LOS MUNDOS VISIBLES E INVISIBLES
INFORMACIÓN EXTRAÍDA DE LA PRIMERA PARTE: CONSTITUCIÓN ACTUAL DEL HOMBRE Y MÉTODO DE SU DESARROLLO, DEL CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS
POR MAX HEINDEL
El primer paso en ocultismo es el estudio de los mundos invisibles. Estos mundos son invisibles para la mayoría de los hombres, debido a que los sentidos sutiles y elevados, por los cuales pueden percibirse, están dormidos. Estos sentidos sutiles permiten observar aquellos mundos de la misma manera que percibimos el Mundo Físico por medio de nuestros sentidos físicos. La mayoría de los hombres se encuentran respecto a los mundos suprafísicos en parecidas condiciones a las que el que ha nacido ciego se encuentra en este mundo de los sentidos: aunque la luz y el color estén en torno suyo, es incapaz de percibirlos. Para él no existen y son incomprensibles, simplemente porque carece del sentido de la vista que le permitiría verlos. Los objetos que puede tocar le parecen reales, pero la luz y el color están más allá de su alcance.
Así sucede con la mayor parte de la humanidad. Tocan y ven objetos y oyen sonidos en el Mundo Físico, pero los otros reinos y planos que el clarividente llama mundos superiores son tan incomprensibles para la humanidad como la luz y el color lo son para los ciegos. El que el hombre ciego no pueda ver ni el color ni la luz no es argumento contra su existencia y realidad. Ni es tampoco argumento el que porque la mayoría de los hombres no puedan ver los mundos suprafísicos nadie pueda verlos. Si el ciego recobra su vista, verá la luz y el color. Si los sentidos superiores de los que actualmente son ciegos para los mundos suprafísicos, se despiertan por medios apropiados, podrán ver también los mundos que ahora están ocultos para ellos.
A la vez que muchas personas cometen el error de ser escépticas respecto a la existencia o realidad de los mundos suprasensibles, hay otras que se van al otro extremo y, habiéndose convencido de la verdad de los mundos invisibles, creen que cuando una persona es clarividente toda verdad le es asequible en seguida, que en cuanto puede “ver” conoce inmediatamente todo cuanto se refiera a esos mundos superiores.
Es éste un gran error. Muy pronto se reconocerá la falacia de tal concepto, comparándolo con los asuntos de la vida diaria. Nadie puede creer que un hombre que nació ciego y que obtuvo la vista después, adquiera por ese solo hecho y de golpe el conocimiento de todo el Mundo Físico. Aún más: sabremos sobradamente que aún los que hemos podido ver durante toda la vida, estamos muy lejos de conocer todo lo referente a este mundo físico. Años enteros de aplicación y de arduos estudios nos son necesarios aún para conocer una parte infinitesimal de las cosas que nos rodean en nuestra vida y siguiendo el aforismo hermético “como arriba es abajo, como abajo es arriba”, comprenderemos en seguida que lo mismo debe suceder en los mundos superiores, si bien es cierto que hay muchas más facilidades para adquirir conocimientos en los mundos suprafísicos que en nuestra condición física actual, pero no tan grande como para poder eliminar la necesidad de un estudio concentrado y la posibilidad humana de equivocarse en sus observaciones. En realidad el testimonio sincero y calificado de los observadores ocultistas prueba que debe prestarse allí mucho más cuidado a la observación que aquí.
Los clarividentes deben ejercitarse antes de que su observación tenga un valor real, y cuanto más proficientes se hacen tanto más modestos son al manifestar lo que ven, tanto más deferentes para las versiones de los otros, sabiendo cuanto hay que aprender y realizar y cuan poco puede avanzar un solo investigador de todos los incidentes y detalles de las cosas investigadas.
Esto se aplica también a las diferentes versiones que se dan, lo que la gente superficial cree es un argumento contra la existencia de los mundos superiores. Dicen que si esos mundos existen, los investigadores debieran dar idénticas descripciones de ellos.
Si tomamos un ejemplo sacado de la vida diaria, la falacia de tal argumentación se hace evidente.
Supongamos que un gran periódico envía veinte reporteros a una ciudad para que escriban sobre ella. Los reporteros son o deben ser observadores sutiles y ejercitados. Su misión es verlo todo y deben ser capaces de dar tan buenas descripciones de un asunto, como es justo y dable esperar. Y, sin embargo, con toda seguridad, de los veinte reporteros, ni dos darán una descripción idéntica o parecida sobre el mismo asunto. Lo más probable es que todas sean diferentes. Aunque algunas de ellas puedan contener hechos salientes en común, otras serán únicas en cantidad y calidad.
