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domingo, 6 de agosto de 2017

El Maestro Hiram

El Maestro Hiram

El Maestro Hiram es uno de los temas más difíciles de la Masonería; porque detrás de él se encuentra una Personalidad, una Historia y un Misterio.

Las fuentes que poseemos para conocerlo no son abundantes, pero habría tenido existencia real en los tiempos antiguos. La Biblia, con algunas discordancias según los pasajes, nos relata que Hiram rey de la ciudad-estado fenicia de Tiro (que no hay que confundir con el Maestro Hiram) le envió para ayudar a Salomón en la construcción del Templo de Jerusalem a Hiram o Hiram-Abí, hijo de una viuda de Neftalí (a este origen materno se afilia la tradición Masónica o de la Tribu de Dan, pero cuyo padre era de Tiro (1 Re. 7:13; 2 Ch. 2:12), lo que muestra que participaba de un origen común a Tiro e Israel, que mantenían buenas relaciones e intercambio en tiempos de Hiram Rey de Tiro y David y Salomón, según relatan los Textos Sagrados.

Para Flavio Josefo, Hiram era de madre de la Tribu de Neftalí y su padre se llamaba Uría, de raza israelita (Ant. Jud. VIII,III,76), atribuyéndole así un origen enteramente judío.

La Biblia caracteriza a Hiram como una persona llena de Sabiduría, conocimiento y habilidad para trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra, la madera, la púrpura, el jacinto, el lino y la escarlata, y para grabar toda suerte de figuras (1 Re. 7:13-14 y 2 Ch. 2:12-13), por lo que revela su total idoneidad para ejecutar cualquier trabajo que estuviera relacionado con la construcción o adorno del Templo. Por ejemplo, Flavio Josefo destaca que Hiram era un artesano “experto en todo trabajo” (Ant. Jud. VIII,III,76). Nuestro personaje fue conceptuado pues como hábil edificador y artífice, aunque alguien ha destacado que Hiram era más artista que constructor o arquitecto. A Hiram también se atribuye la creación de los Mares de Bronce para el adorno el adorno del Templo y la confección de los instrumentos del culto (1 Re. 7:23-50 y 2 Ch. Caps. 3 y 4).

También se expresa que formó las Columnas J y B (1 Re. 7:15-22; 2 Ch. 3:15-17). Nada más dice la Biblia sobre Hiram. Es de destacar que el “Hiram” se escribe distinto según los pasajes bíblicos en el original hebreo. 1 Re. 5:24 y 32 refiriéndose a Hiram de Tiro lo escribe como “Hirom” y 2 Ch. 2:12; 4:11 y 4:16 lo hace como “Huram” al que adosa “Abí” (“Huram Abí” -“Abí”, en hebreo “mi padre”-) en 2 Ch. 2:12 o “Abío” (“su padre”) en 2 Ch. 4:16. Vemos así que hay cinco formas para nombrar el nombre del Maest., a saber: “Hiram” (o “Chiram” según algunos MMas., “Hirom”, “Huram”, “Huram-Abí” (“Abif” o “Abiff” dicen los anglosajones) o “Huram Abío”. Como puede verse, la alusión bíblica a Hiram, que no es más que breve e incidental dentro del Libro Sagrado, muestra puntos de díficil dilucidación desde el punto de vista de la comprensión histórica y de la exégesis literaria.

Resulta curioso cómo este oscuro personaje bíblico es quizá el principal personaje de la Masonería, lo que se debe sin lugar a dudas a una tradición que la Orden ha recibido de fuentes filosóficas de las cuales se ha nutrido. Es más, en los antiguos documentos de la Obediencia relativos a la Construcción del Templo el Arquitecto es individualizado con nombres varios, con abreviaturas que abren a la especulación, o se oculta bajo puntos suspensivos, y recién el nombre de Hiram o Hiram Abí aparece por los siglos XVII y XVIII (Manuscrito Inigo Jones, Constitución de Anderson). La llamada “Leyenda de Hiram” encuentra orígenes en enseñanzas rabínicas de la Edad Media (que influyó en la base ideológica de la Obediencia, aunque no falta quien la retrotraiga a la época de la construcción del Templo de Jerusalem (siglo X A.C.) o la haga perder en los más remotos tiempos de la Humanidad, pero resulta claro que este relato nos proporciona las principales pautas para conocer a Hiram, cuyo nombre podría descomponerse en las palabras hebreas “Hay” (“Vida”) y “Ram” (“alto”, “elevado”).

