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jueves, 24 de agosto de 2017

El cementerio y la lucha con los masones …

Foto: Pinterest

El cementerio y la lucha con los masones …


Escribe: Miguel Andreis – El caserío mostraba su formato chato y el variado verde de los montes que lo circundaban, daban el marco para el viento que en remolinos desparramara en forma de rulos los gritos de un hombre que, parado sobre una chata sin barandas tirada por dos caballos, recorría el vecindario que, por entonces, apenas alcanzaba las mil almas. Una bocina de chapa oficiaba de amplificador. Era abril de 1883. La voz trepaba por las anchas calles, y rebotaba sobre las esquinas sin ochavas, viviendas, de paredes de barro. Un sólo edificio público, contaba por entonces ésta geografía: la escuela que también oficiaba de templo (en la calle Mendoza al 852). La gente azorada escuchaba como en un castellano poco comprensible, ése suizo se atrevía a denunciar públicamente un hecho que serviría como disparador para materializar un cambió en la historia de esta Villa María que comenzaba a dibujarse entre las luchas de intereses y de pasiones… 

“Los familiares exigimos que se nos dé un lugar donde podamos darle sepultura a éste ser humano, que por capricho del cura Fray Cianea no lo podemos hacer”. Detenía los animales y la arenga se extendía

El poder clerical

Quien gritaba su reclamo era un hombre colorado, cercano a los metros y de apellido Stouche. Empecinado en el desafío mientras el cuerpo oloriento de su hermano, apenas cubierto en su parte pudorosa por una raída sábana, se bamboleaba sobre las duras tablas de la pesada carreta ante la vista de todo el pueblo. “Esta persona tiene derecho a un descanso en paz como cualquier cristiano. El cura no es nadie para prohibirnos que lo enterremos como cualquier ser humano… este sacerdote no tiene derecho” vociferaba.

Así también lo entendió Lucio Capdevila, aquél periodista sin claudicaciones, fundador del periódico EL SOL, y que él mismo dirigía, denunciando en sus páginas tamaña injusticia. Esteban Stouche, suizo de origen, carpintero de profesión y canobero (así se lo llamaba) en su último oficio, había muerto hacía cinco días. Sin embargo no había parcela de tierra para su sepultura.

Fray Anselmo Chianea, cura párroco por entonces de la capilla ubicada en la calle Mendoza 852, no permitió que se lo sepultara en el cementerio. El conflicto entre los representantes de la iglesia y algunos pobladores comenzaba a tomar dimensiones que terminaría con una definición que hoy nos involucra…

El historiador local Bernardino Calvo, en su libro “Historia de Villa María y de sus Barrios”, se refiere sobre este hecho y las consecuencias posteriores.

Primeros pasos del desarrollo

“La Municipalidad intentaba conferirle a Villa María una infraestructura adecuada para el desarrollo del centro urbano. Uno de los aspectos pendientes y que se arrastraban desde 1867, oportunidad en que el cólera se cobró varias decenas de víctimas, era el cementerio. Por entonces Pablo Barrelier, en nombre de Manuel Anselmo Ocampo, donó un terreno destinado al campo santo. Este constaba de una cuadra cuadrada de campo, ubicándolo a una distancia no menor de cinco cuadras del extremo Oeste de la Estación sobre la vía férrea de Córdoba, al Sur o Norte de las vías”. Según carta enviada el 2 de octubre de 1879 al Presidente de la Municipalidad Departamental, que por entonces tenía sede en Villa María. Pocos meses antes de la fecha citada, se había advertido que el cementerio existente, enviando a construir por fray Chianea, constituía un peligro por su proximidad a la población, y con el agravante que el sacerdote ya proyectaba una ampliación del mismo.

La necrópolis se erigió sobre la actual avenida Sabattini, entre las calles Santa Fe y San Juan. Allí se le dio forma al primer cementerio de la ciudad y que dependía de la iglesia.