¿Es acaso un argumento contra la existencia de la ciudad el que esas descripciones sean diferentes? Ciertamente que no. Y se comprende fácilmente, porque cada uno ve la ciudad desde su punto de vista particular, y esas diferencias y diversidades en las descripciones, en vez de ser confusas y perjudiciales para el conjunto, puede afirmarse sin temor, que la lectura de todas ellas facilitará una comprensión más amplia y mejor de la ciudad que si se leyera una solamente y se arrojaran las demás al canasto. Cada reportaje complementaría y ampliaría los demás.
Esto es aplicable a los que investigan y observan los mundos superiores. Cada investigador tiene su manera peculiar para observar las cosas y describirlas únicamente desde su punto de vista particular. El relato que uno haga puede diferir del que hagan otros, pero todos serán igualmente verídicos desde el punto de vista del observador individual.
A veces se pregunta: ¿para qué investigar esos mundos? ¿No sería mejor estudiar uno sólo a la vez y contentarnos por el momento con las lecciones que podamos aprender en el Mundo Físico, y si existen realmente esos mundos invisibles, esperar hasta que lleguemos a ellos sin tomarnos desde ahora el trabajo de investigarlos?. ¿Para qué molestarnos?.
Si supiéramos, sin duda alguna, que, en un día más o menos remoto, seremos transportados a un país donde debemos vivir durante muchos años bajo nuevas y extrañas condiciones, ¿no sería razonable creer que si se nos presenta una oportunidad de saber algo sobre aquel país, por adelantado, la aprovecharíamos gustosamente? Ese conocimiento nos facilitaría el poder acomodarnos a las nuevas condiciones de vida que encontraremos en aquél.
Hay solamente una cosa cierta en la vida, y esa cosa es la Muerte. Cuando pasemos al más allá y nos encontremos frente a nuevas condiciones de existencia, el conocimiento que de estas tengamos nos será, indudablemente, de gran ayuda.
Pero no es esto todo. Para comprender el Mundo Físico, que es el mundo de los efectos, es necesario comprender el mundo suprafísico, que es el mundo de las causas.
Podemos ver cómo corren los automóviles por calles y caminos; podemos escuchar el tictac de los instrumentos telegráficos; pero la fuerza misteriosa que causa esos fenómenos permanece invisible para nosotros. Decimos: “es electricidad”, pero el nombre no da la explicación. Nada sabemos de la fuerza en sí misma; vemos y oímos únicamente sus efectos.
Si se coloca en una atmósfera de temperatura suficientemente baja una copa llena de agua, empezarán a formarse cristales de hielo y podremos ver el proceso de su formación. Las líneas a lo largo de las cuales se cristaliza el agua fueron durante todo el tiempo líneas de fuerza, invisibles hasta que el agua se congeló. Los dibujos que la escarcha forma en los cristales de las ventanas son manifestaciones visibles de las corrientes de los mundos superiores que siempre están obrando sobre nosotros, y si bien desconocidos por la mayoría, no por eso son menos poderosas.
Los mundos superiores son, pues, los mundos de las causas de las fuerzas, y no podremos comprender bien este mundo inferior sin conocer los otros y sin estudiar las fuerzas y causas de las que todas las cosas materiales no son sino efectos.
En cuanto a la realidad de esos mundos superiores comparada con la del mundo físico, por extraño que parezca, esos mundos superiores que para la mayoría son como espejismos o, por lo menos, menos sustanciales, son, en verdad, mucho más reales, y los objetos que en ellos se encuentran son mucho más permanentes e indestructibles que los objetos del Mundo Físico.
Si tomamos un ejemplo comprenderemos esto fácilmente. Un arquitecto no empieza a construir una casa procurándose los materiales necesarios y contratando obreros para que coloquen piedras sobre piedras al azar, sin pensarla o hacer un plan previo. Primero empieza a pensar en una casa. Gradualmente este pensamiento toma forma en su mente y, finalmente, adquiere una idea clara de la casa, tal como debe ser, una imagen de la casa.
Esta casa permanece por el momento, invisible para todos, menos para el arquitecto que la concibió. La hace objetiva al dibujarla en el papel. Dibuja el plan, y por medio de esa imagen objetiva de la forma de pensamiento o ideación, los obreros construyen la casa de madera, de hierro, de piedra, siguiendo las indicaciones de la forma de pensamiento creada por el arquitecto.
De esta manera, la ideación se convierte en una realidad. El materialista afirmará que la casa construida es mucho más real, permanente y sustancia que la imagen creada en la mente del arquitecto. Pero analicemos. La casa no podría haber sido construida sin ese pensamiento. El objeto material puede ser destruido por la dinamita, por un terremoto, por el fuego, pero la forma de pensamiento subsistirá. Subsistirá tanto tiempo como viva el arquitecto y por medio de aquel pensamiento podrán construirse innumerables casas iguales a la destruida. Ni el arquitecto mismo puede destruir su pensamiento. Aún después de su muerte ese pensamiento puede ser utilizado por cualquiera que esté suficientemente desarrollado como para poder leer en la Memoria de la Naturaleza.
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