LA PIEDRA BRUTA Y LA MORAL DEL APRENDIZ.
OCTAVIO TAPIA LU
Resp:. Log:. Unión Fraternal Nº 21 - Gran Logia de Panamá
Una reflexión
sobre el significado simbólico de la Piedra Bruta, sugiere una estrecha
relación con un sistema moral que la Masonería nos enseña en torno a la
perfección del hombre, en la búsqueda del desarrollo espiritual y hacia las
conductas sociales basadas en valores, el respeto, la fraternidad, la humildad,
la tolerancia y los derechos del individuo.
Este sistema
moral es representado por la piedra rudimentaria, que desde muy temprano, a
nivel de aprendiz, nos estimula a un incesante trabajo en torno a las prácticas
y doctrinas masónicas, en un vehemente deseo de buscar la Verdad. De ahí la
estrecha relación de sentido entre la Piedra y el Cuarto de Reflexión, negro en
su apariencia, donde sobresale la antigua fórmula alquímica y hermética
V.I.T.R.I.O.L,: "Visita Interior Terrae, Rectificando Invenies
Ocultum Lapidem", (Visita al Interior de la Tierra, Rectificando
Descubrirás la Piedra Oculta).
Pero la
búsqueda de la Verdad o el descubrimiento de un sentido superior de la vida
como respuesta a nuestra propia existencia, sólo es posible por medio de una
profunda indagación de nuestros sentimientos y la mejor disposición a un
verdadero trabajo interior. Es así como el trabajo masónico consiste
simbólicamente en perfeccionar la existencia humana, a través de un permanente
y sucesivo proceso de transformación. La "piedra bruta" constituye
el símbolo del Aprendiz, la "piedra cúbica" simboliza
al Compañero y la "piedra cúbica en punta" al Maestro,
las cuales en su conjunto, simbolizan el motivo central de la superación
permanente y constante en la búsqueda del pensamiento independiente y de la
perfección.
Esta
atribución de sentido simbólico al moldeamiento de la piedra como unidad de
toda construcción, se basa en el trabajo realizado por los antiguos masones
operativos, verdaderos albañiles. Los constructores medievales, que erigieron
grandes edificaciones y catedrales góticas, adornaron bellamente a Europa, cuya
obra se aprecia hasta nuestros días. Organizados en una orden con tradiciones
iniciáticas, basados en el estudio del simbolismo, con un sistema conceptual
del hombre, de la vida y del universo, eligieron la piedra como el elemento más
sencillo y común, para legar la enseñanza más significativa y trascendente: que
los hombres son perfectibles.
En las
construcciones de Catedrales, la misma comenzaba materialmente cuando la
piedra, en su estado más natural, recién cortada de su veta era retirada de la
cantera, para ser sometida al trabajo de pulimento que el picapedrero debía
realizar, a fin de hacerla útil al plan constructivo a seguir, dándole las debidas
dimensiones y formas, además del necesario pulimento. Ello implicaba una
habilidad, un conocimiento, un arte y una forma de vida.
Expresiva de
esta percepción de la existencia humana, el destacado Poeta y Alquimista
Medieval, Clovis Hesteau de Nuycement en su "Poema Filosófico de la
Verdad de la Física Mineral" editado en París en 1620, citado por
Fulcanelli en el "Misterio de las Catedrales", escribe
el siguiente mensaje hermético:
"Ve
por este camino, no por otro, te advierto.
Observa
solamente las huellas de mi rueda
Y para
dar a todo un calor igual,
No
subas ni desciendas al cielo y a la tierra
Si
demasiado subes, el cielo quemarás;
Si
bajas demasiado, destruirás la tierra.
En
cambio, si mantienes en medio tu carrera,
el
avance es seguido y la ruta más segura".
Los
aprendices buscamos y escogemos las piedras que deben ser preparadas para la
construcción del templo y debemos empezar a moldearlas y darle forma a golpe de
cincel. Ello deberá ser continuo y pausado, con inteligencia y disciplina, con
paciencia y dedicación, con una precisa fuerza que, golpe a golpe de cincel,
moldee gradualmente las partículas de la piedra hasta desbastarla. Según sea la
resistencia de la piedra, el uso de la fuerza deberá estar en equilibrio con el
peso y la solidez de las herramientas; el mazo y el cincel.
Es esta
alegoría, la que justamente encierra el motivo central de la existencia humana,
cuyo escultor es el propio Yo interno de cada uno hacia el logro de la
perfección, al fortalecimiento del espíritu, aprender a disciplinar de manera
constructiva todas sus facultades, al conocimiento de uno mismo y de las
circunstancias que lo rodean. El logro de la perfección, simbolizada en el
pulimento de la piedra, consiste en desprenderse de errores, prejuicios, odios,
desarmonías e intransigencias, existentes en la vida interna, así como de
aquellas derivadas de las relaciones sociales entre los hombres, tales como el
"desorden profano", la oscuridad del fanatismo y la barbarie de la intolerancia.
