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lunes, 2 de febrero de 2015

TEMPLOS INCAS: ESPEJOS DE OTROS MUNDOS

TEMPLOS INCAS: ESPEJOS DE OTROS MUNDOS

Carlos G. Tutor y Olga Canals

La Zona X, Qenqo o Laq´o son algunos de los santuarios incas menos conocidos, aunque encierran sorprendentes enigmas, como las complejas técnicas empleadas en su construcción; su verdadera función sagrada, probablemente vinculada a la comunicación con los espíritus; la potente energía telúrica que desprenden o su relación con ciertas estrellas, quizá la clave para comprender los milenarios ritos y creencias de los antiguos chamanes y sabios de esta fascinante civilización.


Qenqo se encuentra a tan solo cuatro kilómetros de Cuzco, muy cerca de Sacsayhuamán. Pero al contrario de lo que ocurre con este famoso complejo, cuyos ciclópeos muros sobrecogen desde el primer momento, Qenqo no impresiona a primera vista. Al principio no parece más que una inmensa mole de piedra natural rodeada de algunos pequeños bosques, aunque no es más que una impresión errónea y precipitada, pues lo que hace único a este lugar se descubre poco a poco, y es necesario adentrarse en él para percibir su misterio y tratar de entender sus secretos.

A grandes rasgos, Qenqo se compone de una enorme formación rocosa (de unos veinte metros de largo por diez de ancho y cinco de alto) frente a la cual se encuentran una plaza y un monolito. La plaza, que se ha llamado «anfiteatro» por su forma semicircular, es un área de 55 metros de largo con un muro que la bordea, en el que se distribuyen 19 hornacinas o nichos trapezoidales. Según algunas hipótesis, este espacio servía para realizar ceremonias públicas de carácter religioso (otros creen que podría cumplir la función de tribunal). Los nichos del muro podrían ser asientos ocupados por las altas personalidades, aunque investigaciones recientes apuntan a que esos huecos serían en realidad las bases del gran paredón. Si hacemos caso a otra teoría más arriesgada —y menos aceptada—, la cual explican los guías que acompañan a los turistas por el lugar, esos huecos del muro servirían para colocar las momias de los ancianos, ya que se consideraba que cuanta más edad tenía una persona, mayor sabiduría atesoraba. Por lo tanto, los demás aspiraban a «absorber» todos sus conocimientos.

El gran monolito que preside la plaza mide seis metros de altura. Aunque actualmente es difícil entrever qué pudo simbolizar este enorme bloque pétreo, se cree que era una gigantesca escultura zoomorfa; quizá un gran puma que vigilaba el lugar.

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