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miércoles, 23 de octubre de 2019

ABRAHAM VI

ABRAHAM VI
Herbert Oré Belsuzarri

EL RETORNO DE MARDUK.

Como los augurios habían predicho, Marduk volvía a Babilonia por segunda vez. Los 24 años fatídicos, desde que Abraham dejara Jarán, desde que Shulgi fuera sustituido en el trono, desde que comenzara el exilio de Marduk entre los hititas, habían venido a converger en el Año del Juicio Final, 2024 a.C.

La tablilla de la autobiografía de Marduk, relata su regreso a Babilonia después de 24 años de estancia en la Tierra de Hatti:

En la tierra de Hatti pedí un oráculo [acerca] de mi trono y mi Señorío; Allí en medio [pregunté]: «¿Hasta cuándo?» 24 años, allí en medio, anidé.

Después, en aquel vigésimo cuarto año, recibió un oráculo favorable:

Mis días [de exilio] terminaron;
a mi ciudad [me encaminé];
para mi templo Esagila como un monte [elevar/reconstruir],
para [restablecer] mi imperecedera morada.
Levanté mis talones [hacia Babilonia]
a través... tierras [fui] a mi ciudad
su [¿futuro? ¿bienestar?] establecer,
para [instalar] un rey en Babilonia
en la casa de mi alianza...
en el montañoso Esagil...
creado por Anu...
en el Esagil...
elevar una plataforma...
en mi ciudad...
alegría...

La deteriorada tablilla tiene una relación de ciudades a través de las cuales pasó Marduk en su camino hacia Babilonia. Los pocos legibles nombres de las ciudades nos indican que la ruta de Marduk desde Asia Menor hasta Mesopotamia le llevó en un principio hacia el sur, hasta la ciudad de Hama (la bíblica Hamat); después, hacia el este, a través de Mari. Y llegó a Mesopotamia -tal como habían predicho los augurios- desde el oeste, acompañado por partidarios occidentales.

Su deseo, prosigue Marduk, era llevar la paz y la prosperidad al país, pero todo se malogró: Contra su ciudad Babilonia, un dios adversario su ira ha traído. El nombre de este dios enemigo se cita al comienzo de una nueva columna del texto; pero todo lo que ha quedado de él, es la primera sílaba: Divino NIN. Sólo podía referirse a Ninurta.

En la tercera tablilla de los Textos de Codorlaomor. A pesar de su aspecto enigmático, describe un cuadro de confusión total, donde los dioses enemigos marchan unos contra otros a la cabeza de sus ejércitos humanos: los partidarios amoritas de Marduk se abalanzaban por el valle del Eufrates hacia Nippur, y Ninurta organizó las tropas elamitas para combatirles.

A medida que leemos las crónicas de aquellos difíciles años, encontramos que acusar al enemigo de atrocidades, no es una tactica moderna. El texto babilónico escrito, no olvidemos, por un adorador de Marduk, atribuye a las tropas elamitas, y sólo a ellas, la profanación de templos, incluidos los santuarios de Shamash e Ishtar. El cronista babilónico va aún más lejos: acusa a Ninurta de culpar falsamente a los seguidores de Marduk, por la profanación del Santo de los Santos de Enlil en Nippur, el cual provoca que Enlil tome partido contra Marduk y su hijo Nabu.

Sucedió, dice el texto babilónico: Cuando los dos ejércitos enemigos se enfrentaron en Nippur. Fue entonces cuando la ciudad santa fue saqueada, y cuando su santuario, el Ekur, fue profanado. Ninurta acusaba a los seguidores de Marduk de esta mala acción; pero no era así: ¡Fue Erra, su aliado, el que lo hizo!

La repentina aparición de Nergal/Erra en la crónica babilónica seguirá siendo un enigma; pero de lo que no hay duda es lo que se cita de este dios en los Textos de Codorlaomor, donde se le acusa de la profanación del Ekur:

Erra, el inmisericorde,
entró en el recinto sagrado.
Se estableció en el sagrado recinto,
contempló el Ekur.
Abrió la boca, y dijo a sus jóvenes hombres:
«¡Llevaos el botín del Ekur,
llevaos las cosas valiosas,
destruid sus cimientos,
echad abajo el recinto del santuario!»

