Una masona en su tiempo
Herbert Oré Belsuzarri
Ser masón por entonces ya era una situación
difícil, pero además de ello ser mujer, los transformaba en blanco de las iras
insanas de muchos sectores de la sociedad peruana del siglo XVIII y XIX. Pero
precisamente allí está el enorme valor del legado, de muchas mujeres que
hicieron lo que muchos no se atrevieron: Luchar contra los “oscurantistas, los protervos y los egoístas
interesados en conservar a la mujer como instrumento de placer y la obediencia
pasiva”, en un siglo y en una época, en los que por dicha situación había
que enfrentarse a casi todo el mundo. Para ello, la pluma y la palabra poética
hicieron viajar su pensamiento por todos los rincones de América Latina y
Europa. En este pequeño grupo de mujeres, la grandeza personal de cada una de
ellas ha trascendido su tiempo, sin embargo hay figuras cuya imagen son
icónicas, y este es el caso de Clorinda.
La obra de Clorinda Matto de Turner como
escritora e intelectual es amplia y diversa. Sus novelas, tradiciones y
artículos periodísticos se han convertido para la crítica literaria en
referentes claves para pensar el proceso de incorporación de la mujer escritora
como figura relevante dentro la escena cultural del siglo XIX en Sudamérica. En
un contexto de transición ideológica y política dentro de la nación peruana,
Matto emerge como una de las voces femeninas que se hará oír con más fuerza en
medio de las polémicas desatada en los círculos intelectuales en torno al
futuro del Perú, tras el fracaso en la Guerra del Pacifico (1879-84) y la
consecuente desestabilización de la economía y la política del país, que se
sintieron impelidos a renovar las ideas, el pensamiento político y buscar
nuevos rumbos a la economía. Era un momento en que se debía inventariar las
ideas, para conservar las necesarias y eliminar las otras que no eran
necesarias para el progreso del país.
Los abuelos maternos de Clorinda Matto
fueron godos y realistas convictos y confesos; así dice en su tradición titulada
“Moscas y moscardones”.
Don Joaquín Tadeo Gárate, intendente de la
provincia de Puno “...recibió la justa estima del rey en mérito a su fidelidad
y amor…” El rey tenía que asegurar la lealtad de sus servidores, en particular de
aquellos que gobernaban lejos del poder central, tal como sucede en un régimen
de dominación patrimonial.
El monarca le concedió los honores de
Ministro del Supremo Consejo de Indias. La hija de don Joaquín Gárate, Manuela,
se casó con Juan José Usandivaras, hábil explorador y comerciante oriundo de
Salta, provincia al norte de Argentina, quien rápidamente logró hacerse de una
hacienda que luego perdió.
El masón Luis Alberto Sánchez afirma que
Juan José Usandivaras llegó al Perú con el ejército del General San Martín.
Manuela Gárate enviudó muy joven, quedaron
con ella sus siete hijos, entre ellos Concepción Grimanesa, madre de Clorinda.
Los abuelos paternos, Ángela Miranda y
Astete y el magistrado y escritor Manuel Torres Matto, que fue vocal de la Corte
Superior de Justicia del Cusco, eran más bien de ideas liberales. Ángela
Miranda solía hospedar a los patriotas, entre ellos Bolívar. Cupido unió a las
dos familias, dice la narradora en la tradición indicada. El día que llegó
Bolívar, la anfitriona, Francisca Zubiaga de Gamarra, le ofreció un homenaje en
nombre de las hijas del sol, en el Cabildo se organizó un baile, la primera
pieza la ofrecieron Bolívar y Manuela Gárate.
Concepción Grimanesa Usandivaras y Ramón
Matto tuvieron tres hijos: Clorinda Grimanesa Martina, Ramón Daniel (militar),
Ramón Hermenegildo (médico). Ramón Matto tuvo una vasta formación, conocía
siete idiomas, fue demócrata y liberal, subprefecto y senador en 1858, durante
el gobierno de Ramón Castilla. Fue fundador de “El cóndor de los Andes” y
redactor de “El sol del Cusco” y de “El instructor Popular”, fue alcalde dos
veces, al retirarse de la vida pública, en Calca, se dedicó a la agricultura,
ganándose el afecto de los “indígenas”.
En Calca, en donde fue subprefecto, heredó
en 1838 una hacienda situada en Paullo Chico; la hacienda había sido propiedad
de la Santa Iglesia Catedral, institución que en 1650 la traspasó al Monasterio
de Santa Clara. En 1798 fue vendida al señor Felipe de Umeres. El mismo año,
Andrés Rendón la compró en 3000 pesos. El 30 de mayo de 1838, Rendón la dejó en
testamento a Ramón Torres Matto. En 1861, Ramón Matto (quien como podemos
observar tomó el apellido materno) adjudicó la hacienda a Ángela, Guillermo,
Asunción Lizardo y María Salomé, hijos de su segundo matrimonio.
En los pueblos del interior del país, entre
los representantes de las instituciones civiles, políticas y eclesiásticas
hegemonizaba el derecho natural, sustentado en el derecho divino y la ideología
patriarcal de la iglesia católica; no obstante, en el ámbito regional cusqueño
el pensamiento anticlerical e incaísta se difundía a través de los medios
escritos. Y es allí donde nace Clorinda.
Grimanesa
Martina Matto Usandivaras, ese era el nombre
inicial de Clorinda Matto de Turner, y nació en una hacienda el 11 de noviembre de 1852, en Paullu en la provincia de
Calca, Cusco. Hija de Grimanesa Concepción Usandivaras y Ramón Matto
Torres, dueños de la hacienda Paullu Chico y un destacado senador liberal en
los tiempos del segundo gobierno de Castilla. Fue bautizada en la parroquia El
Sagrario del Cuzco. Estudió en el Cusco, en el Colegio Nacional de Educandas
fundada por Bolívar en el año 1825, donde empezó a escribir obras de teatro que
sus amigas con gran entusiasmo los representaban. También dirigió un periódico
estudiantil.
Ramón Castilla.
Cuando
tenía sólo 10 años, murió su madre. Muerte que le afectó profundamente; los
niños quedaron a cargo de la abuela Manuela Gárate. Sus juegos, imitaban a su
padre a quien “veneró”, la formación recibida tanto de su padre y de la abuela “dos
veces madre”, permite suponer los rasgos que fue adquiriendo en una sociedad
autoritaria y patriarcal: firmeza de carácter, agudeza, curiosidad y donaire,
romanticismo bucólico, afán de servicio; y su percepción de las profundas
desigualdades que la distanciaban y la acercaban a los indígenas.
Pidió
a su padre viajar a Europa para estudiar medicina, pero sus recursos no lo
permitían. En el Colegio de Ciencias había esta especialidad pero sólo para
varones.
En la segunda mitad del siglo XIX, la
afluencia de inmigrantes ingleses en el sur andino se incrementa, Clorinda
Matto conoce al médico John Turner con quien se casa en 1871. Turner se dedicó
al comercio de productos importados y al acopio de lana, fue representante de
los señores Jorge Stafford y Compañía del Comercio de Arequipa. Contaba con un
molino y una casa en Tinta, la tierra de Túpac Amaru II, lugar donde residieron
durante diez años. La joven narradora conoció de cerca los mecanismos para el
acopio de lana, lo relata en su primera novela Aves sin nido.
Con
el apoyo de su padre y de su esposo, empezó a publicar artículos con los
seudónimos de “Lucrecia”, “Betsabé” y “Rosario” para los periódicos El Heraldo,
El Ferrocarril y El Eco de los Andes. Por entonces su interés principal se
centraba en la emancipación y la educación de las mujeres, sensibilizada por
las condiciones en las cuales vivía la población indígena, también escribía
leyendas y bosquejos históricos, tradiciones cusqueñas en el estilo de las
piezas cortas, ya bien conocidas, como las de Ricardo Palma.
En
1876 organizó un círculo literario y desde el mes de febrero publicó una
revista semanal de literatura, ciencia, artes y educación llamada “El Recreo”
de Cusco, donde la mayor parte de los artículos eran suyos; fue la primera
mujer directora de un semanario de educación, literatura, artes y ciencias. Su
padre y amigos fueron los principales propulsores. Destaca la calidad de la
impresión y el cuerpo de colaboradores entre nacionales y extranjeros. En 1877
publica sus primeras tradiciones y leyendas, en ellas ya es posible apreciar su
interés por la situación del “indio”, de la mujer y la patria, así como su
anticlericalismo.
Clorinda Matto.
En
febrero de 1877, Clorinda Matto de Turner visita por primera vez a Lima, tenía
25 años, siendo recibida cálidamente por Manuela Gorriti con quien hizo
amistad. La escritora argentina Juana Manuela Gorriti la acogió en su salón
donde había reuniones y festejos literarios. En una célebre reunión organizada
por Manuela Gorriti en honor de Clorinda Matto de Turner conoció a Mercedes
Cabello de Carbonera, Mercedes Aléspuru, Abelardo Gamarra y Ricardo Palma; los
diarios limeños de la época narran el suceso.
Estando
en Tinta, en el año 1879 durante la guerra con Chile, Clorinda Matto de Turner
respaldó al ejército cacerista. Su casa fue empleada como hospital, y organizó
un sistema de socorro para los heridos y se encargó de reunir fondos para la
guerra.
Ricardo Palma.
En
1881 murió su esposo José Turner y ella asumió las deudas impagas, que pudo
mitigar gracias a la rentabilidad de varias empresas comerciales que formó y
dirigió.
El
6 de Abril de 1883 abandonó Tinta para siempre y se mudó a Arequipa, donde se
dedica al periodismo y literatura. Fue jefe de redacción del diario La Bolsa. Los
artículos que ella escribió en dicho periódico son de exhortación al
sentimiento patrio, pero también se ocupaba de otros temas, tales como el
comercio, agricultura, migración, problemas indígenas y educativos, principalmente
de la situación de la mujer.
En
1884 editó un libro de literatura seleccionada: Elementos
de Literatura para el bello sexo, donde explica algunos conceptos literarios, la
importancia de la filosofía y su punto de vista del carácter de la literatura
en nuestro país que debía ser “nacional y popular”. Con prólogo de Ricardo Palma, publicó en Arequipa, en el año
1884, su libro “Perú- Tradiciones cuzqueñas”. El 16 de octubre de 1884 estrenó en
Arequipa su obra teatral “Hima Súmac” que posteriormente, en el año 1888 se
representó en Lima. Fue la única obra teatral que escribió. “Es un melodrama conmovedor de amor y
traición, lleno de simpatía por los indígenas, que son oprimidos y torturados
por los españoles obsesionados por el oro”.
Elementos.
