¿Cuándo volverán los “dioses” de Sumer?
Mientras los Profetas hebreos estaban prediciendo una época de tinieblas, los otros pueblos esperaban una época marcada por la resolución de los conflictos divinos y por unos tiempos más favorables para la humanidad. Pero tuvieron una terrible sorpresa.
Anticipándose al gran evento de la nueva llegada de Nibiru, el planeta de los dioses, los sacerdotes de Nínive y Babilonia, que observaban los cielos, empezaron a tomar nota de los fenómenos celestes y a interpretar sus augurios.
Los fenómenos eran documentados con meticulosidad y los reyes eran debidamente informados. Los arqueólogos han encontrado tablillas con aquellos documentos y reportes en los restos de bibliotecas reales y templos, con textos relativos al tema o al planeta que estaban observando.
Hay una colección de setenta tablillas, titulada “Enuma Anu Enlil”, que informa de observaciones de planetas, estrellas y constelaciones, clasificadas de acuerdo a los caminos celestiales de Anu y de Enlil, y que abarcan los cielos en el hemisferio Norte, desde el paralelo 30º. Inicialmente los arqueólogos interpretaron estas observaciones comparando los fenómenos relatados con datos astronómicos de los tiempos sumerios. Aunque escritos en acadio, el lenguaje de Babilonia y Asiria, los textos empleaban terminología y matemáticas sumerias y a veces incluían alguna nota del escriba diciendo que habían sido traducidos de tablillas sumerias anteriores. Estas tablillas sirvieron como manuales de astronomía, explicando, en base a experiencias pasadas, cuál era el augurio basado en un fenómeno, tal como por ejemplo: “cuando la Luna no es vista según lo calculado, habrá una invasión de una poderosa ciudad”; ”cuando un cometa alcanza el recorrido del Sol, disminuirán los flujos del campo y por dos veces habrá tumulto”; “cuando Júpiter y Venus van juntos, las oraciones de la tierra alcanzarán a los dioses”.
Con el transcurso del tiempo se incrementaron los informes de observaciones, acompañados por los propios augurios de los sacerdotes: ‘Por la noche Saturno se acerca a la Luna. Saturno es un planeta del Sol. Este es el significado: Es favorable al rey’. Un cambio notable era la especial atención que se prestaba a los eclipses. Por ejemplo, una tablilla, que se encuentra en el Museo Británico, y que lista columnas numéricas similares a las de un computador, servía para predecir eclipses lunares con cincuenta años de anticipación. Estudios actuales han concluido que el cambio a una nueva astronomía tuvo lugar en el siglo VIII a.C. cuando, después de un período de caos y desórdenes en Babilonia y Asiria, los destinos de ambos reinos se entregaron a Tiglath-Pileser III (745–727 a.C.), en Asiria, y Nabunassar (747-734 a.C.) en Babilonia.
Nabunassar, protegido del dios Nabu, fue aclamado como un innovador, incluida el área de la astronomía. Una de sus primeras acciones fue reparar y restaurar el templo de Shamash en Sippar, el centro de culto del dios Sol en la antigua Sumer. Además construyó un nuevo observatorio en Babilonia, actualizó el calendario, heredado de Nippur, e instituyó el registro diario de los fenómenos celestes y sus significados. Gracias a estas medidas tenemos información de una gran riqueza de datos astronómicos que explican los eventos que siguieron. Tiglath-Pileser III fue también activo y sus anales describen constantes campañas militares y la ocupación de ciudades, ejecuciones brutales de los reyes y la nobleza de los territorios ocupados, y exilios masivos de su población. Su papel, y el de sus sucesores Shalmaneser V y Sargón II, en la ocupación de Israel y el exilio de las diez Tribus Perdidas, así como los intentos de Sennacherib por conquistar Jerusalén, son suficientemente conocidos.
El siguiente rey asirio, Esarhaddon (680–669 a.C.), anunció que ‘tanto Ashur como Marduk me dieron sabiduría’, actuaba en nombre de Marduk y Nabu, e inició la reconstrucción del templo Esagil, en Babilonia. En los libros de historia, Esarhaddon es recordado principalmente por su exitosa invasión de Egipto (675–669 a.C.). El objetivo de la invasión parece que era detener los intentos egipcios por ‘entrometerse en Canaán’ y dominar Jerusalén. Digna de atención fue la ruta que escogió: en vez de ir por el camino más corto, hacia el sudoeste, hizo un rodeo considerable y fue hacia el norte, a Harán. Ahí, en el viejo templo del dios Sin, Esarhaddon buscó la bendición del dios para embarcarse en su conquista; y Sin, asesorado por su personal y acompañado de Nusku (el Mensajero Divino de los dioses), dio su aprobación. Entonces Esarhaddon se dirigió hacia el sur, pasando a través de las tierras del Mediterráneo oriental hasta alcanzar Egipto.
Aunque Esarhaddon estaba ocupado en asuntos de geopolítica, no descuidó los temas astronómicos de aquellos tiempos. Con la guía de los dioses Shamash y Adad, erigió en Ashur (la ciudad centro de culto de Asiria) una ‘Casa de Sabiduría, que era un observatorio, y representó en sus monumentos el sistema solar con doce planetas, incluido Nibiru. Para entrar en el recinto sagrado había una puerta monumental, construida, de acuerdo a los dibujos de un sello cilíndrico, para emular la gran puerta de Anu, en Nibiru. Todos estos movimientos político-religiosos sugieren que los asirios se aseguraron de ganarse el favor de los dioses. Y así, por el siglo VII a.C. Asiria estuvo preparada para el anticipado retorno del planeta de los dioses.
Textos descubiertos revelan los augurios de un tiempo idílico: “Cuando Nibiru culmine… Las tierras serán habitadas de forma segura; los reyes hostiles estarán en paz; los dioses recibirán oraciones y escucharán súplicas. Cuando el Planeta del Trono del Cielo crezca en su brillo, habrá lluvias e inundaciones. Cuando Nibiru alcance su perigeo, los dioses darán paz. Los problemas serán resueltos, las complicaciones serán desenredadas”. La previsión era que un planeta reaparecería, se elevaría en los cielos, crecería en brillantez, y en su perigeo, al cruce entre Marte y Júpiter, sería NIBIRU, el “Planeta del Cruce”. Y como indicaban los textos, con el retorno del planeta se esperaba una repetición de las previas visitas de Anu a la Tierra. Estaba ahora en manos de los astrónomos observar los cielos en espera de esta aparición planetaria. Pero, ¿cómo reconocerían el planeta mientras aún estuviera a considerable distancia en los cielos?
El siguiente rey asirio, Asurbanipal (668-639 a.C.), encontró la solución. Los historiadores consideran que Asurbanipal fue el más erudito de los reyes asirios, porque había aprendido otros idiomas además del acadio, incluyendo el sumerio, e incluso pudo leer ‘textos de antes del Diluvio’. También afirmaba que ‘aprendió los signos secretos del Cielo y la Tierra… y estudió los cielos con los maestros de la adivinación’. Algunos arqueólogos lo consideran como el primer arqueólogo, porque coleccionó de manera sistemática las tablillas de sitios como Nippur, Uruk y Sippar, en lo que fue Sumer. También envió equipos especializados a buscar y ordenar tablillas de las capitales asirias conquistadas. Las tablillas terminaron en una famosa biblioteca donde equipos de escribas las estudiaron, tradujeron, y copiaron. Un visitante del Museo del Antiguo Próximo Oriente, en Estambul, puede observar una muestra de tales tablillas, cuidadosamente ordenadas en sus estantes originales, con cada estante encabezado por una ‘tablilla catálogo’ que lista todos los textos en cada estante.
