La Crisopeya.
Poseer la Piedra filosofal está muy bien; pero si ella no transmuta el plomo en oro, está desprovista de interés práctico. El Masón que se ha tallado a sí mismo, y se ha convertido en una Piedra Cúbica irreprochable, está lógicamente llamado a continuar hasta el fin la Gran Obra; ¿Cómo utilizará su Polvo de Proyección?.
Aquí lo esperan las pruebas de la Maestría. El las sufrirá volviendo sobre sí mismo, en retrogradación, como el Sol, después de desaparecer a la tarde, por el Occidente. Volviendo sobre todo lo que ha podido aprender, él lo profundizará a medida que se hunde más y más en las tinieblas del septentrión. A medianoche, llega al Nadir donde los Maestros se reúnen en Cámara del Medio.
Es un lugar lúgubre, en el que sólo se penetra luego de haber perdido toda ilusión. La realidad se muestra en todo su horror, despojada de cuanto la disfraza ante los débiles ojos humanos. Los esqueletos sonríen, y sólo se escuchan sordos gemidos.
Los Masones son rarísimos, y nadie puede jactarse de poseer integralmente la Maestría. Pero podemos aproximarnos tanto a ello que hayamos aprendido a morir. Saber morir, tal es el secreto supremo de la Iniciación, el arcano de los arcanos.
Quien sabe morir, por ese mismo hecho renace en un plano superior. Debernos resucitar sabios y comprensivos, mas también plenos de amor, y abnegación, Sin amor no somos nada. San Pablo se expresaba como Iniciado cuando escribía a los Corintios (Cor, I-XIII) : "Si hablo todas las lenguas humanas, y aún las angélicas, y no tengo Amor, soy como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviese el don profético y conociese todos los misterios, y poseyese todas las ciencias; y si tuviese toda la fe de manera que pudiese traspasar los montes, y no tengo Amor, nada soy."
En Iniciación quien no sabe amar permanece muerto; eso que parece vivir no es sino un fantoche que se agita, privado de verdadera existencia. Para ser de verdad, es necesario participar del Gran Ser Permanente; y por lo tanto, practicar la vía unitiva de los místicos. El programa es siempre el mismo, dentro de la variedad de simbolismos que lo traducen.
Quemémonos con el sagrado Fuego del ferviente amor de los verdaderos Sabios y Santos, y de nuestra Piedra filosofal se desprenderá un Polvo de proyección verdaderamente activador, ejerceremos así una influencia mágica sobre quienes nos aman. Ellos serán psíquicamente transmutados.
De su plomo haremos oro, y así practicaremos la Verdadera Medicina, la Panacea Universal. Curaremos al mundo y a la sociedad humana. Así se realizará el sueño sublime de la Crisopeya.. La alquimia
Qda:.Hna:. Sofia Cardenas
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