AMIGOS DEL BLOG

sábado, 10 de febrero de 2018

La Masonería en La Plata 3 de 3

La Masonería en La Plata 3 de 3
Milagros Barberis

“Pro Scientia et Patria”

La Universidad Nacional de La Plata mantuvo desde sus inicios una estrecha relación con la Masonería. Esta institución, además de haber sido fundada por miembros de logias, fue uno de los principales reductos de donde surgieron los masones platenses. 

La casa de altos estudios fue creada por ley en 1889, a través de una iniciativa impulsada por el entonces senador Rafael Hernández –hermano del poeta José Hernández– que fue iniciado desde muy joven en la Logia “Caridad” N°22 y actuó en la Logia “La Plata” N°80. Esa ley fue promulgada el 2 de enero de 1890 por otro masón, Máximo Paz, integrante de la Logia “Tolerancia” N°4.

El impulso dado a la universidad por la incipiente sociedad platense, no resultó suficiente para que la institución comenzara a funcionar. Por el contrario, la desfavorable coyuntura económica que presentaba la crisis de 1890 obligó a esperar siete años hasta que empezaran a dictarse las primeras clases.

En esa oportunidad se designó la primera Asamblea Universitaria que estaba integrada, entre otros, por Dardo Rocha, José Calderón, Jacob Larrain, Ricardo Marcó del Pont, Adolfo Lascano, Jorge Gorostiaga, Pedro Benoit y Julián Romero, todos masones. Por unanimidad, el cuerpo eligió a Rocha como presidente de la flamante universidad. 

Bajo el lema “Por la Ciencia y por la Patria”, el ex gobernador inauguró los cursos en la planta alta del edificio del Banco Hipotecario, situado en la avenida 7 entre 47 y 48, donde actualmente funciona el Rectorado. Entre los oradores que estuvieron se destacó el naturalista Florentino Ameghino, iniciado masón en la Logia “Luján”.

Siete años después, la falta de recursos le puso fin a la era Rocha al frente de la institución. En 1905 la Universidad pasó a depender del gobierno nacional y el entonces ministro de Justicia de la Nación, Joaquín V. González, asumió en 1906 como primer presidente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Por ser hijo de masón, González fue iniciado siendo aún menor de edad en la Logia “Piedad y Unión” N°34 de Córdoba en 1881. Su diploma de masón lleva estampada la firma de Domingo Faustino Sarmiento como Gran Maestre de la Orden. A partir de ese momento, estudiantes, profesores y graduados de la UNLP se acercaron a las logias que funcionaban en la ciudad desde fines del siglo XIX. Este vínculo quedó evidenciado el 18 de noviembre de 1999, cuando la Casa de Cultura de la UNLP inauguró la Cátedra de Libre Pensamiento, con la coordinación del Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina, Jorge Vallejos. Este espacio –que desde el año pasado está bajo la responsabilidad de la Logia “Luz y Verdad”– promueve la realización de charlas sobre Masonería en las diferentes facultades.

Cuando la casa de altos estudios cumplió 100 años, la Masonería colocó una placa conmemorativa en el hall del Rectorado. Los masones y la universidad sellaron así un siglo de historia compartida.

El patrimonio de la fe

“Cualquier religión es inconciliable con la idea de la Masonería, porque toda religión se basa en dogmas y la Masonería no acepta dogmas”, remarca Javier Martínez, de la Logia platense “Luz y Verdad”. Esta afirmación –aclara– sólo rige para la Orden como institución, porque en el plano personal todos los masones deben profesar un credo religioso y, a partir de su creencia, cada uno reconocerá su dios en la figura del Gran Arquitecto del Universo, que es la deidad masónica.

La relación entre la Masonería y la Iglesia Católica registra diferencias históricas. Sin embargo, esto no impide que gran parte de los masones sean católicos y que también haya habido sacerdotes masones, como el cura Hidalgo, paladín de la independencia mexicana, y el padre Calvo, fundador de la Orden en Centroamérica.

Según el investigador Eduardo Sebastianelli, a pesar de la persecución sufrida por los masones en otros tiempos, existe una importante cantidad de miembros que profesan el catolicismo: “cuando se realiza el rito masónico, siempre hay una escuadra, un compás y (si el masón es católico) una Biblia abierta en el libro de San Juan, que es considerado el apóstol más esotérico”.

La excomunión de los masones dispuesta por la Iglesia Católica no es un mito. El Director de Estudios del Seminario Mayor “San José” de La Plata, Luis Ángel Tau, indica que desde el siglo XIX, cuando la Masonería se consolidó como sociedad secreta, hubo más de trece condenas que figuran en el primer Código de Derecho Canónigo (1917). “El nuevo código –si bien no hace alusión directa a la Orden– prohíbe la participación de católicos en sociedades secretas que persigan fines anticatólicos”, puntualiza.

El enfrentamiento con la Iglesia comenzó cuando los hombres de la Masonería –que habían luchado para independizar a los pueblos americanos de la Corona– empezaron a trabajar en pos del laicismo y el librepensamiento, promoviendo las leyes de Cementerios, Registro Civil y del Matrimonio, que limitaron el poder eclesiástico. 

Según Tau, también existen diferencias irreconciliables en el plano de la fe. “La Masonería es deísta, porque cree en el dios de los filósofos, que poco tiene que ver con Jesucristo”. Y asegura que “un masón de grado alto nunca es practicante, porque si se es librepensador no se pueden aceptar los postulados de la Iglesia: a Jesús se lo acepta y se es cristiano, o no se es“.