Cuando Enlil, noblemente entronizado, supo que su templo había sido destruido, que su santuario había sido profanado, que, en el santo de los santos, el velo había sido rasgado, se apresuró a volver a Nippur.

Los versículos que siguen en el texto babilónico muestran un paralelismo directo con el relato bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra:

Pero cuando el hijo de Marduk
en el país de la costa estaba,
El-de-el-Viento-Maligno [Erra]
con calor la tierra de la llanura hizo arder.

Ciertamente, estos versículos deben haber tenido una fuente común con la descripción bíblica de la lluvia de azufre y fuego que arrasó aquellas ciudades y toda la llanura.

Las referencias bíblicas (por ejemplo, Deuteronomio 29:22-27), hablan que la maldad de las ciudades de la Llanura del Jordán consistía en que habían abandonado la alianza del Señor... e iban y servían a otros dioses. Como sabemos ahora por el texto babilónico, las protestas (acusaciones) contra ellas se basaban en que se habían pasado al bando de Marduk y de Nabu en aquel último choque entre los dioses enfrentados. Pero, mientras que el texto bíblico lo deja ahí, el texto babilónico añade otro importante detalle: el ataque sobre las ciudades cananeas no sólo pretendía destruir los centros de apoyo a Marduk, sino que también pretendía destruir al propio Nabu, que había ido allí en busca de asilo. Sin embargo, este segundo objetivo no se alcanzó, pues Nabu se las ingenió para escapar a tiempo a una isla del Mediterráneo, donde la gente le aceptó, aunque no era su dios:

Él [Nabu] entró en el gran mar,
se sentó en un trono que no era suyo
[porque] el Ezida, su legítima morada, había sido arrasada.

El cataclismo que asoló el Oriente Próximo de los tiempos de Abraham está mucho más detallado en La Epopeya de Erra. Texto asirio, recompuesto en un principio a partir de los fragmentos encontrados en la biblioteca de Assurbanipal en Nínive.

La Epopeya de Erra no sólo explica la naturaleza y las causas del conflicto que llevó a la liberación del Arma Definitiva contra unas ciudades habitadas y al intento de aniquilar a un dios (Nabu) del que se creía que se ocultaba allí. También deja claro que las extremas medidas no se tomaron a la ligera.

Los grandes dioses, en aquellos tiempos de aguda crisis, estaban reunidos en continua Asamblea de Guerra, en comunicación constante con Anu: Anu a la Tierra las palabras hablaba, la Tierra a Anu las palabras pronunciaba.

La Epopeya de Erra aporta información de que, antes de que se utilizaran tan terribles armas, tuvo lugar un enfrentamiento más entre Nergal/Erra y Marduk, en el cual Nergal utilizó diversas amenazas para persuadir a su hermano de que dejara Babilonia y cediera en sus pretensiones de Supremacía.

No consiguió persuadirle; y, de regreso a la Asamblea de los Dioses, Nergal recomendó el uso de la fuerza para expulsar a Marduk. Por los textos sabemos que las discusiones fueron acaloradas y ásperas; durante un día y una noche, sin cesar prosiguieron. Una discusión especialmente violenta se desató entre Enki y su hijo Nergal, en la cual Enki se puso de parte de su hijo primogénito: Ahora que el Príncipe Marduk se ha elevado, ahora que el pueblo por segunda vez ha elevado su imagen, ¿por qué Erra sigue oponiéndose?, preguntó Enki. Al final, tras perder la paciencia, Enki le gritó a Nergal que se apartara de su presencia.

Enojado, Nergal volvió a sus dominios. Consultando consigo mismo, se decidió a soltar las terroríficas armas: Las tierras destruiré, las convertiré en un montón de polvo; arrasaré las ciudades, las convertiré en desolación; aplanaré las montañas, haré desaparecer a los animales; agitaré los mares, lo que se mueve en ellos diezmaré; haré que se desvanezca la gente, sus almas se convertirán en vapor; nadie será perdonado...

