“El Hombre y El Ego”
José David Belmontes Beltrán.
Algún día que despierten por la mañana, muy temprano como de 3 a 4 aproximadamente, y todavía este oscuro al rededor suyo, el cuerpo aun disfrutando de la relajación de una buena noche, Permanezcan en una posición cómoda, agradable, y no pongan demasiada atención al físico, la cama o la compañera que esta al lado, olvídense de todo y presten atención en forma receptiva, sin formar juicio ni análisis alguno, todo sin forzar nada, suave, natural y agradable, y aun con los ojos cerrados, vuélvanse conscientes dentro de su propia mente, todo es oscuridad, disfruten de la nada, solo percíbanse la existencia de la facultad mental de ser… y sean conscientes del fluir de sus pensamientos, pero no se identifiquen con ninguno, sean conscientes de ellos como saliendo de la nada, y ustedes no formando parte de ellos, sino siendo solo observadores, no importa cuan importantes, banales, frívolos, o insulsos puedan ser, solo observen el proceso y sepárense de ellos como algo ajeno a ustedes, vean, escuche, sientan, en una palabra sean conscientes de ellos, no en su análisis, respuestas, conclusiones o soluciones, solo sean conscientes del proceso, como emergen uno tras otro del fondo inconsciente… y vuélvanse conscientes de la separación entre ellos y ustedes, pareciese con son lo mismo, pero no es así, esfuércense en no esforzarse y conservar la tranquilidad y ese estado de reposo físico, mental y emocional, y vuélvanse conscientes de que esos pensamientos no emergen de vuestros deseos o intenciones, sino del ego, que paradójicamente a pesar de ser nuestro, no es nuestro yo, y en este ejercicio pueden hacerse conscientes de ello.
El hombre al enfrentar las circunstancias en su lucha diaria por la vida, especializa, si me permiten llamarle así, una parte de su mente, en la cual forma no un solo ego, sino muchos egos, o muchos yo, los cuales hacen frente en todo momento y lugar, ha las adversidades propias de la vida, en la cual, el hombre asume diferentes roles o personalidades, palabra que quiere decir mascara, en una actitud defensiva heredada o creada, por la pulsión instintiva y generacional de la conservación de la vida, y cuando digo vida, no es que enfrentemos la muerte a cada instante, sino aseguramos la permanencia del vivir en cada segundo; El hombre repite actos que en algún momento nos dieron el resultado deseado, y esta repetición con algunas variantes, formaron hábitos, como una especie de reflejos conductuales, reflejos automáticos de acuerdo a una condición de vida, y estos hábitos formaron nuestra forma de vida.
El hombre no es su personalidad, ego, ni su físico, se dice que el hombre real es el pensador, pero el pensador esta confundido, y se cree ser el ego o los egos que le representan en la sociedad. El hombre debe convertirse en observador de si mismo y descubrirse en medio de esta selva de Maya, la engañadora, el Satán Hindú. Y verse en el espejo de su propia consciencia tal como es.
Los conceptos intelectuales de moral y buenas costumbres, inclusive su religiosidad y concepciones de Dios no son reales, porque solo se engaña a si mismo ha través de su propio ego al cobrar importancia el creerse en lo “correcto”. Su centro de gravedad del yo es flotante, y cambia constantemente según las condiciones o circunstancias del entorno, de modo que el hombre que se manifiesta en la sociedad, es un hombre virtual, un hombre que la sociedad ha creado y mueve a su antojo a través de las circunstancias y exigencias de esta misma sociedad y el momento histórico que se está viviendo. El verdadero yo se pierde en la confusión de los múltiples yo virtuales que se cree ser. El hombre antes de iniciar cualquier aventura mística o intentar cualesquier cambio en él mismo, primero debe descubrir sus egos o múltiples personalidades y conocerse su verdadero yo, fijando en este ultimo con más estabilidad y permanencia su centro de gravedad.
Conclusión:
En realidad el hombre es todo cuanto él tiene para caminar por el mundo. El hombre busca su propia comprobación ha través de la sociedad, porque es muy difícil calificarse a uno mismo, calificamos de correcto todo aquello que cumple con nuestros deseos y agrados aunque no sean correctos, como podría ser el caso de un borracho o un ladrón. Pero a la vez alguien podría cuestionar ¿Qué es lo correcto? El hombre podría ser perfectible, pero no es perfecto, y esto lo descalifica para calificarse a sí mismo, pero él es todo cuanto tiene para hacerlo… En el mundo solo están él y su consciencia.
