El infierno es una idea firmemente arraigada en el imaginario social. No obstante pocos se preguntan cómo es más allá de la imagen del lugar lleno de llamas, diablos y condenados. Solo poquísimos privilegiados han tenido el supuesto privilegio de verlo, y otros de inventarlo de forma memorable. Conozcamos entonces lo que han dicho.
¿Cómo es el infierno?
Por miles de años las enseñanzas religiosas han promovido el temor por la muerte con la incógnita de a dónde van las almas cuando la persona fallece. Los pecadores iban al infierno, un lugar supuestamente ubicado en lo más profundo de la Tierra, donde habitan terribles y malvados demonios. Por mucho tiempo, las personas se han preguntado cómo se ve este lugar.
Muchos profetas, sacerdotes y clarividentes con la habilidad de ver el infierno han tratado de descubrir el terrible lugar. Los escritos sobre el inframundo tienen muchas variaciones, pero solo un elemento es invariable: el fuego infernal, el azufre que se respira en el ambiente y un terrible calor. Otros autores hablan sobre una oscuridad y un crepúsculo que los teólogos usan para describir el cielo y ambiente del inframundo.
A parte de las almas que merodean en el infierno, está el señor del infierno: Satanás, El Príncipe de La Oscuridad que trajo guerreros para pelear contra Dios y mantener el inframundo bajo su control.
En el siglo V, el teólogo San Agustín describió al infierno como un lago de fuego y azufre que fue creado por Dios para castigar a los herejes. Es un lugar que tortura y quema, donde las almas malditas son atormentadas por demonios, un escenario donde, en palabras de Cristo, “el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
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El Viaje de Tundal
En 1149, un monje irlandés, que fue iluminado por Dios para describir el infierno, lo hizo por medio de un manuscrito llamado La visión de Tundalu. La historia trata sobre un caballero que viajó por varios escenarios del infierno con su ángel guardián, quien le dijo que él acabaría allí si no corregía su vida.
Lo primero que Tundal vio fue una gran planicie con piedras y carbones humeantes donde los demonios quemaban a los pecadores. En las brillantes montañas que rodeaban la planicie había monstruos-demonios con ganchos que desgarraban la piel de los herejes. En el infierno, Tundal vio al monstruo de ojos brillantes, Asheron, y cruzó un río de varios kilómetros por un puente cuyo grosor era igual que la palma de una mano, en las aguas de alrededor habían hambrientas criaturas esperando a que Tundal caiga para devorarlo. Al final del camino el caballero se encontró con un ofomnaya, un pájaro con pico metálico que se tragó a Tundal y lo defecó en un lago congelado, en cuyo fondo habitaba Satanás. Cuando el caballero escapó, dejó sus malas costumbres y regaló todo lo que poseía para convertirse en un peregrino.
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La visión de Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús (también conocida como Santa Teresa de Ávila) era una santa española del siglo XVI. Fue doctora de la Iglesia, mística y escritora, además de fundadora de las “carmelitas descalzas”. Ella nos cuenta que un día estaba orando y, sin saber bien cómo, fue como transportada en mente y espíritu al infierno. Lo que vio fue lo siguiente:
La entrada del infierno era como un “horno muy bajo y obscuro y angosto”, como una especie de largo y estrecho callejón. El suelo estaba lleno de agua y lodo, había mal olor y muchas alimañas perjudiciales. Al fondo había una pared con una concavidad en la que una vez que se entraba se sentía un tormento inigualable, un tormento que no era algo físico: era como “un fuego en el alma” que comportaba un “agonizar”, un “ahogamiento”, una aguda aflicción, una “desesperación interior”; era como si aquello fuera un “estarse siempre arrancando el alma”, un estar en una situación en la que “el alma mesma es la que se despedaza”…
Pero lo más increíble de todo es que, al igual que en ciertas teorías esotéricas sobre los subplanos astrales inferiores, en la descripción de Santa Teresa no se mencionan torturadores,  no se habla de demonios infligiendo tormentos; de allí que ella dijera de aquellos suplicios lo siguiente: “no veía yo quién me los daba”.