Aunque las tablillas cubrían un amplio rango de temas, queda claro que se prestó especial atención a la información celestial. Entre los textos puramente astronómicos había tablillas que pertenecían a una serie titulada ‘El Día de Bel’, que significa “el Día del Señor”. Además, relatos épicos e historias sobre las idas y venidas de los dioses fueron señaladas como importantes, en especial si arrojaban luz sobre los pasos del planeta Nibiru por las cercanías de la Tierra. El “Enuma Elish”, o “la Epopeya de la Creación”, que relata cómo un planeta invasor se unió al sistema solar para convertirse en Nibiru, fue copiado y traducido varias veces. Y también había escritos que trataban del Diluvio, tales como la Epopeya Atra-Hasis y la Epopeya de Gilgamesh. Aunque todas ellas forman parte del conocimiento acumulado en una biblioteca real, también tratan de las apariciones de Nibiru en el pasado y de su próxima aproximación.
Entre los textos astronómicos traducidos y estudiados, había directrices para observar la llegada de Nibiru y para reconocerlo en su aparición. Un texto babilónico que retuvo la terminología sumeria original señala: “Planeta del dios Marduk, sobre su aparición SHUL.PA.E; elevándose treinta grados, SAG.ME.NIG; cuando se detiene en el medio del cielo: NIBIRU”. Aunque el primer planeta mencionado (SHUL.PA.E) se considera que es Júpiter, aunque también podría ser Saturno, el siguiente nombre (SAG.ME.NIG) podría ser una variante para Júpiter, pero es considerado por algunos investigadores como Mercurio. Los datos astronómicos que han sido encontrados atrajeron, ya en el siglo XIX y comienzos del XX, la atención de los investigadores, que combinaron la asiriología con los conocimientos astronómicos.
Su trabajo era complicado por el hecho de que cualquier cuerpo celeste, incluyendo planetas, estrellas fijas y constelaciones, podían tener más de un nombre. Todos asumieron que los sumerios y otros pueblos antiguos no tenían modo de saber, a simple vista, sobre los planetas más allá de Saturno. El resultado fue que siempre que un planeta era mencionado de forma diferente a los nombres aceptados para los siete planetas conocidos; Sol, Luna, Mercurio, Venus. Marte, Júpiter, Saturno, se pensó que se trataba sólo de otro nombre para alguno de éstos. La víctima principal de esta errónea interpretación fue Nibiru, por lo que se asumió que se trataba de otro nombre para Júpiter, Marte o Mercurio. Increíblemente, la moderna astronomía siguen basando su trabajo en esos siete planetas conocidos, a pesar de la extensa evidencia en el Enuma Elish de que los sumerios conocían la verdadera forma y composición de nuestro sistema solar, partiendo de los planetas exteriores, o de la representación en el sello cilíndrico VA243, en el Museo de Berlín, hace más de 4500 años, del completo sistema solar de doce miembros, con el Sol al centro, o el dibujo de doce símbolos planetarios sobre monumentos asirios y babilónicos, etc.
Un texto similar de Nippur, que tradujo los nombres planetarios sumerios como UMUN.PA.UD.DU y SAG.ME.GAR, sugiere que la llegada de Nibiru será anunciada por el planeta Saturno y, después de elevarse 30 grados, estará cerca de Júpiter. Otros textos, como una tablilla conocida como K.3124, señala que después de pasar SHUL.PA.E y SAG.ME.GAR, que parece se trata de Saturno y Júpiter, el ‘Planeta Marduk entrará al Sol (alcanzará el perigeo, lo más cercano al Sol) y se convertirá en Nibiru’. Otros textos ofrecen claves más claras en relación a la ruta de Nibiru, así como a su reaparición: “Desde la estación de Júpiter, el planeta pasa hacia el oeste. Desde la estación de Júpiter el planeta aumenta su brillo, y en el zodíaco de Cancer se convierte en Nibiru. El gran planeta: en su aparición: rojo oscuro. El cielo él divide en mitades mientras permanece en el Cruce (entre Marte y Júpiter)”.
Tomados en su conjunto, los textos astronómicos del tiempo de Asurbanipal describieron una aparición planetaria desde los límites del sistema solar, elevándose y llegando a ser visible cuando alcanzase Júpiter (o incluso Saturno), y después girando hacia abajo en la eclíptica. En su perigeo, cuando esté más cerca del Sol (y por tanto a la Tierra), el planeta, en el Cruce (entre Marte y Júpiter), se convierte en Nibiru ‘en el zodíaco de Cáncer.’ Esto pudo suceder sólo cuando la salida del Sol del Equinoccio de Primavera tuvo lugar en la Era del Carnero, durante la era zodiacal de Aries. Tales claves en relación a la ruta orbital del Señor Celestial y su reaparición, empleando las constelaciones como un mapa celeste, se hallan también en pasajes bíblicos, revelando de ese modo un conocimiento que debió haber sido general. Tal como predijo el Profeta Habacuc: ‘En Júpiter será vista su faz, … El Señor vendrá desde el sur… su esplendoroso brillo será como un haz de luz’. Y según “el Libro de Job”: ‘Él solo se extiende por los cielos y pisotea la mayor profundidad; llega a la Osa Mayor, Sirio y Orión, y las constelaciones del sur’. También el profeta Amós previó la llegada del Señor Celestial ‘sonriendo su faz sobre Tauro y Aries, desde Tauro a Sagitario irá’.
Estos textos describen un planeta que dibuja un arco en la parte más elevada del cielo y, orbitando en el sentido de las agujas del reloj, llega desde las constelaciones del sur. Es una trayectoria con cierta similitud a la del cometa Halley. Una información clave, durante el reinado de Asurbanipal, fue la meticulosa traducción al acadio de descripciones sumerias de las ceremonias realizadas durante la anterior visita de Anu y Antu, se supone que alrededor del 4000 a.C. Los textos que tratan de su estancia en Uruk describen cómo, al atardecer, se situaba en la parte más elevada de una torre para observar y anunciar la aparición sucesiva de los planetas, hasta que el ‘Planeta del Gran Anu del Cielo’ se dejaba ver y todos los dioses reunidos para dar la bienvenida a la pareja divina recitaban ‘a aquel cuyo brillo crece, el planeta celestial del dios Anu’y cantaban el himno ‘La imagen del Creador se ha levantado’. Luego los textos describen los alimentos ceremoniales, el retiro a las cámaras nocturnas, las procesiones del día siguiente, etc.
De ello puede deducirse que Asurbanipal estaba comprometido en coleccionar, recopilar, traducir y estudiar todos los textos antiguos que pudiera obtener. Los objetivos eran: aportar guía a los sacerdotes-astrónomos para detectar, lo antes posible, el retorno de Nibiru, e informar a rey sobre los procedimientos a seguir. El hecho de que al planeta lo llamasen ‘Planeta del Trono Celestial’ constituye una clave importante para conocer las intenciones reales. También lo eran las representaciones en los muros de palacio, en magníficos relieves, de reyes asirios saludando al dios en el Disco Alado, mientras se mantenía sobre el Árbol de la Vida. Era importante estar informado de la aparición del planeta tan pronto como fuera posible para ser capaces de preparar una recepción apropiada para la legada del gran dios Anu, y ser bendecidos con la inmortalidad. Pero esto no iba a suceder.
Después de la muerte de Asurbanipal surgieron rebeliones por todo el imperio asirio. Los reinos de sus hijos en Egipto, Babilonia y Elam se desintegraron. Desde los límites del imperio asirio aparecieron ‘hordas’ desde el norte y los Medos desde el este. Por todas partes los reyes locales tomaron el control y declararon su independencia. De particular importancia, para los hechos futuros, fue la escisión de Babilonia de su unión con Asiria. Como parte del festival de Año Nuevo, en 626 a.C., un general babilonio cuyo nombre, Nabupolassar (‘Nabu protege sus hijos’), implicaba que fuese hijo del dios Nabu, fue entronizado como rey de una Babilonia independiente. Una tablilla describió así el comienzo de su investidura: ‘Los príncipes de la tierra fueron congregados; bendijeron a Nabupolassar; abriendo sus puños, lo declararon soberano; Marduk en la asamblea de los dioses otorgó el Estandarte de Poder a Nabupolassar.’
