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sábado, 18 de noviembre de 2017

De la tradición salomónica al Compañerismo de Oficio

De la tradición salomónica al Compañerismo de Oficio
Fernando Arroyo

Se ha pretendido buscar a la masonería un origen mucho más remoto del que seguramente tiene, quizá por ese afán de remontar todo lo esotérico a Egipto, Mesopotamia y Grecia. No obstante, en el que sería el documento más antiguo de la masonería, el Manucristo Regius (datado hacia 1390), es donde se establece la fundación de la masonería en Egipto por Euclides. Y en el tercer grado masónico, denominado Maestro Masón, aparece la leyenda en que se atribuye el origen de la masonería a la construcción del Templo de Jerusalén.

Otras tradiciones masónicas, de las que por ejemplo nos habla J.N. Casavis en El origen griego de la francmasonería (Nueva York, 1955), establecen estos orígenes en los Artífices de Dionisio, que aparecieron justo en el momento en el que se inició la construcción del Templo de Jerusalén. Su arquitectura estuvo basada en la filosofía hermética y la geometría sagrada, y emplearon de forma operativa y especulativa, es decir constructiva y filosófica, algunos símbolos de albañilería como el martillo y el cincel.

Los Esenios, que poseían costumbres y rituales masónicos, también son considerados precursores. Según Filón de Alejandría, “cuando los esenios escuchaban a su jefe tenían la mano derecha sobre el pecho, un poco por debajo de la barba, y la izquierda más abajo, en la parte del costado”. Cierto es que nos encontramos, en definitiva, ante un signo de reconocimiento de uno de los primeros grados de la masonería moderna.

Los romanos collegia de Numa de 751 a.C., el simbolismo pitagórico y los Caballeros Templarios medievales forman también parte de las tradiciones que nos hablan del origen de la masonería.

Los Antiguos Reglamentos del movimiento masónico, que se remontan a principios del siglo XV, señalan la influencia del Mediterráneo Oriental sobre toda la tradición medieval relativa a la construcción del Templo de Salomón, confundido frecuentemente por los peregrinos con el santuario musulmán de la Cúpula de la Roca.

En uno de los documentos masónicos más antiguo que se conserva, el Manuscrito Cooke, de 1410, se dice que “Salomón confirmó los Reglamentos que su padre David había dado a los canteros”. Este manuscrito presenta a Salomón como Gran Maestre de la Logia primigenia de Jerusalén, mientras que Hiram, arquitecto del primer Templo, era Gran Maestre delegado, el diseñador y operario más consumado de la tierra. Interesante respecto de la relación de los templarios con la importación de la leyenda de Hiram desde Tierra Santa es la obra de G.W. Speth, Builders´ Rites and Ceremonies: The Folk Lore of Masonry (Ars Quatuor Coronatorum Pamphlet, Londres, 1951)

“En casi todos los catecismos masónicos más antiguos –refiere el historiador escocés Andrew Sinclair en La Espada y el Grial-, la serie de preguntas y respuestas confirmaba la tradición de la fundación de la primera logia masónica en el lado occidental del Templo de Salomón, donde Hiram había levantado dos columnas de bronce. Se le daba el sobrenombre de Abiff, derivado de la palabra hebrea que significa “padre”, como si Hiram fuera el padre de todos los masones”.

Para los Compañeros constructores medievales, el Templo de Salomón era no sólo el símbolo de su oficio, sino la cumbre de la sabiduría, “y consideraban que los maestros que habían intervenido en su construcción eran “iniciados” en todos los misterios que la Divinidad había tenido a bien revelarles”, y ejemplos a seguir si se quería alcanzar propósitos de altura.

Los historiadores masónicos explicaban por varios caminos la transmisión directa de los ritos y prácticas desde la logia del rey Salomón en Jerusalén hasta la actualidad. Aunque al parecer la palabra logia procede del término loggia, que eran los lugares de reunión de los antiguos Magistri Comacini, un misterioso gremio de arquitectos que vivían en una isla fortificada en el lago Como en la época de la disgregación del Imperio Romano.

Un rey lombardo otorgó ciertos privilegios a los Comacini en un edicto promulgado en el año 643, y parece ser que estos habrían enseñado los secretos de la geometría sagrada y de los métodos de construcción a los constructores italianos de Rávena y de Venecia, y, a través de éstos, a los gremios artísticos y artesanos del Medievo.

