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martes, 11 de marzo de 2014

REINICIARSE como SERES ESPIRITUALES: Volver a ser niño (XXIV)



Quién se abandona mejor al cariño de su padre y de su madre que un niño en la plena y absoluta seguridad de que son ellos los que cuidarán de él, por eso no se preocupa por lo que hay que a hacer y programar para el día siguiente, si habrá suficiente o faltará, sus padres proveerán.

No tiene pasado y no tiene experiencias, por tanto a ninguna se apega, el presente es puro, ahora sin condicionamientos por experiencias contractivas, irá aprendiendo, descubriéndolas a medida que crece y siempre que encuentre alguna dificultad vuelve su mirada a sus padres para que le resuelvan el problema y sigue adelante, sin preguntarse porqué o para que.

No proyecta a futuro, tiene deseos muy puntuales y concretos, pero no espera de un mañana pues no sabe que existe, solo vive cada instante y cada momento con esa capacidad de sorprenderse con cada descubrimiento que la vida le pone delante.

El Reino de los Cielos será de aquellos que se comporten como Niños manifestó Jesús de Nazaret. La infancia es espiritual, no podemos volver a la niñez, pero es la vida espiritual la que nos devuelve todas las actitudes precisas para hacer de nuestra vida una “infancia espiritual”.

Capacidad de sorprenderse, confianza, desprendimiento, desapegos, fe, esperanza, capacidad de amar… y sobre todo alegría.

Quien vive una vida espiritual plena es una persona ALEGRE, como la alegría de un niño o una niña, plena, sincera, contagiosa y serena.

La emoción más expansiva y contagiosa de todas, la alegría, es la señal de identidad de quienes han alcanzado un grado de madurez espiritual. Es decir cuánto más se madura en el desarrollo espiritual más niño se vuelve uno en el mismo plano. Por ello quienes han alcanzado cotas superiores son más niños y por eso, como los niños, son admirados y queridos.

No volvemos muy simples, casi sin necesidades materiales que satisfacer, continuamente alegres y cuando algo falta confiamos, y cuando algo llega que nos limita, confiamos, cuando se apodera de nosotros la tristeza o el dolor, confiamos, cuando caemos en la ira, nos tratamos con compasión, cuando no conseguimos metas observamos la experiencia, intentamos aprender de todo y de todos, bailamos, cantamos, saltamos, lloramos, gritamos, jugamos y sabemos meternos hacía dentro en busca de nuestro Padre y nuestra Madre que nos reconfortarán con una nana para dormir (por eso dormimos a pierna suelta) y nos darán todo el amor que necesitamos y que somos. Todo nos sobra pues solo Ellos bastan y por eso compartimos lo que sabemos y sentimos pues nunca se agota.


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