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viernes, 26 de abril de 2019

BIOGRAFIA OFICIAL DEL PAPA JUAN XXIII Y OTROS DETALLES NO OFICIALES.

BIOGRAFIA OFICIAL DEL PAPA JUAN XXIII Y OTROS DETALLES NO OFICIALES.
Recopilado por: Herbert Oré Belsuzarri

Nota: Antes de vuestra lectura, os debo advertir que en el presente se ha insertado dos videos, nuestra recomendación es que los vean, para un mejor deleite del presente. HOB.

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El beato Angelo Giuseppe Roncalli nació y fue bautizado el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Fue el cuarto de catorce hermanos. Su familia vivía del trabajo de los campos, cultivados en régimen de aparcería. La vida familiar era de tipo patriarcal: dos hermanos con sus respectivas familias vivían bajo un mismo techo guiados por el barba (tío) Zaverio, anciano soltero que gobernaba con sabiduría el trabajo y la marcha de la gran familia. Al tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá Angelo Roncalli su primera y fundamental formación religiosa: ''Él dio a su ahijado, sin intención de convertirlo en sacerdote, todo cuanto pudría servir con la máxima edificación y eficacia a la preparación no de un simple sacerdote, sino de un Obispo y de un Papa, como la Providencia había querido y decidido'' Así escribirá de él el Papa Juan en 1959. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, guiada por el párroco don Francesco Rebuzzini, fueron la primera -y fundamental- escuela de vida cristiana, que marcá la fisionomía espiritual de Angelo Roncalli.

Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el Seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de teología y donde empezó a redactar los apuntes espirituales que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el Diario del alma. Aquí empezó su práctica de la dirección espiritual asidua. El 1 de marzo de 1896 don Luigi Isacchi, director espiritual del Seminario de Bérgamo, lo admitió en la Orden Franciscana Seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.

De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio Seminario Romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, además, un año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Santa María in Monte Santo, de Piazza del Popolo, en Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo Obispo de Bérgamo, Mons. Giacomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al Obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas pastorales: Sínodo, reacción del Boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el Seminario, asistente de la Acción Católica femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante, profunda y eficaz.

Aquellos años fueron, además, el tiempo de un profundo encuentro espiritual con los grandes pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575) y san Francisco de Sales. Fueron los años del gran aliento pastoral, aprendido viviendo junto a ''su'' Obispo Mons. Radini Tedeschi. ''Él sí que era digno de ser Papa'', anotará Juan XXIII en su diario. Tras la muerte del Obispo, en 1914, don Angelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia en el Seminario y a varias ramas de la pastoral, sobre todo asociativa.

En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la ''Casa del Estudiante'' y trabajó en la pastoral de estudiantes.

En 1919 fue nombrado Director espiritual del Seminario. En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Angelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto XV como Presidente de Italia del Consejo Central de las Obras Pontificias para la Propagación de la Fe, recorrió muchas diócesis de Italia organizando Círculos de Misiones. En 1925 Pio XI lo nombró Visitador Apostólico para Bulgaria y lo elevó al episcopado con el título de Areopoli. Su lema episcopal, programa que le acompañó durante toda la vida, era: ''Oboedientia et pax''.

Marchó a Bulgaria tras ser ordenado Obispo el 19 de marzo de 1925 en Roma. Nombrado Delegado Apostólico, permaneció en Bulgaria hasta 1935. Visitó las comunidades católicas y tejió relaciones respetuosas con las otras comunidades cristianas. Actuó con caritativa solicitud aliviando los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la marginalidad. Afinó su confianza y entrega en Jesús crucificado.

En 1935 fue nombrado Delegado Apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y organizando. Mons. Angelo trabajó con intensidad al servicio de los católicos y se destacó por su dialogo y talante respetuoso con el mundo ortodoxo y con el mundo musulmán. Al estallar la II Guerra Mundial se hallaba en Grecia, que fue devastada por los combates. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a muchos hebreos con el ''Visado de tránsito'' de la Delegación Apostólica. En diciembre de 1944 Pio XII le nombró Nuncio Apostólico en París.

