AMIGOS DEL BLOG

domingo, 19 de noviembre de 2017

La francmasonería operativa medieval. El hermetismo constructivo

La francmasonería operativa medieval. El hermetismo constructivo
Fernando Arroyo.

Las asociaciones o cofradías de albañiles (maçons en francés) existen con toda certeza en el siglo XIII, pues de 1275 data el primer documento al respecto (gran asamblea de Estrasburgo).

Hacia el siglo XIV ya se utilizaba la palabra “lodge” (logia) para designar los lugares de reunión de los artesanos del oficio. El manuscrito Halliwell recomendaba al cantero que mantuviera el secreto:

“Lo secreto de la cámara no lo digas a nadie,
Ni nada de lo que hagan en la logia”

Ahora bien, resulta poco menos que sorprendente que para historiadores de reconocida solvencia, como por ejemplo el catedrático de Historia de las religiones César Vidal, no parezca que tales asociaciones hubieran ido más allá del terreno laboral y, según él, no hay rasgos de que poseyeran un saber esotérico y milenario. Si no fuera por que existen pruebas más que evidentes en contrario, incluso documentales, diríamos que la conclusión de Vidal entraría dentro del clásico encorsetamiento ideológico con que la historiografía academicista acoge todo aquello que se sale de sus parámetros empíricos, pero en este caso, precisamente por las pruebas a las que aludimos, tales consideraciones resultan, simple y llanamente, un soberbio dislate. No hace falta siquiera remitirse a los estudios alquímicos de los grandes Adeptos del Ars Regia como Fulcanelli, pues ello daría pie a las manidas acusaciones de subjetividad y fantasiosidad con que muchos estudiosos descalifican todo aquello que, por su incapacidad de comprensión, prefieren desdeñar sin más. Ignorar, por ejemplo, que el simbolismo arquitectónico, iconográfico y gliptográfico de los constructores trascendía con mucho las meras directrices de la religiosidad exotérica imperante, emanada de Roma, supone ignorar el más ingente y tangible de los archivos documentales, en este caso pétreo e imperecedero, de las corrientes heterodoxas de Occidente. No es intención nuestra osar criticar el trabajo de alguien como Vidal a quien admiramos, y si más bien lamentarnos de lo que más parece una dinámica establecida y viciada, en la que por fuerza deben primar las ideas preconcebidas sobre el expansus metodológico, pues resulta del todo inexplicable que una auténtica eminencia como Vidal, que a sus 42 años posee tres doctorados (Historia, Teología y Filosofía) y una licenciatura (Derecho) y es conocedor de 16 lenguas, no sea capaz siquiera de vislumbrar en la piedra las significaciones ocultas del Lenguaje de los Pájaros, ese lenguaje simbólico y alegórico de Salomón y de otros sabios, en particular de la tradición musulmana.

Que las cofradías de constructores se fundamentaban en algo más que en una mera asociación laboral, la tenemos en hechos como el de los santos mártires Claudio, Nicóstrato, Sinforiano, Castorio y Simplicio, escultores cristianos que fueron condenados a ser encerrados vivos en sarcófagos de plomo y ser precipitados al mar, por negarse a esculpir un ídolo pedido por el emperador Diocleciano. ¿Qué asociación meramente laboral se cuestionaría llevar a cabo, a costa de su persecución, el encargo de un trabajo ordenado por el emperador?... Curiosamente, la existencia de estos santos, losSancti Quattro Coronatti, se menciona en los estatutos de los picapedreros de Venecia del año 1317, y también en el Manuscrito Regius de 1390.

El manuscrito francés nº 19.093 de la Biblioteca Nacional de París resulta también de gran interés a la hora de ilustrar lo que tratamos de demostrar. En 1849, es mencionado por Jules Quicherat; Jean-Baptiste Lassus (arquitecto que participó en la restauración de Nôtre-Dame de París y de la Sainte-Chapelle) se ocupa de su publicación, que tiene lugar en 1857 y en 1859 aparece una edición inglesa. La Biblioteca Nacional francesa publicó un facsímil bajo la dirección de Henri Omont en 1906. Posteriormente hay nuevas ediciones, algunas comentadas, de este llamado Cuaderno de Villard de Honnecourt. Precisamente en Honnecourt, cerca de Cambrai, nació Villard en tiempos de Luis IX. En este lugar existe un priorato de la orden de Cluny, y en 1235 finalizaban los trabajos de la abadía cisterciense de Vaucelles.