El texto conocido como CT-XVI-44/46 narra como fue alertado Marduk por Gibil, cuyos dominios en África eran adyacentes a los de Nergal. Este refiere los planes que tramaban. Era de noche, y los grandes dioses se habían retirado para descansar. Fue entonces cuando Gibil estas palabras dijo a Marduk respecto a las siete terroríficas armas que por Anu fueron creadas;... La maldad de estas siete contra ti se están poniendo, le dijo a Marduk.

Alarmado, Marduk le preguntó a Gibil dónde se guardaban las terribles armas. Oh, Gibil, le dijo, esas siete, ¿dónde nacieron, dónde se crearon? Al cual Gibil reveló que estaban ocultas bajo el suelo:

Esas siete, en la montaña moran,
en una cavidad dentro de la tierra habitan.
Desde este lugar, con resplandor saldrán,
de la Tierra al Cielo, vestirán de terror.

Pero, ¿Dónde exactamente estaba este lugar? Marduk preguntó una y otra vez; y todo lo que Gibil le pudo decir fue que hasta a los dioses sabios les es desconocido.

Marduk acudió a su padre, Enki, con la temible noticia. En la casa de su padre Enki entró. Enki yacía sobre el diván, en la cámara a la cual se retiraba por la noche. Padre mío, le dijo Marduk, Gibil me ha dicho esto: la llegada de las siete [armas] ha descubierto. Tras contarle a su sapientísimo padre las malas noticias, le urgió: ¡Hay que buscar su lugar, date prisa!

Los dioses no tardaron en volverse a reunir, pues ni siquiera Enki conocía el emplazamiento exacto en el que se ocultaban las Armas Definitivas. Pero, para su sorpresa, no todos los demás dioses quedaron tan impactados como él. Enki se pronunció con fuerza contra la idea, urgiendo a que se tomaran medidas para detener a Nergal, pues la utilización de las armas, señaló, «desolaría las tierras, a la gente haría perecer». Nannar y Utu vacilaron ante las palabras de Enki; pero Enlil y Ninurta estaban por la acción decidida. Y así, con la Asamblea de los Dioses sumida en el desconcierto, se le dejó la decisión a Anu.

Cuando por fin Ninurta llegó al Mundo Inferior con el mensaje de lo decidido por Anu, se encontró con que Nergal ya había ordenado cebar «las siete terroríficas armas» con sus «venenos» -sus cabezas nucleares. Aunque en la Epopeya de Erra se siguen refiriendo a Ninurta por el epíteto lshum («El Abrasador»), también se cuenta con gran detalle que Ninurta le aclaró a Nergal/Erra que las armas sólo se podían utilizar contra objetivos específicamente aprobados; que, antes de que se utilizaran, había que avisar a los dioses anunnaki que hubiera en los lugares seleccionados y a los dioses igigi que tripulaban la plataforma espacial y la lanzadera; y que, por último, pero no menos importante, la humanidad tenía que ser perdonada, pues «Anu, señor de los dioses, se compadece del país».

Al principio, Nergal se resistió a la idea de advertir previamente a nadie, y el antiguo texto se extiende en relatar las duras palabras que se cruzaron ambos dioses. Al final, Nergal accedió a advertir con antelación a los anunnaki y a los igigi que tripulaban las instalaciones espaciales, pero no a Marduk ni a su hijo Nabu, ni a los seguidores humanos de Marduk. Entonces, Ninurta, intentando disuadir a Nergal de una aniquilación indiscriminada, utilizó una argumentación idéntica a la que, en la Biblia, se le atribuye a Abraham, cuando intentó que se perdonara a Sodoma:

Valeroso Erra,
¿Destruirías a los justos con los injustos?
¿Destruirías a los que han pecado contra ti
junto con aquéllos que no han pecado contra ti?