Durante los últimos meses de la guerra y los primeros de paz ayudó a lo prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida eclesiástica de Francia. Visitó los grandes santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más intrincados. Procuró ser sacerdote en todas las situaciones. Lo animaba una piedad sincera que se transformaba todos los días en prolongado tiempo de oración y de meditación. En 1953 fue creado Cardenal y enviado a Venecia como Patriarca. Le lleno de alegría poder dedicar sus últimos años al ministerio directo pastoral, deseo que lo acompañara a lo largo de toda su vida sacerdotal. Y fue un pastor sabio y emprendedor, a ejemplo de los santos pastores a quienes siempre había venerado, a ejemplo de san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de Venecia. Al tiempo que avanzaba su edad, aumentaba su confianza en el Señor, entregado a una laboriosidad pastoral activa, emprendedora y gozosa.

A la muerte de Pio XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, con el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del Buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y activo practicó cristianamente las obras corporales y espirituales de misericordia, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y credos y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas Pacem in terris y Mater et magistra, fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo Romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico y convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un rayo de la bondad de Dios y lo llamó ''el Papa de la bondad'' Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció el 3 de junio de 1963, por la tarde, en un profundo espíritu de abandono en Jesús, deseoso de su abrazo y rodeado de la oración cordial del mundo, que parecía haberse parado para recogerse en tomo a él y respirar con él el amor del Padre.

Fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000. Su fiesta litúrgica quedó fijada el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.

En la homilía Juan Pablo II lo recordó así: ''Contemplamos hoy en la gloria del Señor a otro Pontífice, Juan XXIII, el Papa que conmovió al mundo por la afabilidad de su trato, que reflejaba la singular bondad de su corazón. Los designios divinos han querido que esta beatificación uniera a dos Papas que vivieron en épocas históricas muy diferentes, pero que están unidos, más allá de las apariencias, por muchas semejanzas en el plano humano y espiritual. Es muy conocida la profunda veneración que el Papa Juan XXIII sentía por Pío IX, cuya beatificación deseaba. Durante un retiro espiritual, en 1959, escribió en su Diario: "Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria, e, imitándolo en sus sacrificios, quisiera ser digno de celebrar su canonización" (Diario del alma, p. 560)''.

''Ha quedado en el recuerdo de todos la imagen del rostro sonriente del Papa Juan y de sus brazos abiertos para abrazar al mundo entero. ¡Cuántas personas han sido conquistadas por la sencillez de su corazón, unida a una amplia experiencia de hombres y cosas! Ciertamente la ráfaga de novedad que aportó no se refería a la doctrina, sino más bien al modo de exponerla; era nuevo su modo de hablar y actuar, y era nueva la simpatía con que se acercaba a las personas comunes y a los poderosos de la tierra. Con ese espíritu convocó el concilio ecuménico Vaticano II, con el que inició una nueva página en la historia de la Iglesia: los cristianos se sintieron llamados a anunciar el Evangelio con renovada valentía y con mayor atención a los "signos" de los tiempos''.

''Realmente, el Concilio fue una intuición profética de este anciano Pontífice, que inauguró, entre muchas dificultades, un tiempo de esperanza para los cristianos y para la humanidad''.

''En los últimos momentos de su existencia terrena, confió a la Iglesia su testamento: "Lo que más vale en la vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad". También nosotros queremos recoger hoy este testamento, a la vez que damos gracias a Dios por habérnoslo dado como Pastor''.

Hasta aquí la biografía oficial, ahora les proporcionamos otros detalles no oficiales.

LOS EXTRATERRESTRES.

Se habló por mucho tiempo sobre un supuesto encuentro del Papa Juan XXIII en julio de 1961 en la localidad veraniega de Castel Gandolfo con un objeto muy luminoso y que fue dada a conocer esta información 20 años después por el Secretario y Asistente Papal a un semanario inglés.

