Solsticio de Verano,
Otras Perspectivas
MIGUEL A. MIRANDA
La historia
de la humanidad está marcada por la influencia del sol sobre
la totalidad de la vida sobre la tierra, llegándose a destacar
al sol como una deidad.
Los cuatro eventos
solares de relevancia en el devenir de la vida terrestre
son los equinoccios (Primavera, el 21 de marzo y otoño el 21 de septiembre, para el
hemisferio norte)
y los Solsticios (verano el 21 de junio, e invierno
el 21 de diciembre,
para el hemisferio norte).
Hace muchos siglos el “año” se iniciaba con el Equinoccio de Primavera, con el renacer, este
evento marcaba el comienzo de
un nuevo ciclo.
Los dos momentos
del año en los que la distancia angular del Sol al ecuador
celeste de la Tierra es máxima.
Son los llamados solsticios. El de verano es el
gran momento del curso
solar y -a partir de ese
punto- comienza a declinar.
El 21 de junio se celebra
en el hemisferio norte, el día más largo del año.
Definitivamente no es un día como los demás, la naturaleza, el hombre y las estrellas se disponen a celebrar
una fiesta, cargada
de gran poder y magia. Según la
tradición de la Antigua Religión, las deidades de la naturaleza andan sueltos
por los campos;
los agricultores dan gracias por el verano, las cosechas, las frutas
y por disponer
de más horas para cumplir con sus
tareas y entregarse a la diversión. También es el momento justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres; además se debe comenzar a almacenar alimentos para
pasar el otoño y el
invierno.
La celebración del solsticio de verano, es tan antigua como la misma humanidad.
En un
principio, antes de
cristianizarse esta
fiesta, los
pueblos de
Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al Sol en un acto simbólico con la finalidad de que “no perdiera fuerzas”.
Se creía que el sol no volvería a su esplendor total, pues después de esta fecha, los días era cada vez más cortos.
Por esta razón,
fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban
en la víspera del
pleno verano, para simbolizar el poder del
sol y ayudarle a renovar su energía.
En tiempos posteriores se encendían fogatas en las cimas de las montañas, a lo largo
de los riachuelos, en la mitad de las calles y al frente
de las casas. Se organizaban procesiones con antorchas y se echaban a rodar ruedas ardiendo colinas abajo y a través de
los campos.
A menudo se bailaba
y saltaba alrededor
del fuego para purificarse y protegerse de influencias demoníacas y asegurar
el renacimiento del sol. Se puede decir que todo
empezó hace cerca de 5 mil años, cuando nuestros
antepasados, tan amigos
de observar las estrellas, se dieron cuenta que en determinada época del año el Sol se mueve desde una posición perpendicular sobre el Trópico de Capricornio,
hasta una posición
perpendicular sobre el trópico de Cáncer. A estos días
extremos en la posición del Sol se les llamó solsticios de invierno y verano,
los cuales ocurren los días diciembre 21 y junio 21 respectivamente; las que
corresponden al hemisferio norte, pues en el sur es al contrario. El día que
veremos al sol ponerse más
al
sur es el 21 de diciembre y el día que lo veremos ponerse más al norte es el 21 de junio. “Las fechas mencionadas son las típicas,
pero pueden variar más o menos un día, debido a las irregularidades del calendario, como los años bisiestos”. Hablando propiamente del solsticio de verano, en esta fecha el eje de la tierra está inclinado 23,5 grados hacia el sol.
Esto ocasiona que, en el hemisferio norte, el 21 de junio sea el día más largo del año.
En los antiguos
mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas” y, en parte,
no les faltaba
razón. La “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas,
correspondía al solsticio
de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de “la puerta
de los dioses” del
solsticio de invierno (del 21
al 22
de diciembre).
En
su conciencia interna sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Posteriormente, el hombre
seguía destruyendo los hechizos con
fuego.