Matto publicó
dos libros de texto para colegios de mujeres: Elementos (1884)
es el primero, publicado después de unos quince años de artículos frecuentes
donde Matto articulaba su convicción de la necesidad de educar a las mujeres
peruanas para convertirlas en ciudadanas capaces. Se ve en Elementos la
fusión de dos de los temas que apasionaron a Matto durante toda su vida: la
reforma y la literatura, y cómo se puede utilizar a la literatura y los
estudios literarios rigurosos para provocar y lograr un pensamiento claro sobre
la justicia, los derechos y el poder. Matto utiliza a la literatura como
espacio libre (e igualitario) donde se puede examinar y considerar cómo las
palabras se usan para describir, manipular y formar la realidad. El libro es un
muestrario de las lecturas consideradas apropiadas para las alumnas de la
época, pero también es un texto feminista que apodera a sus lectoras al darles
el arma de las palabras con instrucciones para su uso. Matto es sumamente hábil
en su capacidad de utilizar los estereotipos del sentimentalismo; quiere educar
a los ángeles del hogar que serán buenas esposas y madres, pero
a la vez crea espacios desde donde las mujeres inteligentes y sobre todo,
educadas, ampliarán su control del ámbito familiar y social (y por extensión el
ámbito público). Explica con aparente inocencia que “la carencia absoluta de un texto de Literatura apropiado para la
enseñanza del bello sexo, nos hizo pensar en extractar uno exclusivo para las
señoritas”. Sus tres modelos, mujeres que “han llegado a ocupar un lugar distinguido”, son Santa Teresa de
Jesús, Mme. de Staël, y Cecilia Bohl “que
escribía con el pseudónimo de Fernán Caballero”. No son mujeres modelos
famosas por su docilidad y pasividad.
En la definición
de Matto, la literatura tiene un doble propósito: “Literatura es el arte que tiene por objeto el conocimiento de la
belleza y de la propiedad del pensamiento hablado o escrito”. El libro es
simultáneamente una educación en estética, una educación sobre cómo evaluar “la propiedad" moral, y en cómo utilizar
estas habilidades para articular y sobre todo convencer, para ejercer el poder
de la palabra”.
Es exactamente,
y explícitamente, lo que ocurre en este manual de entrenamiento: “el hogar es el microcosmos del país” y,
explica Matto dulcemente, “el seno del
hogar doméstico, a la vez que la sociedad en general, reclaman el estudio de la
Retórica para la mujer, que es la señalada para embellecer uno y otra. Como
maestra, como amiga también, está llamada a instruir, aconsejar, y derramar los
consuelos entre los que sufren y lloran. Madre, exhorta, manda, disuade;
esposa, suplica, persuade, y comparte; y en todos estos casos la elocuencia le
prestará su apoyo dejándole el triunfo reservado a la mujer virtuosa e
ilustrada”. Las lecturas ofrecidas por Elementos abarcan
desde el despertar de la conciencia hasta las estrategias
explícitas para la reforma social efectiva. En el lenguaje inflado del
sentimentalismo romántico explica Matto que esta selección de buena literatura,
pone a nuestra vista los ejemplos de virtudes sublimes; familiariza el espíritu
con el amor a la gloria, con la aspiración al bien, con la indiferencia a los
bienes de fortuna, y la adoración y respeto por todo lo que es verdaderamente
grandioso, acercándonos a Dios.
Nos ofrece la
ventaja de ejercitar la razón sin fatigarla; cubre de flores y de luz la senda
de las ciencias, y proporciona aquel agradable bálsamo que se encuentra en las
bellezas literarias después de las duras tareas del trabajo.
La mejor elocuencia
es la más natural. Es preciso, por tanto, aprender a acomodar la palabra a las
personas, al lugar, al asunto; y ser esta sencilla sin bajeza, graciosa y
agradable sin artificio, sublime sin hinchazón. Citaremos un ejemplo tomando
una de las cuartetas de la preciosa composición a la mujer.
¡Pobre infeliz! su sexo, que es el mío,
Me mueve a defenderla con placer,
Mas al hacerlo se desmaya el brío
Pues recuerdo que soy también mujer.
El desmayo del
brío es el primer paso: reconocimiento de la situación de la mujer frente a las
instituciones del poder. Antes de organizar las tretas del débil hay que
examinar los parámetros de la condición de debilidad. Puede ser con humor, como
en el poema de Mercedes Cabello de Carbonera, “Mujer Escritora: Letrilla” que Matto incluye en su totalidad, donde
se satiriza suavemente a un joven que se queja de la “plaga maldita” de las mujeres intelectuales que se interesan en las
lecturas y las ideas.
Los mensajes para las alumnas que leerán este libro son claros: ni son admirables los negros gusanos ni los brutos ignorantes, ni hay que creer a los necios que quieren suprimir o negar el intelecto de las mujeres. La belleza y la justicia premian y sostienen a la mujer intelectual, la recompensan por la incomprensión de los cuervos, grajos, gusanos y necios. Y sí, Cristina es “altiva”, está consciente de su propio valor, es orgullosa de ser superior. La mujer debe rechazar como “dislates” las insistencias de los hombres que persisten en limitarlas al ámbito doméstico, que quieren que crean “que el mundo/ acaba en la puerta/ que sale a la calle”.
Distingue entre
la educación propia para mujeres y hombres; señala como de suma importancia las
relaciones intelectuales entre los hombres y las mujeres (las mujeres, capaces
de sutilezas morales y estéticas muy superiores a las percepciones masculinas)
tienen el deber de educarse en cómo articular sus conocimientos superiores, en
cómo persuadir a los hombres. Es esencial aprender todas las técnicas y
estrategias del manejo de palabras para emplearlas en favor de lo que hay que
cambiar (y redefinir) en la sociedad. Son las mujeres las que tienen que crear
a los héroes de acción; el ángel del hogar debe ser militante. Por su
naturaleza, la mujer tiene capacidad emocional, “corazón”.
A su capacidad
de “corazón”, la mujer tiene que
añadir el entrenamiento en gramática, en precisión, en claridad, en lógica. En
todo el libro, hay insistencia en la necesidad de pensar (el “pensamiento nos despierta la idea del valor
inquebrantable, grandeza de heroísmo, firmeza de carácter”) y luego de
articular lo pensado. Es imprescindible para una nación que quiere avanzar que
tanto las ciudadanas como los ciudadanos se eduquen. Este es un manual de una
feminista revolucionaria y libre pensadora.
Hima-Sumac.
Hima-Sumac, se estrenó en
Arequipa el 16 de octubre de 1884; se representó muchas veces, y luego fue
montado en Lima en el nuevo teatro Olimpo el 27 de abril, 1888. Es una obra
estrechamente relacionada con muchos de los problemas más ardientes de su día,
que refleja las crisis y los conflictos de los años 80 de la guerra con Chile. Hima-Sumac se
puede ver como un drama dentro del más amplio drama nacional donde se urgía
redefinir la identidad peruana mientras terminaba la Guerra del Pacífico y las
fuerzas militares chilenas se retiraban de su ocupación tan humillante del Perú
(salieron de Arequipa solo algunos meses antes del estreno de la obra). Hima-Sumac dramatiza
aspectos de la compleja preocupación (y pasión) de Matto por la población indígena
del Perú, Hima-Sumac sigue su corazón a pesar de todos los consejos de los que
la quieren. Por lo menos resiste cumplir con la traición a su raza que los
españoles ávaros exigen, y al final se muestra capaz de morir con valentía,
pero muere, como también su familia, Túpac-Amaru y sus soldados. Se admira la
resistencia a los invasores y se celebra la profunda belleza de la cultura
quechua, pero casi siempre se asocian con el dolor por lo perdido y por los
sufrimientos injustos del presente. Con frecuencia expresa doble impulso
(activista y pesimista): hay que luchar, pero hay batallas que se pierden. La
responsabilidad de la escritora (y el escritor) es asegurar que perduren los
personajes heroicos y las culturas valiosos. Si Ollantay no se
representa, Hima-Sumac viviría en otra obra teatral, donde Túpac-Amaru
(múltiples Túpac-Amarus) y sus soldados marcharán de nuevo entre toques de
tamboril guerrero y yaravíes tocados en quenas. Mientras tanto, las mujeres
aprenderán a leer cuidadosamente, absorbiendo las lecciones de la historia con
Santa Teresa por modelo, y las generaciones futuras de estos ángeles
guerrilleras insistirán en un mundo más justo e igualitario, denunciando lo
infame en palabras elegidas según el rigor de la Retórica efectiva. Al dar una
conferencia sobre el Perú en el Ateneo de Madrid en noviembre de 1908, Matto
idealiza al pasado incaico, lamenta la conquista, y expresa su dolor en cuanto
a la Guerra del Pacífico.
“los
peruanos lucharon, improvisadamente, uno contra diez, el ángel de las victorias
plegó sus alas mientras que las diosas del martirio y del valor ceñían de mirto
nobles frentes en medio de las soledades de los mares, sobre el Peñón Glorioso, en la costa y en la
sierra…. Y los condenados aun al sacrificio de la existencia, vimos incendiadas
las ciudades, talados los campos, saqueados templos, bibliotecas y museos,
vejadas las mujeres, escandalizados los niños, sangre, oprobio” (Cuatro conferencias).
En 1886 llegó a Lima por segunda vez,
participando en las reuniones del Ateneo, institución cercana al civilismo,
donde Manuel González Prada era el vicepresidente. También participó de las
reuniones del Círculo Literario fundado por Manuel Gonzáles Prada, quien ese
mismo año se aleja de los civilistas. En 1887 publicó el folleto “Don Juan
Espinoza Medrano, el Lunarejo”; este mismo año abrió su propio salón literario.
Poco después se desligó de los civilistas y buscó relacionarse con los
creadores de provincias.
Aves
sin nido.
En 1889, escribió sobre José Domingo
Choquehuanca y publicó su primera novela Aves
sin nido,
texto que se sustenta, como ella lo afirma, en la experiencia vivida durante
más de 15 años en Tinta.
Uno
de las publicaciones que más dificultades le acarreo fue “Aves sin nido”
(1889), que relata la historia de una mujer joven, recién casada, que se
establece con su marido, por razones del trabajo, en un remoto pueblito andino.
Lucía se va horrorizando por la corrupción que empieza a revelarse: explotación
cruel y sistemática de los indígenas por los poderosos del pueblo (los
gobernadores, el cura, los terratenientes, el cobrador de impuesto) que tienen
el apoyo y el consentimiento de las instituciones nacionales que deberían
alentar la justicia: los legisladores, la iglesia, los militares, y el sistema
jurídico.
Esta
novela era una fuerte denuncia de la corrupción nacional. Lucía y otros
reformadores lidian por el mejoramiento de la situación tan injusta e inmoral,
pero con poco éxito. Esboza también a mujeres de diferentes estratos sociales
del pueblo (indígenas, blancas, ricas y pobres) y discute las posibilidades de
educación y acción efectiva a las mujeres de la época.
Desde su publicación en 1889, la primera
novela de Clorinda Matto, Aves sin nido, ha
tenido una difusión extraordinaria y una recepción conflictiva. Sigue siendo
una de las novelas latinoamericanas más leídas y más debatidas. Durante la vida
de su autora, la reacción a Aves sin nido contribuyó
a la excomunión de Matto, a su excoriación pública, y a su exilio. Ni muerta
(en 1909) pudo volver a su patria hasta que en 1924 finalmente se consiguió el
permiso para sepultarla en el Perú.
