AMIGOS DEL BLOG

sábado, 26 de marzo de 2016

Prácticas funerarias y arquitectura en tiempo y espacio. México

Prácticas funerarias y arquitectura en tiempo y espacio. México
Universidad Autónoma de Campeche, 2014, 140 pp.

La práctica funeraria, además de ser de una evidencia, es un indicador que nos permite visualizar la importancia de este proceso entre los pueblos mesoamericanos. Se trata de costumbres y ritos que inician con la muerte física de un miembro de una sociedad y que conducen al recién fallecido a una necesidad de trascender al “más allá” como un nuevo estado en la sociedad.

Estas prácticas por lo general van acompañadas de vestigios humanos o algunos elementos de los mismos que formaron parte del ritual post mortem a través de representaciones simbólicas, constituyendo complejos procesos en la formación y reformación de la vida en un grupo social determinado. Esa particularidad de percibir el entorno de la vida y la muerte entre las sociedades mesoamericanas ha llevado a un grupo de investigadores especializados en la cultura maya a analizar sus materiales y trasmitir sus conocimientos e interpretaciones en la obra en cuestión.

Los trabajos que integran este libro fueron originalmente presentados en el Simposio Prácticas funerarias y arquitectura en tiempo y espacio, como parte del III Congreso Internacional de la Cultura Maya, realizado en marzo del año 2011 en la ciudad de Mérida, Yucatán. El texto está conformado por siete capítulos que brindan información sobre las prácticas y contextos funerarios de diferentes sitios prehispánicos del área maya, abarcando ejemplos de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán. En todos los casos se hace referencia asimismo a la arquitectura asociada con los contextos funerarios.

El primer capítulo, de la autoría de Miriam Judith Gallegos Gómora y Ricardo Armijo Torres, lleva por título “Prácticas funerarias en Tabasco: de las culturas prehispánicas a los indígenas yokot’an del siglo xxi” y nos ofrece un estudio comparativo sobre las costumbres funerarias realizadas por los olmecas y los mayas con base en la diferenciación de los individuos a través de su entierro y en las mismas prácticas funerarias, como es el caso de las variantes de depositar el cuerpo en vasijas de barro o en espacios monumentales edificados para resguardarlo.

Uno de los datos relevantes de este trabajo fue el hallazgo de una gran cantidad de urnas funerarias y entierros en un salvamento arqueológico efectuado en un sitio periférico a Comalcalco, mismo que, además de proporcionar importantes datos sobre la funeraria local, representa una de las colecciones más grandes y en mejor estado de conservación en el sureste del país.

Este trabajo incluye asimismo un estudio de las prácticas funerarias de la comunidad indígena yokot’an, distribuida en los municipios de Nacajuca, Centla, Macuspana, Jonuta y Jalpa de Méndez, así como en el centro del estado de Tabasco. Aquí, los autores identifican una diferencia con las prácticas funerarias prehispánicas, sin dejar de mencionar la presencia de elementos que podrían rastrearse hacia el pasado como el uso del incienso y la ingesta de alimentos ceremoniales.

En el segundo capítulo, “Arquitectura menor y sistemas constructivos de dos sitios preclásicos de la costa de Villamar, Campeche”, Vicente Suárez Aguilar y Heber Ojeda Mas nos hablan sobre la organización socioeconómica de las pequeñas comunidades costeras de dicho sitio a partir del estudio de los asentamientos preclásicos de Villamar 1 y 2.

Los autores llegan a la conclusión de que los habitantes de dichos asentamientos seleccionaron los mejores lugares del área para establecerse y desarrollarse, así como para explotar los recursos naturales como la tierra, la flora, el litoral y los bancos de material para construcción. Contaban con personal especializado en los campos de la arquitectura, la escultura y el corte y la extracción de la materia prima (piedra y sascab), además de artesanos, agricultores, horticultores, pescadores, comerciantes, personal administrativo y religioso, que dieron forma a la vida cotidiana de dichas comunidades a través de toda su historia.

Dentro de este contexto de asentamientos costeros, no pueden quedar fuera las prácticas funerarias. En este sentido, los autores nos mencionan la presencia de enterramientos humanos acompañados de su respectivo ajuar funerario, que fueron depositados cuidadosamente en el interior de lo que consideraron fueron residencias de personajes distinguidos.

La siguiente contribución nos traslada a Chiapas. Alejandro Tovalín Ahumada, José Adolfo Velázquez de León Collins y Javier Montes de Paz nos ofrecen importantes datos a través del trabajo titulado “Tres tumbas en la Acrópolis de Bonampak, Chiapas, México”, y aportan una detallada descripción del contexto arqueológico de esas tumbas. Si bien los nombres de sus ocupantes no han sido identificados por la falta de información epigráfica, estos han sido reconocidos como miembros de la elite, sin la posibilidad de afirmar que estén relacionados con la familia gobernante en turno.