Este acontecimiento importante ocurriría mientras el Papa Juan XXIII caminaba por los jardines de Castegandolfo, residencia papal de descanso, lo hacía acompañado de su secretario personal Monseñor Loris Capovilla. Fue entonces cuando de improviso una extraña luz descendió en los jardines. El objeto era muy luminoso y con aspecto de disco volador, del cual bajó un ser de hermosas características quien conversó largamente con Juan XXIII. Mientras tanto, Capovilla observaba atónito y sin poder articular palabras dicho acontecimiento, el que a sus ojos era de un claro origen divino.

Durante largos minutos el Papa conversó con el hermoso ser que había descendido de aquel extraño objeto luminoso.

Según contó este secretario y asistente papal 20 años después de la muerte de Juan XXIII, un extraño ser de forma humana y orejas puntiagudas salió de la nave y Juan XXIII y el mismo se arrodillaron y rezaron. Cuando levantaron sus cabezas el ser aún continuaba allí y el Papa se levantó y se dirigió hacia él. El asistente los vio gesticular más no los oyó hablar y tras 20 minutos el ser extraterrestre retornó a su nave y despegó.

Juan XXIII nunca quiso contarle a su asistente lo que hablaron en esa experiencia; "después de que el ser extraterrestre retornó a su nave y despegó, el Papa y yo continuamos nuestro paseo como si nada hubiese pasado", relataba el secretario papal.

Recientemente y en forma oficial, Monseñor Higinio Alas aportó a la televisión europea los detalles de este encuentro muy conocido ya entre los religiosos italianos. Existe además un dossier informativo que circula en las diversas nunciaturas apostólicas de varios países, incluyendo Chile, donde se advierte al clero sobre la manera más adecuada de llevar este conocimiento a los fieles y poder definitivamente explicarles estas verdades que nos han acompañado a través de la historia, pero las cuales siempre habían sido patrimonio sólo de algunos líderes religiosos.

En los últimos años la Iglesia ha realizado numerosos encuentros ecuménicos tendientes a revelar oficialmente el conocimiento sobre la existencia de otras criaturas de Dios en el Universo, las que según los mismos nos han acompañado desde hace milenios con sus constantes visitas a este planeta. No en vano se creó el Observatorio Vaticano, a cargo del Padre Gabriel Funes, con el fin de dar un impulso general al interés eclesiástico por indagar en vida extraterrestre.

EL PAPA MASON.

El secretismo que envuelve el funcionamiento del aparato de poder vaticano, tanto en lo que afecta al ámbito eclesial como al de sus manejos económicos y políticos, así como la discutible calaña de muchos de sus hombres notables, ha propiciado —y a buen seguro propiciará— la creación de todo tipo de teorías, hipótesis, leyendas y cuentos sobre lo que acontece, o se supone que acontece, en la casa de Pedro. 

Una de las leyendas conspiranoicas de mayor éxito literario durante las últimas décadas pretende mostrar la infiltración de la masonería en las altas instancias del Vaticano, un proceso que llegaría hasta su cumbre con el progresista Pablo VI —acusado de masón, claro está—, para acabar descendiendo a mínimos con el ultraconservador Juan Pablo II.

Muchos libros han abordado este asunto de los masones infiltrados en el Vaticano y su supuesta lucha por hacerse con el poder dentro de la Iglesia. Bajo el seudónimo de Los Milenarios, monseñor Marinelli, en su libro Via col vento in Vaticano, editado en España como El Vaticano contra Dios (1999), habla de diversos miembros de la curia a los que atribuye filiación masónica. Para mayor jolgorio, también reproduce la patética, vacua y absurda confesión —¿había un micrófono en el confesionario?— de un supuesto y arrepentido miembro del grupo.