Aves sin nido es una novela proteica, apasionada, imperfecta. Sus
lectores críticos siempre reconocen debilidades (no siempre las mismas
debilidades) y deficiencias entre los muchos méritos de la novela. Es una
novela llena de inconsistencias, de registros cambiantes, de agendas
contradictorias que ha sobrevivido un siglo de críticos reacios a su dinamismo
conflictivo, a su falta misma de resolución definitiva o definidora de los
problemas nacionales, relacionales o personales de los protagonistas o de la
escritura como espejo del mundo. Clorinda Matto es como una organista inquieta e
insatisfecha, que en vez de tocar las notas esperadas y convencionales,
experimenta constantemente con todos los registros, ensayando tonos y
combinaciones. Nunca logra frenar o encauzar sus pasiones inmensas por la
justicia para todos los peruanos y cuando ella dice peruanos está indicando la
inclusión de la población indígena, y por la educación de las mujeres y de
todos; y lo que capta el interés del lector suele ser lo que se vislumbra de
sus ambiciones, su fervor, y la sensación de estar en medio de una obra viva
que todavía no se ha perfeccionado ni pulido. La energía de Matto evade una
descripción sencilla. Incluye desde el sentimentalismo hasta
la condenación abierta de los abusos de poder, del feminismo casi estridente al
conformismo con estereotipos del ángel del hogar, de las llamadas a acción a
los lamentos de resignación dolorosa, de los cuadros de costumbres a la
retórica de la oración política, del romanticismo al naturalismo o
realismo.
Aves sin nido es la mejor conocida de las obras de Matto, es una
novela muchísimo más interesante leída en el contexto de sus otros textos, lo
que hace falta para poder evaluar una de las presencias intelectuales más
formidables del pasado andino. Casi toda la crítica de Matto se ha enfocado en
sus tres novelas como parte del indigenismo literario, aunque hay de vez en
cuando algún comentario sobre sus varias tradiciones cuzqueñas.
Anticlericalismo, masonería y
liberalismo.
Muchos
de sus estudiosos consideran que aún es muy poco explorado cuáles fueron las
raíces de su anticlericalismo, sin embargo, no es erróneo que se pueda
considerar la influencia familiar y la de su esposo como elementos
fundamentales en ello. Su padre, Ramón Matto, fue un destacado senador liberal en
los tiempos del segundo gobierno de Castilla; y hay que recordar que el
Liberalismo era una corriente intelectual que en el Perú se distinguía por su
convicción en la necesidad de desligar la Iglesia del poder político, y así
reducir su influencia de ordenadora social. Un
estandarte del liberalismo profundamente patente en Clorinda Matto.
Por
otro lado, si su ideología cimentaba su enfrentamiento con la Iglesia Católica,
con su matrimonio se profundiza abismalmente al casarse con un ciudadano
inglés. Clorinda Matto se casó con John Turner en 1871, del cual conoció el
Protestantismo, creencia religiosa que su esposo profesaba y que era duramente
combatida por el clero, sin embargo le permitió descubrir una mayor apertura en
materia fe que ella manejaba, ahondando su Anticlericalismo a niveles que
resultaban incómodos de soportar para la Iglesia.
Aves sin nido fue su primera novela en 1889. Y toma como eje central
ideológico una crítica frontal hacia el mal comportamiento de los sacerdotes en
las provincias, contándose la explotación sufrida por los indígenas de Killac,
considerando como la peor de ellas la realizada por el cura Pascual, quien
además de codicioso se presenta como licencioso.
El
mal comportamiento sexual de los sacerdotes es un tema afín en la obra de
Clorinda Matto, una constante, ya que consideraba el celibato como una norma
que no debía de ser obligatoria. Porque se debe recordar que la posición de
Clorinda Matto en relación a los sacerdotes, y la Iglesia, consistía en una
posición enteramente racionalista e ilustrada. Juzgaba molesto el fanatismo
religioso que podía causar que diversas damas confiaran a los sacerdotes
cuestiones muy íntimas, olvidándose que también ellos eran hombres con
debilidades humanas.
La
desacralización del sacerdocio es una característica fundamental en la obra de
Matto, además de la revalorización de la razón y la religión natural. Rasgos
que hacen a Clorinda Matto bastante cercana al romanticismo, al considerar más
importante el cumplir con los deberes del hogar, antes que asistir a las misas
y confiar tanto en los sacerdotes, debiéndose primero consultar al esposo o al
padre, “…el altar del sacrificio está en
su casa” dirá Matto de Turner, en “Luz entre sombra. Estudio
Filosófico-Moral para las madres de familia” publicado en El Perú Ilustrado, 1889.
Otro
rasgo liberal en la obra de Clorinda Matto de Turner, que fue una de las
principales razones de la incomodidad que la Iglesia sintió contra ella, fue la
glorificación a la masonería que en el Perú se asociaba al protestantismo en la lucha por
la búsqueda de la libertad de culto. Esta postura aparece en la novela Aves sin nido, cuando el
cura Pascual, el personaje más ruin de la historia, se refiere a Manuel,
personaje que simboliza el bien y la justicia, como “¡Pedazo de masón!”.
Francisco Penzotti.
La simpatía
con el protestantismo de Clorinda Matto, se ha asociado con la actitud que tomó
respecto a la prédica protestante realizada por Francisco Penzotti (masón), uno
de los pioneros del metodismo en el Perú. Penzotti llegó a Lima en 1888, y fue
quien fundó la primera Iglesia Metodista del Perú realizando bautizos y
matrimonios, no sin una muy arraigada y ferviente oposición eclesiástica
católica. Lo cual llevó a que se le abriera una causa criminal por atentar
contra la constitución al ejercer, públicamente, un culto no católico que
terminó con él preso el 26 de julio de 1890. Tanto antes de su
encarcelamiento, como cuando ocurrió su liberación de la cárcel, Clorinda Matto
de Turner dedicó a Penzotti artículos alabando su labor, y mostrando su amplia
visión religiosa.
No obstante, esa actitud quizás no sea
suficiente para afirmar que Matto de Turner era una escritora protestante,
tomando en cuenta que toda su obra realmente indicaba una visión religiosa en
la que no seguía una fe en particular. O, en todo caso, era cristiana, pero con
un profundo pensamiento particular que no permite poder definirla ni como
católica, ni como protestante ortodoxa. Pero en cambio sí era un rasgo
eminentemente masón, “la tolerancia con las prácticas religiosas”.
«La
Gran Logia de los Antiguos, Libres y Aceptados Masones de la República del
Perú, reconoce y proclama la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, y
exige esta declaración de principios a todos sus miembros y candidatos para la
iniciación». Por esta razón se distanciaban del ateísmo, pese a su estrecha
proximidad con los propugnadores del libre pensamiento. Algunos incluso
criticaron a aquéllos que, a partir de un rechazo al catolicismo, condenaban el
cristianismo globalmente. Subrayaban que la religión era una experiencia
espiritual íntima en la que el poder del Estado no debía interferir y se
involucraron en la lucha de diversos grupos liberales contra el artículo 4º de
la Constitución de 1860, vigente hasta 1915, que sólo permitía el ejercicio del
culto público a la iglesia católica. Les interesaba «la libre investigación de
la verdad», razón por la cual demandaban un clima de tolerancia, requisito que
el país decimonónico no ofrecía, dada la fuerte influencia de la jerarquía
eclesiástica en la vida política. Asimismo, la masonería prometía un espacio de
enriquecimiento intelectual y espiritual, mediado por la reflexión y la
indagación en un saber secreto y ancestral preservado por la humanidad a través
de los siglos, al cual no sería ajeno la ciencia. Los masones consideraban (y
consideran) que el ser humano es perfectible, educable y, en suma, mejorable,
pues, a su entender, posee una naturaleza básicamente buena sólo deformada por
la ignorancia. A la influencia del dogmatismo jerárquico inspirado en la
religión católica, los masones oponían los valores de la sociabilidad:
patriotismo, espíritu de cuerpo, altruismo, filantropía, amistad. Los masones
asociaban la caridad hacia el prójimo con el valor cívico, antes que con un
mérito para alcanzar «la salvación del alma».
El
29 de marzo de 1890, Clorinda Matto de Turner publica en El
Perú Ilustrado un texto llamado El Gólgota y la Mujer, en el cual, sutilmente, se desliza la
idea de una relación conyugal entre Cristo y María Magdalena. Incluso como si
hubieran sido padres de un niño. Curiosamente, esta publicación, en los
momentos de su excomunión, nunca fue recordada por la Iglesia. En este
texto, Matto afirma que Cristo divulgó al mundo entero, en sus últimos minutos
de vida, el amor que le unía a María Magdalena y el fruto de él: su hijo.
No
se puede precisar si la raíz de este pensamiento se originaba en su afán por
interpelar el tema de la relación entre religión y celibato. Porque como se
mencionó anteriormente, el celibato para la autora era algo sentido por la
perspectiva histórica que tenía sobre el desarrollo del catolicismo. Por lo
menos en su texto, es claro que no comprende el celibato femenino, por considerar
que el lugar de la mujer es el hogar. Por ello, es precisamente en su visión
doméstica de la mujer, en la cual se puede comprender que realmente hay un
sentimiento de conservadurismo, de tinte romántico, en la Clorinda Matto de
Turner, ante su postura liberal. Sus críticas, si se estudian del modo
correcto, van dirigidas a ciertas actitudes de la Iglesia y los sacerdotes que
ella considera atentan contra la moral. Contra aquellos valores perdidos que en
antaño se respetaban, tomando en cuenta que el Liberalismo que Clorinda Matto
de Turner defendía, era aquella corriente intelectual que en el Perú se
distinguía por su convicción en la necesidad de desligar la Iglesia del poder
político, y así reducirla de su influencia ordenadora social; es decir, de
luchar por una Iglesia que volviera a aquellos valores perdidos, antes que ser
un estamento político y un ordenador social con la posibilidad de caer bajo el
poder de la ambición.
Dirigió El
Perú Ilustrado (desde
octubre de 1889 hasta julio de 1890); en este semanario se publicaron algunos
artículos que la Iglesia y las instituciones del Estado censuraron. Fue un
pretexto para acallar el arrojo de una mujer que se atrevió a cuestionar las
relaciones de poder que impedían el “progreso” del país; por cierto, no
necesitó ocultar su identidad (ponerse un nombre de varón, como lo hicieron
varias mujeres en Europa) y esto significó transgredir lo establecido.
La
revista “El Perú Ilustrado” publicó, sin la autorización de Clorinda Matto, un
artículo sobre Cristo, del escritor brasileño Enrique Maximiliano Coelho Netto:
Magdala, en el que se decía que Cristo
sentía atracción sexual por María Magdalena. Ese hecho causó la furia de los
clérigos y se prohibió la salida de la revista y excomulgaron a su directora. Como
consecuencia de ello, su libro “Aves sin nido” entró en la lista de los libros
prohibidos por la Iglesia Católica.
