LOS VISITANTES Y LOS HOMBRES ( VI )
Herbert Oré Belsuzarri.
Es notorio que habla en plural, como si se
dirigiese a una asamblea inter pares, imaginemos celebrada con alarmada
urgencia a bordo de la colosal Nave Nodriza Insignia de la Flota Colonizadora.
Hay otros muchos vestigios escritos en distintas mitologías, culturas y
civilizaciones de la desbordada y al mismo tiempo preocupada por no decir
temerosa actitud de los “dioses venidos de las estrellas” al comprobar el
“Terrible Crimen” emancipador perpetrado por su díscolo y “descarriado” colega,
secundado con más o menos manifiesta o silenciosa complicidad desde las
bambalinas por sus más jóvenes pero sinuosas, caprichosas y manipuladoras
“parientes próximas” en confuso e indeterminado grado.
El hablar en plural de los dioses también
narran los mayas: Entonces vino la Palabra; vino aquí de los Dominadores, de los Poderosos
del Cielo, en las tinieblas, en la noche: fue dicha por los Dominadores, los
Poderosos del Cielo; hablaron: entonces celebraron consejo, entonces pensaron,
se comprendieron, unieron sus palabras, sus sabidurías. Entonces se mostraron,
meditaron, en el momento del alba; decidieron [construir] al hombre, mientras
celebraban consejo sobre la producción, la existencia, de los árboles, de los
bejucos, la producción de la vida, de la existencia, en las tinieblas, en la
noche, por los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes. Maestro Gigante
Relámpago es el primero. Huella del Relámpago es el segundo. Esplendor del
Relámpago es el tercero: estos tres son los Espíritus del Cielo. Entonces se
reunieron con ellos los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Entonces celebraron
consejo sobre el alba de la vida, cómo se haría la germinación, cómo se haría
el alba, quién sostendría, nutriría. (Popol-Vuh o Libro del Concejo de los
Indios Quiches, Sexta Edición 1977 Editorial Losada SA, Buenos Aires, Pág. 6).
De idéntica manera lo hacen los incas
cuando hablan de Wiracocha y su enviado Wiraccochan o Tunupa. (“El Creador del
Mundo: Con Tici Viracocha” http://es.scribd.com/doc/76235892/Herbert-Ore-El-Creador-Del-Mundo.)
Asi mismo fue una decisión de los dioses
dar “Realeza” a un determinado grupo de hombres para que gobiernen en sus
nombres y esto revoluciono la relación entre los dioses y el hombre. Los anunnaki consideraron
necesario dar a la humanidad la «Realeza» como intermediaria entre ellos y la ciudadanía
humana. Todos los registros sumerios atestiguan que esta importante decisión se
tomó durante la visita de Anu, en el Consejo de los Grandes Dioses. En un texto
acadio (la Fábula del Tamarisco y
la Palmera Datilera) se
describe la reunión que había tenido lugar «en días muy lejanos, en tiempos
pasados»:
Los dioses
del país, Anu, Enlil y Enki,
convocaron
una asamblea.
Enlil y los
dioses hicieron consejo;
entre ellos
estaba sentado Shamash;
entre ellos
estaba también Ninmah.
En aquella época, «aún no había realeza en la tierra;
los dioses eran los que gobernaban». Pero el Gran Consejo decidió cambiar
aquello y conceder la realeza a la humanidad. Todas las fuentes sumerias
coinciden en que la primera ciudad real fue Kis. Los hombres a los que designó
Enlil como reyes recibieron el nombre de LU.GAL, «Hombre Poderoso». Nos
encontramos con el mismo registro en el Antiguo Testamento (Génesis 10): cuando
la humanidad estaba estableciendo sus reinos:
Kis engendró
a Nemrod;
él fue el
primero en ser un Hombre Poderoso en el País...
y los
comienzos de su reino:
Babel, Erek
y Acad,
todas ellas
en la tierra de Senaar [Sumer].
Mientras el texto bíblico dice que las tres primeras
capitales fueron Kis, Babilonia y Erek, las Listas de los Reyes Sumerios
afirman que la Realeza se trasladó de Kis a Erek y, luego, a Ur, omitiendo
cualquier mención a Babilonia. Esta aparente discrepancia tiene un motivo:
creemos que tiene que ver con el incidente de la Torre de Babel (Babilonia),
que el Antiguo Testamento registra con no poco detalle. Creemos que fue un
incidente que tuvo que ver con la insistencia de Marduk en que debía ser él, en
vez de Nannar, el que debía poseer la siguiente capital de Sumer. Está claro
que sucedió durante el reasentamiento en la llanura de Sumer (la bíblica Senaar),
cuando se estaban construyendo nuevos centros urbanos:
Y mientras
viajaban desde el este,
encontraron
un valle en el País de Senaar y se asentaron allí.
