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viernes, 26 de julio de 2013

LAS GESTAS LIBERTARIAS EN EL PERU (2-3)

LAS GESTAS LIBERTARIAS EN EL PERU (2-3)
Herbert Oré Belsuzarri.






Las Juntas de Gobierno en América de 1809.


Napoleón invadió España, pero el pueblo español, no acepto al Rey intruso José Bonaparte, y en ausencia del Rey cautivo por Napoleón, formó Juntas de Gobierno.

El pueblo español dentro de su concepto de fidelidad a la monarquía, antes que aceptar un nuevo amo formó Juntas de Gobierno. Las colonias de América siguiendo la misma teoría de que, ausente el Rey, el poder retorna al pueblo y por tanto era el pueblo el que tenía derecho a formar Juntas de Gobierno, los formo al igual que los de España, y así surgió las Juntas en América bajo el disfraz de fidelidad al monarca.

La primera Junta surge en el Alto Perú. El 25 de mayo de 1809, el pueblo de Chuquisaca depuso a la autoridad española y formó una Junta de Gobierno, La segunda Junta de Gobierno también se forma en el Alto Perú, en la ciudad de La Paz (16 de julio de 1809). La tercera Junta en Quito, el 10 de agosto de 1809, los criollos depusieran al Presidente de la Audiencia, Ruiz de Castilla, y formaron una Junta de Gobierno. Estas Juntas de 1809 del Alto Perú y Quito duraron poco. Fueron derrotadas por tropas virreinales enviadas por José Fernando de Abascal, Virrey del Perú.

El ejemplo de las Juntas de Gobierno fue imitado. Una a una las colonias fueron constituyendo Juntas. La situación se presentaba propicia para que germinaran ideas de independencia. Las Juntas surgieron en contra de las autoridades de las colonias, y fueron declaradas rebeldes por el Consejo de Regencia. Se inició así la lucha entre las antiguas autoridades, secundadas por los españoles y sus fuerzas armadas contra los criollos, secundados por los Cabildos y a veces por las Audiencias.

En Lima hubo el intento de deponer al Virrey Abascal y formar una Junta de Gobierno. El jefe de los conspiradores fue el abogado Mateo Silva, pero delatado por un traidor, el 26 de setiembre de 1809 fue tomado preso, sometido a juicio y sentenciado a 10 años de prisión en el castillo Real Felipe del Callao, donde falleció en 1816 víctima de los malos tratos.

Las Juntas de 1810.

La obra iniciada en el Alto Perú y Quito se extendió a los extremos del Continente y encendería la contienda por la independencia. En Venezuela, el 19 de abril de 1810 los criollos de Caracas reunidos en "Cabildo Abierto", depusieron al Capital General Vicente Emparan, desconocieron la autoridad de la Regencia de Cádiz, y en nombre del Rey cautivo, constituyeron una Junta Suprema para gobernarse por sí. La Junta convocó un Congreso general de las provincias. Este Congreso reunido el 2 de marzo de 1811, proclamó la Independencia de Venezuela el 5 de julio de ese mismo año.

En Buenos Aires, los criollos y el pueblo reunido en "Cabildo Abierto", depusieron al Virrey Hidalgo de Cisneros, desconocieron al Consejo de Regencia. El 25 de mayo de ese año constituyeron una Junta Gubernativa cuya presidencia fue encomendada al patricio Cornelio Saavedra, y de Secretario a Mariano Moreno. Por obra de Moreno, se proclamó el libre desenvolvimiento del trabajo y del comercio, y el gobierno representativo de origen popular. Con el objeto de extender el movimiento a las provincias, la Junta envió expediciones al Alto Perú (al mando de Balcarce y Castelli); al Paraguay (al mando de Belgrano); y al Uruguay (al mando de Rondeau); dependientes del Virreinato de Buenos Aires.