Desde ese momento la vindicta pública se
abatió sobre la escritora. En los púlpitos, el dedo acusador de los clérigos
amenazó con la excomunión a quienes leyeran o compraran El Perú Ilustrado. En el Cusco, las
damas católicas pidieron que nunca más volviera a su ciudad natal. En Arequipa,
al grito de “¡Muera Clorinda Matto! ¡Viva la religión!”, se quemaron unos
retratos de la escritora. Al mismo tiempo llegan noticias del saqueo de las
propiedades de la familia Matto en el Cusco, lo que motiva que desde el
Parlamento se alcen algunas voces de protesta, entre ellas la del diputado
Ricardo Rosell, quien acusa a las autoridades eclesiásticas de haber instigado
el saqueo.
Por
la presión de Pedro Bacigalupi, dueño de la revista, el arzobispado, el 7 de
julio de 1891, retiró la prohibición, pero el 11 de dicho mes, Clorinda Matto
renuncia a su cargo de directora.
La polémica sobre la tolerancia de cultos
arrastraba consigo varias décadas de enfrentamientos y represiones. En la
década de los 80 los “chivos expiatorios”
serán los masones, liberales y protestantes. Más tarde, en los noventa, los
anarquistas y comunistas. En 1884 el Papa León XIII condena la masonería. Este
hecho tiene repercusiones en el ambiente de intolerancia que reinaba por esos
años en Lima, donde no faltaban las excomuniones. Por los días en que Matto era
sometida al juicio inquisitorial de la Iglesia, fue encarcelado Francisco
Penzotti, un clérigo protestante acusado de “introducir libros inmorales”.
Aquí
es menester hacer un recuento suscinto sobre los medios de difusión masónicos
del Perú y otros elementos a fin de tener mayores luces para el análisis.
La Gran Logia
del Perú también tuvo un órgano mensual de prensa: la Revista Masónica que se comenzó a publicar regularmente en
febrero de 1882, bajo la dirección colectiva de Christian Dam, Eduardo Lavergne
y J. A. Ego-Aguirre; a partir del cuarto número quedó bajo la sola
responsabilidad de Lavergne hasta 1896.
Se imprimió
primero en la «Imprenta de F. Masías y Hno.», pero, por la disposición del
gobierno de ocupación chileno, en julio de 1882, el número 9 se debió imprimir
como parte del diario «La Patria» y con el sello de la «Imprenta de La Patria»,
pero en setiembre del mismo año recuperó su autonomía, aunque siguió
imprimiéndose en dicho taller hasta el número 18 (mayo de 1883). Del número 19
al 22 se imprimió en la imprenta «El Pueblo», hasta que a partir del número 23
(octubre de 1883) se comenzó a imprimir en la «Tipografía del Universo» del
masón Carlos Prince (1836-1919)45. La revista, que luego asumió el nombre de Revista Masónica del Perú, cesó de
publicarse en 1896 en que El libre
pensamiento, bajo la dirección de Christian Dam, asumió el papel de
órgano oficial de la Gran Logia del Perú, con la novedad de publicarse cada
semana y con avisaje comercial. Sin embargo, sólo se mantuvo en este carácter
hasta 1897, en que, coincidiendo con la renuncia de Dam a la masonería, pasó a
ser órgano de la Liga de Libre-pensadores del Perú, fundada por él. La Revista Masónica del Perú publicaba
trabajos que los hermanos habían presentado en sus tenidas, artículos
procedentes de otras revistas masónicas, noticias e informes oficiales de las
logias.
El desarrollo
de la prensa masónica se vio alterado por las prohibiciones y excomuniones que
afectaron a diversos órganos periodísticos por obra de la intransigencia
católica. Así el obispo de Arequipa lanzó anatema contra la Revista Masónica del Perú, a la vez
que condenaba a El Perú Ilustrado, El
Callao, La Linterna, a raíz de los conflictos en que se vieron envueltos
la escritora Clorinda Matto de Turner y el predicador protestante Francisco
Penzotti.
Christian
Dam
A fines del siglo
XIX se funda en Lima “El Libre
Pensamiento” (1896-1904), iniciándose como bisemanario y posteriormente
semanario, y se constituye en el órganos oficial de la masonería Peruana; este
durante sus ocho años de existencia, fue dirigido por Christian Dam, masón,
librepensador y anarquista.
La finalidad de la
publicación en su inicio fue el de ampliar la red de la masonería a nivel
nacional, recibiendo canjes de otros similares como “El Ferrocarril”
(Cajamarca), “La Prensa Libre” (Chiclayo), “El Eco” (Huancayo), “El Padre
Chueca” (Iquique), “El Heraldo Evangélico”(Valparaíso), “El Chira” (Sullana),
“El Porvenir” (New York) diario defensor de la causa cubana entre otros.
Su contenido en un
primer momento se concentró en la crítica anticlerical y su injerencia
religiosa en las decisiones políticas al interior del Estado, pero también
trataron temas como: El matrimonio civil, la difusión del liberalismo social,
el rol de la juventud universitaria, la libertad de cultos, la fundación de
escuelas laicas y la defensa de la mujer.
Para la defensa de
la mujer las logias masónicas invitaban a las jóvenes emparentadas o amigas de
los masones a las conferencias que se daban en los Templos Masónicos de San
Francisco, donde los principales conferencistas fueron: Mercedes Cabello de
Carbonera, B. Alkvares, Buchhammer, Romero Lozada, Nísida e Inés Dam.
El Libre
Pensamiento promovió la participación cívica del obrero y de la mujer, “puesto que la mujer es el sostén de la
iglesia católica arrebatémosla por medio de la propaganda activa y bien conducida
de sus brazos. En esta labor creemos que parte importantísima le toca a la
masonería, institución que en Chile y en otros países ha independizado ya buena
parte del sexo débil de la inflamante tutela”. (El Libre Pensamiento,
29-08-1896).
El librepensamiento
reveló claramente la consistencia del liberalismo social, el internacionalismo,
anticlericalismo, educación laica, moral cívica y participación política,
valores esenciales con los cuales los masones formaron a los líderes de esa
época, pero también generó constantes persecuciones por parte del estado y de
la Iglesia, sin embargo y pese a tales dificultades se constituyó en la tribuna
contra el conservadurismo.
Para escapar a esa asfixiante tutela, los
masones peruanos intentaron forjar espacios de entendimiento donde lanzar ideas
y proyectos que sirvieran de puntos de apoyo para su actuación en la sociedad.
A través de las tenidas —exclusiva asamblea de los iniciados— y las veladas
masónicas —en que se daba cabida también a los «profanos»— se buscaba crear una
experiencia distinta de sociabilidad en un medio donde sólo la religión o el
desfile patriótico sacaban a la gente de la reducida esfera del hogar. En esas
reuniones, amenizadas a menudo con recitales poéticos y musicales, se leían y
debatían trabajos sobre temas masónicos, científicos, religiosos y
sociológicos, los cuales muchas veces se imprimían en la Revista Masónica del Perú.
Una perspectiva moralizadora dominó sus
concepciones de la literatura y del arte, pues consideraban que éstos debían
proporcionar una sana diversión que contribuyera a la educación del ciudadano.
Se tratara de la poesía o de la música, éstas debían inculcar determinados
valores cívicos: la fraternidad, el amor a la ciencia, el patriotismo, un
cierto panamericanismo.
Las
logias que pudieron permitírselo desarrollaron la llamada «columna de la
armonía», formada por aquellos hermanos que tenían capacidad de ejecutar
música. El cultivo del género lírico gozó de acusadas preferencias en la
institución: Para financiar la instalación de la Gran Logia del Perú,
organizaron la presentación de la zarzuela «La Marsellesa» en el teatro
Principal y en muchas veladas se interpretaron piezas operísticas. En estas
actuaciones podían intervenir algunas mujeres como ejecutantes. La presencia
femenina se limitó a las veladas de las logias, pues la organización masónica
sólo admitía individuos de sexo masculino.
Los
masones consideraban que el orden vigente en el Perú era negativo para el
desarrollo humano. Vinculaban el atraso económico y social del país con la
persistencia de la exclusividad católica en la vida religiosa, originada en la
conquista y la colonización en que cristalizó «el contubernio entre la
teocracia y el despotismo». «Poseemos más iglesias que talleres, qué digo, sólo
tenemos templos para el dios de la cruz, no para el dios del arte y de la
industria». Se consideraba incluso que las dificultades organizativas de la
masonería simbólica eran producto de la tradición histórica del país, signada
por un régimen absolutista, la cual limitaba la implantación de un verdadero
republicanismo.
En esa época los masones estaban
construyendo los cimientos de una nueva sociedad, incluyendo nuevos elementos
acorde a los cambios que ocurrían en el mundo, así los peruanos hacía mucho que
venían manifestando su deseo por la libertad de culto, la misma que estaba
ligada al libre pensamiento, la tolerancia religiosa, la masonería y la
política.
En el Perú, el gobierno de José Rufino
Echenique (l85l-l855) hacia l854 había caído en el desprestigio frente a
diversos sectores políticos y sociales del país. En1854 estalló una revolución,
encabezada por Ramón Castilla, con el apoyo de distintos políticos liberales,
que derrocaron a Echenique. Cuando Castilla triunfó en la batalla de Las Palmas
e ingresó a Lima (5 de enero de l855) la efervescencia cundió entre los
vencedores, pero también las primeras asperezas. Los liberales consideraron que
antes que el triunfo de una causa nacional había sido ésta un triunfo de los
ideales radicales.
En la
Convención Nacional, creada para dar una nueva constitución al país, se
introdujo sustanciales reformas que afectaban a la Iglesia: eliminación del
diezmo, obvenciones, fueros. Y una minoría propuso la tolerancia de cultos.
Estaba formado por los diputados Ignacio Escudero, de Piura, J.M. del Portillo,
de Lima, y José Gálvez, de Pasco. Pero el proyecto no tuvo consenso. Los
sectores católicos exteriorizaron su rechazo a los avances de la impiedad.
Llenaron los balcones del hemiciclo, en su mayoría mujeres, y abuchearon
reiteradamente a los diputados radicales en sus intervenciones. Cuando J.M. del
Portillo defendió las tesis tolerantes, diciendo que era beneficioso, pues el
catolicismo no podía jactarse de algo si en el Perú la gente "en 500 años
apenas sabían el nombre de Jesús", recibió en compensación pifias y
coronas de alfalfa. Asimismo cuando Escudero enumeró a los diversos enemigos
posibles de la tolerancia, llegando a la conclusión que ninguno de ellos
tomarían las armas contra la Convención preguntó: "¿Se valdrán de las
mujeres?... Tampoco" fue insultado por éstas desde los balcones. Al llegar
la votación del artículo referido -votado en tres partes-, la última (sobre
restricción de otros cultos públicos) fue aprobada por 46 contra 22 votos.
Pero
aquella Constitución fue desestimada por Castilla en 1858, aunque incorporando
en la nueva de 1860 los avances secularizadores.