A los herederos en Francia se les conoció como la Compangonnage (el Compañerazgo), cuya primera reunión constatada fue en el siglo XII, con motivo de la construcción de la catedral de Chartres. Algunos se llamaban Hijos de Salomón, que fueron los encargados de erigir casi todas las catedrales dedicadas a Nôtre-Dame. Otras líneas del Compañerazgo fueron las del Maestro Santiago –Maître Jacques-, también conocidos como Compañeros del Deber, y la del Padre Soubisse, que fue una escisión de la del Maestro Santiago. Todos ellos eran los gremios de artesanos que construyeron las catedrales góticas mayores, dirigidos en ocasiones por maestros canteros cistercienses o templarios llamados Fratres Solomonis. Para sir Laurence Gardner, san Bernardo de Claraval, el fundador de la Orden del Cister y mentor de la Orden del Temple, habría logrado descifrar la geometría secreta de los constructores del Templo de Salomón, lo cual no debe resultar disparatado si nos atenemos a los enigmas existentes en torno a quién envió a Tierra Santa a los nueve caballeros fundadores de la Orden del Temple y con qué finalidad concreta. Esta colaboración y convivencia entre la Caballería Guerrera de los Templarios y el Compañerismo de Oficio de los Constructores produciría una corriente de doble sentido, que trasvasaría ritos, símbolos, conocimientos y experiencias en ambas direcciones, al servir todos ellos a la misma causa trascendente. El enriquecimiento por ello fue mutuo, teniendo estos ritos e iniciaciones caballerescos y de oficio su reflejo simplificado en los ritos con que las jerarquías superiores dirigían, del modo más aprovechable posible, las potenciales capacidades psico-espirituales del pueblo medieval a quien se dirige principalmente la construcción religiosa.

Desde los inicios de la Orden del Temple, hubo cierto número de templarios que recibieron la iniciación compañeril durante alguno de los grados de ascenso dentro de la fraternidad, cuando fueron requeridos a dirigir los trabajos de construcción o a ejercer de maestros para los aprendices. De tal forma, muchos de los templarios aunaron en su persona la Caballería Guerrera y el Compañerismo de Oficio, como es el caso de aquellos templarios que tras alcanzar el grado de Maestros Constructores y desarrollar una dilatada carrera ejerciendo como tales, merecieron la distinción de ser enterrados en la más emblemática edificicación por ellos erigida. Al respecto, Rafael Alarcón nos refiere en A la sombra de los Templarios el caso de los Maestros del Temple de París, o en España el de Nuestra Señora del Templo en Villalcazar de Sirga, en la provincia de Palencia. Hecho significativo es que el abacus, que aparece grabado en los sillares de algunas construcciones templarias, fue el símbolo utilizado indistintamente por el Maestre del Temple y por el Magister de los Constructores.

De especial interés a la hora de demostrar de forma concluyente la estrecha relación existente entre los templarios y la masonería operativa medieval son los estudios del masón Paul Naudon, en su obra Les origenes religieuses et corporatives de la Franc-Maçonnerie (París, 1979), en los que con gran profusión documental expone cosas como esta que tradujera el Dr. Carlos Raitzin para un artículo sobre templarios y masones:

“Citemos finalmente al caso de Metz, donde los templarios instalaron una comandería a partir de 1133. Ella creció rápidamente y ya se hallaba profundamente arraigada cuando san Bernardo mismo vino a la diócesis a predicar la Segunda Cruzada en 1147. Es interesante señalar que hacia fines del siglo XIII una fraternidad de masones se reunía en el oratorio de la comandería de los templarios de Metz. En 1285, se encuentra el nombre de “Jennas Clowanges, li maires de la frairie des massons dou Temple” (Jennas Clowanges, el alcalde de la fraternidad de masones del Temple). Una lápida funeraria, descubierta en 1861 frente a la capilla, recuerda la memoria de cierto “Freires Chapelens ki fut Maistres des Mazons dou Temple de Lorene” (Freire Capellán –o sea Caballero Templario- que fue Maestre de los masones del Temple de Lorena) durante veintitrés años y que murió “la vigille de la Chandelour Ian M.CC.IIII.XX.VII” (la vigilia de la Candelaria el año 1287)”

Sin duda la obra de Naudon supone, no sólo la prueba historiográfica irrefutable de la vinculación entre los masones operativos del Medievo y el Temple, sino también de su relación con los franc mestiers, que permitía a los oficios, en particular el de la construcción, desempeñarse dentro de los dominios templarios libres de los impuestos reales o señoriales.

Un detalle curioso es que todas estas hermandades masónicas de la Francia medieval a las que nos hemos referido, corrieron la misma suerte que los templarios cuando en el siglo XIV la Inquisición, de la mano de los dominicos, fijó su atención en ellos.

http://ensenanza.tripod.com/templarios_masones.htm

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