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martes, 13 de octubre de 2020

El secreto detrás de la existencia

El secreto detrás de la existencia


Los seres humanos libramos una cruenta y permanente lucha por lograr la estabilidad material, emocional, mental y espiritual desde el momento mismo en que se adquiere uso de razón.

¿Por qué no se logra si no por instantes pasajeros? ¿Por qué las emociones pareciese que tuvieran en ocasiones sólo la función de atormentar al corazón? ¿Por qué la mente se convierte en tornado incontrolable?

Ocurre que los seres humanos somos plantillas culturales, o sea, que nos movemos en espacios de una libertad muy reducida por la programación neuro lingüística y cultural que tenemos.

Hemos recibido una formación que es tan rígida tanto o más que el acero y que no es posible transformar en otra cosa de un momento a otro. Sólo el paso de los años la va modificando de acuerdo a las circunstancias que la vida plantea y permite de vez en cuando hacer profundas rupturas de pensamiento y de comportamiento.

Para las culturas Iniciáticas de todos los tiempos, los arquetipos, tanto sociales como culturales, son una forma en que la naturaleza se manifiesta en el escenario de lo humano. La evolución de la humanidad produce cambios y nuevos paradigmas que permiten una serie de transformaciones colectivas que confrontan a la individualidad, la presionan y la modifican paulatinamente.

Nos referimos a los arquetipos como un modelo que se replica a sí mismo de forma indefinida los cuales son creados por la sociedad misma y obedecen a lo que en el momento el individuo vive como parte de su evolución en el ciclo vital presente. Formas o estructuras de pensamiento proveniente del entorno social (sea este académico, familiar, etc.), formas y estructuras emocionales rígidas como el acero y formas instintivas inferiores. Todas estas estructuras no son más que colecciones de objetos mentales y emocionales que con el paso del tiempo se convierten en enormes laberintos que van en oposición a los primigenios estados mentales del ser humano.

Pero hay otras formas de arquetipos que vienen de formas de pensamiento muy diferentes y más profundos que el que la sociedad propone (un pequeño paréntesis nos indica que así nos sea claro o no, la evolución social va a donde tiene que ir, según premisas arquetípicas no comprendidas por el grueso de la humanidad): nos referimos a aquello que las escuelas Iniciáticas han enseñado desde hace milenios y que ubica, o trabaja por ubicar, al ser humano ante sus vectores más elementales y que se manifestaron antes de que la sociedad los deformara o confundiera.

Esta identificación es la que la Masonería trabaja por medio de símbolos de naturaleza arquetípica, los cuales hablan de forma individual, pero con preceptos universales, a cada individuo que se propone comprenderlos.

Lo sorprendente para un masón es darse cuenta de que su identidad es un amasijo de condicionamientos sociales y culturales de los cuales debe extraer tan sólo su esencia. Y muchas veces esto no se logra o se logra tan sólo parcialmente. Y no hablamos sólo de masones: todo ser humano que intente lograr la trascendencia desde diversas escuelas encontrará en estos factores descritos un impedimento de marca mayor que se desliza sutilmente por todos los aspectos de la psicología personal.

O sea, el trabajo es descubrir qué hay de real y de irreal en el propio pensamiento y emocionalidad. Más aún, puede ser terrible descubrir que la mente operativa está llena de escondrijos y laberintos absurdos que no sirven de nada ante la labor que se emprende cuando se desea trascender de esos vectores psicológicos que no permiten ver la más profunda identidad y auténtica de la humanidad.

Por supuesto, este es un trabajo que no está hecho para ateos porque esto a ellos no les llevará a ningún lado (dicho con todo respeto). Aquí hablamos para los masones y personas deístas que sienten en su interior un gran imán espiritual que los impele a trascender este plano de espacio – tiempo.

Debe el masón iniciar una marcha hacia su interioridad en la que debe identificar, si es posible, otra forma de hacer fluir su pensamiento, otra forma de ser y de estar en un mundo nuevo.

En esto quiero decir que esa nueva forma de ver y de vivir es la fractura de esa mente operativa tradicional, antigua y llena de condicionamientos de todo tipo. Y es algo que puede ser difícil y hasta doloroso.

En Logia, el Maestro indica que apenas se empiezan los trabajos se debe hacer silencio, pero es un silencio profundo e individual en todos los niveles de existencia del Hermano masón. Su mente Profana debe ser apartada o calmada, por lo menos, para dar paso a una mente trascendente mucho más profunda que la cotidiana. Esta mente es la que potencia y da luz realmente al Iniciado y lo hace ir hacia la vivencia de su verdadera consciencia, la que recibe de la alquimia de la Logia y del Ritual para que pueda transformarse poco a poco.

Cuando este proceso se hace habitual, no sólo en el recinto logial sino en la vida cotidiana, el Hermano empieza a identificar con toda naturalidad sus formas arquetípicas sociales de las que está conformado. No sólo las podrá comprender de forma intelectual, sino que podrá experimentar los impulsos que emanan de las formas mentales o estructuras inferiores que antes lo eran todo en su ser y que ahora son sólo cascarones sin vida. Pero no son un juego porque ellas absorben enormes cantidades de energía y producen toda clase de emociones que podemos llamar positivas o negativas, pero que en términos generales han sido autoras de grandes apartes de la vida.

La conexión puede llegar a ser tan profunda que se puede evidenciar desde el corazón con un sentimiento de inspiración, hacia un estado de paz y de contemplación, como si una llama pequeña que va creciendo se posesionara allí y empezara a irradiar luz para que otras formas de sentimientos surjan reemplazando poco a poco a la emocionalidad cotidiana. A esto la han llamado «estado de gracia» los Maestros.

Es en esa llama que se puede iniciar la quema y destrucción del viejo Yo. Eso no se hace con esfuerzo sino con toda naturalidad porque el Yo es un enemigo que sabe demasiado de nosotros mismos y no está dispuesto a ceder espacios porque ha sido el dueño y jefe por años de todo.

Pequeños espacios de meditación en el curso del día deben ser propiciados con música, con lecturas inspiracionales, etc. Es necesario dar curso a que esa profundidad recién encontrada ocupe espacios cada vez mayores en la interioridad.

Poco a poco el masón se convierte en una columna de fuego vivificante para todo lo que toca. Arde en nueva pasión que surge de su plenitud y empieza a contener una enorme fuerza surgida de una nueva comprensión de la vida, pero es una fuerza constructiva

Entra en contacto con la más poderosa llama universal, que es la sustancia primigenia que todo lo fecunda: el amor universal. En cada átomo de la existencia es la fuerza que todo lo mueve.

Cuando un ser humano entra en contacto con esto último, se convierte en potencia creadora, en vehículo del amor y de la fuerza universal. Puede mover mundos desde niveles muy profundos de la existencia.

Esa es la verdadera magia y poder del alquimista: su vivencia en medio del amor trascendente…
Todo ello ocurre desde los mundos sutiles arquetípicos porque el masón se convierte en operador de esos mundos pues se convierte en ser arquetípico él mismo.

Y ocurre porque deja de resistir al influjo arquetípico universal creador del Sublime Arquitecto de los Mundos y empieza a ser UNO con él para cumplir con una Obra muy particular.

http://menfis-mizraim.org/los-arquetipos/

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