LA MASONERÍA ESPECULATIVA
Agustín Celis
La Era de la masonería operativa queda comprendida desde la Alta Edad Media hasta el siglo XVII, momento en el que se empiezan a introducir en las cofradías o gremios de masones muchas personas completamente ajenas al arte de construir y que, adoptando sus fórmulas y sus símbolos, vinieron a constituir otras sociedades cuya historia pertenece ya a lo que se llama francmasonería moderna, y no a las corporaciones de masones o albañiles. Son los denominados “masones aceptados”, que eran normalmente personajes de la alta sociedad que financiaban económicamente a los gremios o les prestaban alguna clase de ayuda.
En un principio, en las logias masónicas convivieron profesionales de la piedra con estos nuevos masones adoptados, pero a medida que dejaron de construirse las grandes catedrales, los masones originarios fueron eclipsados por estos otros, completamente intrusos en el arte de erigir edificios. A esto contribuyó también la aparición de las primeras Academias de Arquitectura, que relegaron a un segundo plano el sistema de aprendizaje de los gremios medievales. En el momento en el que cayó en el desprestigio o en el olvido la transmisión oral de los secretos del Arte, que preservaba el monopolio profesional, la masonería operativa llegó a su fin. Sencillamente, ya no hacían falta los gremios de masones que mantenían vigentes los secretos de la construcción, ahora difundidos por las distintas universidades y academias. De modo paulatino, los profesionales de la construcción fueron dejando paso a los nuevos masones que se sentían atraídos, únicamente, por sus fórmulas externas, es decir, por la simbología y las ceremonias de la masonería operativa, operándose una curiosa metamorfosis de la que surgió la masonería actual, de carácter especulativo, cuya finalidad ya no será la construcción de edificios sino la construcción moral del hombre. En el año 1703, la logia San Pablo de Londres decretaba lo siguiente:
“Los privilegios de la masonería no serán, en lo sucesivo, patrimonio exclusivo de los masones constructores; cualquier otra persona, aunque sea de diferente profesión, tendrá derecho a optar a ellos, con tal que sea regularmente aprobada e iniciada en la orden”.
Pero el momento clave de esta evolución se sitúa en el año 1717, cuando cuatro logias de Londres, exclusivamente formadas por masones aceptados, constituyeron el 24 de junio, durante la festividad de San Juan de verano, La Gran Logia de Londres, que luego pasaría a llamarse Gran Logia de Inglaterra al aglutinar la obediencia de otras muchas logias y talleres de todo el Reino Unido.
A partir de este momento, la masonería será considerada una institución de carácter moral, con una finalidad ética, basada en las reglas tradicionales de la masonería operativa, de la que recogieron todo el instrumental simbólico, el lenguaje, los emblemas, los atributos y los ritos básicos, a todo lo cual le van a dar un sentido espiritual.
Así pues, y llegado a este punto, la pregunta resulta ineludible: ¿Qué es la masonería?
Para responder a esta difícil cuestión, primero hay que tener en cuenta que la masonería especulativa tiene ahora tres siglos de historia, y que en estos trescientos años ha habido, como es inevitable que ocurra en todo lo que adquiere una gran difusión, una enorme cantidad de adulteraciones, desvíos, errores, cismas y heterodoxias, y que a todo eso también se le llama “masonería”. Por tanto, conviene mantener una actitud a medio camino entre la prudencia y la incredulidad, porque ya desde los inicios de la masonería especulativa en el siglo XVIII, la opinión de los más conspicuos masones sobre la doctrina que profesan plantea numerosas dudas.
No obstante, y para ser justos, de entre las muchas definiciones a las que se podría recurrir para precisar lo que es la masonería, he seleccionado la que aparece en el quinto volumen del Diccionario Enciclopédico de la Masonería, en el bloque titulado “Nociones Generales sobre la Francmasonería”. La cita va a ser larga, pero merece la pena. Me limito a exponerla. Juzguen ustedes. Dice así:
“La Francmasonería, institución fundada sobre los principios de la Ley natural, lleva impreso un sello de antigüedad tan remota, e irradia un espíritu de filosofía y de moral tan puros, que le dan una gran importancia social y le aseguran además el respeto y la veneración de todos los pueblos de la tierra.
Su genio, que ha tenido siempre el instinto de lo Verdadero, la elevó hasta el descubrimiento de la Verdad y la condujo al reconocimiento de un Ser Supremo.
La creencia en un Dios único, el amor a la Humanidad y la Fraternidad universal, que son las bases fundamentales de su doctrina, han sido manantial fecundo de beneficios para sus adeptos y para la Sociedad de que éstos forman parte.
En sus templos se aprende a amar y a respetar todo lo que la Virtud y la Sabiduría consagran.
Espíritu de la Libertad y esencia del Progreso, anatematiza el Despotismo; y lejos de pretender invadir y dominar, trabaja incesantemente para unir a la especie humana por los lazos de Amor fraternal, y para que se extiendan por todos los ámbitos de la tierra las corrientes de la Tolerancia y de dulce simpatía en que ella se inspira.
Conteniendo en sí todo cuanto es necesario para formar al hombre social, dotándolo de todas las altas condiciones de Moralidad, de Instrucciones y de Independencia, que son los principales atributos de su naturaleza, marcha a la cabeza de la civilización para dirigir y activar el movimiento propagador de las luces, armonizando su acción con el espíritu de los tiempos.