En el Perú instituciones como las iglesias
protestantes, que desde l886 empezaron a asentarse en el país, y la acción
pública de las logias masónicas sobre el tema, terminaron de dar fisonomía a un
cuadro completamente nuevo, donde evidentemente se planteaba la tolerancia.
Grupos de liberales influenciados por variadas corrientes del positivismo,
radicales liberales, anticlericales, anarquistas, socialistas, masones,
protestantes, y descreídos. Todos, mostrando ser expresiones de una nueva
sociedad, van a coincidir en esas propuestas. Por supuesto que frente a ellos
la Iglesia católica reacciono.
Uno de los hechos notables, casi a inicios
del gobierno de Cáceres (l886), que enfrentó a los viejos y nuevos sectores
portadores de ideales secularizadores y a los grupos católicos, dejando
traslucir una época cargada de fuerte conciencia modernizante, fue sin duda el
problema que generó la publicación del texto escolar de historia del jesuita P.
Ricardo Cappa, Historia Compendiada del Perú, en el cual se criticó severamente
el movimiento emancipador y a los gobiernos republicanos, elogiando de paso la
época colonial y su legado. La tradición educativa, forjada a la sombra de un
liberal como Sebastián Lorente, había logrado imprimir un cierto olvido del
pasado español, de modo que el texto de Cappa, revalorizando el tema e incluso imprimiendo
un aire apologético sobre la herencia hispánica, provocó el escándalo.
Por
supuesto que detrás se encontraba el cierto desagrado percibido entre muchos
sectores influyentes de la sociedad, a la vuelta de los jesuitas y la apertura
de colegios. La vieja bandera anti jesuita pudo levantarse entonces a raíz de
este caso. Ricardo Palma (masón), uno de ellos, y anticlerical por excelencia,
publicó un texto en el cual ponía en guardia "a los sectores lúcidos"
contra la propaganda jesuita, que pretendía a través de la educación, destruir
la obra "progresista". Sus razones despertaron a los amigos de Cappa,
y los ataques contra él, a través de algunos diarios, no se hicieron esperar.
Pero la adopción hecha por un Colegio de Lima del controvertido texto, y la
posterior investigación periodística descubriendo que era de la Compañía,
movieron a que liberales y anticlericales, temiendo la "avanzada antirrepublicana"
en la educación, organizaran una serie de Grandes Mítines, el primero de los
cuales se realizó el l7 de Julio, con Gonzáles Prada y otros elementos anti
clericales, que pedían la salida de los religiosos. La prensa liberal y radical
se hizo eco de esta polémica y también las logias masonas adscritas a la Gran
Logia del Perú (R. Palma era prominente miembro). Estas organizaron
manifestaciones públicas en Lima, Callao, Trujillo, Moquegua, y Mollendo,
pidiendo al presidente Cáceres detener la agresión jesuita
"antipatriótica". El 26 de setiembre, en una reunión de más de dos
mil personas, en el Teatro Politeama, redactaron un memorial al Presidente y el
Congreso. Así, liberales y radicales, utilizando a instituciones como las
logias, hicieron público su disconformidad. El tema de la obra de Cappa, su
enfrentamiento a una tradición educativa liberal y nacionalista, fue un motivo
significativo para poder romper baterías contra el regreso de la Compañía en
primer lugar, y contra los "vientos clericales" que soplaban en el
ambiente. No es de extrañar que diversos elementos se hiciesen eco de esta
necesidad, máxime si tenemos en cuenta el fuerte ánimo secularizador existente.
El resultado de todo fue la segunda expulsión de la Compañía de Jesús, aquel
mismo año. Sin embargo, a todas luces era evidente que el gobierno actuó
presionado por las circunstancias, pues no tuvo mayor inconveniente en aceptar
su regreso al año siguiente.
El más importante problema sobre tolerancia
de cultos y actividad protestante lo tenemos con el caso del metodista F.
Penzotti, quien en 1890 mientras predicaba (efectuando por primera vez una
labor evangelizadora no católica en el Perú) fue detenido por transgredir el
artículo constitucional que lo prohibía expresamente. Fue la hora crucial para el protestantismo, una de esas pocas veces en
que el Estado asumía per se el resguardo del artículo 4, enfrentándose de lleno
a los problemas que siempre había temido: los pleitos internacionales y la
disminución de posibilidades para atraer inmigrantes al país. Había sido obra
de los sectores católicos quienes habían llevado a esta situación. Entonces los
partidarios de la tolerancia empezaron a acercarse a los metodistas para hacer
causa común frente al tema. Ceder en este punto hubiera sido reconocer de facto
la razón a los sectores católicos, marcar un precedente legal que ni los
protestantes ni los liberales radicales, que iban levantando las banderas de la
reforma del artículo 4, podían aceptar.
Ciudadanos distinguidos y políticos
llegaron a la cárcel a visitar a F. Penzotti. El l0 de Octubre el político
civilista Ricardo García Rosell habló ante el Senado pidiendo la tolerancia
religiosa. "Ningún hombre creyente u
honesto desembarcaría en nuestras costas si nosotros arrancáramos, al momento
de su llegada, el libro que es su código de honor". Para él, pro
inmigracionista, "No vendría porque
sería perseguido por tener creencias diferentes y practicar actos religiosos
distintos a los nuestros". Al día siguiente, 11, lideró una
manifestación exigiendo la tolerancia religiosa. En esa misma reunión Manuel
Gonzales Prada y Eduardo Lavergne (el 9 de setiembre ya habían realizado otra)
pidieron al gobierno la modificación del artículo 4 porque "es condición indispensable para el progreso
de la Nación". Al mismo tiempo Pedro Ortiz publicaba su Libertad de
Cultos argumentando que el momento era propicio para la reforma constitucional,
para aligerar los obstáculos que encontraban los extranjeros en establecerse,
para fomentar la inmigración, el progreso, "para salvar el porvenir del País, tan generoso como desgraciado...
entonces y sólo entonces acudirán a nuestras playas los hombres de todos los
climas, de todas las creencias, trayendo el precioso contingente de su
laboriosidad, honradez y economía".
La radicalización, y el enfrentamiento de
modernidad/tradición, se produjeron. En las paredes del Callao se leía "¡Afuera
los Protestantes!", "¡Mueran los liberales!", al lado de "¡Abajo
los frailes!, ¡No queremos hombres con polleras!". Mientras una nueva
manifestación de liberales del Callao a Lima, el 9 de noviembre, pedía la
tolerancia.
La polémica sobre inmigración y modernización
se polarizó. La Gran Logia del Perú, que aglutinaba al mayor número de logias
de masones, tenía entre sus miembros a prominentes políticos y profesionales
liberales partidarios de la tolerancia. Desde el inicio del caso, abogados
suyos (José María Vivanco y José B. Ugarte) defendían a Penzotti.
"The brothers José María Vivanco and José B.
Ugarte were named for the defense of the accused, the presbyter Penzotti,
before the court of crime in Callao and the court of this capital,
respectively. The first complied with his missions with the zeal and talent
that had won him credit in his noble profession; the second found it impossible
to respond to the honour received, in being named defense lawyer by the court,
and this duty happily fell to Alberto Químper who has harvested innumerable
laurels with his brilliant presentations before the tribunals of justice in the
defense"
“Los hermanos José
María Vivanco y José B. Ugarte fueron nombrados por la defensa de los acusados, el presbítero
Penzotti, ante el tribunal de la delincuencia en el Callao y el tribunal de
esta capital, respectivamente. El primero cumplió su misión con el celo y
talento que le había ganado crédito en su noble profesión; el segundo fue
imposible responder al honor recibido, en ser nombrado abogado defensor por el
tribunal, y este deber felizmente cayó a Alberto Químper que ha cosechado
innumerables laureles con sus brillantes presentaciones ante los tribunales de
justicia en la defensa”
No es
de extrañar entonces que la Revista Masónica del Perú fuera otro palco de
lucha. Allí Casimiro Melgar y el mismo José B. Ugarte serán implacables
defensores libertarios. Mientras que diversos masones participen en los mítines
organizados en el Callao. En medio de toda esta presión, el 29 de noviembre el
juez en lo civil, Dr. Nicomedes Porras, absolvió en primera instancia a
Penzotti. Luego, en el verano de 1891 sería absuelto totalmente.
Aparte del caso Penzotti, el obispo de
Trujillo logrará que un predicador llamado Abrill sea arrestado en esa ciudad
bajo los mismos cargos hechos a Penzotti, pero se fallará a su favor en primera
instancia. En Ayacucho, en l893, un vendedor de biblias es asediado por una
multitud, que le quitan sus pertenencias y la incineran en la Plaza de Armas.
En Lima mismo Thomás Wood, el sucesor de Penzotti al frente del metodismo,
masón de trigésimo segundo grado, tendrá problemas durante el gobierno de
Piérola, cuando algunas de sus escuelas sean cerradas, se detengan remesas de
biblias, se prohíba la visita casa por casa y en l899, durante la semana de
Oración Universal, se le arreste en medio de un sermón por haber celebrado
cultos todos los días de la semana. Son problemas que evidencian que los
protestantes pasaron rápidamente a convertirse en centro -como liberales y
radicales políticos- de los ataques católicos. La lucha contra la impiedad,
exigía que los enemigos de la Iglesia fuesen permanentemente obstaculizados,
que fuesen denunciados desde el púlpito y frente al juez, aún a pesar de
entenderse que a muchos gobiernos poco o nada les interesaba ayudarles.
Como los protestantes, también los masones
son objetos de la diatriba. El 20 de abril de l890, una muchedumbre católica
asalta en Mollendo la casa-templo donde se velaban los restos del senador
Cazorla, ex maestro de la logia local. El ataque degenera en turba, y luego del
destrozo del lugar, se dedican al saqueo de tiendas e incendios de casas de
conocidos liberales. Luego atacan el Consulado norteamericano, donde tras un
tiroteo, el cónsul cae herido en una pierna.
En l892, los cuerpos de un inglés en Puno y un estadounidense en Piura, son
impedidos de ser enterrados por el clero, en los cementerios respectivos.
Condenados por León XIII en l884, los masones peruanos atraen la atención. Para
Juan Ambrosio Huerta o Manuel Bandini (obispos entonces, de Arequipa y Lima),
la masonería movía los hilos de la desintegración del Perú. Alertaban sobre su
perfecta unión, por intereses anti católicos, con el liberalismo. Huerta será
más explícito, y a propósito de la ayuda de un sacerdote a Penzotti en
Arequipa, dirá que los liberales son en el fondo masones. Entenderá (como ya lo
había expresado en su carta de l884) que la lucha contra liberales y masones no
es distinta, pues en su óptica la masonería le da el sustento espiritual que
necesita el liberalismo, perse anticlerical.
