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miércoles, 18 de octubre de 2017

¿Cómo se construyeron las pirámides?

¿Cómo se construyeron las pirámides?
Artículo publicado en la revista Más Allá de la Ciencia.

Cuando estamos sumergidos en la polémica de cuáles son las nuevas maravillas del mundo, seguimos sin responder muchas de las preguntas planteadas por sus antecesoras en la Antigüedad. De ellas solamente quedan en pie las pirámides de Egipto. Millones de bloques de piedra, colocados con absoluta precisión hace miles de años y orientados de forma milimétrica a ciertas estrellas, solsticios o equinoccios. Quién las levantó y sobre todo cómo, es quizás la gran pregunta sin respuesta de la arqueología.


No son sofisticadas masas de acero y cristal. Tampoco cuentan con un diseño original en la historia de la arquitectura. Pero nos han acompañado casi desde el comienzo de los tiempos. No en vano un proverbio árabe dice que el Hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides… las pirámides de Egipto, en la meseta de Gizeh.

La originalidad de estos monumentos, especialmente la Gran Pirámide levantada por Keops en la IV dinastía, hacia el año 2500 a. C., reside en que todavía hoy desconocemos absolutamente todo sobre cómo fue construida. No hay en ningún otro lugar del mundo un monumento que atraiga la fascinación del viajero de una forma tan viva. El paso del tiempo, casi 4.500 años, ha cubierto con un denso velo de misterio la respuesta a una pregunta que ya se plantearon los primeros viajeros en la Antigüedad. ¿Cómo se construyeron las pirámides?

Heródoto: la primera pista del enigma

La Gran Pirámide tenía originalmente 146,59 metros de altura y 230 de lado. Se calcula que para su construcción se emplearon unos 2,5 millones de bloques de piedra cuyo peso oscila entre las 2 o 3 toneladas de la mayoría de ellos, hasta las 50 toneladas de los bloques de granito que recubren la llamada Cámara del Rey, en el corazón de la pirámide. Con estos números no es extraño que desde un principio ya se plantearan preguntas sobre sus métodos de construcción.

El historiador griego Heródoto visitó Egipto en el siglo V a. C. Él fue precisamente el primero en proporcionar la primera teoría de construcción de la Gran Pirámide. En su Historia nos cuenta que 100.000 personas emplearon diez años en preparar la calzada por la que arrastrar las piedras y veinte más para erigir la pirámide propiamente dicha. Tras ello matiza que “Esta Pirámide se construyó sobre la colina en una sucesión de gradas (…); después de darle esta primera estructura, fueron izando los restantes sillares mediante máquinas formadas por maderos cortos, subiéndolos desde el suelo hasta la primera hilada de gradas; y, una vez izado el sillar al primer rellano, lo colocaban en otra máquina allí instalada y, desde la primera hilada, lo subían a la segunda y lo colocaban en otra máquina; pues el caso es que había tantas máquinas como hiladas de gradas, a no ser que trasladasen la misma máquina —que en este caso, sería una sola y fácilmente transportable— a cada hilada una vez descargado el sillar (…). Sea como fuere lo primero que se terminó fue la zona superior de la pirámide, luego ultimaron las partes inmediatamente inferiores y, finalmente, remataron las contiguas al suelo, es decir, las más bajas”.

Heródoto fue quizá el primer occidental en intentar resolver el enigma de su construcción. A pesar de su relativa cercanía en el tiempo, la hipótesis que le relataron los sacerdotes de Menfis carece de consistencia y cuenta con infinidad de lagunas. No es extraño, pues, que los egiptólogos hayan desestimado prácticamente la totalidad de esta teoría, buscando otras posibilidades por medio de la arqueología.

La teoría de las rampas

De la egiptología del XIX se heredó la teoría del empleo de miles de esclavos que arrastraban grandes bloques de piedra bajo el ardiente sol del desierto. Hoy día todos los investigadores rechazan esta posibilidad, condicionada por la visión bíblica de la expulsión de los judíos de Egipto. Se sabe que los obreros eran personas cualificadas, bien alimentadas y que vivían en una ciudad construida a tal efecto cerca de la necrópolis de Gizeh, junto a las pirámides. Pero, ¿cómo levantaron las pirámides?


Para nivelar el suelo probablemente emplearan canalizaciones de agua. Algunos restos hallados junto a la pirámide de Kefrén, en Gizeh, parecen indicar este hecho.