En Nueva Granada, otro "Cabildo Abierto", reunido tumultuosamente el 20 de julio de 1810 en Santa Fe de Bogotá, desconoció las autoridades vigentes, y en nombre de Fernando VII, instaló la Junta Gubernativa que depuso al Virrey Amar y convocó a las provincias a enviar representantes ante ella.

En Chile, el "Cabildo Abierto", convocado el 18 de setiembre del mismo año. Formó igualmente una Junta Gubernativa. El movimiento se extendió por el Norte y el Centro del país, pero el Sur permaneció en favor de los realistas.

En Quito continuaba en funciones en 1810 la Junta formada el año anterior. Pronto sería disuelta por obra del Virrey Abascal, y sus miembros tendrían un trágico fin, pero la lucha continuó.

El Alto Perú, después del fracaso de las Juntas de La Paz y Chuquisaca del año anterior se había vuelto a sublevar secundado por las fuerzas enviadas por la Junta de Buenos Aires.

El Perú, bajo el brazo fuerte de Fernando de Abascal, se encontraba inquieto y deseoso de seguir el ejemplo de sus hermanos de América. El 18 de setiembre de ese año se apresaron en Lima varios criollos, entre ellos el argentino Ramón Anchóriz, mayordomo del Arzobispado de Lima, el abogado Saravia, el cura de San Sebastián Tagle, el impresor Guillermo del Río, el italiano José Boqui y otros, siendo procesados y condenados a diversas penas. Anchóriz fue remitido preso a Cádiz. El omnipotente Virrey destrozaba así otro intentó de subversión.

Los gobiernos establecidos por estas Juntas del año 1810, subsistieron hasta 1814 o 1816. Sólo el gobierno establecido por la Junta de Buenos Aires no sucumbió jamás.

En 1810, en todas las capitales de los antiguos Virreinatos y Capitanías, se habían constituido Juntas Gubernativas formadas por criollos que reclamaban el derecho de gobernar la tierra en que nacieron. Aunque se instalaban en nombre de Fernando VII, los antiguos funcionarios las combatieron y el Consejo de la Regencia de Cádiz las declaró rebeldes. La lucha iniciada en forma tan ocasional, duraría tres lustros y sería sangrienta. Sólo termino cuando las colonias obtuvieron su independencia. Aun cuando en el Perú no se formó ninguna Junta, la lucha también se inició, así como en México.

Los Cabildos Constitucionales.

La Constitución Política de la Monarquía Española promulgada por las Cortes de Cádiz el 19 de marzo de 1812, dispuso que en todos los pueblos y ciudades hubiera Ayuntamientos o Cabildos para su gobierno interior. Ayuntamientos o Cabildos que estarían constituidos por el Alcalde o Alcaldes, los regidores y el procurador síndico. Las disposiciones legales que se dieran determinarían el número de miembros de acuerdo a la población. En el art. 312 disponía que "Los alcaldes, regidores y procuradores síndicos se nombraran por elección en los pueblos". La elección que se disponía era por el sistema indirecto, o sea que primero se elegían a los electores y luego éstos elegían al alcalde o alcaldes, regidores y procuradores síndicos.

 

Por esta disposición, el Virrey Abascal se vio obligado a disponer la elección de estos Ayuntamientos o Cabildos, que por hacerse conforme a lo dispuesto en la Constitución de 1812, se les conoce con el nombre de "Cabildos Constitucionales".

La Constitución de 1812 fue abolida por Fernando VII en 1816 al restaurar el absolutismo, pero volvió a regir en 1820 a raíz de la revolución liberal ocurrida entonces en España, y por eso, cuando San Martín llegó al Perú al frente de la Expedición Libertadora, encontró en Lima y otras ciudades del Perú a estos Cabildos Constitucionales elegidos por el pueblo que tuvieron gran actuación en los actos de Declaración de Independencia de cada localidad. El Cabildo de Lima declaró la Independencia del Perú el 15 de julio de 1821.

