La ley del karma es un ejemplo especial de la ley de causa y efecto que establece que nuestras acciones físicas, verbales y mentales son causas, y nuestras experiencias son sus efectos. La ley del karma enseña por qué cada individuo posee una disposición mental, una apariencia física y unas experiencias únicas. Estas son los efectos de las incontables acciones que cada uno ha realizado en el pasado. Puesto que no hay dos personas que hayan realizado las mismas acciones en vidas pasadas, nadie puede tener los mismos estados mentales, experiencias y apariencia física que otro. Cada ser posee su propio karma individual. Algunas personas disfrutan de buena salud y otras sufren enfermedades sin cesar. Unas tienen un físico atractivo y otras no. Algunas siempre están alegres y se conforman con poco, mientras que otras suelen estar de mal humor y nunca están satisfechas. Algunas personas entienden con facilidad el significado de las enseñanzas espirituales, pero otras las encuentran difíciles y oscuras.
La palabra karma significa “acción” y se refiere principalmente a nuestras acciones físicas, verbales y mentales. Las acciones que efectuamos dejan huellas o impresiones en nuestra mente muy sutil que, con el tiempo, producen sus correspondientes resultados. Nuestra mente es comparable a un campo de siembra, y las acciones que cometemos, a las semillas que en él se plantan. Las acciones virtuosas son las semillas de nuestra felicidad futura, y las perjudiciales, las de nuestro sufrimiento. Estas semillas permanecen ocultas en nuestra mente hasta que producen su efecto, cuando se reúnen las condiciones necesarias para su germinación. Además, desde que se realiza la acción original hasta que maduran sus consecuencias, pueden transcurrir varias vidas.
Como resultado de nuestras acciones o karma, renacemos en este mundo impuro y contaminado y tenemos problemas y dificultades sin cesar. Nuestras acciones son impuras porque nuestra mente está contaminada por el veneno interno del aferramiento propio. Esta es la razón principal por la que experimentamos sufrimiento. Este es producido por nuestras propias acciones o karma y no es un castigo impuesto por nadie. Sufrimos porque hemos cometido numerosas acciones perjudiciales en vidas pasadas. El origen de estas malas acciones son nuestras propias perturbaciones mentales, como el odio, el apego y la ignorancia del aferramiento propio.
Cuando hayamos eliminado de nuestra mente el aferramiento propio y demás engaños, nuestras acciones serán puras. Como resultado de estas acciones, nuestras experiencias, nuestro mundo, cuerpo y disfrutes, y los seres que nos rodean, también serán puros. No quedará ni el menor rastro de sufrimiento, impureza ni dificultades. De esta manera, encontraremos la verdadera felicidad en nuestra mente.
Por cada acción que realizamos, experimentamos un efecto similar. Cuando un granjero planta semillas de una planta medicinal, brotará esta planta y no una venenosa; y si no siembra nada, no recogerá ninguna cosecha. Del mismo modo, si realizamos acciones virtuosas, disfrutaremos de felicidad; si cometemos acciones perjudiciales, experimentaremos sufrimiento; y si realizamos acciones neutras, los resultados serán neutros.
Por ejemplo, si padecemos enfermedades mentales es porque en el pasado hemos molestado a los demás, si tenemos una enfermedad física es porque hemos maltratado o herido con un arma, administrado medicinas equivocadas u ofrecido alimentos venenosos. Si no hemos creado la causa kármica para enfermar, es imposible hacerlo aunque estemos en medio de una epidemia que esté causando estragos a nuestro alrededor. Aquellos que han alcanzado el nirvana, por ejemplo, no experimentan sufrimiento físico ni mental porque han dejado de cometer acciones perjudiciales y han eliminado sus potenciales, la causa principal del sufrimiento.
La causa principal de la pobreza es robar. Las causas principales de estar oprimidos son haber tratado con orgullo a personas de posición inferior a la nuestra, haberlos maltratado o exigido sus servicios, o haber despreciado a los demás en lugar de amarlos y haber sido bondadosos con ellos. Las causas principales del sufrimiento de tener que separarnos de nuestros familiares y amigos son acciones como seducir a la pareja de otra persona o poner a sus amigos o trabajadores en su contra.
La siguiente historia extraída de las escrituras budistas nos ayudará a comprender que nuestras experiencias tienen su origen en vidas pasadas, y que los resultados de nuestras acciones van aumentando con el tiempo, al igual que una pequeña semilla se convierte en un gran árbol. Había una vez una monja llamada Upala que antes de su ordenación había experimentado mucho sufrimiento. Se casó tres veces, pero todos sus maridos e hijos habían fallecido de manera violenta y sus padres también murieron en un incendio. Después de sufrir tantas desgracias, Upala generó un intenso deseo de liberarse del sufrimiento y le contó a Buda su triste historia. Este le explicó que en su vida anterior había sido una de las mujeres de un rey y que debido a sus celos había interferido en las relaciones de este con las demás. Estos celos eran la causa de sus calamidades. A continuación, Buda le enseñó cómo purificar la mente y, gracias a que practicó con sinceridad sus instrucciones, alcanzó el nirvana en esa misma vida.
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