LAS GESTAS LIBERTARIAS EN EL PERU (2-3)
Herbert Oré Belsuzarri.
Las Juntas de Gobierno en América de 1809.
Napoleón invadió
España, pero el pueblo español, no acepto al Rey intruso José Bonaparte, y en
ausencia del Rey cautivo por Napoleón, formó Juntas de Gobierno.
El pueblo español
dentro de su concepto de fidelidad a la monarquía, antes que aceptar un nuevo
amo formó Juntas de Gobierno. Las colonias de América siguiendo la misma teoría
de que, ausente el Rey, el poder retorna al pueblo y por tanto era el pueblo el
que tenía derecho a formar Juntas de Gobierno, los formo al igual que los de
España, y así surgió las Juntas en América bajo el disfraz de fidelidad al monarca.
La primera Junta
surge en el Alto Perú. El 25 de mayo de 1809, el pueblo de Chuquisaca depuso a
la autoridad española y formó una Junta de Gobierno, La segunda Junta de
Gobierno también se forma en el Alto Perú, en la ciudad de La Paz (16 de julio
de 1809). La tercera Junta en Quito, el 10 de agosto de 1809, los criollos
depusieran al Presidente de la Audiencia, Ruiz de Castilla, y formaron una
Junta de Gobierno. Estas Juntas de 1809 del Alto Perú y Quito duraron poco.
Fueron derrotadas por tropas virreinales enviadas por José Fernando de Abascal,
Virrey del Perú.
El ejemplo de las
Juntas de Gobierno fue imitado. Una a una las colonias fueron constituyendo
Juntas. La situación se presentaba propicia para que germinaran ideas de
independencia. Las Juntas surgieron en contra de las autoridades de las
colonias, y fueron declaradas rebeldes por el Consejo de Regencia. Se inició así
la lucha entre las antiguas autoridades, secundadas por los españoles y sus
fuerzas armadas contra los criollos, secundados por los Cabildos y a veces por
las Audiencias.
En Lima hubo el
intento de deponer al Virrey Abascal y formar una Junta de Gobierno. El jefe de
los conspiradores fue el abogado Mateo Silva, pero delatado por un traidor, el
26 de setiembre de 1809 fue tomado preso, sometido a juicio y sentenciado a 10
años de prisión en el castillo Real Felipe del Callao, donde falleció en 1816
víctima de los malos tratos.
Las Juntas de 1810.
La obra iniciada en el Alto Perú y Quito
se extendió a los extremos del Continente y encendería la contienda por la independencia.
En Venezuela, el 19 de abril de 1810 los criollos de Caracas reunidos en "Cabildo
Abierto", depusieron al Capital General Vicente Emparan, desconocieron la
autoridad de la Regencia de Cádiz, y en nombre del Rey cautivo, constituyeron
una Junta Suprema para gobernarse por sí. La Junta convocó un Congreso general
de las provincias. Este Congreso reunido el 2 de marzo de 1811, proclamó la
Independencia de Venezuela el 5 de julio de ese mismo año.
En Buenos Aires, los criollos y el pueblo reunido en
"Cabildo Abierto", depusieron al Virrey Hidalgo de Cisneros,
desconocieron al Consejo de Regencia. El 25 de mayo de ese año constituyeron
una Junta Gubernativa cuya presidencia fue encomendada al patricio Cornelio
Saavedra, y de Secretario a Mariano Moreno. Por obra de Moreno, se proclamó el
libre desenvolvimiento del trabajo y del comercio, y el gobierno representativo
de origen popular. Con el objeto de extender el movimiento a las provincias, la
Junta envió expediciones al Alto Perú (al mando de Balcarce y Castelli); al
Paraguay (al mando de Belgrano); y al Uruguay (al mando de Rondeau);
dependientes del Virreinato de Buenos Aires.