Con los recursos que supo sacar del inmenso y rico virreinato que gobernaba, Abascal combatió la revolución en el Alto Perú, Quito, Chile, y contuvo el avance de la revolución Argentina, que quería ingresar victoriosamente al Perú por el sur.

Por la férrea vigilancia realizada por el Virrey Abascal, en Lima no llegó a estallar ningún movimiento revolucionario, aunque hubo importantes intentos, como el realizado por Mateo Silva en 1809, en el que estuvieron comprometidos su hermano Remigio y su hermana Brígida y muchas otras personas; también el intento de Ramón Anchóriz y otros en 1810 que igualmente fue desbaratado por el poderoso Virrey. No obstante a esta vigilancia y la política de concordia desarrollada por el Virrey, Lima y provincias vivían en permanente ambiente de conspiración que demostraba el espíritu rebelde del pueblo del Perú y su deseo de poner término a la dominación española.

Narra una anécdota de la época: “A los pocos meses de haber entrado el Virrey de Lima a su capital, se encontraron en una calle tres sacos colocados con armonía: el primero estaba lleno de sal, el segundo de abas, y el tercero de cal. El que reconocía aquellas especies repetía maquinalmente Sal, Abas, Cal; y ya parece llegado el caso de aquella conminación, y de que se conozca, que la moderación y dulzura de los americanos no es abatimiento; y que ya es tiempo que salgan á luz las virtudes, que el despotismo ocultaba en la obscuridad, por no tener valor para soportar su presencia”

Lima fue centro de inquietud y conspiración revolucionaria cuyos lazos  y extendido sentimiento llegaba a diferentes partes del virreinato del Perú.

El Real Convictorio de San Carlos, bajo la dirección del cura chachapoyano y precursor de la Independencia peruana; Toribio Rodríguez de Mendoza era uno de los varios centros, que realizaba una secreta siembra de los principios revolucionarios y de las nuevas ideas liberales. Los "carolinos" como eran llamados, fueron en gran parte los ideólogos de la revolución.

El Colegio de Medicina de San Fernando, donde se reunían periódicamente, el médico Hipólito Unanue, el cosmógrafo y matemático José Gregorio Paredes, los médicos José Pezet y Miguel Tafur, Gabino Chacaltana y otros, que años más tarde serán miembros del primer Congreso Constituyente. Los denominados "fernandinos" tuvieron actuación notable en la revolución peruana.

El Oratorio de San Felipe Neri, cuyos miembros eran conocidos con nombre de
"los Padres de San Pedro" por ocupar el claustro de los expulsados jesuitas. Fueron eficaces promotores de la insurrección mediante el influjo que tenían en el pueblo y aún en las clases altas. Uno de los "oratorianos", el Padre Méndez Lachica, fue un distinguido miembro del primer Congreso Constituyente instalado por José de San Martín.

“Supo Abascal que en la celda del Padre Méndez, de la Congregación del Oratorio, se reunían todas las noches a conspirar, algunas personas visibles y respetables del país, como el Padre Carrión de la misma Congregación, el Conde de la Vega del Ren; Manuel Pérez de Tudela, José de la Riva Agüero y otros “igualmente inofensivos”. No teniendo, nada de conspiradores de la laya de otros, pero no queriendo, por otra, que tales reuniones se fomentasen, tomó para disolverlos de la siguiente graciosa forma. Ordenó que una noche se apostase en la portería de San Pedro el capítulo de su guardia de a caballo, Joaquín de Espolavieja, con una linterna y dos soldados. Así se hizo, y a medida que los conjurados salían, Joaquín les ponía su linterna en la cara y reconociéndoles les decía: “Señor tal, su Excelencia el Señor Virrey me ha encargado que diga a Ud. de su parte, que le desea que pase muy buena noche". Inútil es decir, que esa fue la última vez que se reunieron los conjurados".