Lograr la
trascendencia a un plano más elevado es cumplir con el elemental compromiso
humano de mejorar cada día, en todos los aspectos de su existencia, modelando
el carácter y el desarrollo de la personalidad, de acuerdo a valores, como el
constante progreso, la pasión por la sabiduría, el conocimiento y el repudio de
la ignorancia, la virtud, la búsqueda de lo bello como alternativa, así como el
amor a sí mismo y a los semejantes.
De acuerdo a
esta atribución de sentido simbólico de la "piedra bruta", existe
potencialmente en cada persona, en su calidad de protagonista primario de la
historia humana y de su propia vida, un estado de perfección inherente, latente
en todas sus formas de expresión, la cual es necesaria reconocer, educar y
hacer explícita por medio del trabajo, el estudio y de la obra que
masónicamente simboliza el desbastamiento de la piedra informe.
Ahora bien,
desde nuestra perspectiva de aprendiz masón, es en la "piedra bruta"
donde se representa la fortaleza y la moral del Primer Grado, en la actitud
para aprender, del esfuerzo y dedicación que en ello se ponga. Este es el
principio y el fundamento en que descansa todo progreso, toda vez que se
efectúa reconociendo, asimilando y dominando lo aprendido, a pesar de las
circunstancias de la vida y de la sociedad en que nos insertamos, con las
respectivas experiencias que se deriven de esta relación.
En la
historia de la humanidad, han existido distintas formas de concebir la idea del
perfeccionamiento y la búsqueda de la felicidad, expresado en el cambio
cualitativo, por un lado, en sus relaciones con los demás y por otro, desde la
perspectiva del crecimiento espiritual personal. Así, desde el helenismo, el
budismo, el cristianismo, el islamismo, el renacimiento y la denominada
modernidad, han significado para la historia humana, distintos niveles y formas
de interpretar la realidad social, las relaciones entre los hombres y su
concepción de lo trascendente.
En la
sociedad de hoy, caracterizada por distintas crisis estructurales, económicas,
políticas, ideológicas y humanas, se manifiesta directa o indirectamente, la
pérdida de una de las aspiraciones históricas entre los hombres: la búsqueda de
la felicidad.
Por el
contrario, el conjunto de las crisis han estimulado en la sociedad moderna, el
pesimismo, la decadencia de valores, la atracción por lo efímero, el consumismo
y la posesión material, el individualismo, el hedonismo y la ausencia de
sentimientos de solidaridad y fraternidad. La sociedad actual nos muestra que
el interés del individuo apunta al goce inmediato, al usufructo de lo material
como camino de la satisfacción espiritual y a las relaciones sociales basadas
en la vanidad, la arrogancia, la prepotencia del poder y de la abundancia,
precipitando al hombre moderno hacia una constante deshumanización.
En este
contexto, la transformación interna del Aprendiz Masón, a través del pulimento
simbólico de la piedra bruta, debe crear en su conciencia, la necesidad de
superar las condiciones de arrastre de su materialidad pasada y actual,
producto de la vida profana. El trabajo de transformación de la piedra bruta,
significa simultáneamente para el aprendiz, la transformación de sí mismo en su
condición de masón. Simbólicamente muere para nacer a una nueva vida. He ahí su
fortaleza moral, en el descubrimiento de su unidad y esencia interna, en la
conciencia de su propio ser y la estimulación de sentimientos nobles, lo cual
implica un doble proceso psíquico, en permanente equilibrio:
Por un lado,
la capacidad intelectual de razonar, de aprender de la experiencia, de
reflexionar en torno a ella e interpretarla, en miras a establecer las formas
de interacción entre la conciencia y lo externo a ella. Por otro, el
conocimiento intuitivo, emocional, en otras palabras, el volcamiento al interior
de la conciencia. Esta consiste en la faceta espiritual del pensamiento humano,
que facilita acceder a un conocimiento superior, a través de tres etapas, según
el filósofo austriaco Rudolf Steiner, en su "Filosofía de la
Libertad", a saber: la preparación, que desarrolla el sentido interior; la
iluminación que hace brotar la luz espiritual; y la iniciación, que establece
el contacto con las altas realidades del espíritu.
Sin embargo,
para acceder a un conocimiento espiritual o superior, el aprendiz deberá
asimilar y experimentar en su conciencia, el sentimiento de la enseñanza
simbólica del pulimento de la piedra bruta, es decir, la devoción, la vida
interior y la calma interior. Sólo de esta forma llegan a aflorar en la
conciencia del aprendiz, los valores de fraternidad, de caridad y de
tolerancia, los cuales nos hará más dignos de nuestra condición de masones.
Por último,
mientras más nos acerquemos a nuestro ideal de perfección, seremos más humanos
y, paulatinamente, iluminándonos con la luz de nuestros hermanos para desbastar
con certeros golpes la piedra bruta, algún día seremos piedras cúbicas,
trascendiendo a planos superiores, para satisfacción de nuestros propios retos,
para beneficio de la humanidad y para la gloria de la augusta institución
Masónica, como escultores de nuestros propios templos y destinos.
Tomado de la Revista Dialogo Entre Masones N° 8 Agosto 2014
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