El cuaderno se trata de un documento único, del que se conservan 33 hojas de pergamino, frente a las 62 con que presumiblemente contaba el original. Incluye esbozos, croquis y anotaciones en dialecto picardo dirigidos a los técnicos, ya que “en este libro se puede encontrar gran ayuda para instruirse acerca de los principios fundamentales de la masonería y de la construcción del armazón...” y el autor añade: “... también del método para dibujar un trazado, como el arte de la geometría enseña y exige”.

Este documento nos desvela algunos de los conocimientos en geometría que tenían los constructores medievales y las técnicas del tallado de la piedra, e incluso tiene algunos dibujos que aún no han sido interpretados. Roland Bechmann ha analizado estos dibujos, por ejemplo el trazado de un arco mitral.

El cuaderno de Villard aún debe ser estudiado con más detenimiento, pues sin duda en él se hallan algunas de las claves del simbolismo aplicado en el templo, que como la logia masónica, se extiende de oriente a occidente, del sur al norte, del nadir al cenit. Esto nos recuerda la extraña pregunta de Bernardo de Claraval que, en De consideratione (cap. XIII) parafrasea a san Pablo cuando en su Epístola a los Efesios (III, 18) pregunta: “¿Qué es Dios?”, y se le responde: “Él es longitud, anchura, altura, profundidad”.

Precisamente es la relación de magnitud entre las diferentes partes de un todo -la aplicación de la proporción, en suma-, la que se extendió a todos los saberes cuantificables, dando lugar en el decurso de los siglos a desarrollos la mayoría de las veces místicos, y el arte constructivo no fue una excepción. Citando a Monseñor Devocoux, Jean Hani dice que, entre muchas otras iglesias y catedrales, la de Troyes (Francia) contiene toda una serie de proporciones y mediciones relacionadas con los nombres sagrados. Al respecto, Manuel Plana sostiene que “todos estos códigos simbólicos coinciden en el edificio formando parte de una ciencia sagrada (de los ciclos y los ritmos) cuya base es esencialmente numérica...” Plana, sin duda, alude al sagrado Número Áureo que estaba ya presente en las obras del arte del antiguo Egipto, y cuya teoría se expuso por vez primera en el siglo III a.C. en Elementos de geometría de Euclides, si bien esta obra es, en realidad, una síntesis del pensamiento matemático griego de épocas anteriores, en concreto inspiradas en Pitágoras, fundador en el siglo VI de una escuela científica y mística destinada a ejercer una notable influencia sobre el pensamiento antiguo y moderno. El mismo Platón dijo que “todo está hecho conforme al número”, y añadió: “Dios geometriza al crear”.

Volviendo a la cuestión de los conocimientos secretos y ancestrales de los constructores, otro ejemplo significativo lo tenemos en la Confraternidad de la catedral de Estrasburgo, cuyo nombre primitivo era "Los hermanos de San Juan", que tenía una jurisdicción particular independiente de otras corporaciones similares. Tenía su propio tribunal en la Logia y juzgaba sin apelación todas las causas que eran tratadas según la Regla y los Estatutos.

En algunos de los artículos de estos Estatutos, elaborados en 1495 y conservados en el archivo catedralicio, pueden apreciarse instrucciones que sin duda van más allá de lo que marcaría un mero régimen disciplinar de tipo laboral, o, lo que es lo mismo, entraría de lleno en el implícito secretismo de lo esotérico. Por ejemplo, en el art. 2 “se establece que los miembros de esta confraternidad no tengan comunicación con otros constructores que solamente supieran emplear el mortero y la paleta”; en el art. 13 “se prohíbe a los Maestros y Compañeros instruir a los extraños en sus Estatutos”; o en el art. 55 se dice que “el Aprendiz elevado a Compañero prestaba juramento de no revelar jamás de palabra o por escrito las palabras secretas del saludo”... 

