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miércoles, 28 de noviembre de 2012

HERBERT ORE: LOS CONSTRUCTORES GRIEGOS


LOS CONSTRUCTORES GRIEGOS.
Herbert Oré Belsuzarri

La geometría era la base del arte de la construcción y de la arquitectura clásica y constituía, según los griegos, el desarrollo de las ideas contenidas en las formas geométricas, entendidas éstas en su aspecto puramente cualitativo, de igual manera que en todas las tradiciones de las civilizaciones en la historia antigua.
La geometría es por excelencia la ciencia en la época clásica, estrechamente relacionada con la ciencia de los números, ya que la geometría es realmente el cuerpo del número, tal como pensaban los pitagóricos, de una energía o fuerza en acción, de un poder divino que al plasmarse en la sustancia receptiva del mundo y del hombre la actualiza y la hace inteligible, esto es, la ordena al conjugar y armonizar sus partes dispersas.

La geometría necesitaba de un proceso de iniciación para su conocimiento y práctica. Podemos decir que como ciencia iniciática y sagrada tenía el carácter de secreto para el profano. Los arquitectos griegos alcanzaron un gran dominio de la geometría como disciplina aplicada a la construcción en todos sus edificios.

Pitágoras de Samos (582-500 A de C) es uno de los personajes más notables de la antigüedad. Nacido en Grecia en Samos, (la tradición local hace nacer a Pitágoras en una cueva situada en la cima del Monte Kerkis). Fue iniciado a los misterios fenicios y pasó 22 años en los templos egipcios para estudiar la geometría y la astronomía. Paso después a Caldea y Persia donde se perfeccionó en la aritmética y la música. Después de haber visitado a Delos, Creta, Esparta, se fijo en Sidón, donde fundó su primera escuela matemática basada en el principio mágico-cósmico de los números. Evolucionó en sus teorías numéricas y desembocó en la metafísica. Según él, los números son el principio y la primera llave de todo el universo; comprender el poder de los números, sus propiedades y virtudes, era la clave para el conocimiento de los misterios de la vida y del universo. Pitágoras enseñaba también la naturaleza matemática de los primeros principios, así como el poder místico de la cifras y de los símbolos geométricos que, gracias a sus sentidos constructores, revelan la intimidad natural de la concepción y de la evolución del hombre y del universo. Entre estos símbolos, el más apreciado por sus discípulos fue el pentáculo regular llamado «Tetragrama de Pitagoras» que fue utilizado por los Pitagóricos del siglo 1ero como señal secreta de reconocimiento. Los Pitagóricos también veneraban un triángulo sagrado en el cual veía el principio creador del universo.

La historia pretende que Pitágoras fue el inventor de las tablas matemáticas y de numerosos problemas geométricos como aquel de la cuadratura del círculo y del teorema que lleva su nombre. Pitágoras desarrolló un método de deducción matemática para demostrar sus planteamientos geométricos. El moderno método de la argumentación matemática, esencial para toda la ciencia, se debe en gran parte a Pitágoras.

En el año 530 A de C, se trasladó a Crotona, pueblo de Sicilia situado al oeste del golfo de Trento donde funda su escuela filosófica «Magna Grecia» o escuela geométrica de Crotona en un lugar llamado la «pequeña Grecia». Enseña al mundo Greco-Romano las tradiciones orientales de la doctrina interior, basadas sobre ejemplos sencillos, tal como el de la inscripción del frontal del templo de Delfo: «...Nosce te ipsum...» (conócete a ti mismo), aclaración que debe desembocar en: «y conocerás al universo». Al discurso del hombre por el hombre, para el hombre en el universo, Pitágoras le dio el nombre de filosofía. Pretendía Pitágoras, en sus lecciones a sus discípulos, que hay un término entre lo que es y lo que no es; es ahí donde está el pasaje hacia el ejercicio del pensamiento libre para el descubrimiento de las fronteras ilimitadas del conocimiento.

Enseñaba Pitágoras la física, la poesía, la música y el canto. Admirador de la armonía universal, él pide a sus discípulos hablar con un lenguaje tan puro como el canto del cosmos.

Los discípulos de Pitágoras se aplicaban en el estudio de la organización social y política, indicando que el gran filósofo intentaba algo mas que formar una escuela (*15).Enseñaba Pitágoras el sistema de la metempsicosis o doctrina de la salvación, (transmigración de las almas de unos cuerpos a otros) por la cual el alma, como castigo por las faltas pasadas, se vuelve prisionera de un cuerpo; pero, solamente un encarcelamiento provisional. Según este sistema, la muerte anuncia el renacimiento en otro cuerpo hasta que el alma, purificada por la virtud, merezca liberarse finalmente de toda materialización. La muerte del cuerpo no implica la del alma que Pitágoras no miraba como el resultado de la organización física, sino como el principio de la misma.

Pitágoras predicó la inmortalidad del alma humana y afirmaba haber sido Aetelides, hijo del Dios Mercurio, quien le entregó el don de recordar sus antiguas encarnaciones. Pitágoras dividió sus lecciones en dos partes: las exotéricas, o parte externa de las ciencias, que eran dictadas en lugares públicos y accesibles a cuantos querían oírlas, y las esotéricas, o parte interna de las ciencias, saber reservado a sus discípulos a quien Pitagoras exigía cinco años de un silencio absoluto, fortificado por la meditación y la contemplación de los ritmos del universo.