Sin distinguir dos instancias que pueden y tienen algunos intereses comunes por
vínculos diversos, Huerta hablará que en el fondo el peligro primero del Perú
es la masonería. En su Carta Pastoral... que traza a los católicos de su
diócesis la conducta que tócales seguir en la lucha provocada por los masones
del Perú del l5 de octubre de l886 dirá que la ley en debate entonces, sobre
cementerios laicos, como los otros problemas que cuestionan la unidad religiosa
del Perú en el fondo sólo son una campaña montada por la masonería, que
manipula a políticos, anticlericales y descreídos, utilizándolos para sus bajos
fines destructivos de la sociedad católica. Lo volverá a repetir en l896, en
plena discusión de la ley de matrimonio de no católicos, recogiendo una hoja
volante del 25 de setiembre de ese año donde la Gran Logia del Perú convocaba a
una charla sobre el tema. Argumentará entonces, en su Carta Pastoral, que la
masonería es ya un enemigo formidable del catolicismo en el Perú.
Así, al lado de liberales y anticlericales
se van agregando masones y protestantes en la larga lista de enemigos de la
catolicidad del Perú. Se les rechaza, se les critica. No hay pastoral donde no
se haga mención en este punto del peligro grandísimo que entraña, para el
futuro del país, dejarse llevar por tales ideas, que conducen a la disolución
del orden y el fin de la nación. En el fondo el discurso, que se va nutriendo
de los hechos de aquellos años, incorpora nuevos y novedosos enemigos a la
Iglesia, pero no le interesa mayormente analizar las relaciones objetivas que
existen de estos grupos entre sí, sus intereses, etc. Escritas al calor de las coyunturas, cartas pastorales y hojas
volantes, nos los pintan como aquella "sarta de herejes, degenerados,
enemigos de Cristo y amigos del diablo" que pretenden imponer contra la
voluntad de "todos los peruanos, que son católicos" ideas foráneas y
exóticas, pues esas ideas no son las peruanas, que son las católicas. Así
políticos liberales, extranjeros protestantes, masones, etc, son vistos bajo el
cristal que los convierten en un conjunto peligroso para la Iglesia. Nadie
entiende ni explica por qué los protestantes se dejan aliar con los políticos
liberales y por qué éstos son muy entusiastas en apoyar a los protestantes aun
siendo no creyentes, y por qué grupos de masones participan en tales
coyunturas. No entienden por qué se produce esa suerte de unión, que moviliza a
instituciones y grupos diversos, alrededor del tema de tolerancia de cultos.
Sólo entienden que la unión es anticatólica por naturaleza.
La
libertad de conciencia y culto para los masones, siempre existió y ella se
practica en forma regular entre los miembros de la orden, sin embargo por estar
ligada a varios otros conceptos generaba opiniones que hasta hoy persiste,
sobre la conveniencia o no de la biblia en el Ara, así como la advocación al GADU,
que es un tema de controversia en el mundo masónico.
En este tópico en particular no podemos
soslayar al P:.G:.M:. de la Gran Logia del Perú Christian Dam, librepensador,
anarquista y luchador social cuya idea central sobre la libertad de Conciencia está
plasmada en un opúsculo que publico bajo el título de: El Dogma de la Libertad de Conciencia donde dice: La libertad de conciencia es la libertad es
la recompensa del trabajo y la virtud, y consiste en la seguridad de que no es
el hombre esclavo de la superstición fanática y explotaje de ninguna religión
revelada.
La intolerancia era moneda del día y los
curas lo aprovechaban con gran diligencia, pero existían otras presiones a
favor del libre pensamiento. Penzotti, de nacionalidad italiana, llegó al Perú
en 1888 con la misión de fundar la primera Iglesia Metodista. La reclusión de Penzotti duró siete meses y
fue liberado en marzo de 1891 debido a las gestiones que hizo la Sociedad
Bíblica Americana ante el gobierno de EE.UU. Al enterarse de su
excarcelación, Clorinda Matto escribe un artículo congratulándose por esto. En
retribución, Penzotti acude a El
Perú Ilustrado para agradecer a la directora, quien publicará una biografía
con un retrato del clérigo. Meses más tarde, el 11 de julio de 1891, Clorinda
Matto se vio obligada a renunciar a la dirección del semanario, transformándose
asi en una víctima de las luchas por la libertad de culto.
En 1892, publicó Índole y dos años después Herencia.
En su novela “Índole”, describe a un sacerdote tan corrupto como malo, en
dicha obra, el ejército, la iglesia y el gobierno son objeto de severas
críticas.
Para no tener
los problemas anteriores, fundó una imprenta, con un rótulo que decía: “Muestrario de la imprenta ‘La Equitativa’,
servida por señoras, fundada en febrero de 1892 por Clorinda Matto de Turner”.
En dicha
imprenta, publicó, su revista quincenal cacerista “Los Andes”, así como su libro “Leyendas
y recortes”. También Clorinda Matto de Turner participaba activamente en la
política, a favor de Cáceres y en contra de Nicolás de Piérola. En 1895,
publicó su novela “Herencia”, una
crítica severa a la sociedad limeña.
Su
colaboración con el Partido Constitucional -un hecho inaudito para la época, ya
que formalmente las mujeres carecían de derechos políticos- la pone en la mira
de los sectores opositores. Esta toma de posición expresada en Los Andes, le significará el saqueo de
su casa y la destrucción de su imprenta en manos de turbas enardecidas durante
la contienda civil de marzo de 1895, la misma que acabó con el gobierno del
general Cáceres, dando el triunfo a las montoneras de Nicolás de Piérola. La destrucción
de su casa, su imprenta y sus manuscritos, solo eran una expresión de como se resolvían
las controversias políticas en esa época. Y
más penoso aún por su condición de mujer que no tenía derechos políticos.
Andrés Avelino
Cáceres.
La rivalidad de Cáceres y Piérola también
afecto en forma directa a los masones: La
guerra civil de 1895, en que se enfrentaron la Coalición dirigida por Nicolás
de Piérola y los partidarios de Cáceres, ambos masones, afectó gravemente el
funcionamiento de las logias, ya que diecisiete de ellas quedaron en receso,
aunque la mayoría de las logias limeñas lograron continuar con su actividad. En
provincias, en cambio, sólo siguieron funcionando la tacneña Constancia y
Concordia Nº 11, la trujillana Cosmopolita Nº 13, la ariqueña Fraternidad
Universal Nº 20, la Porvenir de Junín Nº 22 (Cerro de Pasco) y la puneña Cuna
de los Incas Nº 24.
El 25 de abril
de 1895, Clorinda tuvo que huir a Chile, donde fue recibida con simpatía.
Luego, viajó a la Argentina, donde funda El
Búcaro Americano, radicando en Buenos Aires. Fue profesora de la Escuela
Comercial de Mujeres y la Escuela Normal de Profesoras. Colaboró con varios
periódicos: “La Nación”, “La Prensa”, “La Razón” y “El Tiempo”.
El local del Búcaro, es además, el domicilio particular de
su directora. Esta revista logró reunir a una importante plana
de colaboradores/as del mundo de las letras hispanoamericanas como: Rubén
Darío, Juan de Dios Peza, Soledad Acosta de Samper, Lola Rodríguez de Tío,
Carolina Freiré de Jaimes, Mercedes Cabello de Carbonera, Dora Mayer, Manuel
Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Ricardo Palma, Leopoldo Lugones, Carlos
Guido Spano, Arnado Nervo, José Santos Chocano, Carmen de Burgos y Ramón del
Valle Inclán. Su voz en este sentido fue panamericanista: “una revista nacida al calor de generosos ideales en favor del
mejoramiento intelectual de la mujer americana. Fundada con la vocación del
arte en el artista, llamando en fraternal invocación a todos los hermanos que en
América cultivan la gaya ciencia y la prosa vivificante, instructiva y moral”.
Clorinda Matto
pondrá todas sus energías en esta empresa de la que es socia única, aunque
cuente con el apoyo y la solidaridad de algunas mujeres. “Y, como el continuar en la brecha es de los caracteres indomables, aquí
estamos de pie, con el mismo entusiasmo del primer día para impulsar la obra”,
afirma en 1899, luego de varios meses de silencio y de sortear “todas las dificultades que en su curso
ordinario encuentran las publicaciones de la índole de nuestra revista”.
Por eso pone especial empeño en la distribución, llegando a insertar un aviso
en inglés para captar suscriptores/as en los países de habla inglesa.
La aparición del Búcaro Americano en
la escena cultural argentina se da en un momento en que Buenos Aires era el
gran centro comercial y de negocios de América del Sur. El fenómeno de la
inmigración es un elemento desencadenante para la formulación de un proyecto
político moderno que se configura a partir de 1890 con la aparición de los
partidos políticos y la emergencia de movimientos ideológicos: socialistas,
anarquistas, comunistas. El fin de siglo hace posible el discurso radical de
las mujeres anarquistas, quienes además de pedir la disolución del Estado, son
partidarias del amor libre y de abolir el matrimonio. Y si Matto no concordó
con esas ideas, una parte de ellas -aunque pequeña- dejó huellas en su revista.
Carente de dogmatismos, cualidad sin duda
excepcional para una mujer del siglo XIX, fue capaz de valorar a quienes
estaban en trincheras diferentes. Así, tendremos noticias sobre la actuación de
Belén de Sárraga, famosa librepensadora española, a quien le dedica grandes
elogios referidos a “su alta cultura intelectual unida a la fe que tiene en los
destinos de la humanidad”. Concluye informando que el Búcaro Americano se
enorgullece de colocar en la portada su retrato “para que vaya a nuestros abonados y después de mano en mano,
popularizando en América el nombre de la luchadora española que, trasladada a
Buenos Aires con motivo del congreso de librepensadores reunido en esta
capital, ha resuelto fijar su residencia en las repúblicas del Plata fundando
un periódico de credo liberal en la ciudad de Montevideo”.
El
14 de diciembre de 1895 en el Ateneo de Buenos Aires pronunciara un discurso “Las obreras del
pensamiento en América del Sur”, del que extraemos fragmento.
“Nada nuevo traigo”.
Mujer, e interesada en todo lo que atañe a mi
sexo, he de consagrarle el contingente de mis esfuerzos que, seguramente, en el
rol de la ilustración que la mujer ha alcanzado en los postrimeros días del
siglo llamado admirable, será un grano de incienso depositado en el fuego sacro
que impulsa el carro del progreso, y, aunque este no producirá la columna de luz
que se levanta en los Estados Unidos del Norte, pretendiendo abarcar la
América, él dará, siquiera, la blanquecina espiral que perfuma el santuario.
A semejanza de los Sannyassis-Nirwanys de los
Vedas, que enseñaban en voz baja, en las criptas de los templos, plegarias y
evocaciones que jamás se escribieron, la mujer, silenciosa y resignada, cruzó
barreras de siglos repitiendo apenas, con miedoso sigilo, las mágicas palabras:
libertad, derecho. Así como del choque de la piedra pedernal y el acero brota la
chispa, al golpe de dos martillazos, uno en el Gólgota, otro en la Bastilla,
centelló la luz para la causa de la mujer, quedando en la ceniza del
oscurantismo las cadenas que sujetaban su cuerpo y embrutecían su alma.