En Nueva Granada, otro "Cabildo Abierto",
reunido tumultuosamente el 20 de julio de 1810 en Santa Fe de Bogotá,
desconoció las autoridades vigentes, y en nombre de Fernando VII, instaló la
Junta Gubernativa que depuso al Virrey Amar y convocó a las provincias a enviar
representantes ante ella.
En Chile, el "Cabildo Abierto",
convocado el 18 de setiembre del mismo año. Formó igualmente una Junta
Gubernativa. El movimiento se extendió por el Norte y el Centro del país, pero
el Sur permaneció en favor de los realistas.
En Quito continuaba en funciones en 1810
la Junta formada el año anterior. Pronto sería disuelta por obra del Virrey
Abascal, y sus miembros tendrían un trágico fin, pero la lucha continuó.
El Alto Perú, después del fracaso de las
Juntas de La Paz y Chuquisaca del año anterior se había vuelto a sublevar
secundado por las fuerzas enviadas por la Junta de Buenos Aires.
El Perú, bajo el brazo fuerte de Fernando
de Abascal, se encontraba inquieto y deseoso de seguir el ejemplo de sus
hermanos de América. El 18 de setiembre de ese año se apresaron en Lima varios
criollos, entre ellos el argentino Ramón Anchóriz, mayordomo del Arzobispado de
Lima, el abogado Saravia, el cura de San Sebastián Tagle, el impresor Guillermo
del Río, el italiano José Boqui y otros, siendo procesados y condenados a diversas
penas. Anchóriz fue remitido preso a Cádiz. El omnipotente Virrey destrozaba así
otro intentó de subversión.
Los gobiernos establecidos por estas
Juntas del año 1810, subsistieron hasta 1814 o 1816. Sólo el gobierno
establecido por la Junta de Buenos Aires no sucumbió jamás.
En 1810, en todas las capitales de los
antiguos Virreinatos y Capitanías, se habían constituido Juntas Gubernativas
formadas por criollos que reclamaban el derecho de gobernar la tierra en que
nacieron. Aunque se instalaban en nombre de Fernando VII, los antiguos funcionarios
las combatieron y el Consejo de la Regencia de Cádiz las declaró rebeldes. La lucha
iniciada en forma tan ocasional, duraría tres lustros y sería sangrienta. Sólo termino
cuando las colonias obtuvieron su independencia. Aun cuando en el Perú no se
formó ninguna Junta, la lucha también se inició, así como en México.
Los Cabildos
Constitucionales.
La Constitución Política de la Monarquía
Española promulgada por las Cortes de Cádiz el 19 de marzo de 1812, dispuso que
en todos los pueblos y ciudades hubiera Ayuntamientos o Cabildos para su
gobierno interior. Ayuntamientos o Cabildos que estarían constituidos por el Alcalde
o Alcaldes, los regidores y el procurador síndico. Las disposiciones legales
que se dieran determinarían el número de miembros de acuerdo a la población. En
el art. 312 disponía que "Los alcaldes, regidores y procuradores síndicos
se nombraran por elección en los pueblos". La elección que se disponía era
por el sistema indirecto, o sea que primero se elegían a los electores y luego
éstos elegían al alcalde o alcaldes, regidores y procuradores síndicos.
Por esta disposición, el Virrey Abascal se
vio obligado a disponer la elección de estos Ayuntamientos o Cabildos, que por
hacerse conforme a lo dispuesto en la Constitución de 1812, se les conoce con
el nombre de "Cabildos Constitucionales".
La Constitución de 1812 fue abolida por
Fernando VII en 1816 al restaurar el absolutismo, pero volvió a regir en 1820 a
raíz de la revolución liberal ocurrida entonces en España, y por eso, cuando
San Martín llegó al Perú al frente de la Expedición Libertadora, encontró en
Lima y otras ciudades del Perú a estos Cabildos Constitucionales elegidos por
el pueblo que tuvieron gran actuación en los actos de Declaración de
Independencia de cada localidad. El Cabildo de Lima declaró la Independencia
del Perú el 15 de julio de 1821.