Prácticamente todas las teorías que hoy se barajan para explicar la construcción de las pirámides hablan del empleo de rampas para arrastrar las piedras. Los egipcios no usaron la rueda hasta casi mil años después de Keops, por lo que su traslado debió de realizarse por medio de trineos (de los que conservamos ejemplos y pruebas en relieves) o arrastrándolos sobre rodillos de madera, hipótesis prácticamente rechazada.

El primero en hablar de rampas fue Ludwing Borchardt (1863-1938). Este egiptólogo alemán, descubridor del célebre busto de Nefertiti, la divulgó en el primer tercio del siglo XX tras el sensacional hallazgo en la pirámide de Meidum, consistente en una rampa fabricada con piedra, adobe y arena. Borchardt dudó de si esta rampa era una construcción diseñada para desmontar la pirámide en época muy posterior a su levantamiento, con el fin de reutilizar todas sus piedras labradas, o si, por el contrario, fue utilizada a modo de pista sobre la que se deslizar las piedras hasta la altura deseada en el momento de la construcción.

Después han aparecido restos de rampas junto a la pirámide de Sekhemkhet en Sakkara, u otras pirámides del Imperio Medio de El Lisht, o la de Sinki en Abydos.

A partir de esta teoría, se han desarrollado otras posibilidades. Quizá la más conocida de todas es la que lanzó hace cuatro décadas el arqueólogo estadounidense Dows Dunham. Este egiptólogo proponía la construcción de cuatro rampas gigantescas, hechas con adobe y cascotes, partiendo de cada una de las esquinas de la base de la Gran Pirámide, sobre el pie rocoso de la meseta, y que ascendían a la par que lo hacía en altura la propia pirámide. Tres de ellas serían utilizadas para subir los materiales y una cuarta para descender de vacío y no estorbar los trabajos en las restantes rampas.
Dunham hablaba de un número de obreros no superior a los 2.500, cifra muy alejada de los 100.000 propuestos por Heródoto.

Rampa hacia el cielo

Un variante de esta teoría de cuatro rampas salientes de cada una de las esquinas es la del egiptólogo americano Mark Lehner quien reduce las cuatro rampas de Dunham a una sola. Partiría de una de las esquinas e iría ascendiendo y dando la vuelta a la pirámide hasta llegar a su cota más alta. Hoy día es la más aceptada por la comunidad científica.

Hace más de una década se descubrieron al sur de la Gran Pirámide supuestos restos de una rampa. La hipótesis de Lehner es más compleja que la simple propuesta de una rampa. Su exposición también hace referencia a la estructura organizativa de los obreros. No en vano es el propio egiptólogo estadounidense quien excava desde la década de 1980 en la llamada ciudad de los constructores de Gizeh. La ciudad cuenta con todas las infraestructuras necesarias para cubrir las necesidades de unas 25.000 personas, las necesarias según los egiptólogos para levantar los monumentos de Gizeh a lo largo de varias generaciones.

Entre las teorías clásicas que utilizan el uso de las rampas existe una tercera variante, hoy prácticamente desechada. Se trata del uso de una única rampa colocada frente a una de las caras por la que subirían y bajarían al mismo tiempo los grupos de obreros y las piedras que debieran ser colocadas. La excesiva longitud que tendría que tomar esta rampa según aumentara la altura de la pirámide, la obligaría a salirse, incluso, de la propia meseta de Gizeh. Ésta es la razón por la que la hipótesis parece algo más que improbable por mucho que la haya defendido Jean Philippe Lauer (1902-2000), uno de los más destacados expertos en pirámides. Según Flinders Petrie (1853-1942), el padre de la arqueología moderna, la altura máxima de una rampa de estas características no superaría los 100 metros, debido a que rebasando este límite, con el añadido de la sobrecarga que suponen los bloques de piedra transportados, la rampa se vendría abajo al no aguantar su propio peso.

Los papiros de las rampas


No solamente contamos con constatación arqueológica del empleo de rampas en la erección de monumentos en el antiguo Egipto, sino que también hay textos y representaciones de trabajos de este tipo en algunas tumbas. En el primer caso, el ejemplo más importante es el llamado Papiro Anastasi I. Su nombre viene de Giovanni Anastasi, cónsul general de Suecia y Noruega en Egipto a mediados del siglo XIX. Entre su colección de papiros destaca precisamente el Anastasi I, fechado en el año 1300 a. C. en el que se recogen problemas matemáticos constructivos como éste: “Hay que construir una rampa de 630 codos de altura (327,6 m) y 55 codos de anchura (28,6 m), que contenga 120 cajas de madera y juncos, arriba <en la cara frontal> debe tener 60 codos de altura (31,2 m), en el centro 30 (15,6 m), con un retroceso de 15 codos (7,8 m), y su <pavimento> tendrá 5 codos (2,6 m) (…) contéstanos cuántos ladrillos se necesitan”.