El cristianismo, con su antorcha renovadora,
despidió las tinieblas, y en las róseas claridades de la nueva era, apareció
Jesús, quien, no permitiendo que se prosternara a sus pies la pecadora de Naim,
practica la doctrina que enseña. El filósofo Dios de la dulce mirada y de
túnica, inconsútil, patrocina los derechos de la mujer, destinada a ser la
compañera del varón, y, como la llama Jacolliot, descanso del trabajo; consuelo
de la desgracia.
Su causa, empero, ¿quedaba triunfante al pie del
árbol simbólico donde cayeron, como perlas de Oriente, las lágrimas de la
enamorada de Magdala? ¡No!
Los oscurantistas, los protervos y los egoístas
interesados en conservar a la mujer como instrumento del placer y de obediencia
pasiva, acumulan el contingente opositor; la cámara obscura para lo que ya brilla
con luz propia, sin fijarse en que, de la desigualdad absoluta el hombre y la
mujer, nace el divorcio del alma y del cuerpo en lo que llaman matrimonio, esa
unión monstruo cuando no existe el amor.
La lucha se inició.
Por una parte batalla el egoísmo, vestido con las
ya raídas telas de la reyecía y el feudalismo; por otra, la razón, engalanada
con atavíos de la Libertad y alentada por la Justicia.
Lucha heroica entre lo viejo y lo nuevo: de la
noche con la alborada, bajo el cielo republicano.
El último martillazo dado por los hombres de blusa
rayada en los alcázares monárquicos decidió el asunto, echando por tierra el
carcomido edificio, y, de entre las ruinas del pasado oprobioso, aparece la
figura de la mujer con arreos de la victoria, alta la frente, alumbrada por los
resplandores de la inteligencia consciente; fuerte el brazo por el deber, y la
personería.
Surgen también espíritus retemplados con el vigor
de los cuerpos sanos, que, estudiando la naturaleza y condiciones sociales de
la época, comprendieron que postergar la ilustración de la mujer es retardar la
ilustración de la humanidad; y nobles, se lanzan como paladines de la cruzada
redentora.
En nuestro planeta, todo tiene que regirse por las
leyes de la naturaleza; por ellas el débil busca la protección del fuerte. La
gota de agua vive de la nube; la nube de la mar. "La endeble enredadera
busca la tapia para trepar el tronco del árbol para circundarlo".
La mujer necesitaba el concurso del cerebro
masculino para que, sirviéndole de guía, la condujera a la meta anhelada. Ya
tenía apoyo en el corazón del hombre ilustrado. La nube negra que escondía el
astro de la personalidad de la mujer, vino a disiparse con la proclamación del
principio sociológico: trabajo con libertad, dignifica; el trabajo con
esclavitud, humilla.
Las palabras del erudito tuvieron eco de
repercusión simpática en la patria donde se rinde culto a esa libertad invocada
en el altar de la igualdad.
Si queréis reinar sobre cuerpos de esclavos y
sobre conciencias embrutecidas, dice el autor que cité antes, hay un medio de
sencillez sin igual que nos muestra la historia de las épocas vergonzosas:
degradad a la mujer, pervertid su sentido moral y pronto habréis hecho del
hombre un ser envilecido, sin fuerzas para luchar contra los más sombríos
despotismos, ¡porque la mujer es el alma de la humanidad!
Pero bien.
La redención de toda esclavitud, el triunfo de
toda idea grandiosa, han necesitado de sangre, como si el licor de la vida del
hombre fuese el abono que los fructificara; solo la causa de la ilustración de
la mujer no ha necesitado más que paciencia, con el heroísmo del silencio,
después, audacia sobre el pedestal de la perseverancia.
En estas condiciones se sembró la semilla que,
germinando durante tan enorme lapso de tiempo, brotó y se desarrolla con
proporciones gigantescas en el terreno fértil de nuestra América.
Hoy, puede afirmarse que es ya el árbol fuerte
como los cedros bíblicos, bajo cuya fronda trabajan millares de mujeres
productoras que no solo dan hijos a la patria, sino, ¡prosperidad y gloria!
Estas son “LAS OBRERAS DEL PENSAMIENTO”.
En
Buenos Aires la primera obra que publica es “Boreales, miniaturas y porcelanas”, una colección de semblanzas
biográficas y discursos políticos e históricos, que indaga la naturaleza de la
nación peruana, recordando la época de la derrota del Perú y Bolivia en la Guerra del Pacifico. Describe el
terrible efecto de vivir en un entorno político cargado de venganzas, de
atropellos, resultado de la ambición desmedida y la vanidad infecunda. Estas
tendencias habían permitido la división interna del Perú, haciéndola vulnerable
frente a Chile.
Miguel Grau
En
las biografías dice que Manuel Pardo, José Gálvez y Miguel Grau cumplieron una
gran tarea recogiendo los cendales de la patria para reunirlos y formar nación.
Cuando habla del General Cáceres dice que lucho para reconquistar la unidad y
la autonomía de la nación.
También
escruta el precio social de la refriega de Piérola que derroco al gobierno
Cáceres y para ella la guerra civil era una manifestación egoísta sin respetar
la voz de la patria. Cáceres se inclinaba al partido liberal y era masón,
decían que en su primer gobierno expulso a los jesuitas, mientras que Piérola
se manifestaba fervoroso católico.
Con
Cáceres compartió su afán de peruanizar el Perú. Para ambos, la “raza indígena” constituía la base de la
cultura peruana y su probado patriotismo había sido demostrado durante la
guerra con Chile, al mando de Cáceres que había defendido el suelo patrio con
los “indígenas” del centro del Perú
hasta expulsar a los invasores.
La patria es como el individuo, los grandes
golpes llaman a la madurez del pensamiento y de la obra. Para lograrlo,
necesitamos fortalecer el espíritu con el ejemplo de los que lucharon por la independencia,
así afirmaba en Hojas sueltas. La patria no sólo
es la tierra que cobija, es la principal fuente de vida que al igual que sus
hijos fue ultrajada y oprimida desde los tiempos de la conquista y la colonización
que se inició con la “matanza de Cajamarca”
y que aún continúa en la República. En la intersubjetividad de los
conquistadores, las mujeres y los indígenas eran seres inferiores, esta
inferioridad los igualaba y supuso la feminización de los últimos.
En el drama Hima Sumac, el personaje protagónico simboliza a la
patria cautiva. Matto de Turner toma partido por ella y hace que Hima Sumac, al
descubrir el embuste de los conquistadores, decida soportar las torturas y dar
la vida antes de traicionar a los suyos.
Al
comentar la división liberal-católico, evoca la discordia ideológica que ha
sufrido el Perú desde la época de Castilla (relativamente liberal) y Echenique
(conservador), por ello plantea buscar un espíritu netamente peruano,
peruanizar la nación separando si es posible a quien pretenda mantener la
anarquía. Y con ello se adelanta a José Carlos Mariátegui cuando este grita
años después “peruanicemos al Perú”.
En
1904 se publicó nuevamente “Aves sin nido”,
pero esta vez traducida al inglés. Dicha versión en su parte final no es tan pesimista,
con el “propósito de atraer inversiones y
misionarios al Perú”, como solía explicar su autora.
Si
antes ya hicimos una breve explicación sobre algunos aspectos de la sociedad
peruana de la época, no habíamos mencionado un aspecto neurálgico de ella.
En las luchas de
los obreros tenia participación activa los anarquistas, masones, liberales y
jóvenes universitarios que tuvieron confrontaciones con el gobierno del
entonces Presidente Leguía, y el surgimiento de la figura de Gonzales Prada que
se transformó en el icono de todos los inconformes de la época y líder
indiscutible de la época.
Los gremios
inicialmente más influenciados por el anarquismo fueron sobre todo los
panaderos y los tipógrafos, pero también los sastres, zapateros y picapedreros;
más tarde fueron muy activos los trabajadores del sector textil, que lograron
influir en los jornaleros de los valles agrícolas cercanos a la capital. En
1907, ya existía en Lima el Centro de Estudios Sociales Humanidad., muy
concurrido por los tejedores de Vitarte. También debe citarse el Centro
Socialista 1 de Mayo con su órgano El Oprimido, en el que participo a menudo el
dentista Christiam Dam y que fusiono en 1908 con el grupo Humanidad., dando
origen al Centro de Estudios Sociales 1 de Mayo.
Gonzales
Prada.
Todos los historiadores mencionan el papel determinante
de Manuel González Prada en la formación ideológica de los trabajadores del
Perú, pero hasta ahora no ha sido analizado detenidamente el tenor de su
contribución. Sin embargo, de sus enseñanzas
beberían los posteriores líderes más importantes del pensamiento político del
siglo XX del Perú, nos referimos a Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos
Mariátegui, el primero se haría masón en su destierro a México en 1924.
Haya de la Torre y Mariátegui.
Fuera de su patria.
En
1908, Clorinda viajó por casi toda Europa y al retornar a Buenos Aires, muy
enferma, terminó un libro sobre dicho periplo, publicado en 1909 con el título
de “Viaje de Recreo”.
A pesar de la visibilidad que el conjunto
de la obra de Matto ha cobrado en las letras latinoamericanas, sigue existiendo
en muchos estudios críticos una preferencia concentrada en su más reconocida
novela “Aves sin nido”. Sin negar la
importancia de este texto dentro de la literatura indigenista, ni que se trata
de la novela con la cual la escritora obtiene el mayor reconocimiento
intelectual de su carrera, queda aún pendiente la tarea de profundizar la discusión
sobre el resto de sus novelas, tradiciones, textos periodísticos, pedagógicos
(manuales de gramática y literatura para la educación de la mujer), y sus
últimos escritos como exiliada en Argentina sobre su viaje por Europa. Esta
última etapa de la escritora es vital para comprender su pensamiento, desde una
mirada hacia el interior de la nación peruana al resto de los países
sudamericanos y luego a una visión transatlántica de sus ideales modernizadores
frente al contacto con otros espacios como es el europeo.
Al presentarse como una mujer de letras que
viaja desempeñando un papel oficial para el sistema de educación argentino,
Matto toma distancia de este controvertido "modelo de viajera” y se acerca al rol de "importador de modelos".
Es decir, su desempeño se asemeja al de
aquellos intelectuales que, en el siglo anterior, se dirigían a Europa con el
fin de estudiar métodos educativos, corrientes literarios, sistemas legales o
estilos y costumbres en general, y analizar la posible aplicación de éstos en
sus naciones de origen. Para ellos, Europa es el espacio de aprendizaje por
excelencia y, por lo tanto, su
preocupación principal radica en la transmisión fiel de toda la información
"útil" que encuentren a su
paso. Matto se apropia de la retórica de esta tradición viajera decimonónica en
muchos momentos de su relato para hacer referencia a sus visitas a las
instituciones educativas, por ejemplo, durante su estadía en Berlín.