Es en la Masonería que el Hiram-artesano bíblico se solidifica como Hiram-arquitecto. Según Brett ya había una tradición de caracterizar a Hiram como constructor cuya fuente sería un escritor judeohelenístico llamado Eupolemo (ca. 150 A.C.) y recoge Eusebio (S. IV D.C.). Pero de todos modos, llamará la atención que el Gran Héroe de la Masonería sea un hombre de trabajo (artesano, constructor o arquitecto). La tradición esotérica considera a Hiram como un descendiente o Hijo de Caín, que según la Leyenda es hijo de Eva y del demonio Samael, a quien Dios lo apartó de Eva y por éso a Caín se lo conoce como el primer “Hijo de la Viuda” (nombre con el que también se conoce hoy a los Maestros., cuyo descendiente fue Tubalcaín que forjaba los metales (Gen. 4:22), y ya vimos que Hiram era hijo de una mujer viuda israelita y también artesano en metales, por lo que estaba gobernado por el elemento de la Industria, que es el Fuego.

La Masonería considera a Hiram no sólo como un habilísimo trabajador sino como una persona dotada de Sabiduría y Bondad espiritual, por lo que une a la perfección operativa la perfección anímica.

Leyenda de Hiram

La Leyenda de Hiram es por todos conocida, aunque posee diversas variaciones según los Grandes Ritos o versiones, la cual se resume así: Hiram (al que se ha confundido o dado equivocadamente el sobrenombre de “Adonhiram”), Hijo de una Viuda de la Tribu israelita de Neftalí y de un tirio llamado “Ur” (en hebreo “´or” es “Luz”, por eso también Hiram es “Hijo de la Luz”) dirigía por encargo del Rey Salomón las obras de la construcción del Templo de Jerusalem para lo que organizó a 30.000 leñadores y en la construcción a 70.000 que cortaban las piedras, 80.000 que las pulían y daban forma, y 3.300 que perfeccionaban las piedras ya trabajadas (Flavio Josefo, Ant. Jud. VIII, III, 59). 1 Re. 5:15/29 y 5:16/30 más 2 Ch. 2:17 hablan de setenta mil hombres para el transporte, ochenta mil cortadores en el monte (de canteras) y 3.330 principales jefes para mandar a los grupos de trabajadores. Hiram los dividió por su habilidad en Aprendices, Compañeros y Maestros, uniendo a trabajadores israelitas y tirios en una Fraternidad común. Los primeros recibían su salario en la Columna B, los segundos en la Columna J y los terceros en la Camara del Medio, y a todos comandaba por la Palabra y Signo. 

Un día que Hiram concurre a la Cámara del Medio a orar, tres atrevidos Compañeros que la versión del Tercer Grado conoce como Jubelaz, Jubeloz y Jubelum (aunque en otras versiones se los conoce como Hobbhen, Sterké y Austerfluth) y que personifican a la Mentira, la Ignorancia y la Ambición, luego de intentar arrancarle la Palabra y Signo de Maestro por la fuerza del lado del mediodía y Occidente del Templo lo matan por el Oriente y escapan por el Norte con el cadáver de Hiram, al cual entierran en una Tumba. Tras afanosa búsqueda y preocupados por la pérdida de su Maestro y de la Palabra, la cual Hiram era el depositario, un discípulo encuentra el túmulo y no pueden levantarlo debido a que el avanzado estado de descomposición les impedía hacerlo sin que se fragmentara.