Bajo otro sospechoso seudónimo, Discípulos de la Verdad, se continúa la tarea comenzada por Los Milenarios, publicando Mentiras y crímenes en el Vaticano (2000) y A la sombra del Papa enfermo (2001), libros en los que se fabula sin el menor rigor ni recato sobre la presunta guerra abierta entre el sector de poder curial liderado por el Opus Dei y el de «la masonería, liderada por el arzobispo Paul Marcinkus». 

Autores muy alejados de los citados también han caído en la tentación de darle credibilidad a esas tesis. Ricardo de la Cierva lo hizo en su libro La masonería invisible (2002); Jorge Blaschke y Santiago Río, expresando muchas más dudas que De la Cierva, abordaron el asunto en La verdadera historia de los masones (2006). Y este autor no es menos culpable que ellos, ya que habiendo decidido no tratar el tema, por absurdo, a última hora ha entrado al trapo para dar su opinión sobre un desatino que muchos creen real, y que novelas como las de Dan Brown elevan a la categoría de amenaza intergaláctica.

Para Luigi Villa, director de la revista Chiesa Viva, no había duda de que los papas Juan XXIII y Pablo VI fueron masones, pero los argumentos que daba para justificar tal opinión no aguantaban un análisis serio.

El Concilio Vaticano II abrió las puertas a planteamientos eclesiales progresistas que llevaron hasta el pánico y la histeria al sector más tradicionalista y conservador de la jerarquía católica, que detestaba por ello a Pablo VI —y que lograría anular buena parte de esos avances durante el pontificado de Wojtyla—; en esa apertura, tal como ya vimos, se incluyó una nueva mirada hacia la masonería, que la mostraba como compatible con la creencia católica, y en tal sentido se pronunciaron, entre 1974 y 1976, muchos episcopados y decenas de instituciones religiosas, que se sentían apoyados por el cardenal Seper, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que, en julio de 1974, había declarado compatible la doble afiliación para el creyente, aunque mantuvo «la prohibición para clérigos, religiosos y miembros de Institutos seculares, de entrar en cualquiera asociación masónica». 

Con ese trasfondo, confeccionar un listado de clérigos masones a medida de los intereses más reaccionarios cubría muchos flancos al mismo tiempo: revestía de graves sospechas a buena parte de las figuras más destacadas del sector eclesiástico progresista, al tiempo que les involucraba en la prohibición expresa de Seper de 1974; desprestigiaba y debilitaba a Pablo VI; situaba de nuevo a la masonería en el bando de los conspiradores enemigos de la Iglesia.

Los autores del listado original, a fin de hacerlo creíble, se preocuparon de proporcionar el nombre, fecha de inscripción en la masonería, número de matrícula, siglas secretas identificativas y cargo de cada clérigo mencionado, así, por ejemplo: «Casaroli Agostino: 28/9/1957 - Ma-tricola 41/076 - CASA (Ministro Affari Esteri)». 

El masón más antiguo del listado es de julio de 1955 —Morgante Marcello: 22/7/1955 - Matricola 78/0361 - MORMA (Vescovo di Ascoli Piceno)— y el último en incorporarse es de diciembre de 1970 —Nigro Carmelo: 21/12/1970 - Matricola 23/154 - CARNI (Rettore del Seminario Pontificio per gli Studi Giuridici)—, abarcando el listado el último tramo de vida de un Pío XII ya muy enfermo, y la etapa de apertura y modernización eclesial del pontificado de Juan XXIII y del de Pablo VI (hasta 1970).

La elección de ese periodo de tiempo, entre 1955 y 1970, para situar el avance de la masonería en la cúpula vaticana no parece tampoco casual. No lo es teniendo en cuenta los periodos de pontificado implicados; pero resulta sospechoso que el listado acabe justo a finales de 1970, año en el que asumió el poder en el Gran Oriente de Italia (GOI) el Gran Maestro Lino Salvini, un prepotente con escasas luces que permitió que el delincuente Licio Gelli comenzara a conformar su red mafiosa bajo la cobertura masónica de la logia Propaganda 2, una organización que, efectivamente, a partir de 1971, pero no antes, irá arraigando con fuerza entre los más corruptos hombres de la democracia cristiana italiana y, de su mano, acabará entrando en el Vaticano, aunque no buscando iniciar masones entre los cardenales, sino, por el contrario, haciendo contactos y socios para emprender grandes y corrompidos negocios con algunos cardenales... que no eran precisamente progresistas.