Por otra parte, en la descripción de Santa Teresa las paredes del infierno son como paredes que aprietan (por la sensación psicológica de encerramiento), y “todo ahoga: no hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas”.
Finalmente, la santa nos habla de que había visto “de algunos vicios el castigo”. Nunca dice cuáles fueron exactamente esos castigos; aunque, como para que no pensemos que son castigos físicos, nos dice al final lo siguiente: “ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena, porque es otra cosa: en fin, como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá”
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Las visiones de Sta. Faustina
Sta. Faustina, monja católica de origen polaco que escribió un diario espiritual de más de 600 páginas, cuenta en su diario que un 20 de octubre de 1936 un ángel le mostró el infierno durante su retiro espiritual anual en Cracovia.
Nos dice que el infierno es un lugar lleno de oscuridad, un lugar en el que un fuego espiritual (la ira de Dios) atraviesa constantemente a las almas atormentadas, en el que un terrible hedor impregna todo; un sitio en el que las almas se ven unas a otras (y ven también a los demonios) a pesar de la oscuridad, pudiendo no solo ver su imagen sino la maldad interna que las consume; un lugar en el que Dios está completamente ausente, Lucifer presente y todos los condenados experimentan culpa constante y, tarde o temprano, terminan odiando a Dios y sufriendo el ardor de aquel odio.
Pero eso no es todo, Sta. Faustina nos habla de sitios dedicados a torturas especiales según el tipo de pecado, tormentos sensoriales según el o los sentidos empleados para pecar; cito: “hay cavernas y fosos de tortura en la que cada tipo de agonía es diferente. Yo hubiera muerto con la simple visión de esas torturas, si no hubiera sido porque la omnipotencia de Dios me sostenía
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Fátima y el mar de fuego
Una visión sobre el infierno que no debe ignorarse es la proporcionada por el famoso episodio de la Virgen de Fátima. Por si no se sabe de lo que hablamos, lo de la Virgen de Fátima remite a las visiones que tuvieron de la virgen María tres niños pastores durante seis meses consecutivos, el 13 de cada mes, comenzando el 13 de mayo de 1917 y teniendo a Fatima (localidad portuguesa) por escenario.
Lo que vieron fue recopilado años después en sus Memorias por la Hermana Lucía, persona que fue uno de los tres niños pastores que vieron a María. Cito las palabras de Lucía siendo todo cuanto hay en referencia a aquella visión que, según su testigo, “duró solo un momento”. Veamos: ‹‹… […]…vimos, por decirlo así, un vasto mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas con forma humana. Llevados por las llamas que de ellos mismos salían, juntamente con horribles nubes de humo, flotaban en aquel fuego y caían para todos los lados igual que las pavesas en los grandes incendios sin peso y sin equilibrio, entre gritos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de espanto (debió haber sido este espectáculo lo que me hizo gritar, como dice la gente que así me escuchó). Los demonios se distinguían por formas horribles y repugnantes de animales espantosos y desconocidos pero transparentes igual que carbones encendidos. Esa visión duró sólo un momento…››
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Dos visiones literarias del infierno cristiano:
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El infierno de Dante Alighieri
De acuerdo con el autor, el infierno tiene una forma de embudo que termina en el centro de la Tierra. Este hueco fue producido por un impacto de meteorito, cuando Dios expulsó a Satanás al infierno. En su texto se podía entrar al infierno por un gran portón, al cruzarlo había una extensa planicie donde habían almas gastadas por pecados que no eran de ellos. Después de la planicie estaba el río Asheron que bordeaba todo el infierno.