A través de la adulación, las amenazas y la lógica, los dos dioses argumentaron a favor y en contra sobre la extensión de la destrucción. Más que Ninurta, era Nergal el que se consumía en un odio personal: «¡Aniquilaré al hijo, y dejaré que el padre lo entierre; después, mataré al padre, y no dejaré que nadie lo entierre!», gritó. Con mucha diplomacia, indicando la injusticia de una destrucción indiscriminada -y los méritos estratégicos de una selección de objetivos-, Ninurta consiguió por fin convencer a Nergal. «Escuchó las palabras pronunciadas por lshum [Ninurta]; sus palabras le atraían como aceite fino». Accediendo a dejar sólo los mares, a dejar fuera del ataque a Mesopotamia, modificó al fin sus planes: la destrucción sería selectiva; el objetivo táctico consistiría en destruir las ciudades donde pudiera ocultarse Nabu; el objetivo estratégico sería denegarle a Marduk su mayor trofeo -el Espaciopuerto, «el lugar desde donde los Grandes ascienden»:

Enviaré un emisario de ciudad en ciudad;
el hijo, semilla de su padre, no escapará;
su madre dejará de reír...
no habrá acceso al lugar de los dioses:
el lugar desde donde los Grandes ascienden
arrasaré.

Cuando Nergal acabó de exponer sus planes de destrucción del Espaciopuerto, Ninurta se había quedado sin palabras. Pero, como otros textos afirman, Enlil aprobó el plan cuando se le expuso para que tomara una decisión; y, al parecer, también lo hizo Anu. Sin perder más tiempo, Nergal instó a Ninurta a ponerse en marcha:

Después, el héroe Erra se adelantó a lshum,
recordando sus palabras;
lshum también salió,
de acuerdo con la palabra dada,
con el corazón en un puño.

Su primer objetivo era el Espaciopuerto, su complejo de mando oculto en el «Monte Más Supremo» y las pistas de aterrizaje que se extendían en la gran llanura adyacente:

lshum se dirigió al Monte Más Supremo;
las Siete Terroríficas, [armas] sin par,
le siguieron por detrás.
El héroe llegó al Monte Más Supremo;
levantó la manoel
monte fue aplastado;
la llanura junto al Monte Más Supremo
arrasó después;
en sus bosques, no quedó en pie ni el tallo de un árbol.

Las Siete Terroríficas, [armas] sin par.

Y así, con un ataque nuclear, fue arrasado el Espaciopuerto, aplastado el monte en el cual se ocultaban sus controles y asolada la llanura en donde estaban las pistas... Fue una hazaña de destrucción, según atestiguan las crónicas, la que llevó a cabo Ninurta (lshum).

Entonces, llegó el turno de Nergal (Erra), para dar salida a sus ansias de venganza. Guiándose desde la península del Sinaí hasta las ciudades cananeas por la Calzada del Rey, Erra las arrasó. Las expresiones utilizadas en la Epopeya de Erra son casi idénticas a las utilizadas en el relato bíblico de Sodoma y Gomorra:

Entonces, imitando a lshum, Erra siguió la Calzada del Rey.
Acabó con las ciudades,
en desolación las convirtió.
A las montañas llevó el hambre,
hizo perecer a los animales.

Los versículos que siguen pueden estar describiendo la formación de la nueva extensión del Mar Muerto, por la ruptura de la costa meridional, y la eliminación de toda la vida marina que había en él:

Él cavó a través del mar,
lo dividió en su totalidad.
Todo lo que vive en él,
hasta los cocodrilos
lo marchitó.
Como con fuego abrasó a los animales,
sus cereales convirtió en polvo.
(Zecharia Sitchin, La Guerra de los Dioses y Los Hombres, Pág. 146-147).

La Epopeya de Erra narra los tres aspectos del acontecimiento nuclear: la destrucción del Espacio puerto del Sinaí; la aniquilación (arrasamiento en la Biblia) de las ciudades de la llanura del Jordán; y la brecha del Mar Muerto que trajo como consecuencia su extensión por el sur.