Si esa red de masonería eclesiástica, que alguien con bien poca imaginación bautizó como logia Ecclesia, hubiese pertenecido a la organización mafiosa de Licio Gelli —tal como repiten hasta la saciedad periodistas y escritores católicos y conspiranoicos diversos—, sus afiliados hubiesen entrado en ella a partir de 1971, pero no antes, y resulta que el listado de clérigos masones fecha a su último iniciado a finales de 1970. Por otra parte, sólo un analfabeto en materia masónica, o un manipulador, puede afirmar que la presunta logia Ecclesia estaba «en contacto directo con el Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra, el duque Michael de Kent». Si la Ecclesia hubiese sido parte de la Propaganda 2 de Gelli, no habría tenido, ni podido tener, ninguna relación con la británica GLUI, y si hubiese pertenecido a la GLUI, no habría podido tener la estructura ni la localización que se le adjudica. La patraña es más que evidente.

Curiosamente, cuando, en mayo de 1981, se incautaron y publicaron los listados de miembros de la Propaganda 2 de Licio Gelli, entre los 962 nombres había políticos, militares, periodistas, editores, abogados... de todo, menos eclesiásticos. Un hecho milagroso si recordamos que muchos de los miembros de la corrupta organización de Gelli eran católicos de misa diaria, con profundas relaciones personales y económicas con miembros de la curia vaticana; y que fue precisamente esa vía de hermandad entre masones de la mafia de Gelli con mafiosos del clero como el cardenal Marcinkus la que, entre otros muchos desastres, llevó a la bancarrota del IOR (Instituto para las Obras de Religión), la llamada banca vaticana, e, indirectamente, facilitó el ascenso del Opus Dei hasta el aparato de control de la Iglesia católica. 

Las siguientes reapariciones del listado en la prensa italiana tampoco carecían de contexto manipulador. En la revista Oggi (17 de junio de 1981) se publicó cuando, tras renovar la condena contra la masonería, en febrero de ese año, por orden del nuevo Papa Wojtyla, se vio que no era tomada en serio ni adoptada por la mayoría de los obispos; pero en esos días, en mayo, también había surgido otro problema para la Iglesia cuando, en medio de la investigación de la bancarrota fraudulenta protagonizada por Michele Sindona, apareció la nómina de miembros de la «masonería» de Gelli, rebosante, como ya se dijo, de fervientes católicos. 

Lo dicho hasta aquí, que podríamos ampliar con otras muchas observaciones complementarias, nos lleva a pensar que ese listado de «massoni vaticani» fue una falsedad urdida por el sector más reaccionario de la curia romana; una canallada de la que seguramente no fue ajeno el propio Licio Gelli y su círculo privado y depravado de democristianos. 

Sin embargo, resultaría aventurado, negar la posibilidad de que algún eclesiástico, prelado o no, hubiese sido masón en esos días. No parece demasiado factible su iniciación como tales, pero muchos clérigos, también prelados, mantuvieron en esa época excelentes relaciones con masones y compartieron muchas de las ideas y enfoques que ambas instituciones tienen en común... del mismo modo que esos mismos eclesiásticos se relacionaron e intercambiaron pensamientos con personajes de ámbitos bien diversos. ¿Dónde está el peligro? ¿Quizá en disminuir el nivel de dogmatismo que impone la Santa Madre Iglesia a los suyos?