En este punto del relato, Dante y su guía Virgilio se encuentran con el primer círculo de los nueve círculos del infierno. Cada círculo tenía una categoría para los pecadores, el primero tenía infantes no bautizados. En el segundo estaban los ladrones que violaron el mandamiento “no robar”, y ahora sus almas viajan por el eterno viento. Dentro del tercer círculo estaban los glotones que eran comidos por el perro infernal de tres cabezas, el Cerberus, quien constantemente muerde sus cuerpos sacando pedazos de su carne sebosa. En el cuarto círculo están las almas de las personas egoístas y avariciosas que cargan y arrastran grandes pedazos de piedras. El quinto círculo está en las orillas del río Estigio, allí están las personas molestas e iracundas cuyas lágrimas crean el río. Los que están dentro del río Estigio son los peores pecadores, allí hay una ciudad donde los demonios viven junto con los malvados del mundo. El sexto círculo está compuesto por una planicie llena de tumbas flameantes, las cuales están encendidas con el fuego de los herejes para siempre. Después de la planicie está el río Flegeton, en el que en vez de agua corre sangre hirviendo en la cual flotan las almas de asesinos y violadores. En sus orillas, de acuerdo con Dante, están las almas de los suicidas, quienes crecen en árboles enanos. Este macabro bosque se extiende por todo el desierto donde un ardiente viento quema las almas de aquellos que pecaron contra la naturaleza. El octavo círculo está al fondo de un foso, tiene acantilados y gigantes enterrados y representa al anfiteatro. Sus habitantes son los grandes farsantes (no simples mentirosos): rufianes, seductores, aduladores, estafadores, falsos consejeros, hipócritas, etc…Finalmente, en el último círculo hay un gran palacio (de torturas) y todo es hielo y escarcha: en él habitan los traidores y, en su centro, está un Lucifer de tres cabezas con la mitad del cuerpo bajo el hielo y la otra parte libre mientras mordisquea perpetuamente a Judas (el mayor traidor) con los colmillos de su cabeza central…
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El infierno de John Milton
El poeta inglés describe el infierno con su poema Paraíso Perdido (1667), en su texto el autor indica que no hay una luz visible. Solo hay fuego ardiente que no emite luz. De acuerdo con el autor, la capital del infierno se llama Pandemonium, lugar donde está el palacio de Lucifer en el cual se reúnen él y su corte de ángeles caídos. En el infierno hay varios minerales, en particular el oro, porque tienta a los humanos en la Tierra a cometer terribles crímenes.
En la ciudad, por orden de Lucifer, hay un cuarto para caballeros y una sala de reuniones en un anfiteatro que tiene un tumbado similar a un domo. Todo el palacio de Lucifer está repleto con piedras preciosas que constantemente son limpiadas, además de que tiene numerosos puentes y galerías. El soberano del infierno también es conocido como el “Hijo de la Mañana”. El príncipe de la oscuridad se ha rodeado de demonios para mantener su reinado subterráneo.
Su mano derecha se llama Beelzebub, quien está encargado de enviar epidemias a los humanos. El otro ayudante es Leviatán, una criatura descrita como la serpiente del mar. En los tiempos antiguos, esta criatura ha peleado en varias ocasiones con Dios y algunos teólogos creen que sus fauces son la entrada al infierno. El equivalente terrestre de Leviatán es Behemoth, una gigantesca criatura descrita como un elefante gigante con una gran barriga, el cual es responsable de la glotonería y está encargado de todos los festines del infierno. El siguiente ángel caído al servicio del mal es Asmodeus, el líder de los problemas de la familia y la lujuria, también es responsable de la avaricia humana y los juegos de azar. Cuando se presenta aparece montando un dragón y cargando una espada. Asmodeus tiene tres cabezas: una de toro, una de cordero y una humana; sus patas son de gallo. En el infierno Astaroth es el ministro de finanzas y es el responsable de la pereza humana, usualmente es descrito montando un dragón con una cabeza horrenda y una serpiente en su mano. Mientras que Belial es el ángel caído que protege a los mentirosos e hipócritas.
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