Y se dijeron
unos a otros:
«Hagamos
ladrillos, y cozámoslos al fuego»;
y los
ladrillos les sirvieron como piedra, y el betún les sirvió de argamasa.
Fue entonces cuando un instigador anónimo propuso el
proyecto provocó el incidente: «Venid, construyámonos una ciudad, y una torre
cuya cúspide alcance los cielos». «Y Yahveh bajó a ver la ciudad y la torre que
los humanos estaban construyendo»; y dijo a sus anónimos colegas: «Esto no es
más que el comienzo de sus empresas; de ahora en adelante, nada de lo que se
propongan hacer les será imposible». Y Yahveh les dijo a sus colegas: «Venid,
bajemos y confundamos su lenguaje, para que no se entiendan entre ellos». Y el
Señor «los desperdigó desde allí por toda la faz de la Tierra, y ellos dejaron de
construir la ciudad».
Es un dogma de los recuerdos históricos sumerios que
hubo un tiempo en que la humanidad «hablaba al unísono». Y también afirman que
la confusión de lenguajes, junto con la dispersión de la humanidad, fue una decisión
deliberada de los dioses. Al igual que el Antiguo Testamento, los escritos de
Beroso daban cuenta de que «los dioses introdujeron gran diversidad de lenguas
entre los hombres, que hasta aquel momento habían hablado todos el mismo
lenguaje». Al igual que en el relato bíblico, las historias de Beroso
relacionan la diversificación de lenguas y la dispersión de la humanidad con el
incidente de la Torre de Babel: «Cuando todos los hombres hablaban la misma
lengua, algunos entre ellos se propusieron erigir una grande y elevada torre
que les permitiera trepar hasta el cielo. Pero el Señor, enviando un
torbellino, confundió sus intenciones, y le dio a cada tribu un lenguaje
propio». ( Zecharia Sitchin, La Guerra
de los Dioses y Los Hombres, Ediciones Obelisco S.L., Barcelona-España 2002,
Pág. 88 y 89).
El plural utilizado por Yahvé en este
celebérrimo pasaje del Antiguo Testamento, igualmente canónico y aceptado en
común por las tres grandes Religiones derivadas del Gran Inspirado primigenio,
el Patriarca Abraham, progenitor ancestral de judíos, cristianos e islámicos, que
clamorosamente aglutina sobre su “persona” el poder y atributo de desaparecer
la adoración de todos los demás integrantes de la familia divina. Tal sorprendente
hecho de “avaricia divina” es conocido entre sus fieles e infieles como
“monoteísmo”. Es decir Abraham es el patriarca progenitor del monoteísmo que es
practicado por los judíos, cristianos e islámicos, todos ellos hijos de un
mismo padre en su ideología religiosa, pero a la vez, enemigos acérrimos a
través de la historia de la humanidad, que ha costado millones de vidas por
reclamarse cada cual como la “verdadera y
única religión dueña de la verdad”.
El Antiguo Testamento nos proporciona, de hecho
(Génesis 17:1-16), el modo y el momento en que Abraham se transformó, de noble
sumerio, en un potentado semita occidental, tras la alianza establecida con su
Dios. En un ritual de circuncisión, su nombre sumerio AB.RAM («Amado del
Padre») se cambió por el acadio/semita Abraham
(«Padre de una Multitud de Naciones») y el de su esposa SARAI
(«Princesa») se adaptó al semita Sarah. ( Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los
Hombres, Ediciones Obelisco S.L., Barcelona-España 2002, Pág. 129).
Abraham sale de
Ur y se va con su familia y seguidores a Canaán y a otras tierras por designio
de Yahveh, que son narrados en Génesis del 12 al 26, en idéntica manera a las
tablillas sumerias, solo que en ellas se dice que Abraham fue un miembro del
ejército de Marduck/Set/Yahvhe o Jeovhá que guerreo
contra los otros dioses por la posesión de tierras e instalaciones que los
anunnakis habían construido en ellas, y que como parte de estos conflictos
Sodoma, Gomorra y otros pueblos fueron destruidos por una gigantesca explosión
nuclear que dejo estéril y árida esa zona, así como también contamino las aguas
superficiales existentes, como represalia de los otros dioses contra Marduck
que intentaba hegemonizar.
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