En este concepto, la Francmasonería, según la definición oficial universalmente aceptada, y contenida en los códigos de las principales potencias y autoridades masónicas del mundo, es una Institución de fraternidad universal esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, que proclama la existencia de un principio creador, bajo el nombre de Gran Arquitecto del Universo, y tiene por principios fundamentales la tolerancia mutua, el respeto de sí mismo y de los demás, y la libertad absoluta del pensamiento y de la conciencia. Por tanto, está abierta a los hombres de todas las razas y de todas las nacionalidades, cualesquiera sean sus opiniones y creencias, con tal que sean libres y de buenas costumbres.
Tiene por objeto la investigación de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad; trabajar por el mejoramiento material y moral y por el perfeccionamiento intelectual y social de la humanidad; hacer extensivo a todos los hombres los lazos fraternales que unen a los Francmasones sobre toda la superficie del globo y luchar incesantemente contra la ignorancia, bajo cualquier forma se presente. `Es una escuela mutua, según se contiene en un notable documento oficial, cuyo programa se resume así: practicar la justicia; amar a sus semejantes; trabajar incesantemente para el bienestar de la humanidad y procurar alcanzar por medios pacíficos y progresivos su emancipación'.
La Francmasonería honra y dignifica el trabajo y lo considera como uno de los deberes más esenciales del hombre; por esto proscribe la ociosidad voluntaria y da a sus miembros el título de Obreros.
De esta definición se deduce claramente, que la Francmasonería es una institución nacida para combatir con las armas de la persuasión y por la fuerza moral del buen ejemplo, todo lo que atente al progreso de la razón y al espíritu de la confraternidad universal. En esta fuerza moral, que sólo se adquiere por la virtud, que es la única que la opinión reconoce como legítima, y que la conciencia de los pueblos consagra en el código de las naciones, considerándola como agente supremo del poder soberano, cifra la Francmasonería su mayor gloria; y a ella es deudora de los grandes triunfos que con tanta justicia la han colocado como la primera, al frente de todas las grandes instituciones nacidas del amor a la humanidad y del interés por el bienestar de los pueblos.
Por esto debemos definirla, en conclusión, diciendo, que es la ciencia del progreso moral; y resumir su acción social en estos dos grandes atributos de la inteligencia: Luz y Verdad.
Ilustrar a los hombres cimentando su instrucción en ideas sólidas y positivas y sobre los principios de la ley natural; convencerlos por la persuasión, y enseñarlos con el buen ejemplo, es conducirlos por la fuerza de la razón, a un régimen de orden y de simpatía, y a un estado de paz y bienestar duradero y envidiable.
Estos son los principios y los fines de la Francmasonería”.
Después de leer estas hermosas palabras, cualquier persona con sentido común podría preguntarse: ¿por qué, entonces, ha sido y sigue siendo tan duramente denostada? ¿Por qué está continuamente bajo sospecha, al menos en España? ¿Por qué se dice que es una secta satánica, gnóstica, impía, anticristiana, etc.? ¿Por qué se la considera una sociedad de carácter político? Y otras tantas que resultaría ocioso enunciar aquí y ahora.
Algunas de esas cuestiones irán surgiendo a lo largo del libro e intentaremos resolverlas con mayor o menos fortuna. Pero antes de nada, conviene reparar en el hecho de que esta definición se refiere a una masonería genérica, de altos vuelos, y que junto a ésta han ido surgiendo otras muchas masonerías, como resultado de los infinitos cismas y adulteraciones a los que nos referimos antes; de modo que no se puede hablar de una única masonería, sino de muchas masonerías. Como dije, el tema es amplio y complejo, y sobrepasa los propósitos de este libro, planteado como una serie de sucesivas aproximaciones al tema de los masones, ni a favor ni en contra, pues somos independientes y a nadie debemos vasallaje.
Como simple curiosidad, nombraré sólo algunas de estas otras masonerías para que ustedes sepan que hay también una masonería Alta y una Pequeña, y hasta una masonería Roja y otra Azul y otra Blanca, relacionada con los grados masónicos. Existe una masonería Evangélica que tiene por objeto la propagación del Evangelio; y existe otra denominada Montaraz o de los Bosques, que supuestamente data de la más remota antigüedad y que pretende el capricho de que los “hermanos” masones se ayuden y protejan en las vastas soledades de los montes y las selvas. Hay una masonería de Adopción, a la que pueden acudir las señoras que se sientan discriminadas por no poder tener acceso a las logias “machistas” que sólo aceptan a los hombres; y también una masonería Adonhiramita, invención absolutamente misteriosa de un tal barón Tschoudy. Pero sin duda la más sugerente es la masonería Oculta, a cuya definición, encontrada en el fundamental Diccionario Enciclopédico de la Masonería, no me puedo resistir:
“Nombre de la Masonería filosófica que deriva directamente de los grandes principios y misterios de los tiempos y sabios de la Antigüedad. Forman su esencia y estudio el poder de los números según Pitágoras, la Filosofía secreta de Enrique Cornelio Agrippa, los principios de la filosofía racional de Cardan, el sistema filosófico y médico de Paracelso, de la Iatricia, las teorías de Francisco Antonio Mesmer sobre la teoría de la Armonía Universal, el Magnetismo, Sonambulismo, Taumaturgia, Fisiología, Frenología, las Interpretaciones filosóficas y el estudio del mundo sideral en sus relaciones con la vida humana”.
Casi nada. Del tal Francisco Antonio Mesmer tendré ocasión de hablar en el capítulo que he titulado Tres charlatanes y un iluminado. Menudo pájaro.
http://www.agustincelis.com/id62.htm
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