Se
ha asociado la festividad, del fuego, de San Juan Bautista, al solsticio de
verano, pero esto tan solo es cierto para la mitad del mundo o, mejor dicho, para los
habitantes que viven por encima del ecuador (en el hemisferio norte) ya que
para los del sur el solsticio
es el de invierno y ni tan siquiera para todos ellos pues la fiesta de San Juan es patrimonio del mundo cristiano. En los países orientales,
con ritos y creencias distintas, se celebran estas fiestas
conservando en todas
ellas la misma esencia:
rendir un homenaje al Sol,
que
en ese día tiene un
especial protagonismo: en el hemisferio norte es el día más largo y, por consiguiente, el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto; en el hemisferio
sur ocurre todo lo contrario. En cualquier caso al Sol se le ayuda para que no
decrezca y mantenga todo su
vigor.
Este simbolismo era compartido por pueblos distantes, separados por el océano
Atlántico. Es el caso de los viejos incas en Perú. Los dos festivales primordiales
del mundo incaico eran el Capac-Raymi (o Año Nuevo) que tenía lugar en
diciembre y el que se celebraba cada 24 de junio, el Inti-Raymi (o la fiesta del Sol) en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco. Justo en el momento de la salida del astro rey, el inca elevaba los brazos y exclamaba: “¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol! Envíanos tu calor, que el frío desaparezca. ¡Oh, mi Sol!” Este
gran festival se sigue practicando y representando hoy en día para conmemorar la
llegada del solsticio
de invierno, con un claro tinte turístico. Los habitantes de la zona
se engalanan
con sus
mejores prendas
al estilo
de sus
antepasados quechuas y recrean
el rito inca tal y como se realizaba
(más o menos) durante el apogeo del Tahuantinsuyo.
ORÍGENES PAGANOS: Esta fiesta solsticial es muy anterior a la religión
católica o mahometana. Uno de los antecedentes que se puede buscar a esta festividad es la celebración celta del Beltaine, que se realizaba el primero de mayo. El nombre
significaba “fuego de Bel” o “bello fuego” y era un festival
anual en honor al dios Belenos. Durante el Beltaine
se encendían
hogueras que eran coronadas por los
más arriesgados con largas pértigas.
Después los druidas hacían pasar el ganado
entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban
en sacrificar algún
animal para que
sus plegarias fueran mejor atendidas.
Otra de las raíces de tan singular
noche hay que buscarla en las fiestas griegas
dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio
de verano encendiendo
grandes hogueras de carácter
purificador. Los romanos,
por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra Minerva
unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre
de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades
medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días. El cristianismo fue experto
en reciclar viejos cultos
paganos.
SÚBITAS APARICIONES Y DESAPARICIONES: En algunas
leyendas piadosas,
hasta los santos aprovechan la víspera de este día para trasladarse milagrosamente a otra parte.
En nuestro mundo terrenal,
encontramos muchos
casos de desapariciones bastante enigmáticas, según estas leyendas, esa noche
se abren
las puertas interdimensionales,
así como los encantamientos.
NOCHE DE SAN JUAN: Esta es una fecha en la que numerosas
leyendas fantásticas son unánimes al decir que es un período en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”: se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus prisiones y ataduras
las reinas moras,
las princesas y las infantas
cautivas merced a un embrujo,
ensalmo o maldición; braman los cuélebres (dragones) y vuelan los “caballucos del diablo”; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la Luna seres femeninos
misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros espíritus duendiles amparados
en la oscuridad de la noche y en los matorrales; las gallinas
y los polluelos
de oro, haciendo ostentación de su áureo plumaje,
tientan a algún que
otro incauto codicioso a que les echen el guante;
las mozas enamoradas
sueñan y adivinan quién será el galán que las despose; las plantas venenosas
pierden su dañina propiedad
y, en cambio, las salutíferas centuplican sus virtudes
(buen día para recolectar plantas medicinales en el campo); los tesoros se
remueven en las entrañas de la Tierra y las losas que los ocultan
dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser, al menos,
pobre; el rocío cura ciento
y una enfermedades
y además hace más hermoso
y joven a quien se embadurne
todo el cuerpo; los helechos florecen al dar las doce campanadas...En definitiva, la atmósfera
se carga de un aliento
sobrenatural que impregna cada
lugar mágico del planeta
y es el momento propicio
para estremecernos, ilusionarnos y narrar
a nuestros hijos,
nietos o amigos toda clase de cuentos,
anécdotas y chascarrillos sanjuaneros
que nos sepamos.