Hace unos años, el ilustre profesor y licenciado ALFONSO SIERRA PARTIDA, intento publicar en los periódicos de la ciudad de México D.F., una copia del acta de iniciación en una Logia de París, donde se deja asentado que los profanos ANGELO RONCALLI y GIOVANI MONTINI habían sido elevados el mismo día para ser iniciados en los Augustos Misterios de la Francmasonería. La prensa de esa ciudad ni del País aceptaron dicha publicación, razón por la cual, el propio Maestro de su peculio mando sacar copias, las cuales circularon profusamente entre los círculos masónicos del País.

ANGELO ROCALLI y GIOVANI MONTINI, serían con el tiempo mejor conocidos como los Papas JUAN XXIII y PAULO VI, quienes habrían de introducir grandes reformas a los cultos católicos con el fin de adecuarlos a los tiempos modernos en que vivían.

De las grandes reformas que introdujo el Papa JUAN XXIII, se encuentran en el Concilio Ecuménico Vaticano II, y vemos que dentro de las fundamentaciones que se hacen, muchos se basan en los Principios y Postulados francmasónicos. Vemos también o nos preguntamos ¿Que justificación tuvo JUAN XXIII, para decretar la abolición de las Bulas excomulgatorias que hasta antes de su arribo al trono de San Pedro aún tenían vigencia?

En el año 1935 ANGELO ROCALLI, Arzobispo de Mesembria, delegado Apostólico en Turquía, por los tiempos de la guerra que corría, al igual que otros sacerdotes y religiosos, se ven obligados a vestir ropas de laico. Es precisamente en esa época en que es invitado a ingresar a una sociedad iniciática heredera de las enseñanzas ROSACRUZ y, que tanta fuerza le dieran en el pasado LOUIS CLAUDE DE SAN MARTIN el CONDE DE SAINT GERMAIN y el CONDE DE CAGLIOSTRO.

Pier Carpi, serio investigador periodístico y en un tiempo fuerte detractor de todo tipo de sociedades iniciáticas o secretas, es él, paradójicamente, quien habría de encontrar en el transcurso de sus pesquisas, las pruebas documentales de la iniciación masónica en Turquía de ANGELO RONCALLI (PAPA JUAN XXIII). Este gran periodista relató el proceso de esa iniciación y describe ampliamente el Ritual de la misma. Así mismo cuenta que en una de las Tenidas celebradas en Logia abierta, ANGELO RONCALLI cae en un trance místico de larga duración y es precisamente en estas circunstancias cuando dicta sus ya famosas profecías. Los detalles de esta historia se encuentran en la obra “Las Profecías de JUAN XXIII” de Pier Carpi y publicada por ediciones Martínez Roca (España).

Las acusaciones de Le-Febre han llegado a establecer un vínculo cierto entre San Pedro y la Masonería. IL BORGHESE, Semanario de la extrema derecha italiana, también habló de una larga lista de prelados masones PELLEGRINO, Arzobispo de Turín; el secretario de Estado VILLOTI; POLETI Vicarios de Roma; el belga SUENENS y hasta el secretario privado de Pablo VI, PASCUALE MACCHI, que estaba inscrito en la masonería desde el 23 de abril de 1958, cuando era secretario del arzobispado de Milán monseñor MONTONI entre otros.

El Gran Maestre de la masonería italiana, LINO SALVAN, medico socialista, ha sido frecuentemente identificado como portavoz más escuchado de la organización masónica dentro del Vaticano y uno de los artífices de la paz entre ambos dominios, en septiembre de 1976.

Nunca se supo porque Pío XII le negó siempre a GIOVANI MONTINI (PAULO VI) el cardenalato. El 24 de noviembre de 1958, 20 días después de ser elevado al trono de San Pedro, ANGELO RONCALLI (JUAN XXIII) nombra 23 nuevos Cardenales entre ellos se encuentra GIOVANI MONTINI.

JUAN XIII en 1960 da su anuencia para que se proceda a que se realicen estudios sobre las sociedades esotéricas e iniciáticas y sus relaciones con la Iglesia. Durante el transcurso de las investigaciones se detectó que las claves de los TEMPLARIOS, ROSACRUCES, Organizaciones MASÓNICAS y MARTINISTAS, nunca se extraviaron o se perdieron para siempre, sino que de vagar de una organización a otra, siempre estuvieron celosamente guardadas en el seno de la propia Iglesia.