Ordenanza: solo se puede enterrar en el campo santo

Se pensó entonces, en función de la salubridad en una nueva alternativa. Los costos originales se estimaron en 800 bolivianos, parte de los cuales serían financiados por la comuna, otra “por los protestantes”, a quienes se le cedería un espacio para evitar problemas con el sacerdote que no autorizaba el entierro de cadáveres que en vida no estuvieran encuadrados dentro de los preceptos del catolicismo. El resto de la financiación provenía de la venta de nichos, terrenos para panteones. Finalmente el Honorable Concejo Deliberante autorizó al Departamento Ejecutivo a contraer un empréstito por 600 bolivianos con el Banco Provincia de Córdoba, conformándose en el primer crédito de la comuna, el del cementerio, el que comprometió las finanzas de la futura Municipalidad autónoma. La misma que adquiere esa característica recién el 3 de diciembre de 1883. Y será el 23 de abril de 1885 cuando el profesional cordobés Alfredo de Glory, da por concluido el nuevo – y actual- cementerio, en un espacio donado por Pereira y Arregui.

Hasta ese momento el terreno sacramental había sido parroquial, y costeado su mantenimiento por fondos de la iglesia y donaciones de los vecinos, tal como lo refiere una nota del 13 agosto de 1880 que el Obispo de Córdoba, Ladislao Castellano, le envía al presidente del Consejo Ejecutor de la Municipalidad de Tercero Abajo, Joaquín Pereira. Protestando de esta manera por el enfrentamiento que ya se venía dando entre la comuna y Chianea, cura párroco. En la misiva el alto magistrado de la curia indicaba que “no se puede permitir que con solo el boleto (o autorización) de la autoridad civil, prescindiendo de la Iglesia, se acuerde sepultura a personas que según las leyes de la iglesia no están en condiciones de obtenerla”.

No quiso la extremaunción

Tres años más tarde el contexto de graves acusaciones sobre el clero local se repetiría. Al fallecer el reconocido vecino Esteban Stouche, el clérigo les negó a sus familiares el derecho a la sepultura. Toda la divergencia provino por la sola circunstancia en que cuando el canobero en cuestión estaba en agonía, pero consciente, no aceptó que fray Chianea, le suministrara los sacramentos de la extremaunción. Simplemente rechazó el ceremonial porque no era católico, profesaba el culto protestante. No había otro motivo.

“El dueño de la tierra – refiriéndose a Chianea- le negó un pedazo de tierra donde vaya a descansar su cuerpo”. Eso escribía el consecuente Capdevila en las páginas de EL SOL. El precursor de la prensa local no le temía al poder que bajaba de la estructura eclesiástica. Posteriormente y debido a los sucesivos enfrentamientos, por las innumerables presiones, debió abandonar Villa María.

El 21 de septiembre de 1895, varios años después, se autorizó a que se habilite el nuevo cementerio. La primera obra pública de importancia que tuvo el villorrio.

Carpintero y canobero…

Esteban Stouche durante mucho tiempo, más puntualmente hasta 1881 en que se levanta el puente Dalmacio Vélez Sarsfield, se dedicó al cruce de personas a Villa Nueva. Contaba con varias canoas, las de mayor capacidad de transporte fueron denominadas “Furia” y “Sapo”. Allí viajaba la gente en un río caudaloso y de fuerte correntada. Por su parte la mercadería, el correo -por el que le pagaban un adicional, que llegaba con el tren, cruzaban sobre las chalanas (o chalupas) – enormes canastas de cueros de vaca engrasado, con un gran palo en el medio. En la punta clavada una especie de enorme arandela por donde pasaba una soga. En cada barranca dos chicos que tiraban de la misma. Rudimentario pero eficaz transporte.

El hombre que después de muerto generó una reacción comunitaria y que llevó a que las autoridades de la incipiente Villa María presionaran para que el cementerio LA PIEDAD comenzara a ser un lugar donde las personas descansen en paz, pero por sobre todo no pusieran en riesgo la salud poblacional… Fray Chianea mantuvo su postura hasta último momento: “si este es un cementerio católico, solamente es para enterrar católicos”. Lo cierto que será una decisión del Concejo Deliberante que prohibió los enterramientos que no fueran en La Piedad. Las luchas de poderes y de intereses, entre católicos y masones, también en nuestra ciudad pasaron por el campo santo…

http://www.gruporadialcentro.com.ar/miguel-andreis-el-cementerio-y-la-lucha-con-los-masones/

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