Clorinda también se desenvuelve dentro del
círculo intelectual europeo como "mediadora
cultural", llevando a cabo una especie de triangulación discursiva
entre Perú, Argentina y Europa, que la presenta a ella misma como agente
posibilitadora de este vínculo transnacional. Para entender la dimensión de
este gesto como característico de su perfil
intelectual, es importante destacar que Matto ya se había desenvuelto
desde los comienzos de su actividad literaria en un espacio intermedio entre,
al menos, dos escenarios culturales: la de la sierra y la costa peruanas, la
indígena y la criolla, la de la elite letrada masculina y los círculos
intelectuales femeninos. En Europa tiene encuentros con personalidades de la
cultura con las que se relaciona y los círculos intelectuales de cada país que
visita. En particular, se preocupa por establecer contacto con otras mujeres
escritoras, científicas, periodistas y educadoras a las que considera sus
pares, en la medida en que todas participan públicamente, desde diferentes
posiciones las propuestas modernizadoras de sus congéneres.
Las mujeres intelectuales de la época de Mercedes.
El recuerdo a
Clorinda Matto de Turner, sería incompleto si por lo menos no mencionamos a las
muchas mujeres, que hicieron mucho por sus congéneres nacionales, cada una con
su propio aporte, pero a la vez con un solo propósito: Reivindicar a la mujer.
El pabellón
blanco y rojo, hecho con la sangre de los héroes de la independencia y el velo
de las vírgenes del sol, fue glorificado por mujeres de la talla de Francisca Zubiaga, esposa del
generalísimo Agustín Gamarra.
Carolina
Freyre de Jaimes (1844-1916), poetisa y prosadora elegante, hija
de la ciudad de Tacna una de las cautivas de la guerra del Pacifico, ha hecho
paseo triunfal hollando palmas desde el teatro con sus dramas “Pizarro”, “María
de Bellido” y “Blanco de Silva”, hasta las columnas del semanario pulcro y el
diario vertiginoso. El periodismo femenino debe a Carolina Freyre de Jaimes
páginas como de “El Álbum”, que fundó
en el Perú y continuó en Bolivia, y, en el bagaje literario de la galana
escritora, encontramos no solo las novelas cortas tituladas “El regalo de boda” y “Memorias de una reclusa”, sino también
el poema “Sin Esperanza” y la
colección de versos, donde brillan las filigranas del alma y las mariposas de
oro que revolotean junto a la cuna del hijo, ese supremo bien, pedazo de
nuestro propio ser, para quien guardamos todo cuanto de dulce, de noble, y de
tierno atesora el amor maternal.
Mercedes
Cabello de Carbonera (1845-1909), natural de la ciudad de Moquegua, la
renombrada novelista y pensadora, dejó la lira que pulsaba con la entonación de
Aurora para dedicarse a la novela. Tiene publicadas en este género: “Sacrificio
y recompensa”, “Blanca Sol”, “Los amores de Hortensia”, y “El conspirador”. Un
estudio crítico del ruso “León Tolstoi”, y los folletos “La religión de la
humanidad”, y “La novela moderna”, la han conquistado, también, más laureles
sobre los que ostenta su frente de reina.
De un artículo
publicado en Correo del Perú Año IV
del 31 de diciembre de 1874 extraemos un pequeño apunte: “La inteligencia de la mujer no es hoy más que la crisálida que guarda
la brillante mariposa, que libará el néctar delicioso de las magníficas flores
de la virtud, fecundadas por la ciencia, y producidas a la sombra de la paz y
de la felicidad de la familia” (Influencia de la mujer en la civilización).
Teresa
González (1836- 1918), viuda del marino Fanning, muerto
gloriosamente en la guerra con Chile, después que vio disiparse la felicidad
del hogar junto con la existencia de su esposo, se dedicó al magisterio y a la
literatura. Ha hecho algunos versos, textos de “Geografía e Historia”, y un
tomo titulado “Lucecitas” cuyo modesto rubro dice mal con el mérito de la obra.
Juana
Rosa de Amézaga (1853-1904) ya tenía conquistado renombre como
poetisa de verso vibrante cuando entregó a la prensa su libro “Pensamientos y
Máximas”, donde resalta una labor filosófica y proficua en beneficio de la
mujer peruana: sus ideales educacionistas están cristalizados con mano maestra.
Carolina
García de Bambarén, poetisa de las dulcedumbres del hogar, acariñada
de la lira modulada en el tono melancólico; y a cuya escuela pertenecen también
Justa García Robledo, talentosa e inspirada, e Isabel de
la Fuente.
Juana
Manuela Laso de Eléspuru (1819-1905) y su hija Mercedes cultivan la gaya ciencia
con inspiración; y entre las que han dado el vigor de su cerebro al periodismo,
descuella Lastenia Larriva de Llona, directora de “El tesoro del hogar”, autora de las novelitas “Oro y
escoria”, “Oro y oropel y Luz”.
Amalia
Puga de Losada (1866-1963), la juvenil musa del parnaso peruano, conquistó
los laureles de la popularidad como poetisa, y en la prosa ha descollado con
donosura y buen juicio.
Margarita
Práxedes Muñoz (1862-1909) tiene publicados trabajos científicos
sueltos y un libro con el título de “La evolución de Paulina”. Margarita Práxedes
Muñoz tiene el honor de ser la primera mujer sudamericana en recibir el título
de doctor (de medicina).
Grimanesa
Masías, pensadora delicada, que de vez en cuando entrega
al público una florecita velada por el seudónimo; y Rosalía Zapata, cuyo porvenir promete; Adriana Buendía, la donosa,
niña de la lira de oro, ha derramado profusamente las flores de su ingenio en el
camino de la gloria.
Fabiana
de Dianderas, alma poética, consagrada solo a la musa del hogar,
ha cantado a su madre, a su hermano, a sus hijas, y ha llorado en la muerte de
Daniel Matto con la espontaneidad del ruiseñor que gorjea notas ora dulces, ora
tristes.
La gentil Matilde Guerra de Miró Quesada, cuya
pluma ostenta la fluidez del estilo en prosa correcta y atrayente.
Ángela
Carbonell, la picaresca y festiva escritora que tanto
lustre dio a “La Alborada” y a “La perla del Rímac”, ha obsequiado a la prensa sus
magistrales traducciones francesas con todo el galano decir de Víctor Hugo o el
incisivo lenguaje de Balzac.
Estas son las
que actualmente sostienen el torneo intelectual dentro y fuera de la república;
tal vez he olvidado a algunas con el deseo de recordar, cuanto antes, a las que
temprano murieron, dejando en las filas claros de luz.
Manuela
Villarán de Plasencia fue una poetisa festiva e
ingeniosa. Sobre su frente parpadeaba siempre el astro de la mañana. La
composición “En un campanario” es un modelo del género que cultivó; pero cuando
el plomo de la guerra del 79 le quitó a su hijo Ernesto, esa alma desbordante
de amargura lloró sobre la lira enlutada y de sus quejidos brotaron las
magistrales estrofas “A Ernesto”. Madre esposa modelo, amiga incomparable; su
muerte fue un duelo patrio.
Leonor
Saury, la dulce Leonor, de la lira de marfil, pulsada siempre
con los ojos levantados hacia el cielo. Todos sus versos son filigranas de
plata con fondo azul; su vida, comparable con la de una gardenia, fue todo un perfume
y duró tan solo una mañana.
Manuela
Antonia Márquez, poetisa de sangre escribió poco, pero bueno, y
la música acompañó a su musa. Compuso una zarzuela, cuyo libreto, con el título
de “La novia del colegial”, hizo su hermano Luis Márquez. Murió en la plenitud
de la vida; su nombre es una gloria de familia.
Carmen
Póts de Pérez Uribe y María
Natividad Cortés, también pertenecían al número de las escritoras
con los nobles anhelos femeninos; así como Trinidad
María Enríquez, cusqueña audaz, fue la primera que en el Perú
acometió las aulas universitarias en la facultad de jurisprudencia. Escribió en
prosa correcta, fundó un colegio para señoritas y una escuela para artesanos
donde ella misma daba lecciones a los obreros.
Clorinda en su
lectura
hecha en el Ateneo de Buenos Aires, el 14 de Diciembre de 1895 “LAS OBRERAS DEL
PENSAMIENTO EN LA AMÉRICA DEL SUR”, para concluir dice:
“Bastante
he fatigado ya vuestra atención y os pido excusa.
La
enumeración, aunque incompleta, que he hecho, sirva de recuerdo agradecido para
las obreras del pensamiento en América del Sur; verdaderas heroínas, repito,
que no sólo tienen que luchar contra la calumnia, la rivalidad, el
indiferentismo y toda clase de dificultades para obtener elementos de
instrucción, sino hasta correr el peligro de quedarse para tías, porque, si
algunos hombres de talento procuran acercarse a la mujer ilustrada, los tontos
le tienen miedo.
¡Ah,
no es tan desgraciado el ciego de nacimiento, sin idea de luz y color, como
aquel que, en hora triste, sintió hundirse en la noche eterna la vida de las
pupilas!
Consideremos
por este símil la situación de la mujer que está en lucha abierta, entre la
ceguera, que amenaza y la luz que es preciso dilatar”.
Su partida al oriente eterno.
El
25 de octubre de 1909 murió afectada por una pulmonía fulminante en una clínica
de Buenos Aires. Legó sus bienes al Hospital de Mujeres del Cusco y donó su
biblioteca al Consejo de Educación de Buenos Aires. En 1924, a petición del
presidente Augusto Bernardino Leguía y del Congreso del Perú, sus restos fueron
trasladados a Lima (1924) y luego de algunos años al Cuzco (2010).
En Aves Sin Nido dirá:
-Don
Fernando, mi padre fue el obispo don Pedro Miranda y Claro, antiguo cura de
Kíllac.
Don Fernando y Lucía palidecieron como sacudidos por
una sola corriente eléctrica; la sorpresa anudó la palabra en la garganta de
ambos, y reinó un silencio absoluto por algunos momentos, silencio que rompió
Lucía exclamando:
-¡Dios mío...! -y las coyunturas de sus manos entrelazadas
crujieron bajo la forma con que la emoción las unió.
-¿La culpa del padre tronchará la dicha de dos ángeles
de bondad? -y como dudando aún de lo que había oído, preguntó de nuevo- ¿Quién
ha dicho usted?
Aves
Sin Nido.
La estrechez
del escenario tal vez asfixió esa alma generosa que fue Clorinda Matto de
Turner: el vendaval del infortunio la arrastró, despiadado, hacia temprana
sepultura; pero su nombre está escrito en el corazón del pueblo, esa de la
mujer del Perú andino, que aún hoy no logra los sueños de quienes lucharon por
ellas. Lo que sí es indiscutible, es que
vivió en una época de gigantes y sobresalió entre ellos.
Tumba de Clorinda
en el Cuzco, su tierra natal.
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Matto de Turner.
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http://es.scribd.com/doc/55143082/Herbert-Ore-La-Masoneria-en-El-Peru
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ilustradas del Perú,
http://evergreen.loyola.edu/tward/www/mujeres/index.html
-Rosa
María Ballesteros García, Soñadora de dos mundos, Aposta revista de ciencias
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http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/ballesteros3.pdf
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http://www.biblioteca.org.ar/libros/153586.pdf
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