Luego de ir a buscar ayuda para proseguir la tarea de recuperación del cuerpo, se encuentran con que Hiram había resucitado, iniciando una era de Armonía, siendo los conspiradores condenados a la execración. En otras versiones de la Leyenda el cadáver de Hiram es enterrado en la Logia cerca del Templo o en el mismo Templo grabándose una placa triangular de oro con el Nombre Sagrado y se consignó en lugar secreto del Templo una medalla con la Palabra Divina, mientras sus Asesinos fueron descubiertos y condenados a muerte. Existe una Leyenda de Hiram conocida como la “Leyenda del Mar de Bronce”.

Un día que Hiram se encontraba vigilando los trabajos de confección de adornos para el Templo y los objetos de culto se produce una tremenda explosión al mezclarse el Bronce fundido del Mar con el Agua que habían puesto unos discípulos en la pila que recibía la aleación incandescente. Desde el centro del bramante fuego Hiram oye la voz de Tubalcaín que le invita a sumergirse dentro del Mar de Bronce, a través del cual y luego de pasar por nueve capas Hiram llega al Centro de la Tierra. 

Allí se ve cara a cara con Caín que le da una Nueva Palabra y un Nuevo Martillo para lograr una correcta mezcla entre Agua y fuego. Al volver Hiram a la Tierra lo matan sus asesinos, encontrando sus discípulos a su Muerte el disco o medalla que ocultaron como se ha dicho. Tan confusas como las fuentes bíblicas son las versiones de las Leyendas masónicas sobre Hiram (sobre todo cuando en unas resucita y en otras permanece muerto), de lo cual esto es un extracto de las versiones más autorizadas.
Hasta ahora hemos tratado a Hiram como Personalidad (un hábil constructor y artesano de gran Sabiduría, Habilidad y Elevado Espíritu, o como dice el Ritual de Tercer Grado, un Maestro bueno, justo y perfecto). También hemos conocido su Historia, documentada en la Biblia y conocida por la tradición de las Leyendas de Hiram o del Tercer Grado y del Mar de Bronce. Resta entonces descubrir cuál es el Misterio que rodea a este Hombre que ha sido tomado por algunos como el fundador de la Masonería.

Hiram tiene que descender a las profundidades de la Tierra para obtener el Martillo y la Palabra. Hiram también muere para resucitar, o para significar la pérdida de la Palabra que debe privarse a los indignos. Recordar la Tumba de Hiram y reflexionar en ella nos invita a pensar en el Misterio de la Muerte y de la nuestra propia, porque nosotros también somos como Hiram; es la Lección de la Muerte, amarga pero necesaria ya que sobran filosofías sobre la Vida pero son huecas si no van acompañadas de una filosofía sobre la Muerte, y se relaciona con una antigua doctrina esotérica conocida como “Afanismo”. Pero en la Masonería la Muerte tiene un sentido positivo porque es una etapa de un proceso de transformación física y también espiritual, por eso Hiram luego de hundirse en la profundidad de la Tierra o de sufrir los fenómenos del deceso “resucita”.

Así la Semilla debe morir, sepultándose en la Tierra para nacer transformándose en la Planta que dará copioso fruto, y la Muerte de Hiram es el precio necesario para ocultar la Palabra de los indignos, que sólo será recuperada por los verdaderos Maestros cuando Hiram resucite. 

Hiram es la víctima inocente de un crimen cruel que se abomina cuando más se comprende la Pulcritud de virtudes y Sabiduría que formaban el metal del Maestro y cuando se rememora que se hizo a través de un proceso de sufrimiento por las previas sevicias en las Puertas del Mediodía y Occidente del Templo, lo que recuerda otros crímenes como el de Abel por Caín, el de Osiris por Set o Tifón, y el de Jesús por el pueblo judío. Pero a la vez, era su tormento y muerte la Prueba que debía sufrir Hiram para saber con qué fidelidad mantenía la reserva de la Palabra, y la Resurrección es su Premio de Glorificación.