El resentimiento por el comportamiento brutal del regente en Asiria fue tan grande, que Nabupolassar de Babilonia encontró enseguida aliados para una acción militar contra Asiria. Un importante aliado fueron los Medos, precursores de los Persas, que habían sufrido las brutales incursiones asirias. Mientras las tropas babilonias avanzaban sobre Asiria desde el sur, los Medos atacaron desde el oriente. Y en 614 a.C., tal como había sido profetizado por los profetas hebreos, capturaron e incendiaron Asur, la capital religiosa Asiria. Luego le tocó el turno a Nínive, la capital real. Alrededor del 612 a.C. la gran Asiria estaba sumida en el caos y la destrucción. Asiria se convirtió en un lugar de ruinas arqueológicas. ¿Cómo pudo suceder aquello en un país cuyo nombre significaba “Tierra del dios Asur”? La única explicación es que los dioses retiraron su protección a esa tierra.
De hecho, la situación aún iba a ir más allá: los mismos dioses se retiraron de esta región y de la Tierra. Y entonces comenzó a desarrollarse el más asombroso capítulo de la saga del retorno, en el cual Harán jugó un papel clave. Harán, o Aram,es el nombre de tres personajes y de una ciudad, mencionados en la Biblia. En el Génesis se explica que un hombre llamado Harán nació y murió en Ur de los caldeos. Fue hijo de Taré y hermano de Nacor y Abram (conocido como Abraham). Según la Biblia, Harán fue el padre de Lot, Milcah e Iscah. De acuerdo al Génesis, después de la muerte de Harán, Taré junto a Abram, Lot y sus respectivas familias comenzaron su viaje a Canaán y en el camino se establecieron por un tiempo en un lugar llamado también “Harán”.
Después de la muerte de Taré en Harán (pasaje también narrado en libro de Hechos), Abram y Lot continuaron su viaje hacia Canaán. Las ruinas de la antigua Harán están ubicadas cerca de Harrán, en la actual Turquía. La Biblia menciona a otro Harán, que era hijo de Caleb y tataranieto de Judá, hijo de Jacob. También menciona a un tercer personaje con el nombre de Harán, quien era hijo de Simei y que fue un levita que vivió en los tiempos del rey David y tuvo alguna clase de rol político y religioso.
La asombrosa cadena de sucesos después de la desaparición de Asiria comenzó con el escape a Harán de miembros de la familia real. Buscando allí la protección del dios Sin, los fugados concentraron los remanentes del ejército asirio y proclamaron a uno de los refugiados reales como ‘Rey de Asiria’. Pero el dios Sin, cuya ciudad, Harán, había tenido desde entonces días de llanto, no respondió. En 610 a.C. tropas babilonias lo capturaron y pusieron fin a las esperanzas asirias. La lucha por la sucesión en Sumer y Acadia se había acabado. Ahora, por gracia divina, era el momento del rey de Babilonia. Una vez más, Babilonia gobernaba las tierras que alguna vez fueron ‘Sumer y Acadia’, hasta el punto que en muchos textos de la época, Nabupolassar recibe el título de ‘Rey de Acadia’. Nabupolassar empleó su autoridad para extender las observaciones celestiales a las antiguas ciudades sumerias de Nippur y Uruk. Y algunos de los textos claves de los años subsecuentes vinieron de allá.
Fue también en este fatídico año de 610 a.C, que un revigorizado Egipto puso en su trono a un faraón llamado Necho. Apenas un año más tarde tuvo lugar uno de los menos comprendidos movimientos geopolíticos. Los egipcios, que acostumbraban a ser aliados de los babilonios en su oposición a la regencia asiria, salieron de Egipto y, moviéndose con rapidez hacia el norte, tomaron territorios y sitios sagrados que los babilonios consideraban propios. El avance egipcio hacia el norte los llevó hasta las cercanías de Harán. Y también puso en manos egipcias los dos puertos espaciales, en Líbano y en Judá. Los sorprendidos babilonios no podían aceptar esta situación, por lo que el anciano Nabupolassar confió la tarea de recuperar los territorios perdidos a su hijo Nabucodonosor, que ya se había distinguido en el campo de batalla.
En Junio del 605 a.C. los babilonios aplastaron al ejército egipcio, liberaron ‘el sagrado bosque de cedros en Líbano”, siguiendo las instrucciones de los dioses Marduk y Nabu. Y persiguieron a los egipcios, en su huida, hasta la Península de Sinaí. Pero Nabucodonosor detuvo su persecución debido a las noticias del fallecimiento de su padre que le llegaron desde Babilonia. Volvió rápidamente y fue proclamado Rey de Babilonia ese mismo año. Los historiadores no encuentran explicación para la sorprendente ofensiva egipcia y la ferocidad de la reacción babilónica.
Pero es evidente que la clave de los sucesos se encuentra en la expectativa del Retorno, que en el año 605 a.C. se consideraba como inminente, porque fue en ese mismo año que el profeta Habacuc comenzó a profetizar en el nombre de Yahveh, en Jerusalén. Prediciendo el futuro de Babilonia y otras naciones, el profeta preguntó a Yahveh cuando llegaría el Día del Señor, el día del juicio sobre todas las naciones, Babilonia incluida. Y Yahweh respondió, diciendo: “Escribe la profecía, explícala claro en las tabillas, de modo que pueda ser leída con rapidez: para la visión hay un tiempo establecido; ¡al final vendrá, sin falta! Aunque parezca tardar, espera por ese día; porque ha de llegar con seguridad, porque la fecha de su cita no será atrasada”. La fecha de esta cita llegó justamente quince años después. Los cuarenta y tres años del reinado de Nabucodonosor (605-562 a.C.) son considerados un período de un imperio Neo-Babilonio dominante, un tiempo marcado por acciones decisivas y movimientos rápidos, porque no había tiempo que perder: el previsto Retorno sería ahora un premio para Babilonia.
Para preparar Babilonia para el esperado Retorno, se iniciaron rápidamente trabajos de renovación y de construcción. Sobre todo se concentraron en el recinto sagrado, donde el templo Esagil de Marduk (entonces llamado Bel/Ba’al, ‘El Señor’) fue renovado y reconstruido, y preparado su zigurat de siete pisos para observar los cielos estrellados desde allí, tal como se había hecho en Uruk durante la anterior visita de Anu, alrededor del 4000 a.C. También se construyó un nuevo Camino Procesional que conducía al sagrado recinto a través de una nueva y gran puerta; sus muros estaban decorados con ladrillos vidriados que aún causan asombro actualmente. Babilonia, la Ciudad Eterna de Marduk, estaba lista para dar la bienvenida al Retorno. Nabucodonosor escribió: ‘He hecho que la ciudad de Babilonia sea la más importante entre todos los países y lugares habitados; su nombre elevé hasta ser la más elogiada de todas las ciudades sagradas’.
Se esperaba que la llegada del Disco Alado de Anu se produciría en el puerto espacial del Líbano (Baalbek). Luego, el sequito divino entraría en Babilonia a través del Camino Procesional y su imponente Puerta de entrada, llamada ‘Ishtar’, en representación de la diosa IN.ANNA, que había sido la ‘amada de Anu’ en Uruk. Junto a estas expectativas estaba el papel de Babilonia como el nuevo “Ombligo de la Tierra”, ya que había heredando el estatus prediluviano de Nippur como laDUR.AN.KI o el ‘Puente Cielo-Tierra’. Esta función de Babilonia fue evidente cuando a la plataforma base del zigurat se le dio el nombre de E.TE.MEN.AN.KI (‘Templo de la Fundación para Cielo-Tierra’), demostrando el papel de Babilonia como el nuevo ‘Ombligo de la Tierra’, una función claramente representada en el ‘Mapa del Mundo’ babilónico. Esta era una terminología que se hacía eco de la descripción de Jerusalén, con su Piedra de la Fundación, sirviendo como vínculo entre la Tierra y el Cielo.
