La batalla de Qadesh
Por Jordi Galofré Diví
Qadesh es especial por algo. No fue la primera batalla, ni la más grande, ni la más sangrienta, pero fue la primera guerra documentada, y no solo eso, también es la primera guerra manipulada a posterior por el poder (que sepamos, claro). La que se considera última gran batalla de la edad de Bronce, nos ha llegado conservada gracias a tres documentos de excepción: El Poema de Pentaur, relato lírico hecho por los escribas del Faraón, el “Informe” militar, gravado en los bajorrelieves de numerosos templos (acompañando el poema), de los que hoy se conservan en el templo de Ramsés II o Rameseum, Luxor, Abidos, Abu Simbel y Karnak y finalmente, en el documento que formalizó la tregua entre los dos monarcas: el primer tratado de paz conservado hasta hoy. Sabemos que los relatos de la batalla fueron exagerados y manipulados pero aun así es la primera vez que el relato de la batalla está completo, de manera que se puede ver la formación de las unidades, el armamento y hasta la táctica de la batalla.
Según los textos el faraón consiguió una gran victoria, aplastando por inspiración divina y casi en solitario la superioridad numérica enemiga. ¿Pero fue realmente así? Como habréis adivinado, uno de los contrincantes fue un faraón, concretamente Ramses II, líder divino del poderoso Egipto, que se enfrentó a Muwatalli de Hatti, rey hitita, y líder de una coalición de tribus, por el control de lo que hoy conocemos como Próximo Oriente. La fecha de dicha batalla es incierta, pero las más aceptada la sitúa en verano de 1274 a. C..
La rivalidad entre hititas (asentados en Anatolia) y egipcios ya duraba varios siglos, y se centraba en el territorio que los separaba: Siria y Palestina. Qadesh era una ciudad fronteriza, y pasó de unas manos a otras a lo largo de varios siglos .De hecho, perder y recuperar enclaves en estos territorios se convirtió en una constante durante el Imperio Nuevo (a partir de la reunificación de Egipto en 1550 a. C) sobretodo porque algunos faraones descuidaban su política exterior, permitiendo la expansión hitita y obligando a los faraones más belicosos a recuperar los territorios perdidos. Este fue el caso de Ramsés II. Según la mayoría de historiadores, estas contiendas tenían por objetivo el control de las rutas comerciales, los amplios recursos económicos de la zona y la situación estratégica del territorio. La batalla de Qadesh fue sólo una más de las que asolaron la región, ya que Ramsés II tenía la obligación de recuperar la ciudad que fue anexionada a su padre Sethi I por el propio Muwatalli de Hatti. En este contexto, un joven faraón de veinte años y su ejército partieron de la ciudad de Delta Per-Ramsés con destino a Amurru y sus aliados naharinos. Un mes de marcha más tarde y llegaron a las inmediaciones de Qadesh.
Contendientes
El ejército egipcio estaba compuesto por cuatro divisiones con nombres divinos (Amón, Ra, Ptah y Set) y un contingente de aliados naharinos. Cada división constaba de 5.000 hombres comandados por un general, divididos en unidades de 250 hombres bajo las órdenes de un comandante. Cada unidad se dividía a su vez en cinco secciones de 50 hombres comandadas por un “jefe de los cincuenta”. Gran parte del ejército era profesional, y el resto levas entre la población. Estas divisiones agrupaban arqueros, infantería y carros. El infante de a pie utilizaba una amplia gama de armas (espadas, hachas dobles, mazas, kepesh…) y se protegían con escudos y cascos de cuero tachonado. Solo los oficiales se podían permitir armaduras de bronce.
Las fuerzas de la coalición hitita eran muy heterogéneas, formadas por los propios hititas, y una coalición de dárdanos, micios, pedacios y licios entre otros. Era un ejército poco disciplinado, con un armamento similar al egipcio, pero sin su organización ni profesionalidad, a excepción de los 2.500 carros de guerra hititas. Los carros fueron un elemento básico en los principales ejércitos de la época, y dos superpotencias como Egipto y el Imperio Hitita no podían ser menos. Los carros egipcios eran ligeros y rápidos, ideales para rodear al enemigo y hostigarle con flechas y jabalinas sin mucho riesgo de ser atrapados. Un auriga conducía, mientras su noble propietario disparaba al enemigo. Por el contrario los carros hititas eran más pesados y lentos, perfectos para estrellarse contra las unidades enemigas y romper su formación, y al ser más grandes a parte del conductor había dos guerreros más. Se calcula que ambos ejércitos rondaban los 20.000 hombres cada uno, aunque si hacemos caso al relato egipcio, las fuerzas hititas subían hasta los 30.000
La Batalla
Qadesh estaba situada entre el río Orontes y un pequeño torrente, sus habitantes habían construido un canal que los unía haciendo de la ciudad una plaza de difícil conquista. Tras capturar a beduinos de la zona, Ramses se informó de la situación del enemigo y decidió montar su campamento un poco alejado de la ciudad, hacia el norte, protegido solo por la división de Amón. Las otras tres se acercarían por el sur. El confiado y divino faraón no podía ni imaginar que alguien tuviera la insolencia de engañarle. Pero así fue. Los hititas estaban mucho más cerca y esperándole. Los dos soldados se habían dejado capturar y mintieron deliberadamente al faraón para hacerlo caer en la trampa. Ramses se confió y cayó de lleno.