Pruebas escritas de este tipo, la representación de rampas en la tumba de Rekhmeire o los restos arqueológicos de lo que parecen ser rampas junto a algunas pirámides, hacen pensar a los investigadores que pudieron haberse construido estos elementos para el levantamiento de grandes edificios.

Mirando a las estrellas

Cuando hablamos de los problemas de construcción de las grandes pirámides de Egipto, no solamente nos referimos al enigma que supone el transporte de grandes bloques a alturas que a veces alcanzaban los 150 metros de altura. Las pirámides también fueron complicadas construcciones orientadas a los puntos cardinales o a ciertas constelaciones y fenómenos celestes con una precisión extraordinaria.

Algunos egiptólogos creen que para lograr la perfecta colocación de la pirámide sobre el plano en dirección a un punto del cielo concreto se procedía de la siguiente manera. En una superficie plana se construía un muro circular en cuyo centro se colocaba un hombre con un bastón de una altura igual a la del muro. Al salir por el Este la estrella elegida como guía, se marcaba el punto exacto de aparición en el muro, trazando su vertical con el suelo y una línea que uniera dicho punto con el bastón, en el centro del círculo. La operación se repetía una vez desaparecida la estrella por el Oeste. La bisectriz del ángulo formado por estas dos líneas marcaba exactamente la orientación norte-sur.

No obstante, el error que muestra este tipo de observación no es aplicable a la exactitud que ofrece la Gran Pirámide.

Una ciudad gigante para los constructores

La meseta de Gizeh se extiende al sur sobre una gran superficie en la que se levantaron en la Antigüedad una ciudad y un cementerio para los constructores de las pirámides. La necrópolis fue descubierta de forma casual en 1989 por una mujer que andaba a caballo por la zona cuando las patas del animal se hundieron en la arena dejando al descubierto el interior de una tumba. Hasta ahora se han descubierto centenares de tumbas de la IV dinastía y algunas de comienzos de la V. Aparte de miles de vasijas y ajuares sencillos, las tumbas también han conservado los restos de personas con deformaciones en la espalda que han sido interpretadas por los paleopatólogos como producto del transporte de grandes bloques de piedra.

Más al este se encuentra la llamada Ciudad de los Constructores. Allí el egiptólogo estadounidense Mark Lehner ha puesto ante todos la presencia de una cultura sofisticada. Entre los hallazgos cabe destacar cientos de panaderías, comedores, dormitorios, viviendas, o edificios públicos. Todos ellos están proporcionando poco a poco, algo más de luz sobre este lugar y sobre la vida cotidiana de los egipcios en el Imperio Antiguo.


Teorías excéntricas para todos los gustos

El enigma de la construcción de las pirámides ha servido de punto de encuentro para toda clase de propuestas. Unas más insólitas que otras, todas ellas vienen a confirmar que en un campo en el que no hay prácticamente nada seguro, la especulación está abierta a todo tipo de teorías. Además del empleo de ultrasonidos para hacer levitar las piedras, extraordinarias fórmulas químicas para hacer reblandecer la caliza y hacer los bloques a molde, hay otras que por su propia complejidad hacen su desarrollo algo más imposible, incluso, que la propia pirámide. Es el caso, por ejemplo, de construir un enorme tanque cilíndrico que abarcara todo el perímetro de la Gran Pirámide. Una vez construido se iría llenando de agua para hacer flotar las balsas sobre las que se colocaban las piedras. De esta manera, a medida que iba aumentando el tamaño de la pirámide lo hacía en la misma medida la cisterna, la cual abarcaría en el último instante una altura de 150 metros y en su interior casi 23 millones de metros cúbicos de agua.

Arqueología experimental

Algunas de estas teorías se han intentado explicar por medio de experimentos prácticos. El primer proyecto de este tipo fue realizado por arqueólogos japoneses de la Universidad de Waseda en la década de 1980. El profesor Sakuji Yoshimura intentó emular cerca de Gizeh la construcción a escala de la Gran Pirámide. La pirámide se vino abajo al poco tiempo y a punto estuvo de acabar con todos los obreros.