La existencia de caracoles de tierra con huellas de exposición al fuego y de un petate manchado reafirma la realización de algún ritual en la tumba, mientras que un espejo de pirita nos indica una mayor importancia del difunto de la tumba del Edificio 4. La situación del entierro de la tumba del edificio de Las Pinturas es diferente, pues los únicos huesos que faltan son los que constituyen la mayor parte del cráneo, y en su lugar se encontró un vaso de alabastro con la rotura ritual en el fondo. Por su parte, el individuo de la tumba del Edificio 7 presentó como ofrenda tres vasos cilíndricos y dos cajetes trípodes, asociados con otros materiales como espinas de mantarraya, cuentas de jadeíta y coral, vértebras y dientes de pez, agujas de hueso y una valva de Spondylus.

Rafael Burgos, Oana del Castillo, Yoly Palomo y Sara Dzul son los autores de “Análisis de los contextos funerarios del sitio prehispánico de Opichén (V Etapa), Mérida, Yucatán”. En este trabajo, la observación de la desigualdad social en el asentamiento en cuestión fue el punto de partida para considerar las diferencias de la riqueza material entre los individuos enterrados en las estructuras del sitio. Lo anterior, a través de las divergencias encontradas entre los depósitos funerarios de una misma estructura o unidad doméstica, así como entre diversas estructuras partiendo de tres criterios: arquitectura, objetos de acompañamiento y patrones funerarios.

Los autores concluyen que los individuos pertenecientes a estratos altos son definidos a través de elementos que indican riqueza, como depósitos funerarios más elaborados y en estructuras más grandes y complejas, y por su asociación con objetos considerados de lujo. Los elementos arqueológicos registrados y estudiados ubican a Opichén como un asentamiento importante en una de las rutas de entrada a T’ho, a través del cual fluían mercancías provenientes de otras áreas de Mesoamérica.

El quinto capítulo lleva por nombre “Prácticas mortuorias en la región del río Candelaria. Una visión preliminar desde El Tigre, Campeche”. En él, Ernesto Vargas nos presenta la descripción de una fuerte concentración de enterramientos descubiertos en las excavaciones de las Estructuras 1 y 4 del sitio mencionado. El autor concluye que no existía un ámbito físico propio de los difuntos, de sus cuerpos y de los contextos funerarios asociados. Aparentemente, entre los mayas no había un espacio específico para enterrar a sus muertos, para ellos habitar encima de las sepulturas era lo normal en el ámbito urbano y en lo rural. No los expulsaban, sino que los integraban, a su manera, al mundo de los vivos.

En el caso de la Estructura 1, todos los enterramientos fueron localizados en la esquina noreste de la estructura, sólo uno fue encontrado en el centro del palacio habitacional. En la Estructura 4, asimismo, la mayoría de los entierros fueron localizados al frente del edificio principal, apenas unos cuantos fueron ubicados en la parte alta de la estructura.

El trabajo de Sara Novelo Osorno y Antonio Benavides Castillo nos dirige a otra región campechana. El texto “Salvamentos arqueológicos en la región de los Chenes, Campeche” aporta información acerca de los trabajos efectuados con motivo de la ampliación de la carretera que une a Hopelchén y Dzibalchén en el sector noreste del estado, incrementando considerablemente la información existente sobre esta área. Uno de los aspectos más relevantes de estos trabajos fue la recuperación de una serie esquelética de 53 casos, lo que abre un amplio campo de investigación en la región de los Chenes, donde hasta el momento se carecía de este tipo de documentación. Los autores ofrecen datos sobre el tipo de enterramiento, la posición anatómica y la edad promedio de los difuntos, así como el tipo de ofrenda asociada a cada uno de ellos, dando un panorama general de las características de los contextos funerarios de esta región del Campeche prehispánico.

El libro cierra con el trabajo de María José Con Uribe y Mónica López Portillo Guzmán, dedicado a Alejandro Martínez Muriel, que lleva por título “El Castillo de Tulum: Historia de un edificio”. Las autoras aportan una descripción arquitectónica detallada de las diferentes etapas constructivas del edificio conocido como El Castillo, además de incluir una historiografía de las diferentes intervenciones, ocupaciones y exploraciones llevadas a cabo en él desde el momento de su descubrimiento. Concluyen apuntando:

Hoy en día, lo que en otros momentos fue un importante santuario y lugar de peregrinación, se ha convertido en un ícono turístico y comercial. Las modernas “peregrinaciones” de miles de personas al día ya no son de carácter religioso, no celebran ni reconocen un pasado sagrado, sino solamente la hermosa ubicación de esta ciudad junto al mar y donde todos se quieren tomar una foto.

María del Rosario Domínguez Carrasco 
Centro de Investigaciones Históricas y Sociales, 
Universidad Autónoma de Campeche

https://revistas-filologicas.unam.mx/estudios-cultura-maya/index.php/ecm/article/view/749/844

No hay comentarios:

Publicar un comentario