Esta noche se abre la puerta que nos introduce al conocimiento del futuro y a las
dimensiones mágicas
de la realidad. Es la noche en que los entierros arden, el
Diablo anda suelto y los campos
son bendecidos por el Bautista. En la mañana,
muy temprano la gente se lava el pelo y la cara con las aguas bendecidas y comienza a llamar, tres veces
consecutivas:
¡San Juan!,
¡San Juan!, ¡San Juan!, dame milcao (guiso de papas con
manteca) yo te daré
pan.
La noche anterior
dos han sido los eventos más importantes: el baile del fuego y las
pruebas. Algunas de estas pruebas
son:
1. La joven que sale al amanecer
y se encuentra
con un perro su marido será un
goloso perro durante su vida.
2. Al salir, después
de las 12, se encuentra con un gato negro es mala suerte
para el futuro, felicidad
si el
gato es de otro color.
3. Si a medianoche
se hace
una cruz en los árboles,
producirán el doble.
4. Si a las
12, mira la luna y después
la higuera,
la verá
florecer.
5. La higuera
y el “pesebre”
(helecho) florecen esta noche. Quien posea una de
estas flores será muy afortunado.
6. Quien vea florecer la hierbabuena esta noche será muy afortunado siempre
que lo mantenga en
secreto.
7. En la víspera
se planta la flor de la hortensia, en un tarro con tierra y agua. Luego se le hace un
pedido poniendo fe en el
bautismo de San Juan.
8. Hay que lavarse las manos con agua de manantial
para mantenerse joven y el cabello para conservarlo hermoso. Esa noche las aguas están benditas
por el Bautista.
9. Cuando llueve esa noche o al día siguiente, va a haber abundancia de manzanas.
10. Antes de la salida del sol hay que regar los árboles con agua de manantial,
para que den bastante
fruta durante el año.
11. Para tener buena siembra hay que tirar un pedazo de vela la noche de San Juan.
12. Para
aprender a tocar guitarra
hay que colocarse durante esta noche bajo
una higuera.
La
noche y el amanecer,
están dedicado a San Juan en un esfuerzo
por cristianizar las numerosas fuerzas que se manifiestan en esta mágica jornada, en la que todas las sociedades tradicionales de Europa ponen en marcha numerosos rituales de antiguo origen y profunda
funcionalidad cultural.
La fiesta no es
específica de localidades concretas, sino que se extiende
por toda Europa con diversas variantes. Un personaje–símbolo de la cristiandad y un astro preside
la celebración. Por una parte el Sol que, según la tradición popular, sale bailando al amanecer del día
24. Por otra parte el santo de la fecha, San Juan, encargado
de dotar de
sacralidad a la fiesta, pero
que no ocupa lugar central
en los rituales.
Contando con el Sol y San Juan como componentes básicos de la celebración, en la noche y el amanecer
sanjuaneros los hombres manipulan
diversos instrumentos
simbólicos con la finalidad
de luchar contra los distintos males que perjudican a los humanos, a sus actividades y a sus bienes
a lo largo del año.
Fecha de transición astral que anuncia diversos cambios en la naturaleza equivale
a una ruptura de orden cósmica propiciadora de emergencias del inframundo. Por eso la noche de San Juan es noche de brujas, entes que pueden provocar
numerosos males a los humanos.
