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martes, 10 de noviembre de 2020

Mustafá Kemal Atatürk, el masón musulmán que cambio Turquía.

Mustafá Kemal Atatürk, el masón musulmán que cambio Turquía.
Autor: German Gil


(Mustafá Kemal Atatürk; Salónica, 1881 – Estambul, 1938) Militar y político turco, fundador de la Turquía moderna. Desde los inicios de su carrera militar se mostró opuesto a las tendencias absolutistas del sultán Abdul Hamid II. Para combatirlas, en 1905 creó en Damasco una sociedad militar secreta, de la cual nacería la organización de los Jóvenes Turcos, opuestos al mismo tiempo a los rasgos arcaicos del Imperio Otomano y a la continua intromisión en el mismo de potencias extranjeras. Participó con los Jóvenes Turcos en el golpe de Salónica de 1908, que consiguió el restablecimiento de la Constitución y, un año más tarde, la deposición del sultán y su posterior sustitución.

Debemos considerar siempre al francmasón turco Atatürk, como el artesano de la laicización en el mundo islámico. Kemal Atatürk nació en una ciudad marcada por el liberalismo y por la francmasonería. Fue Iniciado en la Logia Macedonia Resortae Veritas, en ella se forma su carácter liberal. Concientizado lector de los filósofos de las Ilustración, también fue un ferviente admirador de la Revolución francesa. En lo que se refiere a la religión en general, el masón Atatürk pensaba, como buen liberal, que era necesaria para el vínculo social religioso sano, y añadía: “Una nación sin religión está condenada a desaparecer”. Tenía la clara idea de que “la religiosidad se ha vuelto algo individual sometida la conciencia de cada quien” y que la religión ya no podría ofrecer una base suficiente para el establecimiento de una nacionalidad moderna.

Mustafá Kemal Atatürk

Hay algunos aspectos poco conocidos de la historia moderna de Turquía que me gustaría mencionar para comprender el pensamiento y el designio de Atatürk y que han sido tratados in passim por la mayoría de los especialistas, tal vez por su exiguo interés ante la dimensión de los hechos que ocuparon gran parte de la vida social y política de aquel país desde los inicios del siglo XX.

Según el historiador Thierry Zarcone, el período entre 1908 y 1918 Turquía sería conocido como “el Estado Masónico”, durante el cual el partido de la Unión y el Progreso se aprovechó de sus contactos masónicos internacionales para marcar la política exterior, convencidos de que el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad” les sería útil para recibir ayuda de las potencias europeas. Tras la creación de la Gran Logia de Turquía el 13 de julio de 1909, y si damos por buenas las cifras de Celil Layiktez, miembro de la logia “Zeytin Dali” y autor de una Historia de la Francmasonería en Turquía en versión inglesa, se multiplicó el número de logias nuevas en los territorios turcos: sesenta y seis en Turquía y unas cuantas más en Egipto, Grecia, Irak, Líbano, Palestina y Siria.

Se da por cierto que Atatürk, dados sus compromisos con la oficialidad del ejército y el partido de la Unión y el Progreso, ingresó muy joven en la masonería. Un buen número de oficiales de alta graduación del ejército y miembros del partido de la Unión y el Progreso eran francmasones; a los oficiales de baja graduación que deseaban entrar en el partido no se les exigía iniciarse en esta sociedad secreta, aunque de hacerlo tendrían más oportunidades de ascender en el escalafón.

Cuando los fundamentalistas, promotores de la corriente pan-islámica, encabezados por Abd-Al-Hamit, se hicieron con el control de Estambul el 31 de marzo de 1909, la mayoría de masones de Tracia eran oficiales y formaron un ejército de reservistas para participar en la que sería sangrienta batalla por la reconquista de la capital. Destronado Abd-Al-Hamit, la masonería se convirtió en la bestia negra del Islam, a la que siempre culpó de la disolución del estado islámico turco.

El espíritu liberal y racionalista de los masones, su repulsa de la superstición y la impostura religiosa, su creencia en el progreso de los pueblos y la atracción que despertaban sus secretos rituales fueron un buen caldo de cultivo del espíritu revolucionario que embargaba a los conspiradores de la llamada Sociedad Otomana por la Libertad, algunos de los cuales serían tenidos por judaizantes. El propio Mustafa Kemal se vio en la necesidad de negar su presunta ascendencia judía (que, por una extraña y misteriosa correspondencia, le convertía en sospechoso de ser también masón): “Que haya nacido en Salónica no implica, como dicen algunos, que sea judío. No se puede olvidar que Napoleón era italiano porque nació en Córcega. Pero murió francés y ha pasado a la historia como francés. Hay que servir a la sociedad en la que uno se halla.”