Nuestra consciencia es el espejo donde podríamos vernos, pero es menester limpiar su superficie, porque podría revelarnos una figura deforme o grotesca por la suciedad o imperfecciones del espejo. Pero bien podríamos considerar la posibilidad de que esta imagen fuese la realidad de nosotros mismos, más sin embargo, el hombre solo se tiene a sí mismo y él es la medida de todo cuanto existe en su vida, y es ha él, al que le corresponde clarificar su consciencia y percepción de su realidad.
La evolución del hombre, no consiste en sus triunfos o adelantos materiales, tecnológicos, o intelectuales, estos podrían ayudar a encontrar el fin buscado, pero el objetivo de la evolución es la reintegración del verdadero hombre, la esencia, el maestro interior o intimo, el alma, si le desean llamar así, y desarrollar sus facultades en el proceso de la perfección y reintegración a sus orígenes, el Padre, con los denarios ganados en su viaje por el mundo y la vida.
El ego en todas las mitologías antiguas, lo representaban como monstruos de varias cabezas, como la medusa de los griegos que etimológicamente quiere decir “guardiana” o el cancerbero de tres cabezas que cuidaba la entrada al Hades el inframundo griego, y otros más, que personificaban la pluralidad del ego por sus cabezas, el héroe de todas estas historias alegóricas y mitológicas eran los iniciados que se enfrentaban ha estos monstruos y dragones que cuidaban las puertas del inframundo. El escenario mitológico era en realidad sus propios mundos internos, de los cuales había salido victorioso al vencer su naturaleza inferior. Como los hizo Jesús de Nazareth al bajar después de la Cruz a los infiernos resucitando victorioso al tercer día entre los muertos como el Cristo redentor. Este concepto de “muertos” Ouspensky en sus libros como <<Tertium Organum>>, <<Cuarto Camino>>, y <<Fragmentos de una enseñanza desconocida>> lo menciona como “Hombres Maquina” y los H.’. Gnósticos los definen con la frase “Dormidos” y J. M. Ragón en su libro <<La Masonería Oculta y la Iniciación Hermética>> como “Sonámbulos” refiriéndose todos ellos, ha hombres que no son conscientes de si mismos y mucho menos toman sus propias decisiones, sino que son reactivos a las circunstancias de la vida por medio de sus fuerzas instintivas asociadas ha sus múltiples egos.
El hombre busca en el mundo exterior y no encuentra, porque todo cobra realizaron dentro de él mismo, es ahí donde debe buscar los tesoros de su divinidad. Las iniciaciones, mitologías, Monstruos, Ángeles, Dioses y Demonios solo existen dentro del hombre, los libros sagrados como otros de profundidad filosófica, solo pueden hablar del hombre. Templos, Arcas, Ciudades, Incestos, Guerras, Victorias, Cosmogonías, y Deidades, solo hablan del nacimiento, evolución, muerte y renacimiento del Hombre…
El hombre debe apartar un momento de su vida diaria para él, no para leer periódicos, ver televisión, ir al cine, o asistir ha un partido deportivo, sino para adentrarse en su interior, cerrar puertas y ventanas al “Ruido” externo y buscar su Dios interior, su verdadero yo, y después de una catarsis confesional con sinceridad suma, de nuestros errores y defectos, buscar la perfección y realización del yo.
El Cristo ha de regresar al mundo en el hombre nuevo, aquel que ha superado su naturaleza inferior y a logrado vencer su individualidad para convertirse en la humanidad entera, porque Adán, no es otra cosa que la humanidad, y este ha de regresar al Jardín del Edén venciendo ha Baphopeth, Leviatán y al Kerubin que custodia la entrada al Jardín del Edén con su espada flamígera. El hombre es el principio y final de si mismo, porque él marca los limites de su consciencia, como de igual modo marca los horizontes hasta donde pretende llegar.
“Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” Lc. 10:38.
Fraternalmente
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