Pero si esto era lo que Nabucodonosor preveía, entonces Babilonia tenía que reemplazar el enlace espacial postdiluviano. Habiendo asumido, después del Diluvio, la función que tenía Nippur antes del Diluvio, servir como Centro de Control de Misión, Jerusalén fue ubicada en el centro de los círculos concéntricos que unían los otros puertos espaciales, por lo que fue llamada ‘Ombligo de la Tierra’. El profeta Ezequiel anunció que Jerusalén había sido escogida por el mismo Dios: “Esto ha dicho el Señor Yahveh; Esta es Jerusalén; al medio de las naciones la he puesto, y todas las tierras están en círculo a su alrededor”. Determinado a pasar esta función a Babilonia, Nabucodonosor condujo sus tropas y en el año 598 a.C. capturó Jerusalén. Esta vez, como había advertido el profeta Jeremías, Nabucodonosor llevaba la ira de Dios al pueblo de Jerusalén, por haber aceptado la veneración de otros dioses celestiales, como “Ba’al, el Sol y la Luna, y las constelaciones’, una lista que incluía a Marduk como una entidad celeste.
Después de someter al pueblo de Jerusalén a una fuerte hambruna, mediante un sitio que duró tres años, Nabucodonosor finalmente consiguió someter la ciudad y se llevó cautivo a Babilonia a Jehoyachin, rey de Judá. Además fueron exiliados la nobleza de Judá y la elite instruida, entre los que se hallaba el profeta Ezequiel, así como miles de sus soldados y artesanos, a los que se les hizo residir en los bancos del río Khabur, cerca de Harán, su hogar ancestral. La ciudad y el Templo fueron dejados intactos esta vez, pero once años más tarde, en 587 a.C., los babilonios volvieron e incendiaron el Templo que Salomón había construido. En sus inscripciones Nabucodonosor no da más explicación que la usual, agradar a “mis dioses Nabu y Marduk”. Pero la verdadera razón era la creencia de que el dios de los hebreos, Yahveh, se había ido.
La destrucción del Templo fue un hecho sorprendente por el cual Babilonia y su rey, que habían sido considerados anteriormente por los Profetas el ‘camino de la ira’ de Yahveh, iban a ser castigados con severidad: ‘La venganza de Yahveh nuestro Dios, venganza por Su Templo, irá contra Babilonia”, anunció el Profeta Jeremías, prediciendo la caída de la poderosa Babilonia y su destrucción por invasores del norte, sucesos que tuvieron lugar apenas unas décadas más tarde. Jeremías además proclamó el destino de los dioses que Nabucodonosor había invocado: “Anunciadlo y hacedlo oír entre las gentes; levantad bandera; hacedlo oír; no lo calléis; decid: Ha sido tomada Babilonia, está confuso Bel, desmayó Marduk, están confusos sus ídolos, desmayaron sus inmundicias”. El castigo divino sobre Nabucodonosor fue proporcional al sacrilegio. Enloquecido, de acuerdo a fuentes tradicionales, por un insecto que penetró en su cerebro a través de las fosas nasales, Nabucodonosor murió en lenta agonía en el 561 a.C.
Ni Nabucodonosor ni sus tres sucesores vivieron lo suficiente para ver una nueva llegada de Anu a las puertas de Babilonia.Pero, sorprendentemente, esta nueva llegada jamás tuvo lugar, aunque Nibiru retornó. Es un hecho que las tablillas astronómicas de ese mismo tiempo documentan observaciones reales de Nibiru, también llamado ‘Planeta de Marduk’ Algunos fueron documentados como augurio, por ejemplo, una tablilla catalogada K.8688, que informaba al rey que si Venus fuera visto saliendo delante de Nibiru, fracasarían las cosechas, pero si Venus saliese ‘detrás’ de Nibiru, la cosecha de la tierra sería un éxito. De mayor interés es un grupo de tablillas halladas en Uruk; en ellas se tradujeron los datos en doce columnas de meses zodiacales y se combinaron los textos con descripciones gráficas.
En una de esas tablillas, el Planeta de Marduk, mostrado entre el símbolo del carnero “Aries” y los siete símbolos de la Tierra, representa a Marduk como dentro del planeta. Otro ejemplo es la tablilla VAT 7847, que explica una observación real, en la constelación de Aries, como el ‘día en que fue abierta la puerta del gran señor Marduk’, en que Nibiru puede observarse. Y después de indica ‘el día del Señor Marduk’, cuando el planeta fue visto en la constelación de Acuario. Aun más revelador de la llegada del planeta ‘Marduk’ desde los cielos australes y su rapidez en convertirse en ‘Nibiru’, es lo que se explica en otra clase de tablillas circulares. Las tablillas dividen la esfera celeste en tres senderos: el sendero de Enlil, para los cielos del norte, de Ea para los del sur, y de Anu para el centro. Las doce áreas zodiacales fueron después sobrepuestas en los tres senderos. Unos textos explicativos fueron escritos en la parte posterior de las tabillas circulares.
Theophilius G. Pinches, experto en estudios sobre Asiria, mostró en estas tablillas lo que era un disco circular dividido en tres secciones concéntricas y en doce segmentos, dando como resultado un campo de treinta y seis porciones. Cada una de las treinta y seis porciones contiene un nombre con un pequeño círculo bajo él, indicando que se trata de un cuerpo celeste, y un número. Además cada porción lleva el nombre de un mes, de modo que Pinches los enumeró del I al XII, comenzando con Nissan. Y esto representaba un mapa celeste babilonio, dividido en los tres senderos de Enlil, Anu, y Ea/Enki, mostrando los planetas, estrellas y constelaciones que eran visibles durante los distintos meses del año. Aún continúa el debate acerca de la identidad de los cuerpos celestes y el significado de los números. También sin resolver permanece el asunto de la fecha de este mapa celeste, aunque la mayoría de las opiniones inciden en que el astrolabio perteneció a la era de Nabucodonosor o su sucesor Nabuna’id.
Podemos estar seguros que las observaciones en todas estas tablillas del período tardío de Babilonia no pudieron haber tenido lugar antes del 610 a.C., ni realizadas después del 555 a.C., porque esa fue la fecha en que Nabuna’id se convirtió en el último rey de Babilonia; y su alegato para ser legitimado era que su reinado fue confirmado celestialmente porque ‘el planeta de Marduk, alto en el cielo, me ha llamado por mi nombre’. Mediante esta afirmación, también señalaba que durante una visión nocturna había visto ‘la Gran Estrella y la Luna’. Basado en las fórmulas de Kepler para las órbitas planetarias alrededor del Sol, el completo período de visibilidad de Marduk/Nibiru desde Mesopotamia duraba justo unos pocos años. Por lo tanto, la visibilidad alegada por Nabuna’id coloca el retorno del planeta en los años inmediatamente precedentes a 555 a.C. En este caso, ¿cuándo se produjo realmente el retorno?
Hay otro aspecto a tener en cuenta: la profecía de ‘la oscuridad al mediodía’, en el Día del Señor, o sea, un eclipse solar, se produjo el 556 a.C. Los eclipses solares, aunque menos frecuentes que los lunares, no son tan raros; ocurren cuando la Luna, pasando entre la Tierra y el Sol, oscurece temporalmente al Sol. Sólo una pequeña porción de los eclipses solares son totales. El alcance y duración de la oscuridad total varía debido a las siempre cambiantes órbitas del Sol, la Luna y la Tierra, además de la rotación de la Tierra y su inclinación del eje. Aunque los eclipses solares no son habituales, el legado astronómico de Mesopotamia incluye conocimientos del fenómeno, llamándolo atalu shamshi. Referencias textuales sugieren que no sólo ese fenómeno sino también la participación lunar eran parte del antiguo conocimiento acumulado. . De hecho, un eclipse solar cuyo recorrido pasó sobre Asiria habría ocurrido en 762 a.C.