El conocido K.5001, publicado en Oxford Editions of Cuneiform Texts, vol. VI, resulta valioso, debido a que está en original sumerio y, además, es un texto bilingüe en el cual el sumerio va acompañado por una traducción, línea por línea, en acadio. Indudablemente, es uno de los textos más antiguos sobre este tema; y, por sus términos, da la impresión que sea éste u otro original sumerio similar el que sirvió como fuente para el relato bíblico. Dirigido a un dios cuya identidad no queda claro. El fragmento, dice:

Señor, portador del Abrasador
que quema al adversario;
que aniquiló al país desobediente;
que marchitó la vida de los seguidores de la Palabra Malvada;
que hizo llover piedras y fuego sobre los adversarios.

El Texto de Codorlaomor, que identifica a los dos dioses por sus epítetos como Ninurta y Nergal, cuenta así:

Enlil, entronizado en la nobleza,
se consumía de furia.
Los devastadores sugirieron el mal de nuevo;
el que abrasa con fuego [Ishum/Ninurta]
y el del viento maligno [Erra/Nergal]
llevaron a cabo juntos su mal.
Los dos hicieron huir a los dioses,
les hicieron huir del abrasador.

El objetivo, de donde hicieron huir a los dioses guardianes, era el Lugar de Lanzamiento:

Lo que se elevó hacia Anu
para lanzar hicieron que se marchitara;
hicieron desvanecerse su superficie,
su lugar desolaron.

Y así, el Espacio puerto, el trofeo por el cual se habían llevado a cabo la Guerras de los Dioses, quedó arrasado; el Monte en el que estaban alojadas las instalaciones de control fue aplastado; las plataformas de lanzamiento se desvanecieron de la faz de la Tierra; y la llanura cuyo duro suelo habían utilizado las lanzaderas como pista, fue arrasada, no quedando ni un solo árbol en pie. Ya no se volvería a ver aquel gran lugar nunca más... Pero la cicatriz que se hiciera sobre la faz de la Tierra aquel terrible día ¡aun se puede ver en nuestros días!

Pero la cicatriz sobre la faz de la Tierra ¡aun se puede ver en nuestros días!

Esta inmensa cicatriz, sólo se pueden ver desde los cielos. Se reveló hace pocos años, cuando los satélites comenzaron a fotografiar la Tierra. Es una cicatriz que los científicos aún no han encontrado una explicación.

Desde esta gran llanura de la península del Sinaí, cuyo duro suelo sirvió de escenario para algunas batallas de tanques en la historia reciente, se pueden ver en la distancia las montañas que la rodean y le dan su forma ovalada. Las montañas de caliza se ciernen blanquecinas sobre el horizonte, pero allá donde la gran llanura central se une con la inmensa cicatriz del Sinaí, el tono de la llanura -negro- crea un fuerte contraste con la blancura de los alrededores.

El negro no es un tono natural en la península del Sinaí, donde la blancura de la caliza y el tono rojizo de la arenisca se combinan para fascinar la mirada con tonos que van del amarillo brillante al gris claro y el marrón oscuro, pero no el negro, que llega a la naturaleza a través del basalto.

Sin embargo, aquí, en la llanura central, al nor-noreste de la enigmática y gigantesca cicatriz, el color del suelo es negro, a causa de millones y millones de pedazos de roca ennegrecida, esparcidas como por una mano gigante por toda la región.

No se ha dado ninguna explicación para tan colosal cicatriz sobre la superficie de la península del Sinaí, desde que fuera observada desde los cielos y fotografiada por los satélites de la NASA. No se ha dado ninguna explicación para los pedazos de roca ennegrecida que se esparcen por esta zona en la llanura central. Ninguna explicación, a menos que uno lea los versículos de los textos antiguos y acepten la conclusión de Zecharia que, en tiempos de Abraham, Nergal y Ninurta barrieron el Espacio puerto que había allí con sus armas nucleares: Lo que se elevó hacia Anu para lanzar,

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