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viernes, 9 de febrero de 2018

La Masonería en La Plata 2 de 3

La Masonería en La Plata 2 de 3
Milagros Barberis
Los fundadores 

La actividad de la Masonería se remonta a los inicios de la fundación de la ciudad. O, dicho de otra manera, La Plata fue fundada por masones. Dardo Rocha fue iniciado masón en la Logia “Constancia” N°7 cuando tenía 20 años y estudiaba Derecho. Su padre, Juan José Rocha, también masón, publicó en 1858 el primer Calendario Masónico que se editó en la Argentina. Su principal colaborador, el arquitecto Pedro Benoit –responsable del trazado del plano de la ciudad- ingresó a la Orden en 1836 a través de la Logia “Consuelo de Infortunio” N°3. 

El investigador Sebastianelli relata que, tres días después de que salió el decreto para la fundación de La Plata en 1881, “Rocha nombró a la Comisión para el Estudio del Emplazamiento de la ciudad. Y los diez miembros designados eran masones”. A su vez, el Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires –encargado de diseñar la capital– estaba compuesto por 36 profesionales, de los cuales 29 eran masones, según un cotejo realizado por el investigador. 

Con este planteo no resulta llamativo que el plano de La Plata, y muchos de sus edificios, presenten rasgos o símbolos propios de la Masonería. Esta ciudad fue un caso emblemático del siglo XIX, cuando la Orden tenía un gran auge en la Argentina y en el mundo. 

Sebastianelli recuerda que el nombre de la ciudad fue propuesto por el poeta masón José Hernández, íntimo amigo de Rocha e iniciado en 1861 en la Logia “Asilo del Litoral” N°18. 

El 19 de Noviembre de 1882, alrededor de las 16, fue colocada la piedra fundamental. Se trató de una caja de piedra que contenía otra de plomo, dentro de la cual se colocó una redoma de cristal con diversos documentos, entre ellos, una copia del acta fundacional, la Constitución Argentina, monedas de la época y numerosas medallas de las Logias que participaron activamente en la construcción de la ciudad. 

3,1416 

Las huellas también aparecen en el plano fundacional. En primer lugar, las diagonales 80 y 79, alineadas con las diagonales 73 y 74, forman la escuadra. En Masonería esta herramienta simboliza la moralidad, la lealtad y la honestidad. La diagonal 77 y la diagonal 78 arman el compás (emblema de la virtud) que, cruzado con la escuadra, conforma el símbolo masónico. 

Sin embargo, Sebastianelli considera que estos rastros son “una coincidencia o una fantasía” porque, a su entender, lo más importante del plano de La Plata en el sentido masónico está dado, entre otros aspectos, por el número , que siempre está presente en la Arquitectura Sagrada. 

El investigador observa que el perímetro de la ciudad dividido por la extensión de cualquiera de sus diagonales principales (73 o 74) da como resultado 3,1416. 

La filiación masónica de los fundadores platenses, la actividad de las logias a lo largo de la historia y el diseño del plano fundacional, parecen reforzar la afirmación del comienzo: “El que busca a los masones, los encuentra”. 

Mitos de bronce 

Los investigadores e historiadores de Masonería llevan años tratando de sacudir del imaginario popular platense algunas fábulas que sobrevuelan a los masones que fundaron la ciudad. El posicionamiento de las estatuas de la Plaza Moreno está entre las leyendas que deberán desmitificar de por vida. La fantasía fue disparada en 1993 por el libro “La historia oculta de la ciudad de La Plata”, de Gualberto Reynal. El escritor analiza la ubicación de las estatuas de bronce que representan a las Cuatro Estaciones y la del Arquero Divino –situado en la esquina de 14 y 54– y les otorga significados “oscuros” de los cuales responsabiliza a los masones. 

Reynal refiere que la estatua que personifica al invierno y al fuego, ubicada a la altura de 51 entre 13 y 14, apunta con sus dedos índice y meñique hacia la Catedral, mientras que, desde el otro extremo de la plaza, la figura del arquero dirige su flecha (desaparecida desde hace años) hacia el rosetón central del templo. 

A partir de ese hecho concreto, se sostuvo que los fundadores de la ciudad, de procedencia masónica, habían colocado las estatuas en esa posición en un intento por neutralizar el poder ejercido por la Iglesia Católica en el siglo XIX. 

El investigador Eduardo Sebastianelli hace un nuevo intento por clarificar la situación. La estatua que representa al invierno “no está haciéndole los cuernos a la Catedral, sino que tiene la mano semiabierta porque está cuidando el ánfora donde tiene el fuego”, explica. 

Por si esa aclaración no lograra sosegar las imaginaciones más fantásticas, Sebastianelli recuerda que las cuatro efigies –realizadas en la fundición francesa de Val d’Osne– no tenían dicha ubicación cuando se construyó la Plaza Moreno, sino que estaban situadas en las cuatro esquinas del cuadrado. Y, a modo de ejemplo, destaca que aquella que personifica al invierno “miraba en dirección oeste y no hacia la Catedral”. 

La leyenda que se dispara desde la flecha del Arquero Divino tampoco parece llegar a buen puerto. Esa obra, perteneciente al escultor Troiano Troiani, “fue colocada en 1970”, con lo cual “no es un monumento de la fundación”, puntualiza. 

Los propios masones aseguran que estas versiones “no tienen fundamento de ningún tipo”. Javier Martínez, de la Logia “Luz y Verdad”, sostiene que “como todas las fábulas, ésta también quedó grabada en el imaginario colectivo”. Quizás, por ser de bronce, este mito se hace difícil de derribar.

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