por esto que la logia tiene forma rectangular en vez de cuadrada. La inclusión es fundamental en el sistema masónico, pues éste consiste en integraciones. El sentido de separación es, por lo tanto, contrario al mismo.
La forma rectangular que vemos en la logia cada vez que entramos en ella y que vemos en el mandil cada vez que nos lo ceñimos, debe recordarnos este hecho e inducirnos a dejar afuera todo sentido de separación. Al ceñirnos el mandil indicamos que aceptamos la ley del amor impersonal en nuestra actuación en la logia. Esto se manifiesta en actos de hermandad, comprensión y ayuda mutua.
El mandil tiene una línea que une el triangulo superior de la solapa con el rectángulo inferior. Físicamente, ésta equivale al diafragma de nuestro cuerpo, el cual constituye la línea entre nuestros centros superiores y los inferiores.
Psíquicamente, la frontera entre lo superior y lo inferior en nuestro ser está constituida por la mente. La línea inferior del triángulo superior equivale a la mente superior o abstracta. La línea del rectángulo, que coincide con la inferior del triángulo, es la mente inferior o razonadora. Ambas deben unirse.
Tratando de sintetizar el profundo simbolismo del mandil, podemos decir que significa el trabajo como calidad distintiva del masón en su eterna tarea de obrero en la construcción del templo del Gran Arquitecto del Universo. En tal calidad, es un ser espiritual y uno con sus hermanos y con el Gran Arquitecto.
Los guantes
La investidura de los guantes tiene íntima relación con la del mandil.
En los ritos continentales de la masonería practicados en Francia y Alemania, como en nuestra Logia Fe del Oriente de Montevideo, Uruguay, y en otros países, es costumbre invariable regalar al candidato recién iniciado no sólo un blanco mandil, sino un par de guantes para él y otro para la mujer que más quiera (esposa, madre, novia, hermana, etc.).
Al entregar los guantes al hermano recién iniciado se le quiere enseñar que los actos de todo masón deben ser tan puros e inmaculados como los guantes que se le regalan.
En muchas logias, como en nuestra Logia Fe, existe la obligación de usar como vestimenta ritual los guantes. El simbolismo de los guantes es similar al del mandil, ambos aluden a la purificación de la vida. Mientras el mandil se refiere al “corazón puro”, los guantes simbolizan las “manos limpias”; a su vez, las manos son el símbolo de las acciones humanas. Dice el salmista: “¿Quién escalará la montaña del Señor? ¿Quién permanecerá en su lugar sagrado? El que tenga las manos limpias y puro el corazón”.
En los antiguos misterios el lavatorio de manos precedía a la ceremonia iniciática y servía para indicar iniciáticamente que era necesario estar puro de todo crimen antes de ser admitido a los ritos sagrados.
Los albañiles empleaban en la edad media tanto el mandil como los guantes. Hay prueba de ello. En uno de los ventanales pintados en la Catedral de Chartres (Francia), obra ejecutada en el siglo XIII, se representa a varios operarios trabajando. Tres de ellos se adornan con coronas de laurel, indicando que desempeñaban los cargos más importantes de la logia. Todos los obreros pintados en el ventanal llevan guantes. Por otra parte, en los antiguos documentos de la época se menciona a menudo los guantes que se regalaban a los albañiles y picapedreros.
Es, pues, evidente, que los constructores de la edad media usaron guantes para protegerse las manos contra los efectos del trabajo y de ellos pasaron a los masones especulativos con el significado antes referido.
Referencias:
Corvalán, Alfredo (2010). El simbolismo constructivo de la fracmasonería. Montevideo: Ediciones de la Fe.
http://www.gadu.org/antologia/el-mandil-del-mason/
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