Con los recursos
que supo sacar del inmenso y rico virreinato que gobernaba, Abascal combatió la
revolución en el Alto Perú, Quito, Chile, y contuvo el avance de la revolución Argentina,
que quería ingresar victoriosamente al Perú por el sur.
Por la férrea vigilancia realizada por el Virrey
Abascal, en Lima no llegó a estallar ningún movimiento revolucionario, aunque
hubo importantes intentos, como el realizado por Mateo Silva en 1809, en el que
estuvieron comprometidos su hermano Remigio y su hermana Brígida y muchas otras
personas; también el intento de Ramón Anchóriz y otros en 1810 que igualmente
fue desbaratado por el poderoso Virrey. No obstante a esta vigilancia y la
política de concordia desarrollada por el Virrey, Lima y provincias vivían en
permanente ambiente de conspiración que demostraba el espíritu rebelde del pueblo
del Perú y su deseo de poner término a la dominación española.
Narra una anécdota
de la época: “A los pocos meses de haber entrado el Virrey de Lima a su
capital, se encontraron en una calle tres sacos colocados con armonía: el
primero estaba lleno de sal, el segundo de abas, y el tercero de cal. El que
reconocía aquellas especies repetía maquinalmente Sal, Abas, Cal; y ya parece llegado el caso de aquella conminación,
y de que se conozca, que la moderación y dulzura de los americanos no es
abatimiento; y que ya es tiempo que salgan á luz las virtudes, que el
despotismo ocultaba en la obscuridad, por no tener valor para soportar su
presencia”
Lima fue centro de inquietud y conspiración
revolucionaria cuyos lazos y extendido
sentimiento llegaba a diferentes partes del virreinato del Perú.
El Real
Convictorio de San Carlos, bajo la dirección del cura chachapoyano
y precursor de la Independencia peruana; Toribio Rodríguez de Mendoza era uno
de los varios centros, que realizaba una secreta siembra de los principios
revolucionarios y de las nuevas ideas liberales. Los "carolinos" como
eran llamados, fueron en gran parte los ideólogos de la revolución.
El Colegio de Medicina
de San Fernando, donde se reunían periódicamente, el médico
Hipólito Unanue, el cosmógrafo y matemático José Gregorio Paredes, los médicos
José Pezet y Miguel Tafur, Gabino Chacaltana y otros, que años más tarde serán
miembros del primer Congreso Constituyente. Los denominados "fernandinos"
tuvieron actuación notable en la revolución peruana.
El Oratorio de
San Felipe Neri, cuyos miembros eran conocidos con nombre
de
"los
Padres de San Pedro" por ocupar el claustro de los expulsados jesuitas.
Fueron eficaces promotores de la insurrección mediante el influjo que tenían en
el pueblo y aún en las clases altas. Uno de los "oratorianos", el
Padre Méndez Lachica, fue un distinguido miembro del primer Congreso
Constituyente instalado por José de San Martín.
“Supo
Abascal que en la celda del Padre Méndez, de la Congregación del Oratorio, se
reunían todas las noches a conspirar, algunas personas visibles y respetables
del país, como el Padre Carrión de la misma Congregación, el Conde de la Vega
del Ren; Manuel Pérez de Tudela, José de la Riva Agüero y otros “igualmente
inofensivos”. No teniendo, nada de conspiradores de la laya de otros, pero no
queriendo, por otra, que tales reuniones se fomentasen, tomó para disolverlos de
la siguiente graciosa forma. Ordenó que una noche se apostase en la portería de
San Pedro el capítulo de su guardia de a caballo, Joaquín de Espolavieja, con
una linterna y dos soldados. Así se hizo, y a medida que los conjurados salían,
Joaquín les ponía su linterna en la cara y reconociéndoles les decía: “Señor
tal, su Excelencia el Señor Virrey me ha encargado que diga a Ud. de su parte,
que le desea que pase muy buena noche". Inútil es decir, que esa fue la
última vez que se reunieron los conjurados".