Los abogados de Lima, eran discípulos en gran parte de Rodríguez de Mendoza: Mateo Silva, Manuel Pérez de Tudela, José Faustino Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui, Manuel Ferreyros, Pedro José Colmenares, y otros como Manuel Tellería, Mariano Alejo Álvarez y Ramírez de Arellano. Uno de ellos, Manuel Lorenzo de Vidaurre, por considerársele peligroso, fue perseguido y desterrado a España. En Cádiz escribió el libro que publicó después con el nombre de “Plan del Perú".

Riva Agüero y su círculo. Había llegado a Lima en 1810, después de un viaje por Europa; el joven aristócrata limeño José de la Riva Agüero, imbuido de las ideas revolucionarias, a su paso por Buenos Aires se contacto con los revolucionarios porteños. Riva Agüero formo en Lima el centro de un círculo poderoso de revolucionarios, entre los que se encontraba el VII Conde de la Vega del Ren[1], e instigó varias revoluciones limeñas y no cesó de actuar hasta que San Martín proclamó la independencia del Perú.

Desde 1810 Riva Agüero se torna en la principal figura de la revolución peruana y un partidario decidido de la separación con España, por considerar "que los intereses de la península están diametralmente opuestos" a los del Perú. Fue promotor decidido de la llegada de San Martín y entró en contacto epistolar con él cuando preparaba el "Ejército de los Andes". Riva Agüero estaba convencido de la imposibilidad de que los peruanos vencieran por sí solos el tremendo poder español en el Perú.
                       
Los curas, como en el resto de América, en que muchos religiosos aparecieron como caudillos del movimiento emancipador, también participaron en la inquietud revolucionaria, no así el alto clero que era de tendencia absolutista. Los párrocos de muchos lugares, en Lima y en el interior del país, resultaron asiduos propagadores de la idea emancipadora, y los conventos se convirtieron en focos de insurrección. En general el clero regular era decididamente partidario de la independencia. Es por eso, cuando se reunió el primer Congreso peruano en 1822, cerca de la tercera parte de los diputados eran religiosos.

Francisco de Paula Quiroz, nacido en Arequipa pero radicado en Lima, pretendió en 1814 sublevar la poca guarnición militar que se encontraba en Lima, pues la mayor parte de las tropas habían sido enviadas al Alto Perú para contener el empuje de la revolución argentina, y luego al Sur para hacer frente a la revolución de los Angulo y Pumacahua. Pretendió sublevar en Lima al batallón llamado "Número", cuyo jefe era el VII Conde de la Vega del Ren, cuya simpatía por la causa revolucionaria conocía, pero la llegada inesperada al Callao de refuerzos españoles, hizo fracasar el intento de conspiración.

Los agentes extranjeros enviados a Lima, por los revolucionarios de otros lugares de América, especialmente de Buenos Aires, trataban de coordinar los esfuerzos emancipadores. Varios de ellos formaron parte del primer Congreso.

Fueron también grandes propagadores de la inquietud revolucionaria, las mujeres peruanas, especialmente las limeñas, que con su finura y galantería, burlaban la vigilancia de las autoridades. Por último, el pueblo formado principalmente por criollos de la clase media y popular, así como los mestizos, estaban enteramente volcados a la inquietud emancipadora.



[1] José Matías Vázquez de Acuña Menacho y Ribera, VII Conde de la Vega del Ren, Alcalde de Lima en 1791. Gracias a su influencia y riqueza tubo importante papel en la independencia del Perú junto a  José de San Martín. El Perú independiente declaró en 1821 abolidos los títulos nobiliarios de la monarquía española, por ello fue el último Conde de la Vega del Ren cuyo título nobiliario fuese reconocido y ejercido efectivamente en América. Se casó con María Loreta de la Fuente y Mesía, IX marquesa del Dragón de San Miguel de Híjar, V condesa de Sierrabella. A su muerte los derechos derivados del título pasaron a su hija:

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