En el pasado existieron pontífices que tuvieron una estrecha relación con sociedades esotéricas y de tradición eminentemente ocultista, como lo fueron BENEDICTO IX (1032 – 1034) BONIFACIO VII (984 – 985).

Fueron católicos y fieles practicantes los más grandes maestros de la tradición esotérica de alta escuela: NOSTRADAMUS (Ocultista y Astrólogo); CORNELIO AGRIPPA (Ocultista y esoterista); SAN ALBERTO MAGNO (astrólogo); SANTO TOMAS DE AQUINO (mago blanco y discípulo de Alberto Magno) LEONARDO DA VINCI (mago, esoterista, ocultista y diseñador).

Después del resultado de las investigaciones ordenadas por el PAPA JUAN XXIII y complementando los estudios de LEVI ZAHED, daría inicio al proceso que condujo a la eliminación de las BULAS de excomunión de la FRANCMASONERÍA.

Comprobado es que en 1960 Juan XXIII da su avenencia para que se proceda la realización de estudios sobre las sociedades esotéricas e iniciáticas en sus relaciones con la Iglesia. Dos años después se desarrolla el Concilio Vaticano II, donde marcará un hito las intervenciones de monseñor Méndez Arceo, durante las 31 y 71 congregación general, en los que pidió se tratara la cuestión de la actitud de la Iglesia hacia las sociedades secretas y en concreto con la Masonería. También se levantaron voces para modificar la posición de la Iglesia con respecto a la Masonería, suprimiendo textualmente canon 2335, con lo que la Masonería quedaba libre del veto de la autoridad eclesiástica. A partir de este momento la desconfianza eclesiástica hacia la Masonería comenzaba a desaparecer para volver a imponerse desde noviembre de 1983.

Durante su pontificado, Juan XXIII, rea­lizó varias obras de importan­cia, entre ellas el Concilio Vati­cano II, inspirado en ideas precisamente frutos de este encuentro extraterrestre. Después de varios si­glos fue el primer Papa que salió del Vaticano peregrinan­do a Loreto y Asís. Elaboró además estudios sobre las so­ciedades secretas e iniciáticas, estableciendo la relación que éstas tienen con la Iglesia y escribió varias encíclicas, en­tre ellas "Paz en la Tierra", don­de entregó un mensaje de Paz, Amor y Tolerancia a los seres humanos. Falleció el 3 de junio de 1963.

En 1976 el periodista italia­no Pier Carpí reveló al mundo la existencia de esta serie de profecías escritas por Ángelo Roncalli, durante su estadía en Turquía. Esta extensa lista de premoniciones acerca del in­mediato futuro de nuestra hu­manidad fueron acunadas en el seno de una sociedad iniciática y redactadas con el estilo claro y poético que caracterizó siempre a Juan XXIII. Sus profecías de clara interpretación esotéri­ca, abarcan desde 1935 hasta el año 2035.

Entre las profecías ya cum­plidas encontramos: La Segun­da Guerra Mundial, el suicidio de Hitler, África en poder de un Dictador, entre otras. Dada su importante relación con el encuentro mantenido con un extraterrestre, extraemos esta profética declaración que avala su visión cosmogónica de la vida.

"... los rollos serán, encon­trados en Las Azores y habla­rán de antiguas civilizaciones que enseñarán a los hombres cosas que ignoran. Por medio de los rollos, las cosas de la Tierra hablarán a los hombres acerca de las cosas del cielo. Los signos serán cada vez más numerosos. Las luces del cielo serán rojas, azules, verdes y veloces. Crecerán. Alguien vie­ne de tejos y quiere conocer a los hombres de la Tierra. Ya ha habido encuentros, pero quien ha visto realmente ha guarda­do silencio...".

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