Mientras Ramses flanqueaba la ciudad por un lado, los hititas estaban esperando en el otro. Esperaron a que el faraón y la división Amón cruzaran el río y montaran su campamento. Entretanto los falsos beduinos de la zona por los que se habían hecho pasar los espías hititas confesaron la distancia real de su ejército, a unos tres quilómetros. Ante estas terribles noticias el faraón dio orden de que las divisiones atrasadas avanzaran a marchas forzadas para unirse a su soberano: en el campamento egipcio se encontraban el faraón y la división Amón, y acercándose rápidamente la división Ra. Más lejos la división Path y la Set, difícilmente podrían llegar a tiempo.
De repente entre 250 y 500 carros hititas se lanzaron sobre la división Ra, que fue desbordada y en gran parte aniquilada u obligada a huir. Los carros supervivientes de Ra se unieron a Amón y empezaron a dar círculos para intentar proteger el campamento del faraón. Los hititas atacaron el campamento por tres flancos y tras una dura resistencia lograron superar las defensas egipcias y obligaron a los carros egipcios a huir, dejando al faraón solo, con los restos diezmados de Amón.
De momento Mutawalli solo había utilizado una parte de sus 2.000/2.500 carros de guerra y había conseguido destrozar una división entera (la Ra) y tenía cercado a Ramses y los supervivientes de Amón. La victoria parecía segura, pero tres factores harían cambiar las cosas. Para empezar, un epic failen toda regla: el rey hitita no utilizó su numerosa infantería (18.000/20.000 hombres) para aplastar lo que quedaba de los egipcios, y así esperar descansados y en superioridad numérica las dos divisiones egipcias que se acercaban. El segundo factor, bastante recurrente en la historia militar como veremos, fue el saqueo precipitado. Los aurigas hititas que combatían se dedicaron a saquear el campamento en vez de asegurar la victoria, cargaron demasiado los carros haciéndolos más pesados y lentos y permitieron a Ramses organizar lo que quedaba de su ejército para una última y desesperada carga contra el enemigo. Según los bajorrelieves y el poema de Pentaur, fue en este momento cuando por obra y gracia divinas, el faraón se cargó él solito la vanguardia (y más) del ejército hitita. No quiero menospreciar el valor del faraón, pero eso no fue así. Simplemente el tercer factor decisivo de la batalla se puso en marcha. La desesperada carga del faraón y sus hombres tuvo éxito precisamente cuando la división Ptah (Seth no llegó a combatir), los supervivientes reagrupados de la Ra y el contingente de aliados naharinos llegaban a toda prisa para socorrerlos, echando los carros hititas al otro lado del río.
El rey Muwatalli lo volvió a intentar con los carros que le quedaban pero las fuerzas egipcias se habían organizado al otro lado del río Orontes y la ofensiva fracasó. La batalla había terminado, los hititas se retiraron hacia Qadesh y los egipcios se dedicaron a acabar con las tropas desperdigadas por los bordes del río y a reconquistar su campamento. Muwatalli, comprendiendo perfectamente la situación, evitó usar su infantería. Había esperado demasiado y ahora sería un suicidio intentar cruzar un vado lleno de cadáveres aliados para atacar a los defensores egipcios, que les recibirían sin duda con una lluvia de flechas. Había perdido gran parte de sus carros, pero conservaba 20.000 hombres para defender la ciudad de Qadesh, y sabía perfectamente que Ramses no podría tomarla ni asediarla con las fuerzas que le quedaron. Así la primera batalla documentada de la historia quedó en tablas según muchos expertos.
Personalmente creo que fue un empate, pues no hubo un claro vencedor, pero por puntos ganaría Mutawalli sin duda alguna. No solo abortó la expansión egipcia, sino que conservó sus territorios, conquisto Amurru después y consiguió un duradero acuerdo de paz con Egipto. Por su lado, Ramses sobrevivió casi de milagro a la batalla, y volvió a casa sin haber conseguido sus objetivos y con unos trofeos de guerra tranquilamente calificables como pobres. Aun así, convirtió este empate–derrota en su gran victoria personal, y pasó el resto de sus años en paz dedicado a la política del país, reformando la administración, el ejército… y adoptando también una política de construcciones y obras públicas que a la larga arruinarían las arcas del estado. Por su parte, a los hititas nos les fue mucho mejor. Unos 100 años -aprox.- después de esta batalla, el Imperio Hitita desapareció por culpa de la brutal invasión de los pueblos del mar. Al menos esto sirvió para dar a conocer a -casi- todo el mundo un conocimiento tecnológico reciente y guardado muy muy en secreto que habría dado una inmensa superioridad al Imperio Hitita y quizás cambiado el rumbo de la humanidad mediterránea y del Próximo y Medio Oriente: el hierro… o mejor dicho, las armas de hierro.
En resumen, la primera batalla registrada (y que haya llegado íntegra hasta hoy) no tuvo un claro ganador, se mantuvo la situación anterior al conflicto y confirmó la igualdad de poder entre los dos principales estados del momento, algo que ya se podía intuir. En definitiva, esta batalla no sirvió de nada, y si no fuera porque es la primera que nos ha llegado hasta nuestros días, pasaría desapercibida, siendo otra más de la innumerable batalla que asolaron esa conflictiva región.
https://factoriahistorica.wordpress.com/2011/03/05/la-batalla-de-qadesh%E2%80%8F/
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