Del gremio a la Presidencia

Los orígenes de la Masonería –o Francmasonería– se remontan a los gremios de la construcción que se formaron en la Edad Media. El término “franc” quiere decir “libre”, y “masón” proviene del francés “maçon”, que significa “albañil” o “constructor”.

En la Alemania de 1440, los masones fueron obligados a vivir en comunidad para construir edificios públicos y, por tal motivo, conformaron asociaciones o logias. Cuando esos gremios evolucionaron y empezaron a edificar grandes catedrales, tomaron conciencia del poder que significaba su conocimiento.

En 1452 se formó un sólo cuerpo integrado por todos los maestros masones alemanes y se asignaron nombres y signos particulares para reconocerse. Además, se ordenaron prácticas secretas que debían acatar todos los afiliados. 

La asociación de masones libres estaba compuesta de maestros, compañeros y aprendices. Al entrar a la cofradía, los masones juraban no revelar jamás las formulas y signos de la asociación, así como tampoco los estatutos y oficios. 

Los artesanos reconocieron en Dios al Gran Arquitecto del Universo y tomaron los instrumentos de trabajo como símbolos y atributos: el nivel, la plomada y la escuadra se convirtieron en emblemas de orden, medida y equilibrio.

En 1614 ingresaron a las logias hombres provenientes del campo político, intelectual o espiritual, que fueron llamados “masones aceptados” para diferenciarlos de los verdaderos constructores.

La Masonería moderna surge en 1717 con la unión de cuatro logias londinenses que pasaron a formar la Gran Logia de Inglaterra. La Francmasonería inició el proceso que convertiría a las alicaídas logias operativas en poderosas e influyentes estructuras especulativas formadas por masones “antiguos” y “aceptados”. Ya en 1723, el Presbítero Anderson redacta la Constitución Masónica que plantea los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Esta sociedad filantrópica se extendió por Europa y sus ritos se fueron diversificando. Su carácter secreto convirtió a sus miembros en sospechosos. En varios países sufrieron persecuciones políticas y religiosas. 

La Masonería recaló en las costas del Río de la Plata a principios del siglo XVIII, cuando los regimientos que llegaron con las Invasiones Inglesas conformaron las primeras logias de Buenos Aires.

La Argentina tuvo, posteriormente, 14 presidentes masones: Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Irigoyen y Agustín P. Justo.

Postulados masones

“La Masonería no es una sociedad secreta, sino discreta”, se encargan de aclarar una y otra vez sus miembros. Y el argumento que esgrimen para demostrarlo se basa en que, desde 1879, poseen la personería jurídica otorgada por el gobierno argentino. En esa oportunidad, la Asamblea Masónica presentó la declaración de principios de la Orden que, aún hoy, resulta el documento más claro sobre sus fines. Algunos de sus postulados: 

La Masonería es una institución esencialmente filosófica, filantrópica y progresista. Son sus principios: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad; y su lema: Ciencia, Justicia y Trabajo. 

Se propone la investigación de la Verdad, la perfección del individuo y el progreso de la humanidad. 
Considera que la moral es tanto un arte racional como un fenómeno evolutivo propio de la vida colectiva, que obedece a las leyes naturales. 

Reconoce al Gran Arquitecto del Universo como símbolo de las supremas aspiraciones o inquietudes de los hombres que anhelan captar la esencia, el principio y la causa de todas las cosas. 

Para el esclarecimiento de la Verdad no reconoce otro límite que el de la razón humana basada en la ciencia. 

Exige de sus adeptos la más amplia tolerancia y por ello respeta las opiniones políticas y las creencias de todos los hombres. 

Aspira, por la evolución y el esfuerzo organizado de la sociedad, al perfeccionamiento cada vez mayor de las instituciones sociales, transformándolas en las que satisfagan, dentro de un régimen de libertad, justos anhelos de mejoramiento. 

Procura por todos los medios lícitos a su alcance, dignificar al hombre capacitándolo, por un desarrollo superior de la conciencia, para el mejor y más amplio uso de los derechos y libertades. 

Reconoce en la fraternidad la condición primordial del género humano, es sustantivamente pacifista y considera a la guerra como un crimen horrendo. 

Estima que el trabajo es un deber esencial del hombre y como tal lo dignifica y lo honra, sin establecer distingos ni categorías, pero juzga que el descanso es un derecho y se esfuerza porque la vejez, la invalidez, la infancia y la maternidad gocen de los beneficios del amparo colectivo a que son acreedores. 

La Verdad Divina

“La investigación de la Verdad, es el objeto esencial de la Masonería, lo cual se verifica desde el momento de la iniciación hasta la consumación de este designio. El Aprendiz da principio a su investigación buscando la luz, la que simboliza en la PALABRA, que es al mismo tiempo el símbolo de la VERDAD. Prosigue su investigación como Compañero masón, buscando la luz. Y el Masón Maestro, con la creencia de que él la ha logrado, obtiene solamente su sustituto; pues la Verdadera Palabra, la Verdad Divina, no habita en el templo de nuestra vida terrenal, sino en el segundo templo de la vida eterna”.
(De la Enciclopedia de la Francmasonería de A. Gallatin Mackey)

No hay comentarios:

Publicar un comentario