Los abogados de
Lima, eran discípulos en gran parte de
Rodríguez de Mendoza: Mateo Silva, Manuel Pérez de Tudela, José Faustino
Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui, Manuel Ferreyros, Pedro José
Colmenares, y otros como Manuel Tellería, Mariano Alejo Álvarez y Ramírez de
Arellano. Uno de ellos, Manuel Lorenzo de Vidaurre, por considerársele
peligroso, fue perseguido y desterrado a España. En Cádiz escribió el libro que
publicó después con el nombre de “Plan del Perú".
Riva Agüero y su
círculo. Había llegado a Lima en 1810, después de un
viaje por Europa; el joven aristócrata limeño José de la Riva Agüero, imbuido
de las ideas revolucionarias, a su paso por Buenos Aires se contacto con los revolucionarios
porteños. Riva Agüero formo en Lima el centro de un círculo poderoso de revolucionarios,
entre los que se encontraba el VII Conde de la Vega del Ren[1], e
instigó varias revoluciones limeñas y no cesó de actuar hasta que San Martín
proclamó la independencia del Perú.
Desde
1810 Riva Agüero se torna en la principal figura de la revolución peruana y un
partidario decidido de la separación con España, por considerar "que los
intereses de la península están diametralmente opuestos" a los del Perú.
Fue promotor decidido de la llegada de San Martín y entró en contacto epistolar
con él cuando preparaba el "Ejército de los Andes". Riva Agüero
estaba convencido de la imposibilidad de que los peruanos vencieran por sí
solos el tremendo poder español en el Perú.
Los curas, como en el resto de América, en que muchos
religiosos aparecieron como caudillos del movimiento emancipador, también participaron
en la inquietud revolucionaria, no así el alto clero que era de tendencia absolutista.
Los párrocos de muchos lugares, en Lima y en el interior del país, resultaron
asiduos propagadores de la idea emancipadora, y los conventos se convirtieron
en focos de insurrección. En general el clero regular era decididamente
partidario de la independencia. Es por eso, cuando se reunió el primer Congreso
peruano en 1822, cerca de la tercera parte de los diputados eran religiosos.
Francisco
de Paula Quiroz, nacido en Arequipa pero radicado en Lima, pretendió en 1814
sublevar la poca guarnición militar que se encontraba en Lima, pues la mayor
parte de las tropas habían sido enviadas al Alto Perú para contener el empuje
de la revolución argentina, y luego al Sur para hacer frente a la revolución de
los Angulo y Pumacahua. Pretendió sublevar en Lima al batallón llamado
"Número", cuyo jefe era el VII Conde de la Vega del Ren, cuya
simpatía por la causa revolucionaria conocía, pero la llegada inesperada al
Callao de refuerzos españoles, hizo fracasar el intento de conspiración.
Los agentes
extranjeros enviados a Lima, por los
revolucionarios de otros lugares de América, especialmente de Buenos Aires,
trataban de coordinar los esfuerzos emancipadores. Varios de ellos formaron
parte del primer Congreso.
Fueron
también grandes propagadores de la inquietud revolucionaria, las mujeres peruanas,
especialmente las limeñas, que con su finura y galantería, burlaban la
vigilancia de las autoridades. Por último, el pueblo formado principalmente por
criollos de la clase media y popular, así como los mestizos, estaban
enteramente volcados a la inquietud emancipadora.
[1] José Matías Vázquez de Acuña Menacho
y Ribera, VII Conde de la
Vega del Ren,
Alcalde de Lima en 1791. Gracias a su influencia y riqueza tubo importante
papel en la independencia del Perú junto a José de San Martín. El Perú independiente declaró en 1821 abolidos los
títulos nobiliarios de la monarquía española, por ello
fue el último Conde de la Vega del Ren cuyo título nobiliario fuese reconocido
y ejercido efectivamente en América. Se casó con María
Loreta de la Fuente y Mesía, IX marquesa del
Dragón de San Miguel de Híjar, V condesa de
Sierrabella.
A su muerte los derechos derivados del título pasaron a su hija:
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