La Noche de San Juan, la de las tradiciones mágicas, se caracteriza
por la
multitud de hogueras
que iluminan la noche. Los ciudadanos arrojan a la hoguera antes de su encendido pequeños objetos, conjuros, deseos e incluso apuntes del curso con el objetivo de
hacer desaparecer los malos
espíritus.
La tradición
de enramar las fuentes está relacionada con la prosperidad, la
abundancia y la fecundidad. La tradición dice que al amanecer del primer día de
verano, las mujeres
recogían de las fuentes la flor del agua con la esperanza de
encontrar pareja,
concebir hijos o hacerse
con poderes curativos. Al amanecer,
cuando las mujeres iban
a la fuente, se cantaba
a la flor del agua.
¿POR QUÉ SAN JUAN BAUTISTA?: San Lucas narra en su Evangelio que María,
en los días siguientes a la Anunciación,
fue a visitar
a su prima Isabel cuando ésta se
hallaba en el sexto mes de embarazo.
Por lo tanto, fue fácil fijar la solemnidad
del Bautista en el octavo mes de las candelas de junio, seis meses antes del
nacimiento de Cristo.
Desde entonces se señaló esta noche como la de San Juan, muy próxima
al solsticio de verano que ha heredado una serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en toda Europa y se han extendido por muchos pueblos de América. Lo paradójico del asunto es que el 24 de junio se
celebra la fecha del nacimiento del Bautista, que en realidad no debería festejarse
porque de los Santos siempre se recuerda
el día de su muerte. San Agustín hace la observación de que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte, pero que en el caso de San Juan Bautista, hace una excepción y le conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su
madre y vino
al mundo
sin culpa.
En el Evangelio
de San Lucas se cuenta que su padre, el sacerdote Zacarías,
había perdido la voz por dudar de su mujer, Isabel, estuviera
en cinta. Sin
embargo en el momento de nacer San Juan la recuperó milagrosamente, como se
lo había predicho
el ángel Gabriel. La tradición religiosa dice que encendió hogueras para anunciar a parientes
y amigos la noticia.
Cuando siglos después se
cristianizó esta fiesta,
la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche
santa y sagrada, sin abandonar por eso su aura mágica. Cuando el Bautista nació y Zacarías escribió en una tablilla: “Su nombre es Juan”, el sacerdote recuperó
inmediatamente el habla y entonó el himno de amor y agradecimiento conocido
como “Benedictus”, que la
Iglesia Católica repite a diario en
su oficio.
De la infancia
de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto.
Vivió toda su juventud dedicado nada más a la
penitencia y a la oración.
Como vestido
sólo llevaba una piel de camello, y como alimento,
aquello que la
Providencia pusiera
a su alcance: frutas
silvestres, raíces, y principalmente
langostas y miel silvestre. Solamente
le preocupaba
el Reino
de Dios.
Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán,
para predicar un bautismo de
penitencia.
El
nombre JUAN: Procede del hebreo Yo-hasnam, con el significado de “Dios es misericordioso”. Otra etimología muy cercana es la de Jo-hanan o Jo-hannes, que significa “Dios está a mi favor”. Empezando por san Juan Bautista, la personalidad de los santos y otros hombres
insignes que han llevado este nombre, es
inconmensurable.
Mientras Jesús ocupa el solsticio de invierno (la Iglesia optó por cambiar su titular,
al ver que era imposible suprimir estas fiestas), san Juan toma posesión del solsticio de verano porque fue imposible erradicar las ancestrales celebraciones
solares. Y fue precisamente el hecho de la vinculación de su nombre a las fiestas más esplendorosas y más vitalistas, lo que elevó su prestigio hasta límites que
sólo milenios de historia
pueden explicar. Pero no es gratuita la coincidencia entre
el ancestral culto solar y san Juan Bautista. El personaje es de una gran talla: es un
Sol menor que abre camino
al gran
Sol
Tomado de la Revista Dialogo Entre Masones julio 2014
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