El legado de Lausana
Rodolfo Lluberas
El “Convento” de Lausana, Suiza, se realizó en septiembre de 1875. Este encuentro de Supremos Consejos, convocado con el fin fundamental de revisar las Grandes Constituciones de 1786 y definir los Principios del REAA, dejó una huella imborrable en la forma en que concebimos la masonería.
Nos atrevemos a afirmar que todo el proceso anterior al evento y su desarrollo han adquirido un carácter apenas anecdótico frente a la dimensión, la certeza y la sabiduría de su Declaración de Principios. Que reconoce al GADU como “Principio Generador”, promueve la libre investigación, abre las puertas a todas las nacionalidades, razas y sistemas de creencias, prohíbe la discusión política o religiosa, lucha contra la ignorancia, obedece las leyes, y practica la justicia y el amor a los semejantes.
También esta Declaración de Principios se agiganta cuando en los tiempos actuales la intolerancia, a veces en forma de brutal violencia, parece instituirse. Creemos, con humildad, que tales postulados deberían ser una referencia permanente entre los Hermanos.
Olvidemos, por intrascendente el origen del término GADU, que posiblemente haya entrado en la masonería por influencia de Calvino sobre Anderson. Centrémonos en ese GADU como Principio Generador, lo que implica un posicionamiento absolutamente abierto.
Cuando estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el hoy Papa Emérito Cardenal Ratzinger, decía con llamativa lucidez:
Según esta concepción no existe ningún conocimiento objetivo de Dios, en el sentido del concepto de idea personal de Dios en el teísmo. El Gran Arquitecto del Universo es algo neutro, indefinido y abierto a toda comprensión. Cada uno puede introducir allí su representación de Dios: el cristiano, como el musulmán, el discípulo de Confucio como el animista o el fiel de no importa cuál religión.
Nuestra aproximación abierta, que además significa el intento de un sublime ejercicio de tolerancia, tal vez nos ponga en trayectoria de colisión con alguna institución, pero esto no es lo importante. Lo importante y mucho más trascendente es que nuestros principios, enraizados en aquellos de Lausana, permiten la fraterna convivencia y el enriquecimiento mutuo de un amplio abanico de individuos.
Unidad en la Diversidad
La diversidad de ese amplio abanico de individuos se extiende desde el que ora cotidianamente en el templo de su religión hasta el que se define como agnóstico o ateo, pasando por aquel que descubre en la física cuántica o en la mecánica partículas de la respuesta a la pregunta sobre qué es el G.·. A.·. D.·. U.·.. Pues, éste último, no se identifica con religión alguna, pero tampoco cierra el camino para que quienes así lo sientan, equiparen este Principio con su concepción personal de La o Las Divinidades.
Se trata de Principios, no de dogmas. Dogmático es aquel “inflexible, que mantiene sus opiniones como verdades inconcusas”, inconcuso significa “firme, sin duda ni contradicción”. Nada más alejado de nuestro camino masónico; que está regido por la dualidad, el cuestionamiento permanente, el ansia de conocimiento y, sobre todo, la búsqueda constante.
La masonería busca sencillamente la superación personal del individuo, para que luego se proyecte fraternalmente en los demás. Es, en esencia, un ámbito que nos da la oportunidad poco común de crecer respetando creencias ajenas y propias, dando razón al hermoso Salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”.
http://www.gadu.org/trazados/el-legado-de-lausana/
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