Se atribuye a los Pitagóricos el haber considerado al universo como un gran todo armónico: «Cosmos», una gran unidad de la cual emana el mundo, puesto que le consideraba como un conjunto de otras unidades subalternas. Pitágoras tenía la reputación de poseer una cultura universal; sus discípulos lo miraban como una especie de divinidad y lo escuchaban como infalible oráculo, decían: «... el Maestro lo ha dicho...»; y no necesitaba más pruebas. La tan nombrada sabiduría de Pitágoras se expande rápidamente y él se vuelve un personaje importante de la vida publica. En el curso de la historia, células Pitagóricas se formaron en la mayoría de los Estados del mundo antiguo. A comienzos del siglo tercero A de C, hacia abajo César y los primeros Emperadores romanos, el Pitagorismo alcanza todas las clases sociales y adquiere una gran popularidad.

Entre los Pitagóricos se encontraron los constructores a quienes la humanidad debe la célebre basílica de la puerta mayor de Roma, concebida como un templo -caverna al borde de la vía Prenestina. (Aubourg Dejean Raymond Francois, Los Hijos de la Luz,  Obra traducida del francés y editada por la Muy Resp:. Gran Logia de Colombia  y Resp:. Logia Veritas Vincit Nº 13 del Or:. De Santa Fé de Bogota como homenaje a los 75 avo. Aniversario de la Gran Logia de Colombia, Año 5998 E:.M:., Pág. 23).

Pero el conocimiento griego que tomo de los egipcios muchos de ellos, también contribuyeron con los propios de su desarrollo.

Los primeros filósofos griegos, cuyo método de planteamiento de la mayor parte de los problemas era teórico y especulativo, llegaron a la conclusión de que la tierra estaba formada por unos cuantos elementos o sustancias básicas. Empédocles de Agriento, alrededor del 430 a.C. estableció que tales elementos eran cuatro: tierra, aire, agua y fuego. Un siglo más tarde, Aristóteles supuso que el cielo constituía un quinto elemento, el éter. Los griegos creían que las substancias de la tierra estaban formadas por las distintas combinaciones de estos elementos en distintas proporciones.

Los griegos se planteaban la cuestión de si la materia era continua o discontinua, es decir si podía ser dividida y subdividida indefinidamente en un polvo cada vez más fino, o si, al término de este proceso se llegaría a un punto en el que las partículas fuesen indivisibles. Leucipo de Mileto y su discípulo Demócrito de Abdera (aprox 450 a.C.) insistían en que la segunda hipótesis era la verdadera. Demócrito dio a éstas partículas el nombre de átomos (o sea no divisible). Llegó incluso a sugerir que algunas substancias estaban compuestas por diversos átomos o combinaciones de éstos.

También pensaba que una sustancia podía convertirse en otra al ordenar sus átomos de diferente manera. Si tenemos en cuenta que es sólo una sutil hipótesis, es sorprendente la exactitud de esta intuición. Pese a que la idea pueda parecer hoy evidente, estaba muy lejos de serlo en la época en que Platón y Aristóteles la rechazaron. (Alejandro Carrasco, Alquimia, Edición eBooket, www.eBooket.net, Pág. 3).

Muchas de estas ideas posteriormente serán desarrollados en el ceno de las logias masónicas por los hombres mas ilustrados de sus épocas y permanecerán en el secretismo de ellas, debido a que estas ideas eran perseguidas y excomulgados quienes lo sostenían, por el supuesto que estaban en contra de la fe.

Los Thiasoi fueron alentados en grecia por el legislador Solon, que es mencionado por Platon en su obra Critias, el thiasoi o ethairia eran una forma primitiva de corporaciones griegas a los que se les otorgó libertad de acción en todo aquello que no se oponga a la ley, algunas se formaron con inmigrantes para ayudarse mutuamente, otras se dedicaban a la protección de sus profesiones o transacciones comerciales, acorde con el propósito de Solon de incrementar la prosperidad.

Los artistas y artesanos griegos ocupaban un lugar muy bajo en la escala y consideración social, con la llegada de Alejando Magno esta situación cambió, se dio una mezcla de elementos griegos y orientales que caracteriza el arte helenístico que es la mejor expresión griega.

Los Francmasones son a menudo llamados «hijos de la luz», trabajando para la gloria del «Gran Arquitecto del Universo», el G:.A:.D:.U:. Esta apelación es conocida desde tiempos inmemorables en el antiguo Medio Oriente. Los ritos mágicos practicados en Egipto en Deir el Medineh, tenían por objeto permitir a los iniciados en las ciencias secretas entrar en la vida eterna, penetrando en el corazón del «sol interior», volviéndose así «hijos de la luz».

La luz del sol interior, es invisible a los ojos de los profanos, cerrados por el velo de la ignorancia. Para el espíritu del hombre de las civilizaciones tradicionales, lo invisible es un tema importante, no tiene la vaguedad de un concepto metafísico, él es una realidad, una dimensión en la cual se mueve cada uno de los seres que componen la humanidad. Lo invisible está presente y es sensible; está alrededor del hombre como un medio que registra cada una de las acciones terrestres; pertenece a un fenómeno social de la antigüedad, puesto que el hombre de esta época remota tenía necesidad de Deidad; él vivía en un mundo que tenía sed de misterios.

En la Grecia del siglo XV a.C, los Maestros iniciados a los «Grandes Misterios» de Eleusis recibían el título sublime de «Hijos de la luz», así fueron igualmente llamados los adeptos de Mitra en la Roma antigua. Se encuentra también esta apelación en la época Cristiana primitiva en una carta de Clemente de Roma a los Corintios:

«...Que el «Artesano del Universo» conserve sobre la tierra el número contado de sus hijos; de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento...».

También en la Biblia; encontremos esta apelación en San Pablo:

«.. .Ustedes son todos hijos de la luz. ..»

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