Mark Lehner realizó en 1994 un experimento similar para un programa de televisión junto al ingeniero estadounidense Rogers Tompkins. El objetivo era hacer una maqueta de la Gran Pirámide de 10 metros de lado. En la medida de lo posible se copiaron los sistemas de trabajo que seguramente emplearon los antiguos egipcios hace 4.500 años. Se fabricaron rampas de barro por las que se arrastraban las piedras hasta el lugar elegido. Montadas sobre trineos, el suelo era continuamente humedecido con agua para evitar que el calor producido por la fricción hiciera arder el deslizador.

Al final del tiempo propuesto, Lehner y Tompkins no consiguieron acabar con su pirámide. Durante las semanas de trabajo se presentaron varios problemas totalmente inesperados. Por ejemplo, cómo colocar un bloque de piedra sobre el trineo para lo cual se requiere una habilidad especial. Más curioso fue lo difícil que resultaba realizar el giro de 90 grados en las esquinas de la pirámide cuando se arrastra por la rampa un bloque de tamaño medio. Si la rampa no es lo suficientemente ancha, no hay espacio para que el grupo de hombres lo empujen. Por el contrario, se comprobó que un bloque de 2 toneladas, es decir, el mismo peso que muchos de los que se utilizaron en la Gran Pirámide, puede ser arrastrado por una rampa de entre 10 y 15 grados de pendiente, por un grupo de menos de 20 hombres.

Lehner llegó a la conclusión de que la mejor manera de reproducir la Gran Pirámide era empezar reproduciendo la sociedad egipcia de época faraónica. Para él, la tecnología no era especialmente sofisticada sino que se trata de una experiencia en la clase trabajadora que se transmitía de padres a hijos durante varias generaciones.

Entran las máquinas

La última gran teoría clásica es la que habla del empleo de palancas. Esta hipótesis nace del propio testimonio de Heródoto. Uno de sus más conocidos baluartes es el ingeniero francés Peter Hodges. En la actualidad el empleo de palancas o de otra clase de maquinaria es algo casi desestimado por los científicos debido a que no nos ha llegado ningún vestigio que justifique su existencia.

No obstante, sí hay constancia de la presencia de una especie de “protopoleas”. Se trata de una cabeza estriada por la que debía de correr una cuerda en giros muy pronunciados. De esta manera evitaban que la cuerda se rompiera. Estaban realizadas en piedras duras aunque al fin y al cabo desconocemos su verdadera finalidad.

La última propuesta

La teoría más novedosa, aparecida en abril de 2007, y también la más original, ha sido lanzada por Jean-Pierre Houdin. Según este arquitecto francés, que se ha pasado los últimos siete años dándole vueltas a su propuesta, la Gran Pirámide fue construida por medio de rampas, sí, pero de dentro afuera, colocando en el interior una rampa.

La idea de Houdin sugiere que las primeras piedras de la base se colocaron con una rampa exterior. Pero pasado el primer tercio de la altura del monumento, hasta la cima se empleó una rampa interna de unos dos metros de ancho, con una inclinación del 7 por ciento. El diseño de esta rampa interna estaba condicionada por la ubicación de las salas de la pirámide dentro del monumento. Por ella se habrían transportado los bloques de los dos últimos tercios de la pirámide, piedras mucho más ligeras que los enormes bloques de granito de 50 toneladas que se pueden ver por ejemplo en la Cámara del Sarcófago. Según Houdin, estos bloques solamente se podrían haber colocado por medio de una rampa exterior.

Un estudio de microgravimetría ha demostrado que en el interior de la Gran Pirámide existen los trazos de una posible rampa interior. Su diseño se ajustó de manera precisa para no interponerse en la posición de las cámaras internas de la pirámide y los pasadizos que las unen. El único problema que reconoce Houdin es el mismo que vio Lehner a la hora de hacer girar los bloques en las esquinas de 90 grados. Sería necesario hacer esta parte más ancha para que el grupo de obreros pudiera empujar el bloque desde la parte trasera del mismo. De lo contrario, la rampa debería contar con algún tipo de grúa.

La teoría de la rampa interna ha tenido muy buena acogida en el seno de la comunidad egiptológica. Importantes investigadores en el mundo de las pirámides egipcias como el egiptólogo estadounidense Bob Brier y Rainer Stadelmann, antiguo director del Instituto Arqueológico Alemán de El Cairo, la han recibido con aprobación. Quizá nos encontremos, por fin, ante una teoría que responda a una de las grandes incógnitas de la egiptología, cómo se construyeron las pirámides. Aún así, todos parecen coincidir en que esta propuesta no es más que el primer paso. Son muchos otros los enigmas que quedan aún por responder.

© Nacho Ares 2014

http://www.nachoares.com/articulos/como-se-construyeron-las-piramides/

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