Fue seguido por otro en 584 a.C., que fue visto en todas las tierras del Mediterráneo, y totalmente sobre Grecia. Pero después, en 556 a.C., hubo un eclipse solar extraordinario ‘en una fecha inesperada.’ Si no fue debido a los predecibles movimientos de la Luna, ¿pudo haber sido causado por el paso del gran planeta Nibiru? Entre las tablillas astronómicas hay una que trata de un eclipse solar, documentando así el fenómeno observado: “En el comienzo el disco solar, no en fecha esperada, se hizo oscuro, y permaneció en el resplandor del Gran Planeta. El día 30 [del mes] fue el eclipse del Sol”. ¿Qué significan las enigmáticas palabras de que el oscurecido Sol “permaneció en el resplandor del Gran Planeta”? Aunque la tablilla no aporta una fecha para tal eclipse, creemos que se señala claramente que el inesperado y extraordinario eclipse solar fue generado por el retorno de Nibiru, el gran planeta radiante. Pero si la causa directa fue el planeta mismo, o los efectos de su ‘resplandor’ (tal vez su atracción gravitacional o sus efectos magnéticos) sobre la Luna, el texto no lo explica.
Es un hecho astronómicamente histórico que un 19 de mayo del 556 a.C. ocurrió un eclipse solar total. Como se muestra en un mapa del Centro de Vuelo Espacial Goddard de NASA, el eclipse fue grande e importante, visto en amplias zonas, y un aspecto único acerca de él fue que ¡la banda de oscuridad total pasó exactamente sobre la zona de Harán! Este último hecho es de tremenda importancia, más aún en aquellos fatídicos años en el mundo antiguo, porque inmediatamente después, en 555 a.C. Nabuna’id fue proclamado rey de Babilonia, no en Babilonia, sino sorprendentemente en Harán. Fue el último rey de Babilonia.
Y después de él, como había profetizado Jeremías, Babilonia siguió el destino de Asiria. Fue en 556 a.C. que ocurrió la profetizada oscuridad al mediodía. Fue justo cuando volvió Nibiru; fue el profetizado DÍA DE SEÑOR. Y cuando ocurrió el retorno del planeta, ni Anu ni los demás dioses esperados se mostraron. De hecho ocurrió lo contrario: los dioses Anunnaki abandonaron la Tierra.
La partida de los dioses Anunnaki de la Tierra fue un verdadero drama para la Humanidad. Y su partida no es simple especulación; está ampliamente documentada. La evidencia nos llega tanto del Próximo Oriente como de América, y algunos de los más directos y dramáticos documentos de la partida de los antiguos dioses de la Tierra nos llegan desde Harán. El testimonio se basa en documentos serios, entre ellos los del profeta Ezequiel. Estos informes están registrados en la Biblia y fueron inscritos en columnas de piedra con textos que tratan de los sucesos milagrosos que conducen a la ascensión al trono del último rey de Babilonia. Hoy día Harán es una ciudad en Turquía oriental, a poca distancia de la frontera Siria. Está rodeada por muros de los tiempos Islámicos, que se están desmoronando, y sus habitantes viven en modestas chozas de barro.
El pozo donde Jacob conoció a Raquel se halla aún ahí, entre los prados de ovejas, fuera de la ciudad, con el agua más pura que uno pueda imaginarse. Pero en los días antiguos Harán fue un floreciente centro comercial, cultural, religioso y político, tanto que aun el profeta Ezequiel, que vivía en el área con otros exiliados de Jerusalén, la nombró como un reputado centro comercial de “ropas azules y trabajos de bordado, de ricos aparejos al pecho hechos con cordones y madera de cedro”. Fue una ciudad que había sido en tiempos sumerios un centro del culto del ‘dios Luna’ Nannar/Sin. La familia de Abraham terminó residiendo allí porque su padre Terah era un Tirhu, un sacerdote y augur, primero en Nippur, después en Ur, y finalmente en el templo de Nannar/Sin en Harán.
Después de la desaparición de Sumer a causa del mortal viento nuclear, Nannar y su esposa, Ningal, convirtieron a Harán en su hogar y cuartel general. Aunque Nannar (Sin en acadio) no era el heredero primogénito legal, ya que este rango pertenecía a Ninurta, era un primogénito terrestre de Enlil y su esposa Ninlil,. Dioses y hombres adoraron a Nannar/Sin y su esposa; los himnos en su honor en los tiempos gloriosos de Sumer, y las lamentaciones acerca de la desolación de Sumer en general y de Ur en particular, revelen el gran amor y admiración de la gente por esta pareja divina. Que muchos siglos después Esarhaddon fuera a consultar a un anciano Sin en relación a la invasión de Egipto, y que la familia real asiria se trasladase a Harán, sirve para indicar el continuo e importante papel jugado por Nannar/Sin y Harán hasta el final.
Fue en las ruinas del templo de la ciudad de Nannar/Sin, el E.HUL.HUL (‘Casa de la Doble Alegría’), que los arqueólogos descubrieron cuatro estelas, que alguna vez estuvieron de pie en el templo, una en cada rincón del principal salón de oraciones. Las inscripciones en las estelas revelan que dos de ellas fueron erigidas por la sumo sacerdotisa del templo,Adda-Guppi, y dos por su hijo Nabuna’id, el último rey de Babilonia. Con un evidente sentido histórico Adda-Guppi aportó en sus inscripciones datos precisos de los asombrosos eventos de los que ella fue testigo. Los datos, vinculados como era costumbre a los años reinantes de reyes conocidos, pudieron ser verificados por expertos. Se sabe que nació en 649 a.C. y vivió durante los reinados de varios reyes asirios y babilónicos, alcanzando la edad de 104 años.
He aquí lo que escribió en una estela en relación al primero de una serie de sucesos increíbles: “Fue en el dieciseisavo año de Nabupolassar, rey de Babilonia, cuando Sin, señor de los dioses, se enojó con su ciudad y su templo y subió al cielo; y la ciudad y la gente se fueron a la ruina”. El año dieciséis de Nabupolassar fue el 610 a.C., cuando las fuerzas de Babilonia capturaron Harán a los sobrevivientes del ejército y la familia real asiria, y cuando un poderosos Egipto decidió tomar lospuertos espaciales. Fue entonces, escribió Adda-Guppi, que un enojado Sin, quitando su protección a la ciudad, “¡subió al cielo!’. Lo que siguió en la ciudad capturada está descrito suficientemente: ‘Y la ciudad y su gente fueron a la ruina’. Mientras otros sobrevivientes huyeron, Adda-Guppi se quedó. ‘A diario, sin cesar, de día y de noche, por meses, por años ella guardó vigilia en el arruinado templo. De luto, abandonó los vestidos de fina lana, se quitó las joyas, no usó ni oro ni plata, renunció a los perfumes y al aceite de dulce aroma’. Como un fantasma errando por el abandonado santuario, ‘me vestía con ropas rotas; iba y venía silenciosa’.
Entonces, en el desolado recinto sagrado, encontró un atuendo que alguna vez perteneció a Sin. Para la abatida sacerdotisa, el hallazgo fue un augurio del dios. Como si el mismo dios estuviera allí para escucharla, se postró y ‘en oración y humildad’ pronunció un voto: ‘Si quieres volver a tu ciudad, toda la gente cabeza-negra veneraría tu divinidad”’. Los “cabeza-negra’ era un término que los sumerios empleaban para referirse a si mismos, y el empleo del término por la sumo sacerdotisa 1300 años después de la desaparición de Sumer fue algo lleno de significado: ella le decía al dios que si volvía, sería restaurada su Señoría como en los Días Antiguos, volviendo a ser el señor dios de una restaurada Sumer-Acadia. Para lograr esto, Adda-Guppi ofreció a su dios un trato: Si retornara y empleara sus poderes para hacer de su hijo Nabuna’id el siguiente rey imperial, reinando sobre los dominios de Babilonia y Asiria, Nabuna’id restauraría el templo de Sin no sólo en Harán sino también en Ur, y proclamaría el culto a Sin como religión estatal en todas las tierras de la gente cabeza-negra.