Los juicios más negativos sobre Kemal Ataturk no se encuentran en la historiografía griega, sino en la literatura islamista, cuyos autores no le perdonan el intento de separar política y religión, ensayando con éxito el establecimiento en Turquía de un régimen laico, en cuyo seno persistieron sin dificultad las creencias religiosas. Fue el modelo de una modernización tendente a despojar de poder a las instituciones islámicas y, tal vez por eso, la inquina suscitada hasta hoy ha sido tan intensa como si fuera el peor de los enemigos tradicionales, infieles y apóstatas.Ahora bien, Mustafá Kemal no estaba preocupado por combatir a la religión, sino por salvar a Turquía. Desde fines del siglo XVIII, el Imperio Otomano experimentaba un proceso de decadencia, fruto de una inferioridad tecnológica cada vez más acusada en relación con las potencias europeas. Tras las derrotas militares ante Rusia, entre 1768 y 1794, comenzó a plantearse el dilema de modernización o muerte política, que volverá a la actualidad cada vez que se pierda una nueva guerra y el Imperio sufra una nueva amputación.

Si bien la mayoría de los turcos lo ven como el padre y salvador de su país, muchos lo acusan de ser un “extremista secular” que trató de emular a países europeos a cualquier costo. De acuerdo con sus propias palabras, Kemal creía que el secularismo y la “europeización” de Turquía eran los medios más aptos para transformar su país en una nación industrial moderna. Su legado más duradero fue su campaña de laicismo y modernización que impuso a veces por la fuerza. El califato, es decir, la posición de cabeza nominal de la fe islámica de la que estaban investidos los sultanes otomanos, fue abolido en marzo de 1924. El título de paşa fue abolido también en 1934, con lo que Kemal Paşa volvió a ser simplemente Mustafá Kemal. Se cerraron las escuelas teológicas islámicas (madrazas), la sharia (ley islámica) fue reemplazada por un código civil basado en el suizo, y se adoptaron el Código Penal italiano y el Código de Comercio alemán.

Se alentó la emancipación de las mujeres, para lo que se estableció un conjunto de leyes. Mustafá Kemal se casó en 1923 con una mujer educada en Occidente, Latife Uşşaki, de quien se divorció en 1925. En diciembre de 1934 se dio a las mujeres el derecho a voto y a ser elegidas como miembros del parlamento.

Como su régimen fue autoritario, esta lacicidad se impuso a la fuerza (el incumplimiento de la supresión del fez y del velo implicaba penas de cárcel) a una población muchas veces hostil, compuesta por un 98% de musulmanes. El alfabeto árabe se sustituyó por el latino y se estableció el calendario occidental. Se cambió la fecha de descanso semanal, del viernes musulmán al domingo cristiano.

Ataturk fue ante todo un hombre de servicio. Siempre opositor de las monarquías hereditarias y las burocracias complejas, fue disciplinado muchas veces de joven por defender sus convicciones a pesar de las consecuencias. Opositor del fanatismo, la ignorancia y la tiranía, Ataturk fue un dictador en la era de los dictadores, pero a diferencia de un Mussolini o un Hitler o Stalin, que llevó a sus países a la ruina, Ataturk usó la fuerza a su mando sabia y juiciosamente para forjar un mejor país para todos sus ciudadanos.

Ese parece ser, sobre todo ante los ojos de los extremistas contrarios a la revolución llevada a cabo por Atatürk, como lo fue a principios del siglo XX, el objetivo esencial de Europa: que Turquía deje de ser un interrogante para occidente y se convierta en muro infranqueable para el invasor asiático y la expansión del Islam. Por más que se insista en la conciliación de culturas y civilizaciones, lo que impera en Bruselas es el sentido de la desposesión y la asimilación del enemigo musulmán

Concluyo destacando que Kemal Atatürk era un hombre libre que siempre lucho por la igualdad y la libertad de su pueblo, como buen masón luchaba por cumplir con nuestra ley de L:. I:. F:. Haciendo que en Turquía todos los derechos fueran para todas las personas sin importar su género, raza o color, vemos en esto como prácticaba la fraternidad al hacer que su país pasará de ser dominado por un imperio a ser un país el cual lo construían todos sus ciudadanos a diario, Atatürk era un hombre igual que nosotros con mucho defectos, incluso uno de sus vicios le ocasiona la muerte, pero también es cierto que nunca dejo de luchar por construir una mejor Turquía en la que predominará el sentido humanista como lo indica uno de nuestros principios de trabajar por la paz de los pueblos y por su puesto de nuestra misión masónica, que no es más que encontrarle sentido a esta corta existencia sobre una pequeña parte del universo, apoyados en el conocimiento, la justicia, la honradez y la ética. La masonería tiene mucho más dar al ser humano que un trozo de pan o un abrigo, tiene la capacidad de poder cambiar al ser humano en lo más profundo de sí mismo, como lo hizo Atatürk con el pueblo Turco.

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