El Maestro no debe limitarse a ser un espectador del proceso de la Tumba de Hiram o un conocedor de su Muerte, sino que debe “vivirla” o sentir la Muerte del Maestro dentro de sí., o de lo contrario el “Drama de Hiram” sería un conjunto de pintorescas Leyendas sin contenido aplicable al Drama de nuestra Vida, donde la Muerte es tan sólo un aspecto. 

Durante nuestra existencia “morimos” en los sufrimientos constantes del duro vivir, pero la carga se hace más liviana cuando recordamos que la Leyenda de Hiram nos muestra que la Tribulación y el Error son un proceso necesario para mejorar y revalorar lo que tenemos, y que de sus aspectos negativos debemos extraer una enseñanza positiva para redimensionarnos. El Hombre tiene vocación para la Felicidad y para Evolucionar, como Hiram para la Resurrección.

Desde el punto de vista alegórico filosófico, en tiempos donde predomina la Pasión, Hiram aparece como Guía no sólo operativo sino espiritual de Hombres que a través del Esfuerzo realizan su Vida, integrando las vivencias del Mundo Físico con las del Mundo Espiritual.

Porque la Tierra es un campo de enseñanza y de experiencia para perfeccionar el Alma, por eso su Muerte origina el malestar al perderse la línea de la Razón Eterna, la Ciencia, la Naturaleza, la Justicia y la Virtud resumida en una Palabra Clave cuyo conocimiento, por su gran Poder Transformador, sólo puede ser conocida por pocos y preservada frente a aquellos que quieren usarla para sus planes mezquinos y personales. 

Y así los Masones nos proclamamos como los conservadores de una Palabra que en realidad proviene desde una remota doctrina que hemos recogido (y que también recogió el Cristianismo en la Persona, la Historia y el Misterio de Jesucristo). Esta Palabra, a pesar del embate constante de las fuerzas negativas, se eleva para positivizar a la Humanidad y sólo es conocida por el correcto Maestro, y a pesar del triunfo aparente de la Maldad en el mundo Profano, la búsqueda de los Maestros por Hiram, junto al cual se encuentra la Palabra, se opone como valla tenaz, alimentada por la Esperanza del reencuentro con el Maestro resucitado, con cuya Muerte se salvó el Verbo de los malvados para volver con su revivimiento a sus dignos depositarios. 

Como enseña la Religión, el destino de los impíos es la Perdición y el de los Justos es la Victoria, porque la Palabra que sólo conocen los buenos no se halla perdida, sino oculta dentro de nosotros mismos. Nos resta sólo hacer resucitar nuestro propio Hiram Interior para conocer y utilizar sus propiedades, que crearán una Nueva Realidad en nuestra Existencia y en el Universo.

Comprender el sentido de la Muerte como antesala de la verdadera Vida se liga a la necesidad de descubrir en nosotros mismos a través del Trabajo la palabra Transformadora. La búsqueda de Hiram y la comprensión de su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección en nuestro Interior se acompaña también de la persistencia en la construcción del Templo y en la edificación de nuestra Virtud como tributo a su Memoria y como ámbito para generar una nueva Mentalidad en nosotros y en la Humanidad toda, donde impere la Verdad, la Razón y la Justicia sobre la Mentira, la Ignorancia y la Ambición. 

A ello nos invita el conocimiento de la Personalidad, la Historia y el Misterio de Hiram. La comprensión de su Drama nos arroja Luz sobre la Tragedia de nuestra Existencia, por eso el sufrimiento que experimentamos en los tropiezos diarios (Muerte en Vida constante) no es sino un incentivo para el Progreso y la Felicidad representado por la Resurrección del Querido Maestro bueno, justo y perfecto. Nosotros somos Hiram cuando nos perfeccionamos a través del Trabajo en el Mundo Físico y sobre nosotros mismos, y de nuestras cualidades dependerá nuestra Regeneración o Renacimiento hacia el inicio de una Realidad Distinta plena de alegrías, signada por el Reino de la Palabra.

FIAT LUX.

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