Tocando la ropa del dios, oró día tras día; entonces una noche el dios se apareció ante ella en un sueño y aceptó su proposición. El dios Luna, escribió Adda-Guppi, gustó de la idea: ‘Sin, señor de los dioses del Cielo y la Tierra, por mis buenas acciones me miró con una sonrisa; escuchó mis plegarias; aceptó mi voto. Se calmó el enojo en su corazón. Para con Ehulhul, su templo en Harán, la residencia divina en la que regocijaba su corazón, él se reconcilió; y tuvo un cambio de corazón’.
El dios, escribió Adda-Guppi, aceptó el trato: “Sin, señor de los dioses, miró favorablemente mis palabras, Nabuna’id, mi único hijo, fruto de mi vientre, al reinado llamó el reinado de Súmer y Acadia. Todas las tierras desde la frontera de Egipto, desde el Mar Superior hasta el Mar Inferior, en sus manos confió”. Ambas partes mantuvieron su trato. ‘Yo me vi a mi misma realizada’, señaló Adda-Guppi, añadiendo: “Sin honró la palabra con que me habló’, promocionando el ascenso de Nabuna’id al trono de Babilonia en 555 a.C.
Y Nabuna’id mantuvo el voto de su madre de restaurar el templo Ehulhul en Harán, ‘perfeccionando su estructura.’Renovó el culto de Sin y Ningal (Nikkal en acadio) … todos los ritos olvidados los hizo de nuevo’. Y después un gran milagro, un suceso no visto por generaciones, sucedió. El hecho es descrito en las dos estelas de Nabuna’id, donde es representado sosteniendo un inusual báculo y encarando los símbolos celestiales de Nibiru, la Tierra, y la Luna: “Este es el gran milagro de Sin, que por dioses y diosas no ha ocurrido en la tierra, desde días antiguos desconocidos; que la gente en la Tierra ni han visto ni encontrado escrito en tablillas desde los días de antaño: que Sin, señor de dioses y diosas, residiendo en los cielos, ha bajado desde los cielos a plena vista de Nabuna’id, rey de Babilonia”. Sin, reportan las inscripciones, no volvió solo. De acuerdo a los textos entró al restaurado templo Ehulhul en una procesión ceremonial, en compañía de su esposa Ningal/Nikkal y su asesor, el Mensajero Divino Nusku.
El milagroso retorno de Sin ‘desde los cielos’ suscita muchas preguntas, siendo la primera: ¿dónde, ‘en los cielos,’ había estado durante casi seis décadas? Respuestas a tales preguntas pueden ser dadas al combinar las evidencias antiguas con los logros de la ciencia y tecnología modernas. Pero antes es importante examinar todos los aspectos de la partida, porque no fue solo Sin quién ‘se enojó’ y, dejando la Tierra, ‘subió a los cielos’. Las extraordinarias idas y venidas celestiales descritas por Adda-Guppi y Nabuna’id tuvieron lugar mientras estaban en Harán, un lugar significativo porque otro testigo estaba presente en esta área al mismo tiempo: el profeta Ezequiel. Y él también tenía mucho que decir al respecto. Ezequiel, un sacerdote de Yahweh en Jerusalén, estaba entre la aristocracia y los artesanos exiliados, junto con el rey Jehoiachin, después del primer ataque de Nabucodonosor a Jerusalén en 598ª.C. Fuero llevados por la fuerza al norte de Mesopotamia y ubicados en el distrito del rio Khabur, a escasa distancia de su hogar ancestral en Harán. Y fui ahí que ocurrió la famosa visión de Ezequiel de un carro celestial. Como sacerdote entrenado, además documentó el sitio y la fecha: “fue en el quinto día del cuarto mes en el quinto año del exilio, o sea alrededor del 594 a.C., cuando estaba entre los exiliados en los bancos del Khabur, que los cielos se abrieron y tuve visiones de Elohim’, señaló Ezequiel al inicio de sus profecías; y lo que vio, apareciendo en un remolino, fueron luces centelleantes y rodeadas por un resplandor, fue un carruaje divino que podía bajar y subir e ir hacia los lados, y dentro de él, ‘sobre algo como un trono, el semblante de un hombre’; y escuchó una voz que se dirigía a él como ‘Hijo de Hombre’ anunciándole su tarea profética.
La declaración del Profeta es usualmente transcrita como ‘visiones de Dios’. El término Elohim, que es plural, ha sido traducido como ‘Dios’ en singular, incluso cuando en la misma Biblia utiliza el plural, como en el Génesis: ‘Y Elohim dijo hagamos al Adán a nuestra imagen y nuestra semejanza’. En realidad el relato del Adán bíblico es una traducción de los mucho más detallados textos sumerios de la creación, donde hubo un grupo de Anunnaki, liderado por Enki, que empleó ingeniería genética para ‘fabricar’ al Adán. El término Elohim se refería a los Anunnaki; y lo que Ezequiel explicó fue que había encontrado una nave celestial Anunnaki cerca de Harán.
La nave celestial vista por Ezequiel fue descrita como elKavod de Dios (‘Ese el cual es fuerte’), el mismo término usado en el Éxodo para describir el vehículo divino que había aterrizado en el Monte Sinaí. La descripción de la nave presentada por Ezequiel ha inspirado a generaciones de artistas y eruditos; y los dibujos resultantes han cambiado con el transcurso del tiempo, según la tecnología existente.
Los textos antiguos se refieren tanto a naves voladoras como a vehículos espaciales, y describen a los dioses Enlil, Enki, Ninurta, Marduk, Toth, Sin, Shamash e Ishtar, para nombrar los más prominentes, como dioses que poseían vehículos voladores y podían deambular por los cielos de la Tierra o involucrarse en batallas aéreas, como entre Horus y Seth o Ninurta y Anzu, para no mencionar a los dioses indoeuropeos. De todas las variadas descripciones y representaciones pictóricas de las ‘barcas celestiales’ de los dioses, la más apropiada a la visión de Ezequiel de un torbellino parece ser el ‘carruaje remolino’ dibujado en el lugar en Jordania donde el Profeta Elías fue subido al cielo. Como un tipo de helicóptero, tenía que servir como un transbordador espacial hasta donde una nave espacial de gran alcance estuviera estacionada.
La misión de Ezequiel fue profetizar y advertir a sus compatriotas exiliados del venidero Día del Juicio por las injusticias y abominaciones de todas las naciones. Luego, un año más tarde, la misma ‘semblanza de hombre’ se le apareció de nuevo, lo tomó y se lo llevó hasta Jerusalén, para que profetice allí. Como hemos dicho la ciudad estaba pasando por un terrible sitio, que provocó hambruna, una humillante derrota, un saqueo, una ocupación babilónica y el exilio del rey y toda la nobleza. Al llegar allí Ezequiel vio una escena de incumplimiento de la ley y de la observancia religiosa. Al preguntar que estaba sucediendo, escuchó a los reunidos, en luto, quejándose: “Yahveh no nos observa más, ¡Yahveh ha abandonado la Tierra!”. Esta fue, creemos, la razón por la cual Nabucodonosor se atrevió a atacar Jerusalén de nuevo y destruir el templo de Yahveh. Era una situación idéntica a la que Adda-Guppi había reportado de Harán: ‘Sin, el señor de los dioses, se enojó con su ciudad y su gente, y subió al cielo; y la ciudad y su gente se arruinaron’
No se puede tener certeza de cómo o por qué los sucesos ocurridos en el norte de Mesopotamia despertaron la idea en la distante Judá de que también Yahveh había abandonado la Tierra, pero es evidente que la palabra que Dios y los dioses partieron se había esparcido por todas partes. Ciertamente, la tablilla VAT 7847, que fue mencionada anteriormente en conexión con el eclipse solar, señala lo siguiente en una sección profética en relación a calamidades que duraron 200 años: “Crepitantes los dioses, volando, de las tierras se irán, de los pueblos serán separados. La gente dejará que las moradas de los dioses se arruinen. La compasión y la bondad cesarán. Enlil, en furia, se irá”.