Como nos refiere Gloria de Válor en sus Apuntes sobre Pythagoras y los Compañeros del Saber, “la Logia de Estrasburgo mantuvo una tradición acatada y mantenida hasta 1870 que obligaba al Maestro de Obras, una vez al año, ser introducido al crepúsculo en la Catedral por el obispo de la ciudad y pasar allí la noche, ya que esta Catedral estaba declarada sede tradicional del Compañerismo y desde donde se propone una serie de signos lapidarios característicos que se extienden por el Este de Europa hasta Moldavia”. 

En cuanto a los documentos bibliográficos que constatan la existencia de una francmasonería operativa en el Medievo, en este caso tardío, podemos citar un tratado de alquimia datado hacia 1450 y citado en Spence, An Encyclopaedia of Occultism, que utiliza explícitamente la palabra freemason; otro tratado alquímico del siglo XV, citado en Thomas Norton, Ordinall of Alchemy, alude a los masones bajo el nombre de “obreros de la alquimia”, definición que se hace patente incluso en nuestros días, y por poner un ejemplo, en la denominación como “rosa de los alquimistas” del rosetón norte de Nôtre-Dame de París.

Significativa es también la fórmula de Juramento que aparece en un manuscrito conservado en el Archivo de Edimburgo, fechada en 1646:

"Juro por Dios y por San Juan, por la Escuadra y el Compás someterme al juicio de todos, trabajar al servicio de mi Maestro en esta venerable Logia del lunes por la mañana al sábado y guardar las llaves, bajo pena de que me sea arrancada la lengua a través del mentón y ser enterrado bajo las olas, allá donde ningún hombre lo sabrá"

En El Misterio de las Catedrales (1926) y en Las Moradas Filosofales (1931), Fulcanelli expone el verdadero significado de la alquimia y su reflejo en las grandes obras arquitectónicas del Medievo, las catedrales góticas. Como iniciado, Fulcanelli descubrió todo el proceso de ascesis grabado en las piedras con que se edificaron los templos góticos, explicando como entre sus medallones y estatuas se puede seguir de forma muy clara el antiguo camino alquímico en sus diferentes etapas. Tal como observó Patrick Ravignant, Fulcanelli interpretó la antigua ciencia de la alquimia como una técnica que había de ser empleada para alcanzar la iluminación más interior. Para este enigmático sacerdote, del que se desconoce su verdadera identidad, la catedral no debía ser observada como “una obra dedicada únicamente a la gloria de Cristo, sino más bien como una vasta concreción de ideas y tendencias, de fe popular, un todo perfecto al cual uno puede referirse sin temor en cuanto se trata de penetrar el pensamiento de los antepasados, sea en el terreno que sea”.

Resulta evidente que Hermes Trismegisto, fundador de la alquimia y de la doctrina hermética, influyó mucho sobre los caballeros de la Orden del Templo de Salomón y, a través de éstos, sobre los masones. Un documento medieval que todavía se conserva en París, el Léviticon, nos habla de las creencias que trajeron los templarios del Próximo Oriente, e incluso dicho credo aparece reproducido en The Knights Templar (Londres, 1910), de A. Bothwell-Gosse.

Se haría demasiado extenso enumerar y analizar, y no es el propósito de este ensayo, las múltiples manifestaciones del simbolismo hermético que concurren en el arte constructivo medieval, que se concibieron en recuerdo de las antiguas religiones paganas de origen solar fundamentalmente, y cuya comprensión estaba sólo al alcance de unos pocos iniciados. Iniciados que, como los francmasones medievales, supieron velar y proteger sus conocimientos bajo el manto sutil del simbolismo constructivo.

http://ensenanza.tripod.com/templarios_masones.htm

No hay comentarios:

Publicar un comentario