LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MASONES 2 de 2D. Santiago Río
Nosotros pensamos que Newton fue el padre de la masonería especulativa. El científico inglés es conocido por sus teorías sobre la gravitación y porque dirigía, como científico, la Casa de la Moneda de Inglaterra. Además, era un gran alquimista, saber que constituía su devoción. Pues bien, Newton, a través de otros miembros de la Royal Society, pensó en asumir la organización de las logias que quedaban y que se remontaban a los canteros (masonería operativa). Cuatro de estas logias se unieron el día de san Juan de 1717 en la Gran Logia de Inglaterra. El creador, evidentemente, nunca fue masón.
Esta sociedad comenzó a trabajar con un cierto éxito. El papa Clemente XII, y no por motivos de fe o religión, sino quizá de temporalidad, prohibió la masonería mediante una bula. Excomulgada y hereje, la propaganda fue tal que la masonería se expandió. Debo decir, por cierto, que ya no estamos excolmulgados, gracias a Juan XXIII.
En la institución empezaron a ingresar los restos de las sociedades iniciáticas que había por Europa: templarios, alquimistas, espiritistas, magos, etc. Todos ellos aportaron sus conocimientos, que quedaron reflejados en los rituales, como un cajón de sastre donde se han mezclado conocimientos diversos que están al alcance de quien desee estudiarlos.
Posteriormente ingresó la nobleza en la institución, así como más científicos. Los problemas llegaron cuando entraron los empresarios, quienes deseaban utilizar (no todos, desde luego) la institución para sus fines. Ahí empezó su desvirtuación.
Los requisitos para ser masón son muy sencillos: ser mayor de edad, libre (con todo lo que ello implica) y de buenas costumbres. Son precisos, además, ciertos conocimientos intelectuales para entender el mundo complicado que encierra.
Las diferencias entre los masones y las religiones son grandes. La célula madre de la masonería es la logia, reunión soberana de hermanos maestros (siete como mínimo) que se junta para trabajar. La obediencia del país correspondiente la reconoce, la logia tiene autonomía propia y las divergencias entre logias pueden ser grandes en cuanto a los conocimientos, algo que no sucede, en cambio, en la Iglesia. En efecto, la normativa aplicable a dos mil millones de personas debe ser homogénea para que a todos se les apliquen las mismas normas, algo que no sucede en la masonería. Hay logias cuya forma de trabajo y conocimiento avanza mucho, mientras que en otras no sucede así.
La relación de la masonería con algunos países es curiosa. Los ingleses se apoyaron en la masonería para sustentar la Commonwealth. Asimismo, la masonería funciona en Cuba, donde cuenta con unos cincuenta mil miembros. Cuando Fidel Castro se hizo con el poder, aparte de descubrir que José Martí y algunos de los que le habían ayudado eran masones, se dio cuenta de que la única organización viva en la isla eran las logias masónicas, por lo que le interesó su funcionamiento. Como se puede comprender, está domesticada por el régimen, y las actas de las reuniones son conocidas por el aparato castrista; no obstante, el día en que falte el dictador, es posible que se produzca una explosión de la masonería en Cuba.
También es interesante detenerse, aunque sea brevemente, en la relación de la masonería con las mujeres. La Gran Logia de Inglaterra no las admite, pero hay otras obediencias mixtas e, incluso, femeninas, en las cuales ha habido mujeres brillantísimas. Pienso, por ejemplo, en la arpista catalana Clotilde Cerdá, hija de Ildelfonso Cerdá, arquitecto del Ensanche barcelonés. Por cierto, en España jamás decimos, por prudencia, si alguien es masón, salvo que lo autorice. La Vanguardia ha publicado recientemente, por ejemplo, que Caterina Mieras, consejera de Cultura de la Generalitat, es masona.
La situación actual de la masonería española es diferente de la vivida en otros países cercanos. Tras la dictadura, no fuimos legalizados -como lo fue, por ejemplo, el Partido Comunista de España-. La petición fue denegada por Martín Villa. Ruiz Jiménez defendió nuestro caso, y el Tribunal Supremo nos dio, finalmente, la razón. En los últimos veintitrés años, la trayectoria es la siguiente. Inicialmente salimos "domesticados", y aquello fue un fracaso: éramos pobres, pocos y mal avenidos. Teníamos graves problemas, discusiones, hermanos mayores que habían regresado del exilio...; España había cambiado, las visiones eran diferentes y otros hermanos, como yo, nos habíamos iniciado en el exterior. Actualmente somos unos tres mil, cuando en un elemental examen prospectivo deberíamos llegar a los cincuenta mil para equipararnos con otros países. En los últimos años nos hemos centrado, y nos encontrado lentamente a nosotros mismos.
En España, la masonería entró en 1728, cuando en Madrid se creó una logia por los ingleses, concretamente por el duque de Wharton, enterrado en Poblet. Sus vicisitudes a lo largo de los años son conocidas. Con Carlos III y con Napoleón funcionó bien, pero fatal con Fernando VII. Las Cortes de Cádiz le fueron propicias, así como la I República (Figueras, Salmerón y Castelar eran masones). Nos fue achacada la pérdida de las colonias, cosa en la que no creo, y con Primo de Rivera fue tolerada. La II República supuso un momento importante, con ministros y diputados masones en las Cortes... En definitiva, cuando el sistema ha sido liberal, la masonería ha funcionado bien en España, pero, cuando ha sido cerrado y arcaico, no ha resultado así.
En cuanto a la situación actual, y a pesar del aletargamiento, hemos notado que en los dos últimos años se acerca a nosotros mucha gente; son números a los que no estamos acostumbrados. Desconocemos los motivos del fenómeno, por supuesto. Puede deberse a alguna novela histórica exitosa o, quizá, a una película taquillera. Desde luego, es indudable que la situación política nos es favorable (el presidente del Gobierno ha reconocido que su abuelo era masón); además, la juventud no encuentra dónde aparcar para decir algo.
En cuanto a nuestro patrimonio -y salvo el reconocimiento moral, realizado por el Parlamento de Cataluña hace unos años, de que la masonería había ayudado en el campo de las relaciones humanas-, no hemos recibido ningún desagravio moral ni económico. Cuando Felipe González ganó las elecciones, la masonería reclamó su patrimonio, pero nadie hizo caso. Hace más o menos un año, ERC (partido de tradición masona entre sus creadores) presentó una proposición no de ley a las Cortes para que se reconociera nuestro patrimonio. Dicha proposición fue transformada por este partido en de ley, junto con otras cuestiones, a nuestro juicio, quizá fuera de sitio. En el mes de febrero de este año debía votarse si este asunto se admitía a discusión en las Cortes. No se admitió, pero el PSOE se comprometió a presentar, antes de junio, este proyecto ante las Cortes.
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