Tenemos un documento que expande de forma considerable el éxodo divino: los enojados dioses, liderados por Enlil, volaron lejos de sus tierras. No fue sólo Sin quién estaba molesto y se fue. Hay además otro documento. Está clasificado por los académicos como perteneciente a ‘fuentes proféticas neo-asirias’, aunque sus primeras palabras sugieren la autoría de un devoto de Marduk: “Marduk, el Enlil de los dioses, se enojó. Su mente se puso furiosa. Diseñó un plan malvado para dispersar la tierra y sus pueblos. Su enojado corazón estaba torcido en arrasar la tierra y su gente. Una dolorosa maldición se formó en su boca. Portentos malvados indicando la rotura de la armonía celestial comenzaron a aparecer en abundancia en el cielo y la Tierra. Los planetas en los senderos de Enlil, Anu y Ea erraron sus posiciones y repetidamente revelaron augurios anómalos. Arahtu, el río de la abundancia, se convirtió en un torrente embravecido. Una feroz oleada de agua, una avalancha violenta como el Diluvio arrasó la ciudad, sus casas y santuarios, tornándolos en ruinas. Los dioses y diosas tuvieron miedo, abandonaron sus santuarios, volaron lejos como pájaros y subieron al cielo”.
Lo que es común a todos estos textos son las afirmaciones de que los dioses se enojaron con la gente, los dioses ‘volaron lejos como pájaros y ascendieron al cielo. Estamos bastante informados que la partida fue acompañada por inusuales fenómenos celestes y algunos disturbios terrestres. Hay aspectos del Día del Señor como lo profetizado por los Profetas bíblicos: La partida estuvo relacionada al Retorno de Nibiru y los dioses dejaron la Tierra cuando vino Nibiru. El texto VAT 7847 incluye una intrigante referencia a un período calamitoso de dos siglos. El texto no aclara si esa era una predicción de lo que siguió a la partida de los dioses o si fue durante este momento que creció su enojo y decepción para con la Humanidad, que los empujó a la partida. Parece que esto último es lo más probable, porque probablemente no es coincidencia que la era de la profecía bíblica en relación al pecado de las naciones y el juicio que viene con el Día del Señor comenzase con Amós y Oseas alrededor de 760/750 a.C., dos siglos antes que el retorno de Nibiru.
Durante dos siglos, desde Jerusalén, los profetas clamaron por la justicia y honestidad de la gente y la paz entre las naciones, desdeñando las ofrendas sin sentido y el culto a ídolos sin vida, denunciando las conquistas y la destrucción sin piedad, y advirtiendo a una nación tras otra, incluida Israel, de los inevitables castigos. Pero todo fue en vano. Por esta razón se produjo un gradual incremento del enojo divino y la decepción. Y la conclusión de los Anunnaki fue que era tiempo de irse. Todo ello trae a la mente la pasada decisión de los dioses, liderados por el decepcionado Enlil, de guardar el secreto del venidero Diluvio a la Humanidad y la huida de los dioses en sus naves aéreas. Ahora, de nuevo, mientras Nibiru estaba acercándose de nuevo, fueron los dioses partidarios de Enlil los que prepararon la partida. ¿Quiénes fueron los dioses que se fueron, cómo lo hicieron, y adónde fueron si Sin pudo volver al cabo de pocas décadas?
Para las respuestas retrocedamos hasta el inicio. Cuando los Anunnaki, liderados por Ea/Enki, vinieron a la Tierra para obtener el oro con el cual proteger su atmósfera planetaria en peligro y se planearon extraer el oro de las aguas del Golfo Pérsico. Cuando eso no funcionó, cambiaron las operaciones mineras al sudeste de África y luego fundían y refinaban el oro extraído en el E.DIN, la futura Sumer. Su cantidad aumentó a 600 anunnaki en la Tierra más 300 Igigi que operaban las naves aéreas en una estación en Marte, desde la cual las grandes naves espaciales hacia Nibiru podían ser lanzadas con mayor facilidad. Enlil, el hermanastro de Enki y rival por la sucesión, vino y fue puesto como comandante general.
Cuando se amotinaron los Anunnaki por el duro trabajo en las minas, Enki sugirió crear un ‘Trabajador Primitivo’. Y esto fue hecho mediante la mejora genética de un existente homínido. Y entonces los Anunnaki comenzaron a ‘tomar las hijas del Adán como esposas y tuvieron hijos con ellas’. Cuando vino el Diluvio, el enfurecido Enlil dijo “dejemos perecer a la humanidad”’ porque ‘la maldad del Hombre era grande en la Tierra’. Pero Enki, a través de un ‘Noé’ frustró el plan. La Humanidad sobrevivió, proliferó, y con el tiempo se le concedió la civilización. El Diluvio que cayó sobre la Tierra inundó las minas en África, pero expuso una veta de oro en las montañas de Los Andes en Sudamérica, permitiendo a los Anunnaki obtener más oro, con mayor rapidez y facilidad, y sin la necesidad de fundirlo y refinarlo, porque las pepitas de oro puro de las montañas sólo necesitaban ser limpiadas. También hizo posible reducir la cantidad de Anunnaki necesarios en la Tierra.
En su visita de estado a la Tierra, alrededor del 4000 a.C., Anu y Antu estuvieron en la tierra aurífera situada en las costas del Lago Titicaca. La visita sirvió como una oportunidad para comenzar a reducir el número de Anunnaki en Tierra. Además se aprobaron tratados de paz para reconducir la rivalidad de los hermanastros y sus seguidores. Pero mientras Enki y Enlil aceparon la división territorial, el hijo de Enki, Marduk, jamás desistió de la disputa por la supremacía que incluía el control de los antiguos puertos espaciales. Fue entonces que los partidarios de Enlil comenzaron a preparar instalaciones espaciales alternativas en Sudamérica. Cuando el puerto espacial postdiluviano en el Sinaí fue destruido por las bombas nucleares en el 2024 a.C., las instalaciones en Sudamérica fueron las únicas que permanecieron en manos de los partidarios de Enlil.
Y así, cuando los enojados líderes Anunnaki decidieron que era tiempo de irse, algunos pudieron usar la estación de aterrizaje; otros, quizá con un último botín de oro, tuvieron que utilizar las instalaciones sudamericanas, cerca del lugar donde Anu y Antu estuvieron durante su visita al área. El lugar, ahora llamado PumaPunku, se halla a corta distancia del lago Titicaca. Pero cuando en el pasado el lago era más grande, PumaPunku estaba ubicado en la orilla sur del lago, con instalaciones portuarias. Todavía puede verse una fila de cuatro estructuras derruidas, cada una formada por un gigantesco monolito vaciado. Cada uno de estos monolitos estaba completamente cubierto con placas de oro, sujetas con clavos de oro, un increíble tesoro que fue saqueado por los españoles.
Todavía constituye un misterio cómo fueron vaciadas con tanta precisión y cómo cuatro enormes rocas fueron llevadas hasta aquel lugar. Los hallazgos arqueológicos del lugar incluyen un gran número de grandes bloques de piedra que fueron cortados y colocados con precisión. No es necesario saber mucho de ingeniería para comprender que esas piedras fueron cortadas, taladradas y conformadas con una increíble capacidad tecnológica y un sofisticado equipamiento. Incluso actualmente es dudoso que una obra de este tipo pudiera hacerse. La confusión aumenta por el misterio del propósito de tales prodigios tecnológicos; obviamente, se trata de algo aún sin develar pero altamente sofisticado. Si era para servir como fundición de instrumentos complejos, ¿de qué tipo de instrumentos se trata?
Sólo los Anunnaki poseían la tecnología para hacer aquellos moldes y emplearlos en su producción. El principal centro de los Anunnaki estaba situado a poca distancia tierra adentro, en un lugar hoy conocido como Tiwanaku (anteriormente conocido como Tiahuanacu), en Bolivia. George Squier, uno de los primeros exploradores europeos en llegar allí en los tiempos actuales, en su libro ‘Perú Ilustrado’ describió el lugar como la ‘Baalbek del Nuevo Mundo’, una comparación más real de lo que él imaginó. El siguiente explorador importante de Tiwanaku, Arthur Posnansky, en su libro “Tiwanaco – la Cuna del Hombre Americano”, llegó a asombrosas conclusiones en relación a la antigüedad del lugar. Las principales estructuras de superficie en Tiwanaco, aparte de las numerosas estructuras subterráneas, incluyen el Akapana, una colina artificial plagada de canales y compuertas, que parece servían para el proceso de obtención de oro.
La Puerta del Sol es una conocida estructura que también fue cortada a partir de un monolito, con la precisión exhibida en Puma-Punku.
Probablemente sirvió algún propósito astronómico y como calendario, tal como sugieren las imágenes que se han grabado en este monumento. Estas imágenes son dominadas por una gran imagen del dios Viracocha sosteniendo un arma de rayos, que claramente se parece al dios Adad/Teshub en el Próximo Oriente. La Puerta del Sol está ubicada de manera que forma una unidad de observación astronómica con otra estructura en Tiwanaco, llamada la Kalasasaya, que es una gran estructura rectangular con un patio hundido y rodeado de cuatro pilares de piedra.
La sugerencia de Posnansky de que el Kalasasaya servía como un observatorio ha sido confirmada por otros exploradores. Su conclusión es que los alineamientos astronómicos de la Kalasasaya muestran que fue construida miles de años antes que los Incas. Esta afirmación era tan increíble que las instituciones astronómicas alemanas enviaron equipos de científicos para investigarlo. Sus informes afirman que la orientación de Kalasasaya sin duda encaja con la inclinación terrestre que había el 10000 a.C., o el 4000 a.C. Cualquiera de estas fechas es válida: la primera es una fecha que podemos situar un poco después de Diluvio, cuando comenzaron en América las operaciones para obtener oro; y la última fecha es la de la última visita del dios Anu. Ambas fechas encajan con las actividades anunnakis en aquella región, ya que la evidencia de la presencia de los dioses partidarios de Enlil se encuentra por todas partes.
Las investigaciones arqueológicas, geológicas y mineralógicas del área confirmaron que Tiwanaku sirvió también como centro metalúrgico. Varios hallazgos y su similitud con representaciones en antiguos centros hititas, en Turquía, sugieren que las operaciones para obtener oro y estaño (necesario para producir bronce) fueron supervisadas por Ishkur/Adad, el hijo más joven de Enlil. Su dominio en el Viejo Mundo fue Anatolia, donde fue venerado por los hititas como Teshub, el ‘dios del clima’, cuyo símbolo era una vara con rayos. Este símbolo, enigmáticamente tallado en una empinada ladera de un acantilado, puede ser vista desde el aire o desde el mar en la bahía de Paracas, Perú, un puerto natural alineado con Tiwanaku. Llamado el candelabro, este símbolo tiene unos 140 metros de largo por 80 de ancho, y sus líneas han sido grabadas con una profundidad de medio metro en rocas duras. Y al norte de esta bahía, tierra adentro, en el desierto entre los ríos Ingenio y Nazca, los exploradores han encontrado uno de los más misteriosos enigmas de la antigüedad: las llamadas Líneas de Nazca. Una vasta área, de unos 300 kilómetros cuadrados, fue empleado por alguien para dibujar en ella imágenes delineadas, con dibujos tan grandes que no tienen sentido a ras de suelo. Pero cuando se ven desde el aire, representan con claridad distintos tipos de animales, algunos conocidos y otros imaginarios.
Estos dibujos fueron hechos removiendo la superficie del terreno hasta una profundidad de varios centímetros. Cualquiera que vuele sobre el área concluye que alguien desde el aire orientó sobre como horadar el terreno. Sin embargo, directamente relacionado con el tema de la partida de los anunnaki, hay algo aún más misterioso en las Líneas de Nazca: lo que parecen ser anchas pistas de despegue y aterrizaje. Rectas continuas que corren a lo largo de colinas y valles, sin importar la textura del terreno. Hay unas 740 líneas rectas, combinadas en ocasiones con trapezoides. Con frecuencia se entrecruzan unas a otras sin ton ni son, a veces corriendo sobre los dibujos de animales, revelando que las líneas fueron hechas en diferentes fechas. Varios intentos para resolver el misterio de las líneas fracasaron cada vez que se explicó como hechas por los nativos peruanos, por gente de la cultura Nazca o por una civilización Paraca. Tampoco han encontrado una explicación los estudios que apuntan a orientaciones astronómicas encubiertas en las líneas, tales como alineamientos con solsticios, equinoccios, algunas estrellas, etc. Para todos los que omiten una solución basada en ‘Antiguos Astronautas’, el enigma sigue sin resolver.
Más que haber estado ahí para posibilitar un despegue, parecen que estas líneas son el resultado del despegue de las naves, que han dejado una huella al deslizarse sobre la superficie. Que las ‘cámaras celestiales’ de los Anunnaki producían tales marcas queda indicado en la pictografía sumeria en relación a las naves espaciales de los dioses. Parece ser que Nazca fue el último puerto espacial de los Anunnaki. Les sirvió cuando el otro puerto espacial en el Sinaí fue destruido, y posteriormente les sirvió para la partida final de nuestro planeta. Desgraciadamente no hay informes de testigos de vuelos en Nazca. Pero si que hay textos de Harán y Babilonia referentes a los vuelos que empleaban la estación de aterrizaje en Baalbek, Líbano. Los informes de testigos relacionados con esos vuelos y las naves Anunnaki incluyen el testimonio del profeta Ezequiel y las inscripciones de Adda-Guppi y Nabuna’id. La conclusión inevitable debe ser que desde el 610 a.C. hasta el 560 a.C. los dioses Anunnaki fueron abandonando la Tierra de manera sistemática.
Pero, ¿a dónde iban cuando abandonaban la Tierra? Tuvo que ser a un lugar desde donde el dios Sin pudiese retornar relativamente pronto a la Tierra, tal como hemos visto anteriormente. Ese lugar se supone que era la antigua Estación en Marte, desde donde las naves de larga distancia volaban para dirigirse a Nibiru. El conocimiento sumerio de nuestro sistema solar incluía referencias al empleo de Marte como una estación de paso para los Anunnaki. Esto queda claramente representado en un sello cilíndrico de más de 4500 años de antigüedad, que puede verse en el Museo Hermitage de San Petersburgo, en Rusia. Este sello muestra un astronauta en Marte, indicado como el sexto planeta, contando desde el exterior del sistema solar, comunicándose con uno en la Tierra, representado como el séptimo planeta, con una nave aérea en los cielos entre ellos. Debido a la menor gravedad marciana comparada con la terrestre, los Anunnaki habían encontrado más fácil y lógico utilizar pequeños transportes espaciales desde la Tierra a Marte, y desde allí, utilizando grandes naves, dirigirse a Nibiru.
Hace un cierto tiempo Marte era considerado un planeta sin oxigeno, sin agua, sin vida y con un ambiente hostil. Pero actualmente hay evidencias de que en Marte hay agua y asimismo se tienen fotografías de estructuras piramidales y de un enigmático rostro humano. Parece que Marte tuvo una atmósfera considerable, de la que aún conserva una delgada capa de oxígeno. También alguna vez tuvo ríos, lagos, océanos y todavía conserva agua, bajo la superficie o en pequeños lagos congelados. En 2005 naves de la NASA enviaron evidencias químicas y fotográficas que llevaron a esas conclusiones. Todo ello es suficiente para mostrar que Marte pudo servir como una estación espacial para los Anunnaki. Fue el primer destino de los dioses que se iban de la Tierra, como confirma el rápido retorno del dios Sin. ¿Quiénes se fueron, quiénes se quedaron, quiénes pueden regresar a la Tierra? Creemos que algunas de las respuestas vendrán de Marte.
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